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Capítulo 7 «La fecha»

Pensar en Scott me rompe el corazón, y sí. Me acuerdo perfectamente bien de la fecha. Un poco más y lloro, pero Kade es mi amigo sobre todas las cosas.

—Escúchame, Kade Hudson. Nada puede influir en tu felicidad, ¿entendido? Lo pasado, en el pasado se queda. Es solo una fecha.

Claro que no es una simple fecha, pero tampoco puedo decirle que un año después me sigue afectando igual al principio. Significa el comienzo de todo para mí. El inicio de una montaña rusa de risas, recuerdos bellos, miradas intensas, sonrisas tiernas, sollozos de tristeza bloqueados en la almohada, noches de desvelos, corazones rasgados y almas rotas.

Las lágrimas amenazan con salir. Para evitar eso, salgo del auto y me recuesto encima del capó. No me gusta que me vean llorar. Me siento demasiado expuesta. Estábamos bajo la sombra de un sauce por lo que la claridad no era una molestia. Kade hizo lo mismo y se recuesta a mi lado.

—Lo extrañas, ¿verdad? —pregunta con los ojos cerrados.

—No quiero hablar del tema.

Abre sus ojos y se gira hacia mí, apoyándose en el codo.

—Desde que ustedes rompieron, él no volvió a ser el mismo, Ruth. Se fue alejando poco a poco. Dejó de ir a los ensayos. En parte porque la mamá salió del hospital y tenía que atenderla, pero incluso el papá dijo que por las noches él lloraba por tu ausencia.

Escuchar eso, rompe mi corazón y trago en seco las emociones fuerte que me provoca saber eso. Kade y él eran muy unidos, y cuando yo llamaba a su casa, el papá se ponía muy alegre y decía «Scott, apúrate. Tu princesa llama». En el tiempo que estuvimos jamás le di ni siquiera un beso. El amor que le tenía estaba más allá de lo físico. Solamente su mirada expresaba más de lo que quería decir. Éramos dos adolescentes que no tenían nada que perder.

Uno había encontrado en el otro lo que le faltaba. Las canciones que cantábamos juntos por las noches en el umbral de mi casa llenaban el vacío y quitaban toda preocupación que hayamos tenido en el día. Siempre me sacaba una sonrisa cuando sacaba una B- en el instituto y me daba la fuerza que era necesaria para seguir adelante. Era un deleite escuchar su voz junto a la mía al compás de la melodía de la guitarra.

Kade decía que nunca lo había visto así en diez años de amistad que llevaban. Hasta donde sé, esos dos se pasaban la noche entera hablando sobre mí y de los planes que quería conmigo, pero a veces hacer planes a la larga, pueden terminar en el pozo del olvido.

Una vez recuerdo que tenía que entregar el trabajo final de Geografía General. Estaba muy atrasada y el informe era mucho más grande que una tesis de licenciatura universitaroa. Esa noche él me llamó preocupado que no le había timbrado desde hace dos días y tenía razón. Estaba tan inmersa en el trabajo que había perdido la noción del tiempo. Mientras escribía mi trabajo, él iba hablando por teléfono para mantenerme despierta.

Estaba muy agotada y necesitaba dormir. La fatiga estaba pasándome factura. En su voz al otro lado de la línea podía sentir que él estaba más cansado que yo. Había salido recientemente del estudio de grabar una canción. Me daba lástima, pero al mismo tiempo me consolaba un poco el saber que me apoyaba del otro lado de la línea. Siempre decía: No te duermas, por favor. No te duermas. Toma agua. ¿Tienes café cerca?

Gracias a Dios que las mujeres podemos hacer hasta tres cosas al mismo tiempo. Podía hablar con él y al mismo tiempo escribir. Terminé mi trabajo a las 4 de la mañana y a esa hora él colgó el teléfono.

Al día siguiente, con unas ojeras que me llegaban al mentón y los ojos hinchados por el poco tiempo de sueño que mi cuerpo tenía, la profesora me dijo que el trabajo estaba tan bueno que lo iba a subir a su perfil profesional para futuras investigaciones.

Yo me alegré y enseguida lo llamé dándole la buena noticia. Se siente bien tener a alguien que te apoya en los momentos de debilidad. Es gratificante compartir con alegría las buenas noticias con una persona especial.

—¿Por qué lo hiciste, Ruth?

—Yo tampoco estoy muy segura del porqué dejé a Scott.

Creí haber cerrado esa herida, pero hablar de ello, solo hizo que me pusiera a llorar sin consuelo. Me quiebro y no aguanté más. Kade me acerca a su pecho y me abraza. No dice una sola palabra. A veces el silencio es la mejor respuesta.

Mi corazón comienza a comprimirse tanto que los sollozos ni siquiera me dejan pensar con claridad. Un nudo se aloja en el estómago y va subiendo hasta llegar a mi garganta. Lo único que quiero es llorar y desaparecer. Mi pecho arde y siento que el oxígeno no llega a mis pulmones.

Esto es lo que hace un simple recuerdo de Scott en mí. Me odio a mí misma por querer ser una chica de titanio cuando solo escuchar su nombre me rompe en esos pequeños pedazos de cristal que se quiebran con la mínima presión.

¿Esto que siento en mi ser? ¿Este vacío que se aloja en mi pecho dejándome desorientada y sin rumbo? Esto es una maldita prisión de sufrimiento con barrotes de lágrimas oxidadas por la desesperación. Prisión de la que no tengo salida porque la llave se la di a Scott y nunca me la devolvió.

Esto que estoy sintiendo es culpa de ese ángel en pañales que vive disparando flechas al azar sin pararse a pensar como nos afectaría en el futuro si no llegara a funcionar. Descubrí que el amor es una rosa cubierta de espinas rodeada de clavos calientes punzantes. Y lo descubrí demasiado tarde.

—Lo siento, mi vida. Mi debilidad es verte llorar y se me rompe el corazón. Por esa razón compré el helado. Sé que te hace sentir bien cuando estás triste.

Por un momento me había olvidado del helado comprado, pero Kade lo había puesto en su nevera manual de campo. Acaricia mi espalda hasta que logro apaciguar los sollozos que retumban en mi pecho.

—Tú como siempre, pensando en lo que pasará más adelante —digo entre lágrimas.

—Un hombre precavido vale más que mil. Eso me lo enseñaste tú.

—¿Cómo sabías que iba a llorar o ponerme triste? —pregunto, con un nudo en el estómago, sorbiendo mi nariz.

—Es muy fácil responder esa pregunta. Cada vez que llamaba y empezaba a hablar de Scott, siempre me estabas esquivando el tema así que sabía que todavía no lo habías superado.

—¿En qué momento me volví tan predecible?

–—En el momento en que te cruzaste en nuestro camino. Al principio eras bastante difícil. Leyla se llevó mejor conmigo que tú.

—Oye, eso no es justo —protesto, cruzándome de brazos.

—Ya lo sé, pero con el tiempo fui observándote y me di cuenta en algunas cosas mínimas. Eres muy impredecible como Lisa. Scott no sabía cómo acercarse a ti porque tu reacción a veces podía ser contraria a lo que planeábamos. La persona que le dio la idea de preguntarte sobre los ritmos populares fui yo.

Abro los ojos por su confesión. No me lo puedo creer. Ya me extrañaba que lo cogiera tan rápido.

—Vaya manera de ligar a tu mejor amiga —comento con ironía y sorbo mi narzis.

—¿Qué le puedo hacer? Pero al menos funcionó. Ese chico tiene un don natural para la batería, y la única manera de acercarlos era a través de lo que tenían en común.

—La música —añado casi susurrando y se separa de mí.

—Exacto. —Kade se baja del capó y agarra el helado.

—Fresa Chip, ¿verdad? —pregunto y enarca una ceja. Es su sabor favorito—. Y después dices que la predecible soy yo

—Ser Kade Hudson forma parte de mi encanto.

—Muy gracioso de tu parte. Entonces, ¿cómo les va a ti y a Lisa?

Él suspira derrotado. Sabe que intento cambiar de tema una vez más y me entrega el helado

—Nos va súper bien. Su papá adoptivo es dueño de una empresa de autos, y este descapotable sobre el que estás sentada, me lo regaló Lisa y Will por mi cumpleaños. —Casi me atraganto con el helado.

—Estás de broma, ¿verdad? —pregunto tosiendo. Entre risas, Kade palmea mi espalda con suavidad

—Nop. Para nada.

—Vaya. Suerte la tuya que le caíste bien al suegro pero...¿cómo te va con la suegra? No es mala contigo, ¿verdad?

—Gracias a Dios, no. Le caí de maravilla. Hasta me ha dejado dormir en su casa y todo

—¡Cómo! —Cada vez me asombro más.

—–Se lo que estás pensando, y no. Lisa le contó lo del accidente y literalmente se han vuelto mi familia. Katherin y Will me recuerdan mucho a mis padres, y eso hace que me sienta como en casa. Entre Lisa y yo no pasó nada hasta hace dos meses. Quise respetar su casa. Su familia confía en mí. No podía irme por la izquierda y hacerles una bajeza. Katherin siempre me empujaba a que me acercara más a Lisa, pero como ya sabes, ella es un hueso duro de roer así que me costó un poco de trabajo.

—¿Y el suegro?

—Él más reacio a la causa era él, pero caí en gracia con el paso del tiempo. Después me dio varios consejos para la vida y si por alguna casualidad me decidía a estar con Lisa. Toda mi vida estuve buscando el amor y nunca me di cuenta que lo tuve a mi lado todo ese tiempo.

—Me alegro por ti Tú que siempre andabas como loco. Al fin encontraste tu lugar. Una familia que te apoya y una novia excepcional.

—No sé si te lo dije, pero tu cumpleaños y el de Lisa coinciden.

—¿Lisa cumple el 17 de octubre? Eso es genial. Se me había olvidado preguntarle. —Abro los ojos al reflexionar en la fecha—. ¡Oh, Dios mío! Me va a matar. No le pasé un texto o la llamé ese día.

—Tranquila. Como no sabías nada, ella entendió. Recuerda que nosotros te llamamos ese día por teléfono y nos salió Casey.

—Es verdad. Para cuando terminé de quitarme la pintura de las manos, ustedes ya habían colgado porque tenían una presentación esa noche. Espero que todo haya salido bien.

—No como hubiéramos querido, pero sí. Salió todo bien y con buenas propinas.

—¿Y eso por qué? ¿Qué pasó? No me digas que a Ryan se le olvidaron otra vez los acordes. Le aconsejé que siempre los copiara en partituras.

—No fue por Ryan. Puedes estar tranquila. Fue por Scott.


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