Capítulo 5 «El recuerdo»
Casi paso por encima de la caja registradora para llenarlo de besos. No me puedo creer que hayan regresado después de tanto tiempo.
—¿Qué estás haciendo aquí? No sabía que estabas en la ciudad. —Miro el uniforme—. No me digas que este es tu nuevo trabajo.
—No, Ruth. —Ríe con la sonrisa pícara de siempre—. Le pedí a John que me dejara pagar tu cuenta y hacerme pasar por el cajero hasta que vinieras.
John es el jefe de la cafetería en el colegio, gran amigo de la familia y se llevó muy bien con Kade cuando llegaron poro primera vez a la ciudad. Con ayuda de la banda, John pudo promover mejor su bar y se hicieron muy buenos amigos después de eso. Ese día la recaudación fue excesiva y los chicos recibieron muy buenas propinas por la presentación de esa noche. Desde ese entonces, se hizo el bar más popular incluso, para los visitantes que eran de otros condados.
—John, me tengo que ir. Hanny, es tu turno.
Kade se quita el delantal, recoge su chaqueta y salimos de la cafetería. Yo estoy súper contenta. Estoy eufórica. Desde hace tiempo que no sabía de ellos. Solo por correo electrónico y llamadas telefónicas.
—¿Cómo has estado? —pregunta, mientras bajamos las escaleras del instituto.
—Por ahora, todo de maravilla y siendo la misma Ruth de siempre.
Mis palabras detienen sus pasos y se gira hacia mí.
—Ruth, a muchos puedes engañar, pero no a mí, y espero que a Leyla tampoco. Estás feliz, pero no completamente. ¿Me equivoco?
Que me hablara de esa manera me recuerda que desde que lo conocí, Kade se volvió mi confidente. Más que un amigo, se convirtió en mi hermano.
—No me arruines el día. Hoy es el cumpleaños de Casey y todavía me quedan muchas cosas por comprar. Después nos ponemos al día.
Quiero evitar ese tema por completo. Leyla prometió que nunca tocaría ese asunto y así fue. Mis padres hicieron lo mismo.
—De eso ya me encargué. Llamé a tu madre, nos pusimos de acuerdo y todo lo que faltaba ya está en tu casa, así que no tienes que preocuparte. Con respecto al regalo, le mandé un mensaje a Leyla que se encargara de él. Ella y Camille conocen bastante bien los gustos de tu hermana y dijo que no había ningún problema.
—No has cambiado nada. Siempre estás un paso por delante —digo sacando una pequeña sonrisilla.
—Ya quisieras. Ryan, Jeremy y Lisa te mandan saludos. No te hablo de cierto personaje porque no sabemos nada de él.
—Espera un momento. ¿Cómo que no saben nada de él? —Kade y él eran muy unidos cuando los conocí.
—Esa es otra historia. Vamos a tomar un helado y allí te diré. Pasaron muchas cosas este año que no te vas a creer.
Con esas palabras me puso muy inquieta y preocupada. ¿Qué habrá pasado?
Pasamos por la tienda de Molly's y Kade compró el pote de helado más caro. Siempre fue sencillo pero fanfarrón, igualito a Leyla. Les encanta gastar el dinero cuando lo tienen a la mano. La diferencia es que Leyla paga con tarjeta y Kade en efectivo. No se puede tener todo en la vida.
—Chocolate con almendras, ¿verdad? —Me alcanza la bolsa con el helado y una cuchara.
—No se te olvidó. Eso es bueno. La única neurona que tienes ya sé que no está en corto circuito. —Sonríe sin despegar los labios y subimos al auto.
—Las viejas y buenas amistades son imposibles de olvidar y menos estos detalles. ¿Te acuerdas cuando cantamos karaoke en tu casa? Después de eso me dejaste de hablar casi dos días.
—Y todavía me debes esa. ¡Qué vergüenza!
—Venga ya. ¿Me vas a decir que no te divertiste ese día, Ruth? Recientemente los chicos y yo nos acordábamos de esos tiempos. Lisa no paraba de reír y Ryan imitaba a Leyla. Es muy bueno, por cierto. —Le pego un golpe en el brazo con el puño—. Oye, eso dolió.
—Eso es para que no te sigas burlando de nosotras. —Río, y eso me hace recordar el pasado y los buenos tiempos—. ¿A dónde vamos?
—Vas a ver. Es mi lugar favorito. Lo encontré cuando salí a recorrer la ciudad el primer día que llegué.
—Oye, una pregunta. ¿Dónde conseguiste este auto?
—Tú siempre de curiosa. Deja que te sorprenda al menos una vez. Descansa. El lugar está un poco lejos.
Me recuesto al espaldar del asiento y cierto personaje se adentra en mis pensamientos una vez más cuando me quedo dormida.
—¿Por qué no me lo dijiste antes, Scott? La pobre Lisa está muy enganchada contigo. ¡Oh, Dios mío! Ella me pedía consejos. ¿Cómo voy a mirarla ahora? —Fue a hablar, pero no lo dejo—. No entiendo. Casi no hablas conmigo. No sales con nosotros y siempre estás alejado del grupo. —Mi pregunta lo agarra desprevenido. Su mirada, a pesar que sostiene la mía, noto que va perdiendo el rumbo.
—¿Te soy sincero? Tenía miedo. No sabía cómo tratarte o mirarte. Nunca me había sentido de esa manera estando cerca de una chica. Después de cada ensayo, Kade me preguntaba cómo me sentía. Yo iba a las salidas, pero llegaba más tarde. Incluso recuerdo cuando fueron a tu casa y se pusieron a cantar karaoke.
«Tierra, trágame», pienso avergonzada.
No puedo creer que de todos los días se acuerde de cuando más pena he pasado en toda mi vida. Me puse a cantar karaoke con Leyla y fingimos que estábamos desafinadas. Fue un poco difícil y al final terminamos cantando como se debía pero Kade fue tan malo que solo grabó la desafinación y lo subió al Facebook. Sip, mi vergüenza estaba por debajo de la tierra. Yo quería matarlo. Mi ranking de popularidad se fue al centro terrestre, pero los amigos son para eso, ¿no? Aunque después quieras matarlos.
—De todos los días, ¿tenías que acordarte de ese? Dios mío —digo sonrojándome.
—Tuve una mala noche y verte sonreír de esa manera me levantó el ánimo lo suficiente como para olvidarme de los problemas. —Su mirada esmeralda comienza a entristecerse.
—Disculpa que te pregunte, pero ¿qué pasó ese día? —Retira la mirada y creo verle una lágrima, pero rápidamente se recompone—. No tienes que decirme si no quieres, ¿ok? Estoy para apoyarte en lo que necesites.
Sus ojos verdes cristalizados por las lágrimas chocan con los míos una vez más y respira con profundidad. Tomo su rostro entre mis manos y noto como sus rasgos comienzan a relajarse cuando acaricio sus mejillas con los pulgares.
—Escúchame bien, Scott. La vida a veces puede ser dura, pero todo esfuerzo tiene su recompensa. Además, ahora tienes a Leyla y me tienes a mí. —Esas últimas cuatro palabras hacen el efecto que quería, tranquilizarlo.
—Gracias, Ruth. —Me abraza con fuerza y siento que todo mi mundo está arreglado. Demasiado joven e ilusa. La realidad me golpeó con fuerza mucho después y no pude hacer nada para evitarlo.
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