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Capítulo 48 «Cerrando heridas»

Mi corazón comienza a palpitar de manera rápida y mi pulso aumenta por segundos. Después de tanto tiempo, puedo volverlo a ver. Está a unos pocos metros y no puedo mover ni un músculo.

—No pienso irme de aquí hasta que te vea, Ruth —insiste.

Los nervios están a flor de piel. No puedo gesticular palabra alguna. Quiero levantarme de la cama, pero mis músculos no reaccionan justo ahora. Estoy paralizada por completo.

—Ya está. Kade, te lo advierto. Quítate de mi camino. La voy a sacar a rastras de esta casa, aunque no lo quieras.

—Déjala en paz, Scott. Estuvo esperado por ti todo el fin de semana, y ahora que solo le quedan unas horas apareces. —La voz de mi amigo se escucha calmada, pero fuerte.

La casa de los padres de Lisa no es muy grande y mi habitación está cerca de la puerta principal. ¿Verdaderamente tendré fuerzas para verlo? ¿Aguantaré lo suficiente para que el muro que he levantado no se destruya cuando su mirada se encuentre con la mía? ¿Pero y a mí que me pasa ahora? Lo tengo a menos de 10 metros de mí. Nunca pensé que yo fuera una persona cobarde, hasta ahora. A menos que aparezca una rana en la cortina del baño, por supuesto.

—No pienso irme de aquí sin verla, Kade. Lo sabes. —La seguridad en sus palabras crispa mi piel.

Ellos siguen hablando en la puerta principal y tomo una larga bocanada de aire. Mi cuerpo reacciona a la orden de mi cerebro de levantarme de la cama. Muy despacio, salgo de la habitación y trago en seco. Su espalda está mucho más ancha que la última vez que lo vi. Su cabello un más oscuro y largo que de costumbre.

La mochila que le regalé antes de irse de la ciudad cuelga de un solo hombro y lo único que se me ocurre es ir con suavidad y cubrirle los ojos por detrás. En un segundo, suelta mis manos y me levanta en peso dándome un abrazo muy fuerte.

Su olor es el mismo que hace 3 años atrás. Su cercanía me da la respirar de verdad después de 3 largos meses consumida en la tristeza interna de mi cuerpo.

—Mejor los dejo solos. Tienen mucho que platicar.

Por un momento había olvidado que Kade está presenta. Scott me deja en el suelo, y por costumbre, le remuevo el cabello.

—Te he extrañado. Lo sabes, ¿verdad?

—No más que yo, compañero —añado, sonriendo como una tonta. Sus ojos verdes me inspeccionan de arriba abajo con detenimiento.

—Vamos. Tengo un lugar que mostrarte.

Mi piel quema cuando siento sus dedos alrededor de mi muñeca. Creí haber olvidado todo, pero mi corazón y mi cerebro todavía siguen gritando a los cuatro vientos que mi amor por Scott no ha cesado, a pesar de todos mis intentos por reprimir ese sentimiento. Es como si hubiera regresado tres años atrás y todo siguiera igual.

Me guía a través de todo el pueblo hasta un pequeño parque al costado de la carretera principal. El césped está recién cortado y los bancos de madera recién pulidos. Scott se acomoda en un extremo y yo en el otro. Se siente raro tenerlo tan cerca después de tanto tiempo.

—Ruth, puedes sentarte a mi lado. No muerdo —habla, después de un silencio extraño entre nosotros, y sonrío con nerviosismo.

—¿Y por qué no te acercas tú? —Mis palabras salen tan rápido que no me da tiempo a rectificar.

—Está bien —musita, y se acerca—. ¿Cómo has estado en estos meses?

—Igual que siempre —miento, descaradamente. He estado con 3 chicos en menos de dos meses y cuando creían tenerme a la mano les mostraba la puerta da salida— Nada ha cambiado.

Todo ha cambiado en mi. Me convertí en un monstruo devoradora de chicos sin corazón. Según escuché e investigué, había en una etapa conocida como anhedonia. Es como la incapacidad de sentir algo. Las emociones son casi nulas.

—Vaya. Creí que con lo ocurrido te hubieras vuelto un poco más arisca. Me alegro que sigas igual.

Su comentario provoca que mi corazón sale, pero no pienso mostrarle cuan bajo he caído. Pero el me conoce demasiado bien. sabe que estoy mintiendo.

—Cuéntame. ¿Cómo te va con Amy? —interrogo, cambiando el rumbo de la conversación. Ese nombre hace que suba la bilis por la garganta.

—Los rumores corren rápido.

Amy es la chica que está conociendo. Si pasó más de un mes con él es que la relación va en serio. Chica de pelo negro y ojos color café, nariz respingada y sonrisa amable. No voy a pedir perdón por buscarla en Facebook y sus redes sociales. Solo... tenía curiosidad.

—Sabes perfectamente que a Lisa nada se le escapa. Además, tengo que preguntarte. ¿De verdad dejaste en ese estado a tantas chicas?

Mi tono recriminatorio hace que su rostro se ensombrezca, en señal que los rumores son ciertos. ¿Pero y yo qué hago recriminándole?

—Eso fue antes de entrar al internado y me pusiera en contacto contigo, Ruth.

—Pero de igual manera no está bien jugar con los sentimientos de los demás.

Intento seguir, pero me detengo. ¿Qué rayos me pasa? Si yo estoy haciendo lo mismo que él y culpable no me siento.

—Ya lo sé, Ruth, pero... —Deja las palabras en el aire y niega con la cabeza—. Nada. Olvídalo

—Di lo que tengas que decir.

—Todo es culpa tuya.

Parpadeo, perpleja. Esperaba cualquier cosa, menos que me dijera eso.

—¿Sabes en el estado en que me dejaste cuando rompiste conmigo? —Mis labios no se mueven—. ¡Quedé destrozado, Ruth! Ahora dime, ¿por qué lo hiciste?

—Solo... Yo no...

La vergüenza me ataca sin piedad. Toda mi fortaleza se vs al garete y mi muro de hierro se derrumba como un castillo de naipes abatido por una pequeña brisa de aire.

—Ahí está. Ni siquiera tú sabes la respuesta a eso. Estos 3 años me he estado rompiendo la cabeza intentando saber qué fue lo que hice mal. En cada chica intentaba olvidarte, pero solo te veía a ti en cada una. —Las lágrimas se acumulan en las esquinas de mis ojos—. Dime por qué estuviste con él. Dime, Ruth, ¿por qué?

—¡Porque intentaba llenar el vacío que dejaste!

Ya está. Lo dije. Sus ojos se abren como platos por el asombro. Lo he negado hasta este momento, pero ya no más. me mentí a mí misma todo este tiempo. entré en una relación donde en verdad nunca lo amé, o al menos lo que se merecía. Max tampoco fue de mucha ayuda proclamando su constante amor, pidiendo disculpas en cada conversación y el intento de manipularme con esos sentimientos que creí verdaderos tanto de su parte como la mía. Sí. Puede que Max estuviera enamorado, pero la forma de amor que él quería era de dominio, y puro machismo. Que a sus ojos estaba bien, pero en mi interior sabía que cometería un grave error.

— Es la verdad —musito, con voz quebrada, y dejo salir las lágrimas. ¿Qué sentido tiene aguantarlas?—. ¿Crees que yo no lo pasé mal? Tuve pesadillas durante meses. Al entrar al instituto, tenía un humor de perros y no había chico que se me acercara. Un año estuve en esa agonía, así que no creas que eras el único que la estaba pasando mal.

—Entonces, ¿por qué me dejaste, Ruth? —Su voz ahora es más suave y tierna. Rodeo mis rodillas con los brazos y él se acerca a mí.

—Tenía miedo, Scott.

—¿De quién? ¿De mí?

—¿Qué? Claro que no. —Sorbo mi nariz y sonrío—. Tenía miedo de todo y de todos. Me dabas tanta seguridad y me sentía tan bien contigo que creí que en algún momento se acabaría. Todo era demasiado perfecto. Éramos adolescentes. No sabíamos lo que era el amor o si en dos o tres años seguiríamos siendo los mismos.

—Yo lo pasé mal, Ruth. Muy mal. Estuve una temporada en el hospital. Casi no dormía o comía muy poco. —Mi pecho se comprime al escuchar su relato. Nunca supe esa parte de la historia—. Cuando te preguntaba en los correos electrónicos si eras feliz y respondías "No sé", mi corazón saltaba de la emoción. Pero me di cuenta que ya te había perdido cada vez que decías que lo extrañabas y que estabas emocionada porque lo ibas a ver. Por eso desistí y ahí conocí a Amy en uno de mis viajes de la banda. Yo aún te amo, Ruth.

—Por favor no digas eso —musito.

—Solo quería que lo supieras, pero Amy verdaderamente me gusta.

—Me alegro por ti. —Pongo su mano sobre la mía, intentando tranquilizarlo a él y a mí al mismo tiempo—. Es bueno que sigas adelante. Espero que yo pueda hacer lo mismo en un tiempo.

—Si hubiera sabido que lo tuyo iba a terminar de ese modo. Hubiéramos podido darnos una segunda oportunidad. —Sonrío con timidez.

—Las cosas pasan por algo, Scott. Espero que seas feliz con Amy y recuerda que tienes que invitarme a la boda.

Seco el rastro de mis lágrimas y mis labios se curvan en una sonrisa para aliviar la tensión.

—¿Cómo lo logras?

—¿Cómo logro qué?

—Hablar de ella o preguntar por ella

—Intento sobreponerme. Además, si eres feliz con ella, no puedo hacer otra cosa.

Intento ser fuerte por todos los medios para que no viera mi flaqueza cada vez que yo pronunciaba el nombre de su chica

—Eres fuerte, Ruth. Siempre te admiré por eso.

—¿Fuerte yo? Buen chiste, Scott.

—Claro que sí. Te olvidaste del tal Max en el lapsus de un mes.

—En si fue una semana —aclaro por lo bajo.

—Ya vez. —Sonríe con amplitud—. Aquí estamos hablando de la chica con la que estoy saliendo como si nada nos molestara.

—Ya vez.

—Te extrañé, Ruth. Mucho.

—Yo también, Scott.

—Sabes. No es para que te hinches de ego ni nada, pero eres la única amiga que me queda.

Sus ojos se pierden en la carretera como si no supiera qué hacer.

—¿Por qué dices eso Scott?

—Fuiste la única que no me juzgaste por lo que hice y me siento aliviado por eso.

«¿Cómo juzgarte cuando yo lo hice peor que tú?»

Estuvimos hablando un rato más hasta que la oscura noche no nos deja para más y nos incentiva a regresar. En el transcurso de regreso, Scott toma mi mano. Electricidad sube y baja por todo mi cuerpo al tocarme de esa manera, pero ya era hora de entender que este chico pertenece a mi pasado. Debo cerrar esta parte de la historia. Por mi bien y por el suyo. No es justo arrastrarlo a mi oscuridad cuando ya él está saliendo del túnel.


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