Capítulo 47 «El viaje»
—¿Qué necesitas, Ángel?
—¿Crees que puedas venir a buscarme y pasarme un fin de semana contigo?
—¿Qué? ¿Acaso te volviste loca?
—No. Solo quiero que alguien se moleste, y me causará bastante gracia que sepa que estuve a 30 km de él, y bien cerca de su némesis.
Al otro lado escucho un fuerte estruendo, Jeremy maldiciendo y todos riendo a carcajadas.
—Estás realmente loca. ¿Intentas cabrear a Max o algo por el estilo? Muchas gracias, pero no quiero meterme en ningún problema. La última vez que lo tuve de frente, casi le golpeo por hablar mal de mi novia. Su ego me mosqueó demasiado.
Había olvidado contarle a Kade lo ocurrido. Ahora no sé ni cómo decírselo. Han pasado tres meses desde aquello.
—Kade, hablando de eso. Yo rompí con Max.
—Shhh, chicos necesito que se callen. Dame un momento para salir al patio. —Se escucha el crujir de las tablas a medida que Kade camina—. Ya está. Puedes hablar sin problema.
—Rompí con Max —reitero, y su silencio me sale una eternidad.
—Vas a tener que repetir eso. Primero déjame sentarme. —Escucho como arrastra algo y un suspiro cuando se acomoda—. ¿Cuándo fue eso?
—Hace tres meses —musito.
—¿Tres meses? —Alejo mi oído del móvil por su exclamación—. ¿Se puede saber por qué no me habías dicho eso antes? Ya puedo partirle la cara, ¿verdad? Mira que he estado acumulando ganas de romperle la cara desde hace meses.
—Ya lo sé y te pido perdón por no habértelo dicho antes
—Explícame lo ocurrido. Para que haya pasado eso, algo muy malo debe de haber ocurrido.
Kade escucha sin ninguna interrupción hasta que llegué a la absurda propuesta de dejar la universidad
—¿Se volvió loco? —La exasperación en su voz da a entender que está desquiciado—. ¿En qué estaba pensando cuando propuso eso? Fue algo muy egoísta por su parte.
—Me duele porque cuando le miré a los ojos dijo que estaría conmigo y esperaría hasta que terminara. Creí y confié en su palabra como idiota. Sus ojos reflejaban sus palabras y me traicionaron unos meses más tarde como nunca pensé —comento, con voz quebrada. Las lágrimas se acumulan en el borde de mis ojos.
—Por favor, no llores.
—No estoy llorando. —Intento falsificar una sonrisa
—Como si tu voz no te delatara. Tranquila, Ángel ¿Cuándo te voy a buscar?
—¿Puedes venir este viernes? —pregunto. Cuanto antes esté allá, mejor.
—¿No tienes clases ese día?
—Se celebra la gala de cierre del festival de cultura y no tengo clases.
—Está bien. Estaré cerca de las 9 de la mañana. Son 4 horas en carretera. Veré si puedo llegar un poco antes.
Cuando miro el calendario, ya es jueves en la noche. Aviso a mis padres del lugar donde pasaré el fin de semana A mi madre le molestó. Si Max se entera que estoy a menos de 30 km de él, espero que al menos se enfade un poco. Yo estaría cerca de la única persona a la que odia con toda su vida y no puede impedirlo aunque quiera: Scott.
Sinceramente, no sé por qué estoy haciendo esto. Puede que sea despecho o ganas de hacer algo que le hiera tanto como me lo hizo a mí. Mi vida era casi perfecta y tenía que venir este capullo inepto sin cerebro para arruinármelo todo.
Desde que conocí lo que todos llaman amor, mi vida en esa área ha sido un desastre, cuando muchos proclaman por ahí que debería ser todo color de rosa. ¡Qué gran mentira! O simplemente no es correspondido. ¡Ay, Cupido! Cuando te agarre, dile adiós a las flechas y las alitas. Te vas a quedar en pañales y a pie por menso y metiche.
El 7 de abril, Kade timbra a mi móvil a las 8:30 de la mañana en señal de que me estaba esperando en la entrada de la residencia. Al salir al balcón noto un hermoso BWM negro aparcado cerca de la acera. No recuerdo que ese fuera su auto, pero hasta donde sé, tiene un suegro muy generoso.
Elevo mi rostro hacia arriba y sonrío con amplitud. Respiro hondo los aires de libertad y salgo del departamento para tomar el elevador y el rumbo de mi vida, o eso espero.
Río por lo bajo cuando llego al primer piso y veo a Kade vestido con unos jeans negros y una camiseta beige ceñida a su abdomen bien marcado. Las chicas que están en el lobby ríen y miran sin mucho disimulo hacia él. Al verme esboza una sonrisa ladina como si estuviera viendo a la misma Lisa en persona.
—Perdona que te hiciera esperar. —Me lanzo a su cuello y me da una vuelta en el aire.
—Tranquila, Ángel —murmura una vez que me deja en el suelo—. Las muchachas que no dejan de mirar para acá se van a poner celosas.
—Eres un desastre.
—Pues este desastre condujo cuatro horas sin parar para sacarte de este lugar, saltándose varios semáforos rojos para darle celos a tu ex. —Sus ojos brillan por la emoción. A él le tienta esta idea más que a mí—. Entra al auto. Por si te hiciste la pregunta, mi suegro me lo prestó con la promesa de entregarlo sin una marca.
—Yo no he dicho nada. —Me defiendo levantando las manos en señal de defensa.
—No lo dijiste, pero lo pensaste. —Le guiño un ojo y entro al cómodo auto.
Unas 4 horas más tarde, estamos entrando por la puerta de la casa de Lisa. Sus suegros están en un viaje de negocios. Suerte para mí. Ella me recibe con los brazos abiertos y esa sonrisa dulce que la caracteriza.
En la noche estamos en nuestro momento siendo chicas chismosas. Fueron meses sin vernos. Tenemos que ponernos al tanto de muchas cosas. Mientras cotilleamos sale el tema de Scott. Al parecer había estado haciendo papel de picaflor por un tiempo. Sabía que nuestra ruptura no había sido buena para ambos, pero nunca imaginé que llegara al punto de enamorar algunas chicas y dejarlas con el corazón roto al mes siguiente. Tres años más tarde y sigue haciendo lo mismo.
En uno de sus e-mails preguntó si yo era feliz. Respondí el habitual "No sé", pero nunca vi el doble sentido con que me lo estaba diciendo. Se lo estaba preguntando él mismo y yo solo pensaba en mí.
A las 11 de la noche Kade no puede más y la saca con dificultad de la habitación donde me estoy quedando para ambos irse a dormir. Ella no hace mucha fuerza para quedarse. A la vista se nota que están muy enamorados. Llevan un año saliendo y siguen como al principio. Cuando los veo así tan unidos pienso que llegará algún momento en el que no tengo que anteponer la felicidad de los que me rodean primero que la mía. Y en este momento es cuando recuerdo las palabras de mi profesora de Psicología. Reúno todas mis fuerzas cuando tomo el móvil y lo llamo.
—¿Ruth? —Escuchar su voz cálida aminora un poco el dolor que tengo mi pecho—. ¿Todo está bien? no es normal que me llames.
—Todo está bien. Quería avisarte que este fin de semana me quedaré en casa de Kade. —Dejo de hablar, esperando su reacción, pero solo consigo silencio de su parte—. Solo te lo decía por si querías pasar por aquí y hablar... un poco.
El otro lado de la línea sigue sumido en el silencio. ¿Debería haberle dicho con antelación que estaría por la zona? Las dudas y la inseguridad me asaltan sin piedad. No sé si hice bien en llamarle, o incluso decirle que estaría aquí. ¡Ay, Dios mío! ¡Qué nervios!
—¿Estás ahí?
—Eh, sí. Estoy asimilando que estás a 10 minutos de mi casa. Después te llamo.
Cuelga con rapidez, dejándome con el corazón acelerado y una sonrisa amplia en los labios.
El sábado lo paso con los chicos de la banda, y sin darme cuenta es casi la medianoche. Estoy tan agotada que los ojos se me cierran solos al regresar del ensayo. Me invitaron a que tocara con ellos al día siguiente y no dudo en aceptar.
Encontrarme con ellos una vez más, es muy agotador. Entre ensayos y contar historias de estos últimos meses nos dejó sin fuerzas. El domingo en la mañana al terminar de tocar y recoger todo, sigo mirando mi móvil. Aún sin respuesta de Scott.
—¿Todavía nada de él? —musita Lisa a mi oído y yo niego con la cabeza, desanimada—. Tranquila. Si quiere verte, sabe dónde encontrarte.
Las manecillas de mi reloj apuntan las 5 de la tarde. Me recuesto en la cama, agotada de tanto esperar. No pasaron dos minutos y mi móvil comienza a sonar. Scott. Su canción suena a través de la bocina de mi pequeño móvil. Dudo si levantarlo o no. Opto por la segunda opción. Seguramente está en su casa o viajó al otro extremo del país. Han sido años desde que nos vimos la última vez. La llamada se cae, pero sigue insistiendo unos segundos después.
—¿No piensas salir a saludarme? —Mi piel se eriza cuando reconozco esa voz.
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