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Capítulo 46 «E-mail»

La mañana transcurre con mucha rapidez en la universidad. Al llegar a la residencia, les cuento a las chicas lo ocurrido.

—Es un maldito hijo de...

—Tranquila, Rose. Respira o te subirá la tensión. Y ya será la tercera vez en menos de dos semanas —interrumpe Silvia—. Max es un cretino y eso ya lo sabíamos, pero que llegara a ese nivel... Bueno. Para él ya es llegar demasiado lejos.

—Ya lo sé, chicas —contesto, sentada en la esquina de la cama—. Pero me siento mejor. —Ambas me miran con asombro—. Es la verdad. Hace tiempo ya estaba sin ganas. Seguí para ver si podía salvar algo, pero me di cuenta que todo estaba perdido en el momento en que salí de casa para entrar en la universidad. Estaba en una relación tóxica y no lo sabía.

—Lo siento, Ruth. —Silvia pone su mano encima de la mía—. Solo puedo decir que tomaste la decisión correcta.

—Lo que aun no entiendo, es por qué me siento tan extraña pero aliviada al mismo tiempo.

—Porque mucho antes de tomar esta decisión, ya estabas viviendo el duelo de una relación, querida —comenta Rose con dulzura—. Tú misma lo dijiste. Seguiste insistiendo, intentando salvar algo que ya para ti estaba muerto.

—Seguir ese círculo vicioso no era bueno y te resultó agotador. Lo rompiste porque ya no quedaba nada que recuperar —añade Silvia y suspiro con pesar.

—Ya basta de tristezas —interviene Rose, sonriente—. Esta noche hay fiesta en la facultad de al lado. ¿Alguien se apunta?

——A mí las fiestas no se me dan, chicas —me excuso, aunque la idea me atrae bastante—. Mejor dejémoslo para otro día.

Los ojos de ambas se oscurecen por el desánimo. Me siento bien, pero no creo que una fiesta me ayude. Es más. Estoy completamente segura que me agobiaría mucho más.

—Está bien —añade Rose, un tanto desanimada—. Silvia, la fiesta comienza a las 11 y ya son pasadas las 8. Estamos retrasadas.

Las chicas no tocaron más el tema y se los agradezco un montón. La impotencia sigue corriendo en mis venas. La residencia prácticamente se quedó vacía. Gran parte de los internos estaban de fiesta. Las prácticas estaban a la esquina y todos quieren un respiro, y que mejor ocasión que esta.

Preparé un poco de chocolate caliente y unas galletas con pizcas de chocolate que Zoey me entregó. Abro uno de los ventanales de cristal y salgo al balcón. El aire frío azota mi cabello y las olas chocan constantemente contra el muro de la costa. Sin darme cuenta, una lágrima corre por mis mejillas. Intento mantener mi carapacho de chica dura lo más que puedo, pero por dentro estoy destrozada. Sé que tomé la decisión correcta, pero me siento culpable. Ahora no tengo a quién correr.

Por un lado, mi madre me martirizará diciéndome "Te lo dije, Ruth". Casi puedo sentir su voz diciendo esas palabras todo el tiempo. Mi padre, aunque es reservado, también me lo advirtió. Delante de los ojos de Leyla debo estar dando lástima, y si Theo se entera es posible que quiera estrangular a Max con una cuerda del bajo.

Mi móvil comienza a vibrar en el bolsillo de mi short playero, pero no le doy mucha importancia y lo dejo en la mesa cerca del balcón donde estoy. Termino mi chocolate, miro hacia abajo y pineos en que la caída podría matarme, pero me lo replantee con seriedad. Él no se lo merece y yo no pienso desperdiciar mi vida por un hombre que no supo valorarme.

En este punto, coincido con muchas chicas cuando dicen que los hombres no sirven y por esa razón hay que jugar con ellos si al final no les importa jugar con los sentimientos de las mujeres. Mi reloj apunta las 10 de la noche y mi móvil sigue vibrando. Noto que tengo varias llamadas perdidas de la persona que menos me imaginaba.

Voy a mi habitación y abro el correo electrónico. Como era suponer tengo varios de Scott. Me había olvidado completamente de él. Desde que llegué a la universidad había estado en contacto con él por e-mail y hablábamos de vez en cuando.

Le doy la noticia de mi ruptura. Es gracioso. Cada vez que discutía con Max por teléfono, descargaba toda mi ira con Scott y al final terminábamos hablando de cómo tuvo que fijarse en la prueba de teoría para no suspender el semestre.

Sin importar del pasado que tenemos, es reconfortante hablar con alguien que no te juzga y se pone en tu lugar. Si mi ex hubiera sabido esto, posiblemente se hubiera molestado, pero en estos momentos, ¡que le den! Di demasiado para al final terminar sin nada. Al cerrar la computadora, desvío mis ojos al reloj. La una de la mañana. El tiempo transcurrió muy rápido y ni cuenta me había dado.

A finales de febrero, papá se muda a unas dos horas de la universidad, si hiciera el recorrido en autobús. Mi madre y Casey no vinieron esperando a que terminara este año en el instituto. Los primeros días de mudanza son ajetreados, pero solo somos él y yo.

—¿Cómo estás, mamá? —pregunto, un poco cansada. Mi día en la facultad había sido muy agotador y mis ojos se cierran solos.

Todo bien, cariño. Te cuento que Max se va a pasar una semana con sus hermanas.

Debo agarrar mi móvil con fuerza, porque casi se me cae.

—Dime que eso es una broma. Si tu intención es molestarme, lo estás logrando, mamá.

Pero si es la verdad, cariño. Va con sus padres.

—¿Estás segura que es una semana? —insisto, porque creo haber escuchado mal.

Emily dijo que todos se iban una temporada. Pidió vacaciones en el trabajo por ese mismo tiempo.

—Esto es increíble. —Aún después de tanto tiempo, Max no deja de asombrarme—. Para que viniera por mi cumpleaños tuve que prácticamente rogarle que se perdiera un día de trabajo y ahora... ¿se va una semana entera? Esto es demasiado.

Ruth, yo hablé con él hace unos días.

—¿Por qué, mamá? Te dije que dejaras ese asunto zanjado. ¿Por qué no puedes quedarte quieta cuando te lo digo?

Ya lo sé, pero no puedo evitarlo. Hablamos varias cosas. Dice que está muy arrepentido por...

—Dime algo que no sepa ya —interrumpo, asqueada de todo esto.

Déjame terminar. Al parecer recapacitó en lo que te había dicho. Que esas no eran sus intenciones. No podía aguantar un día más sin verte. Esta era su primera relación y...

—Pero eso no le da ningún derecho.

—Dios Santo, eres igualita a tu padre. ¿Me dejarías terminar? —Mi silencio fue su respuesta—. Yo lo vi, Ruth. En verdad que no está bien. Bajó mucho de peso. Hace unos días le vi la sombra de una barba y sabes perfectamente que él odia las barbas.

«¿Soy una mala persona si creo que esto que está pasando Max se lo tiene merecido?», pienso y sacudo mi cabeza.

Leyla dice que hasta se está comportando de manera extraña. Casi no sale de su casa. Jimmy va a visitarlo, pero se queda encerrado en su habitación. ¿En resumen? Parece un muerto viviente.

—No creí que le diera tan fuerte —musito, sorprendida.

Emily vino y habló con nosotros porque le preocupaba el estado de él y preguntó si hay alguna posibilidad de que ustedes...

—¡Ni hablar! —espeto, decidida—. Sabes perfectamente que cuando tomo una decisión es muy difícil que cambie de opinión

Lo sé. Esquivé esa pregunta porque sabía que me ibas a decir eso. Su trayecto diario no cambia. Es de la casa al trabajo y no había manera de quitarle esa monotonía. Por esa razón lo sacaron a rastras de su casa y del trabajo.

—¿Se puede saber a dónde va de vacaciones?

Se va con sus hermanas.

No pude evitar reír a carcajadas.

—Esto es fantástico. Se va de vacaciones y no sabe que estará cerca de la persona que más detesta en este mundo —añado, sonriendo, y escucho como mamá ahoga un grito al otro lado de la línea.

Lo había olvidado. Scott estará ahí. Toca la batería en el grupo de la hermana,

—Exactamente y por esa misma razón estoy llamando en estos momentos a Kade.

—¿Qué piensas hacer, Ruth? Cariño, es una mala idea.

—Ni se te ocurra impedírmelo, mamá

Pero...

—Ni siquiera lo intentes. No hay pero que valga. Te llamo luego. —Cuelgo y marco el número de Kade.

Benditos los oídos que te escuchan, Ruth —comenta, divertido y escucho el estruendo al otro lado de la línea.

—Necesito un favor tuyo.


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