Capítulo 41 «Decepción»
Llegó el día tan esperado. En la facultad pedí una semana para hacerme uno supuestos exámenes en mi ciudad con mi neurólogo. Obviamente es mentira, pero esa es la parte buena de tener amigos que sean doctores y fisioterapeutas. Saqué pasajes para el bus y salí rumbo a mi casa el 1ro de octubre a las 7 de la mañana. Me esperan 10 largas horas de viaje, pero valen la pena. Necesito ver a mi familia y a él.
Debo de confesar algo. Nunca olvidé mi experiencia con Scott, pero Max tiene la habilidad de hacerme reír en momentos muy malos. Todos los momentos amargos por la pérdida en el pasado se esfumaron. Falta alrededor de media hora para llegar y le timbro papá.
—Dime, cariño. —Esta semana está de certificado. Mucho estrés laboral así que el jefe lo mandó a casa unos días.
—¿Estás solo?
—Mamá llevó a Casey a un ensayo de una obra en el colegio, así que estoy solo. ¿Qué pasa?
—Bueno, necesito que salgas ahora mismo en tu coche. Estoy a punto de llegar a la estación de ómnibus.
—¿Por qué no avisaste? —Unos segundos después escucho el tintineo de sus llaves.
—Era una sorpresa, papa. Necesito que vengas a buscarme ¿podrás?
—Claro, mi niña. Ahora mismo... Auch —protesta, y maldice por lo bajo.
—Déjame adivinar. Chocaste con la pata de la mesa otra vez.
—Un día de estos desaparezco esta mesa sin que tu madre se entere. Salgo ahora mismo para allá. —Ambos sonreímos y termina la llamada.
Una hora después entro al garaje de mi casa. Gucci se levanta en sus patas traseras y acaricio su cabeza. Ya me llega al pecho.
—Hola, pequeño. Aunque estás mucho más grande. —Ladra par de veces y sonrío—. Yo también te extrañé
—¿Tienes hambre? —pregunta papá cuando entramos a casa.
—Eso fue una pregunta retórica, ¿verdad? —comento con ironía y este niega con la cabeza—. Llevo casi 10 horas de viaje. ¿Tú qué crees?
—Ahora mismo te preparo algún bocadillo. Sube y deja tu maleta en el cuarto. Date un baño para que relajes los músculos. Vas a necesitarlo. Deben estar atrofiados por el viaje.
Media hora más tarde estoy sentada en la cocina comiendo un sándwich de jamón y queso acompañado de jugo de piña.
—Papa —se escucha la voz de Casey.
—En la cocina —contesto, sonriendo.
—¡Ruth! —Escucho como apresura sus pasos.
—¡Sorpresa! —contesto, sonriendo.
—Viniste. —Se lanza a mi cuello y gimo de dolor.
—Cuidado, Casey. Recuerda que ya no estás tan pequeña.
—Henry, cariño, el auto está... ¿Ruth? ¿Cuándo llegaste?
—Llegué hace casi una hora —contesto, y mamá se une al abrazo de mi hermana.
—Es hora de decirme como te han ido estos meses en la universidad
—Mamá, te llamo casi todos los días. ¿Qué te voy a contar de nuevo? —Casey se aleja en dirección a las escaleras.
—Te extrañé mucho. ¿Cuándo tienes que irte?
—Saqué el boleto para venir, pero no el de regreso ¿Crees que puedas ayudarme con eso? —La carcajada de papá no demora en llegar.
—¡Ay, Ruth! No tienes remedio. Tranquila que te lo puedo conseguir ¿Para cuándo lo quieres?
—Para el lunes. —Mamá parpadea, entre confundida y perpleja—. Puedes quedarte tranquila que yo pedí esos días.
—¿Max sabe que estás aquí? —Niego con la cabeza—. ¿Quieres darle una sorpresa por su cumpleaños?
—Esa es la idea. Mamá voy a subir que estoy agotada del viaje.
Estaba tan cansada que no sé en qué momento me dormí. Me desperté a las 8 de la mañana del domingo. Anoche mi madre ni siquiera se inmutó en levantarme. Dormí más de lo que necesitaba y ya me siento como nueva.
En la mañana del martes, envío un mensaje de Feliz Cumpleaños a Max. A esta hora ya debe de estar en el trabajo y ahí no se puede tener los móviles encima. Para pasar el tiempo, baño a Gucci y salgo a montar un rato con Kalhyl. Extrañaba mucho a mi frisón y se tenía merecido que le diera una vuelta.
Al llegar la tarde, paso la mano por mi auto. Sonrío feliz cuando salgo a la carretera. Había olvidado el rugir conocido del motor de mi Mercedez. Como en efecto, el Nissan de Max se encuentra en la puerta del garaje. Apago el auto y me dirijo a la puerta.
—¿Ruth? —dice Emily asombrada como si hubiera visto un fantasma—. Pasa, querida. No sabía que estabas en la ciudad.
—Esa era la idea. Quiero darle una sorpresa por su cumpleaños.
—Se está bañando. Dale 20 minutos para que baje. Iré a avisarle.
Ella sube las escaleras aprisa y Tom sale desde la cocina envuelto en una capa de grasa.
—Hola, muchacha. —Me saluda de lejos con la mano—. No sabía que estabas aquí. No me acerco porque soy una bola de grasa.
—Tranquilo, Tom. No te preocupes. ¿Te está dando problemas de nuevo el motor del VW?
—Sabes que cuando le arreglo algo, se rompe otra cosa. Al menos no tengo que pagar por esos arreglos.
—Yo tú y lo llevo al taller. Cada vez que el Mercedez tenía un problema, lo mandaba para allá y me lo devuelven como nuevo.
—Pero lo mandabas cada vez que lo chocabas con algún poste intentando aprender a manejar o rayado de pintura. —Sonrío al ver cuánta razón tiene.
—Bueno, es verdad, pero me dijeron que es uno de los mejores talleres por los alrededores. Siempre me mandan una tarjeta por si tengo alguna queja o pregunta. ¿Quieres que te de una por si te animas?
—Claro. No pierdo nada.
—Aquí tienes. —Le entrego una tarjeta amarilla—. Su nombre es Luke. Nunca lo he visto pero me han dicho que es el mejor.
—Ruth —La voz de Max interrumpe nuestra conversación.
—Hola, cariño.
Se acerca y me da un casto beso en los labios.
—Te extrañé en este mes, Ruth —Me atrae por la cintura y sonrío.
—No más que yo.
—Les dejo para que se pongan al día.
A Tom no le gustan mucho las expresiones de amor o simplemente le dan vergüenza.
—Bueno, tienes que contarme mucho.
—Estás igual que mi madre. Te llamo todos los días. ¿Puedes decirme que es lo nuevo que tengo qué contarte?
—No sé. Puedes empezar contándome cuando llegaste que nunca me enteré.
—Llegué el sábado.
—¿El sábado? Llamé a tu casa el domingo preocupado porque no me habías llamado el día anterior.
—Soy estudiante. A veces el tiempo pasa si tengo un libro de filosofía en las manos. ¿Es que no puedo pasar un día sin llamarte? —interrogo, tentándolo a ver su reacción.
—Ruth, eres mi novia. Se supone que debes llamarme. Necesito saber dónde estás.
—Pues estás muy equivocado. —Me separo y me siento en el sofá—. No tienes por qué estar monitoreando todo lo que hago. —Su ceño fruncido indica que este tipo de ideas no le gustan.
—Lo siento mucho. Eres mi primera novia y no tengo idea de cómo actuar.
—Sea la primera o la cuarta, eso no significa que invadas mi privacidad cuando te plazca. Si quieres salir con la gente del trabajo, no tienes que pedirme permiso. Si vas a viajar, solo dime cuando llegues para no preocuparme.
Hablamos toda la tarde y Emily me invita a comer. Max intenta robar unos fritos de mi plato y termina con el cubierto casi clavado en su dedo otra vez. Para colmo, él es zurdo y fue en la mano izquierda donde se lo clavo. Al terminar, ayudo a su mamá a poner la l vajilla en el lavavajillas. Max y yo nos sentamos un rato en la escalera de su casa para tomar un poco de aire fresco.
—¿Crees que puedas ir a celebrar mi cumple en la residencia?
Pensé mucho esta pregunta mientras venía de camino hacia acá. No quiero tener tantas faltas en la universidad. A veces el contenido es extenso.
—Sabes que en el trabajo no está fácil y pedí vacaciones en agosto. No sé si podré hacerlo tan pronto.
—Eso no tiene ningún problema. Vas en tu auto el sábado y regresas el martes. Perderías solo dos días de trabajo.
—No puedo perder dos días de trabajo. Sería demasiado dinero.
—Está bien.
Decido no tocar el tema, y una hora después me retiro. Llego a casa como a las 11 de la noche. Apago el motor, pero me quedo sentada durante un rato. Max no es mal muchacho, pero es tan... No sé. A veces le echo la culpa a que soy la primera chica con la que tiene una relación formal y se me pasa.
—¿Qué le cuesta irse dos días conmigo? —protesto, hacia el techo del garaje un poco alto y muy molesta—. ¿Su trabajo es tan importante? Yo falté a la universidad toda una semana. Aunque en realidad no es lo mismo. Comprendo que el trabajo es esencial, pero... Dios, ¿qué le cuesta?
—Deberías vigilar que nadie te esté escuchando —dice una voz familiar y su silueta sale de la oscuridad.
—No puede ser. —Sonrío al reconocer esos ojos—. Kade.
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