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Capítulo 27 «Solo un mensaje»

Mamá niega con la cabeza. Yo y mis despistes. No es mi culpa que Max me regalara esto de forma imprevista.

—Como te demoraste, salí de la cocina, pero no veo a nadie —explica y mira hacia el obsequio en mis manos—. Ruth, que bonito. ¿Quién te lo regaló?

—Max pasó por aquí y me lo dio —contesto, pero aún con la mente distraída.

—Es precioso. Un hermoso detalle de su parte. —El ronroneo del auto de Leyla ya se está escuchando cerca—. Mejor desayuna rápido. Leyla va a estar aquí en un momento.

Entramos a la casa y pongo el regalo todavía sin sacar de su caja encima de la mesa de la cocina.

—Es un perfume caro y me encantaron los aretes —mi madre habla conmigo, pero era como si no lo hiciera.

Todavía no comprendo el porqué de mi asombro. Es un regalo normal entre amigos ¿verdad? El sonido de la bocina del auto de Leyla me sacó de mi trance.

—¡Felicidades, petarda! —exclama la rubia al entrar por la puerta de la cocina.

—Creí que te habías olvidado.

—¿Olvidarlo? ¿Estás de broma? Te conozco hace 10 años+, y me parece que nunca se me ha olvidado. Aquí tienes. —Me entrega una caja, forrada con papel rosa y un enorme lazo violeta—. Me pasé un buen rato empaquetándolo. Espero que te guste. Uy, eso huele bien, Kara.

Los ojos de Leyla irradian emoción. Abro la caja y su contenido me deja sin palabras. Era un teléfono nuevo. Desde hace tiempo quería cambiar el teléfono, pero siempre había algún problema o necesidad superior. Abro mis ojos muy grandes, dejo la caja en la mesa y le abrazo con fuerza

—Gracias, Leyla. Gracias, gracias.

Mamá como siempre de curiosa, le da el visto a la caja y ella solo pudo suspirar de alivio.

—No hay de qué, compañera. Ya era hora de que cambiaras ese trasto. Ya no sirve ni para chatarra o plástico —protesta mi amiga bromeando y la suelto suavemente

—Oye, no me lo critiques. Ese te salvó cada vez que querías.

—Es verdad. Entonces hay que hacerle un funeral digno de su sacrificio —añade, divertida—. Pero el regalo no queda solo ahí. Te falta por mirar en el fondo de la caja.

Mi madre me alcanza la caja. Cuando saco el teléfono móvil, me percato de la cadena de plata. La levanté a la altura de mi cabeza. Como colgante tiene un corazón donde tiene grabado mis iniciales R.E.

—Es precioso, Leyla —murmuro, pero ella se entretuvo mirando hacia mi cuello.

—Es preciosa. ¿Quién te la regaló? —pregunta, tocando el colgante con la yema de sus dedos como si fuera algo frágil.

—Me la regaló Kade antes de irse en las vacaciones. ¿No te habías dado cuenta? Nunca me la he quitado.

—Siempre andas con sudaderas y... —Leyla se percata de la otra caja encima de la mesa y la toma en sus manos observando en su interior quedando tan asombrada como yo—. ¿Y esto quién te lo regaló?

—Max pasó temprano en la mañana y se lo dio —contesta mi madre por mí.

—Gracias, mamá. Ese dato no era importante —protesto, con desgana.

—¿Max? Ya me extrañaba que estuviera siempre pegado a ti. Está colado por ti, Ruth —increpa y pongo los ojos en blanco.

—No seas absurda, Leyla. Entre yo y ese chico es imposible. Es demasiado mayor para mí.

—Ajá —murmura mi madre bajo, pero lo suficientemente alto para que lo escuchara.

—Mamá, mejor guárdate el comentario que estabas a punto de hacer. —Ellas encoge de hombros ante mi amenaza, pero las comisuras de sus labios se elevan por unos segundos.

Ya en el instituto todo fue normal, con la excepción que la entrar al aula, todos me lanzaron confetis y el profesor Carrol, la directora Williams y la profesora Donovan se habían encargado de un pequeño buffet.

—¡Felicidades, Ruth! —gritan todos al unísono.

—¡Feliz cumpleaños, Ruth! —chilla Camille muy contenta—. Al fin 18 años. ¿Qué se siente el ser mayor que los demás?

Yo y Leyla teníamos un año de atraso por el internado de música.

—Es un número más. No hay gran diferencia —comento y le abrazo—. Gracias —le digo en el oído—. Gracias a todos. No era necesario.

—¿Eso fue un chiste? —protesta el profesor Carrol—. Eres una de las mejores estudiantes que ha pasado por el instituto, y mi sobrina. Déjame aclarar eso también. —Todos ríen—. A alguien salió tan inteligente, ¿no?

—¿Por eso sacaba tan buenas notas? —pregunta Edward burlándose.

—Jovencito, mejor quédese callado, que todavía me debe un trabajo escrito — habla la profesora Donovan y Edward calla al momento.

—No seas aguafiestas, Donovan —interviene mi tío Keith—. Déjalo que disfrute el momento.

Miro a Edward con detenimiento. Su cara se había ensombrecido y me acerco a él.

—Tu trabajo ya se lo mandé por correo. Le dije que el tuyo tenía problemas y que se lo mandaste por el mío.

Ante mis palabras, sus ojos se iluminan como pepitas de oro iluminados cuando les da el sol. Con la noticia que le he dado se iluminaron más y su sonrisa vuelve a salir en su rostro

—Gracias, Ruth. Me has salvado la campana otra vez —murmura agradecido y aliviado.

—No hay de qué, compañero. —Le guiño un ojo en señal de complicidad—. Tengo hambre. ¿Podemos empezar la fiesta?

—Hoy no hay clases, ¿verdad? —con la pregunta de Camille, el rostro de los estudiantes se gira hacia nuestros profesores. Mi tío y la directora se miraron entre ellos—. Venga, por favor. Es solo un día.

—Está bien. Pero solo será hoy —dictamina la directora.

Después de recoger todo, me dirijo a casa para contarle a mamá todo lo que me había pasado en el instituto y subo a mi habitación. Al rato, mi madre se asoma en la puerta.

—Ruth, necesito un favor tuyo.

—Claro, mamá. ¿Qué necesitas?

—Ve al garaje y tráeme del auto unas bolsas que dejé con algunas frutas. Quiero terminar antes que tu padre llegue con Casey.

Tanteo la pared del oscuro garaje hasta dar con el interruptor.

—¡Sorpresa! —espetan varias voces al unísono, cuando se hace la luz en la estancia.

Del susto, trastabillo hacia atrás. Tumbo sin querer unas cajas de herramientas y termino despatarrada en el piso del garaje.

—Por Dios. ¡Que susto me han dado! —digo, poniéndome la mano en el corazón acelerado por la impresión.

En el garaje se encuentran los chicos de la banda, incluyendo Lisa y Kade. Este último se acerca a mí para levantarme. Me dan un abrazo grupal y me felicitan.

—¡Felicidades, Ruth! ¡Qué alegría verte de nuevo! —habla Lisa sacándome del grupo y caminamos a la casa.

—Felicidades para ti también, Lisa. —Le doy un sonoro beso en la mejilla—. ¿Así que unas bolsas, mamá? —pregunto con ironía al cruzar por la puerta de la cocina y ella sonríe.

—Lo siento. No se me ocurrió nada más para decirte. Los chicos estaban desesperados por verte. Me tenían como loca desde que llegaron a las 10 de la mañana

Ya en la noche estábamos todos reunidos. Mis padres, Sophie, Kade, los chicos de la banda, el tío Keith, Leyla y Camile. Mamá había mandado a encargar un pequeño buffet pero las pizzas llegarían más tarde. Un cumpleaños sin pizza no está completo. El timbre de la casa suena y mi mejor amigo abre la puerta. Llegaron los que faltaban. Toda la familia de Max Mamá debe de haberlos invitado. La noche va a ser un poco incómoda.

—Felicidades, Ruth —dice Emily y me besa en las dos mejillas—. Cumpliste 18 años, ¿verdad?

—Ruth, cariño, ¿puedes venir a la cocina? —Agradezco a mi madre en mi interior y voy hacia ella—. Se que debes estar incómoda, pero era esto o que mañana te sacaran de casa.

Pensándolo bien, mi madre tomó la mejor decisión. No sé si hubiera aguantado todo el parloteo de Emily un día entero. El ambiente en casa es agradable a excepción de los visitantes. Por su cara, Max se siente fuera de lugar y la cara agria de Emily es todo un espectáculo. Seguramente creyó que sería alguna fiesta del té a la que está acostumbrada, pobrecita.

Tom se desenvuelve más con mi papá y los chicos con el tema de negocio y deportes. Hombres. Todos hablaban sin parar y el bullicio es grande, pero estamos entre familia y amigos, así que no importa.

—Ruth, tienes un mensaje —grita Casey, por encima de la cascada de conversaciones y la música alta.

—¿Dijiste algo, Casey? —pregunto, elevando mi voz.

—¡Tienes un mensaje! —insiste, a mediados de la escalera.

—¿De quién es cariño? —pregunto y bajo la música.

—El contacto dice Scott.

Cuatro palabras fueron suficientes para que todo ruido se disipara al momento y mi mundo colapsara. Todos los ojos de la sala están puestos en ella y los ojos café de Kade chocan con los míos, en alerta. Todo el que conoce nuestra historia, no se esperaba eso.


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