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Capítulo 13 «Cristales rotos»

A lo lejos se escucha la canción "Payphone" de Maroon 5 desde el móvil de Kade, pero estoy tan cansada que me da pereza levantarme, y por lo visto, él menos. Así pasó como 6 veces. Alguien está muy desesperado.

—Kade, tu teléfono está sonando. Mira a ver quién es —murmuro somnolienta y el teléfono vuelve a sonar—. Kade, el móvil —insisto con voz grogui y le golpeo en el costado.

—Ya voy. ¿Quién será a esta hora? Es sábado y son las 7 de la mañana —protesta y se levanta de la cama que parecía un zombie sin rumbo y descuelga el teléfono—. ¿Oigo? —La otra voz parecía un poco perturbada y grita bastante—. No, todavía no la tengo. Llegué ayer. —La voz sigue un poco agitada al otro lado de la línea—. Falta un mes todavía, Jer. Para cuando regrese voy a tenerla lista. Relájate, hombre. —Esta vez casi no escucho la voz. Imagino que logró calmarlo—. Claro que estoy durmiendo. Aquí son las 7 de la mañana. Tranquilo, tranquilo. Dale saludos a los muchachos y a mi chica. —Cuelga el teléfono y gruñe por lo bajo cuando pasa la mano por su cabello con irritación.

—¿Era Jeremy? —pregunto, mientras estrujo mis ojos.

—Sí. Estaba preguntando si ya tenía alguna idea para la canción principal del nuevo álbum y le dije que no. Vine para acá porque necesitaba unas vacaciones, y vacaciones voy a tener, aunque extrañe mucho a Lisa.

—Ven a la cama, dormilón. Todavía te falta por recuperar 6 horas de sueño.

El pobre Kade viene directo a la cama y nos quedamos rendidos una vez más. Al despertarnos es pasado del mediodía. Frunzo el ceño cuando salimos de la habitación y toda la casa está en completo silencio. Reviso los cuartos, pero ni Casey ni mis padres están. Sophie tampoco se encuentra en la habitación.

—Al parecer no hay nadie en casa ¿A dónde habrán ido?

—Así es mejor. Te tengo para mí solo. —Levanta sus cejas hacia arriba y hacia abajo en modo divertido.

—¡Cállate, Kade!

—¿Qué pasó? ¿Dije algo malo? —Sonrío entre dientes y niego con la cabeza por culpa de sus ocurrencias.

—Olvídalo. ¿Almuerzo o Desayuno tardío?

—Desayuno tardío, por supuesto.

Bajamos las escaleras en dirección a la cocina. El resplandor del sol se asoma por las ventanas de cristal y alumbra todo el lugar.

—Hogar dulce hogar. Extrañaba este lugar —murmura mi amigo mientras saca del estante dos vasos de cristal.

—Esos no. En la segunda alacena a tu derecha los vas a encontrar —doy las explicaciones mientras elijo los tomates y tomo un cuchillo para cortar el pan.

—Tú como siempre de controladora

—No es control, se llama organización —aclaro, rebuscando la tabla de cortar.

—¿Cuáles son los que tengo que coger?

—Agarra dos tazas blancas que en el borde tienen pequeñas flores azules. —Unos segundos después, escucho cristal rompiéndose. Sin mirar pregunto temiendo lo peor—. Dime que no fue una copa transparente con el borde dorado

—No. Fue una pequeña taza de cristal —explica apenado y dejo escapar un suspiro de alivio—. Ruth, esta fue una de las que le regalé el año pasado a tu mamá.

Con dolor en mi alma voy hasta él y recojo los pedazos destrozados en el suelo.

—Sí. El año pasado se me rompió una y ahora esta, me quedan solo dos —comento, con tristeza.

—Perdóname. No era mi intención

—No hay problema. Alcánzame las tazas que te pedí y ve cortando los tomates. Voy a botar esto y enseguida regreso.

Salgo por la puerta de atrás directo al bote de basura y lanzo a su interior la pequeña taza rota. Otro recuerdo vino a mi cabeza relacionado con una taza...y Scott.

—Ruth, necesitamos dos vasos más —habla Scott desde la puerta de la cocina.

—Están en la segunda alacena. Ten cuidado. Está suelta e inclinada hacia adelante. Papá todavía no la ha arreglado

—¿Cómo son los vasos?

—Son transparentes con el borde en negro.

En la sala de estar hay un estruendo inmenso porque estaban jugando en la Xbox, y las carcajadas no han parado desde que llegaron.

—¿Cómo? No te escucho.

Dejo de cortar las verduras y me acerco a Scott. Yo soy un poco pequeña y para llegar al estante tengo que ponerme de puntillas. Cuando abro la puerta, la estantería cede y caen todos los objetos de vidrio que tiene en su interior. Scott al momento me hala hacia él y choco con su pecho. Fue tal el estruendo, que todos en la sala corren hacia la cocina preocupados.

—¿Qué pasó, Scott? —pregunta Kade con preocupación a medida que se acercan a la cocina—. Oímos un fuerte sonido y...

Ryan y el resto se quedaron en silencio al ver los cristales rotos esparcidos por el piso de la cocina. Mi corazón está agitado. No sé si por el susto o porque tengo tan cerca de mí a Scott. Pero algo si era verdadero. Estaba acelerado a todo lo que daba.

—Ruth, ya puedes abrir los ojos ¿Estás bien? —Su voz cálida y serena me sacan del trance en el que estoy. Espero al menos un minuto para poder responder y separarme.

—Estoy bien. Solo fue el susto —murmuro y Kade se acerca a nosotros.

—¿Están bien los dos? Le dije a tu papá que esa alacena era peligrosa y que la arreglara antes de que hubiera un accidente. Gracias a Dios que no te pasó nada. —Mi amigo me abraza y besa mi cabeza.

—Chicos, ayúdenme a recoger este desastre —comenta Scott sin quitar sus ojos de mi rostro.

Ryan va por la escoba y el recogedor, Lisa se encarga de buscar una bolsa para echar el vidrio destrozado y Jeremy de levantar los pedazos más grandes. Una vez limpia la cocina, todos regresaron a la sala menos Scott y Kade.

—Ruth ¿te acuerdas de las pequeñas tazas que le regalé a tu mamá la semana pasada? —pregunta mi amigo, dudoso.

—Claro que sí. A mi madre le gustó el diseño que tenían en el interior ¿Por qué la pregunta?

—Cuando Lisa y Jer recogían el vidrio roto, vi que una de ellas hecha pedazos entre todo el desastre —contesta apenado y gimo por lo bajo.

Confundida. Miro hacia la meseta y noto que falta una. Es posible que estuviera demasiado al borde cuando cayó todo. Si antes estaba asustada, ahora la tristeza inunda mi rostro. El juego de tazas se las regaló Kade a mi mamá por el aniversario de bodas. Kara González me va a matar.

—Ruth, cariño ¿todo está bien? Vi a Ryan sacando una bolsa de basura —comenta mamá al entrar por la cocina en ese momento y ve la alacena completamente suelta—. Dios mío, mi amor. ¿Qué pasó?

—Tranquila. Todo está bien —explica Scott con voz pasiva.

—¿No te dañaste ni te heriste, verdad?¡Qué susto debes haber pasado! —Mamá se acerca y me abraza con exageración, pero ella es así.

—Mamá, me estás asfixiando —digo por lo bajo.

—Lo siento, cariño.

—Mamá, una de las tazas que te regaló Kade se rompió. ¿Puedes perdonarme?

—Mi vida, no tengo nada que perdonar. Es a tu padre a quien quiero ahorcar. Le dije que arreglara ese estante pero siempre lo deja pasar. Gracias a Dios que no te pasó nada. Kade, en el garaje, mi esposo debe de tener puntillas y clavos. Necesito que vayas y busques lo que sea necesario para arreglar el estante.

Mi amigo sale por la puerta trasera de la cocina y mi madre va al auto por las compras.

—No te hiciste daño, ¿verdad? —Scott pasa sus manos desde mis hombros hasta mis muñecas y termina con mis manos entre las suyas como si fueran algo sensible y fácil de romper.

—Todo está bien. Gracias a Dios me sacaste a tiempo. —Me abraza y me dice en el oído.

—No quiero perderte, mi princesa. Eso sería devastador para mí.


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