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08. Xica /versus/ Azula.

Capítulo 08: Xica /versus/ Azula.

Ambientación: Libro Tierra.

Katara casi resbaló cuando sus brazos pesados de cansancio tuvieron que reaccionar tan rápido, cubriendo la parte delantera de su cuerpo con una pared de agua congelada en donde se clavaron los cuchillos de Mai, quien antes de pensar en lanzar más tuvo que aferrarse a la cubierta del barco para no terminar en el mar tras una abrupta inclinación del barco causada por los fuertes movimientos de Appa. Azula vio con molestia como la misma dificultad hacía que Ty Lee resbalara hacia atrás y le diera así la oportunidad al campesino de lanzar su boomerang y golpearla en medio de la frente. Ver cómo sus tropas supuestamente de élite seguían sin poder volver a ponerse de pie con firmeza para atacar, fue la gota que colmó el vaso.

—¿¡Dónde está mi esclava cuando la necesitó!?—rugió con molestia, lanzando un rayo que al ser invocado hizo que una gran luz se proyectara desde el cielo, como si se hubiese encendido un candelabro y de repente se hubiera apagado. Katara sólo alcanzó a ver un atisbo de la expresión de enojo de Azula antes de que un rayo destrozada la coraza de hielo con la que anteriormente se estaba protegiendo a sí misma y a su hermano. El impacto los empujó hacia atrás y justo cuando Azula y Mai se les venían encima un rugido de Appa lanzó una ráfaga de viento caliente que hizo frenar a Mai y que distrajo a Azula al llevarle sus mechones sueltos a los ojos. Eso no la detuvo de lanzar sus ráfagas de fuego y Katara a penas logró bloquearlas con gruesas ráfagas de agua que intentaban barrer la lluvia de fuego.

Ty Lee buscaba la forma de acercarse cuando Mai se le adelantó, empuñando sus cuchillos con maestría y lanzándolos a través del fuego de Azula, más en el momento en que lo hizo su puntería perfecta fue saboteada al ser ella empujada violentamente hacia adelante. Se cayó de bruces al suelo mojado de agua helada y al levantar la mirada advirtió como una figura había salido, literalmente volando, desde el interior de la nave, atropellandola en el camino de manera evidentemente intencional.

Se puso de pie con rapidez al reconocer, gracias a la poca luz brindada por un repentino relámpago lanzado por Azula, que la figura le pertenecía al Avatar que se desplazaba por los aires en su planeador.

—¡Azula, es el...!

Ty Lee también, quien también lo notó, se volteó extrañada al oír cómo la voz de Mai había cesado de repente. Lo último que vio fueron el fantasma de dos extraños ojos antes de que el mango de la espada de Xica diera contra su nuca y su cuerpo inconsciente fuera empujado junto al de Mai al interior de la cabina. En vano fue el intento de las tropas de detenerla, porque empuñó su espada y no hubo ninguna ráfaga de fuego que llegara a dar en su cuerpo antes de que su espada inutilizara a cada soldado que se atrevió a ir a su encuentro.

Si Azula no hubiera estado tan concentrada en combatir contra el Avatar, habría notado como detrás de ella se abrían unas paredes de fuego, una a cada lado de Xica, que se engrosaron y extendieron hasta superar la altura de la bandera nacional y comenzaron a moverse hacia los costados, empujando a los soldados que se quedaron a su alrededor, sin atreverse a ir de frente, y obligándolas a saltar hacia el mar para no ser calcinados. Los exhaustos hermanos de la tribu agua retrocedieron, impactados y cegados por la incandescente luz dorada y caliente de las enormes llamas que surgieron tras el combate de Aang y Azula. Confundidos y maravillados, sin poder quitar la vista de aquellas masas de fuego que estaban haciendo arder el barco, hicieron caso omiso a los primeros gritos de Aang.

—¡Rápido, pónganse a salvo!

Si no hubiese descuidado su guardia aquel segundo que le tomó dar la advertencia, no habría sido brutalmente lanzado hacia atrás por el impacto de un rayo que apenas pudo esquivar con el aire control. Su cuerpo salió disparado hacia atrás y se resbaló varios metros por la cubierta, y se habría caído al mar si no fuera porque Sokka logró frenarlo con su propio cuerpo.

—¡Vámonos de aquí, Aang!—el gritó de Sokka fue interrumpido por el siseo de las llamas que fueron lanzadas hacia ellos, pero que una ráfaga de agua propinada por Katara logró apagar a tiempo. 

—¡Al único lugar al que irán será a mi calabo..!¡HA!—el rostro de Azula, ya crispado por la furia de aquella situación desventajosa para la futura Señor del Fuego, fue invadido por una mueca cuando sitió la picante quemazón de un látigo de fuego impactando contra su espalda. Se volteó furiosa lanzando un relámpago sólo para encontrarse con que su atacante, su propia esclava, lo desviaba con ágiles y fuertes movimientos de su espada—Tú, pequeña esclava atrevida...

—¿Qué está sucediendo aquí?—susurró Sokka en estado de shock, mirando primero a Azula y luego a Xica, las dos muchachas enfrentadas en medio de una hoguera que había sido provocada por la guerra de fuego y que apenas estaba siendo contrarrestada por la reciente tormenta que se había desatado—No sé pero esto tan épico que...

—¡Cierra tu boca!—exclamaron en susurros Aang y Katara, mientras lo tomaban de los brazos y se deslizaban lo más rápido que podían hacia el lomo de Appa, tratando de no resbalar por la cubierta y llamar la atención de la princesa.

Pero Azula tenía tanto odio puesto en la figura que se le estaba enfrentando que no podría haberle dado su atención a nada más.

—¿Tienes idea del terrible destino que te estás echando encima?—inquirió Azula, mientras de sus manos comenzaban a salir esferas de fuego que se hacían más grandes conforme los movimientos de su técnica perfecta.

—¿Tienes idea de lo terrible que es subestimar a un esclavo?—replicó Xica, guardando su espada y haciendo que de sus manos surgieran llamas intensas que parecían estar a punto de estallar. Todo a su alrededor estaba en llamas y ellas eran las fuentes del fuego.

—No tienes mi permiso para hablar.

—Ya no lo necesito.

—¡Yip-yip!—Aang hizo agitar las riendas y las patas de Appa se desprendieron de la cubierta justo cuando una gran explosión de fuego tomó lugar en medio de ella. El choque de los ataques lanzados entre la princesa y la esclava generaron una avalancha de llamas de las que el equipo Avatar apenas pudo escapar ileso. Appa habría tomado el vuelo más rápido de su vida en la dirección más lejana que hubiera, pero sus riendas fueron manejadas de tal forma que lo forzaron a sobrevolar el barco desde donde salían ráfagas de fuego.

—¿¡Qué estamos haciendo!?—exclamó Sokka aferrándose a los costados de la montura y observando hacia abajo, ya completamente empapado y con el frío viento golpeándolo por todas partes—¡Esa chica está loca, no hay que quedarnos un minuto más!¡Ya te rescatamos, huyamos!

—¡La chica de negro, la de la espada...!—exclamó Aang, tomando con fuerzas las riendas de Appa que amenazaban con resbalarse de sus manos tiritantes y empapadas—¡No voy a dejarla, ella me ayudó!

—¡Sabía que los esclavos no eran malos...!

—¡Katara no es momento de...!¿¡Por qué estamos descendiendo!?

—¡Porque soy hombre de palabra!—exclamó Aang en respuesta para Sokka, mientras que el fuerte ventarrón golpeaba su rostro en aquel drástico descenso.

—¡Eres un niño de doce de años maldita sea...!

Los relámpagos de Azula le caían a Xica sin cesar, a cada lado de su cuerpo, hasta podía sentir los roces calientes de la electricidad que cada vez estaba más cerca de ella. Sus increíbles paredes de fuego, tan altas como imponentes, ya no podían servirle frente al poder prodigioso de la princesa. Pero esas no eran sus únicas armas del fuego control, y Azula lo supo cuando esas cortinas de fuego con las que Xica se cubrió momentáneamente fueron abiertas por una bola de fuego que fue directo hacia ella y la hizo caerse hacia atrás, resbalando por cubierta y chocando contra la proa. Xica se acercó a paso firme preparando más de sus llamas para seguir dándole pelea, ya que sabía que era demasiado optimista-por no decir estúpido-creer que una simple caída detendría a Azula. Pero justo cuando se disponía a hacerlo, la voz de Aang le robó los dos segundos de concentración que habrían evitado el levantamiento de Azula.

—¡Oyeee como te llames sube con noso...!¡No!—Aang gritó preocupado al ver como Xica apenas alcanzó a tomar el mango de su espada y a ponerla frente a ella con unos reflejos que iban más allá de lo natural, pero el relámpago de Azula llegó antes de que el revés fuera lo suficientemente firme para desviarlo, y el terrible impacto mandó a Xica a volar por cubierta y estrellarse contra la entrada a la cabina. El golpe la hizo soltar la espada, la cual resbaló por el suelo y su espalda crujió ante el golpe—¡Appa, vamos!

—No, no, no...—siseó Xica, en desacuerdo con la idea de que el Avatar echara a perder su rescate por ir en su ayuda, pero sin tener forma de decírselo ya que en ese momento su prioridad era ponerse de pie. Ante su intento, las bolas de fuego lanzadas por Azula la hicieron trastabillar cuando trató de esquivarlas. Logró evitar su caída y ante el increíble relámpago que vio venir hacia ella, no tuvo otra opción más que responder de la misma forma. La carga eléctrica que produjo el choque entre ambos relámpagos fue tan grave y de tanta magnitud que ninguna de las dos pudo mantenerse en pie y salieron volando hacia los costados, sorprendidas de la magnitud de sus propios ataques. Azula chocó contra el costado de estribor y Xica contra el de babor, pero antes de que volvieran a ponerse de pie para retomar el combate a muerte, algo aún más extraño sucedió.

El barco se movió hacia un lado de tal manera que las únicas dos tripulantes que aún estaban conscientes y en cubierta creyeron que se voltearía por completo. Azula se aferró al barandal del estribor y quedó con su cuerpo colgando, mientras que Xica trató de trepar por cubierta para no caer directo al mar. Casi cayó al vacío cuando soltó una de sus manos para atrapar su espada que resbalaba hacia abajo, pero afortunadamente consiguió atraparla e intentó clavarla en el suelo como soporte, pero, contra todo pronóstico, un brazo de agua emergió del mar y se envolvió con fuerza a su pierna derecha, haciéndola arrancar un grito de sorpresa que fue sonoro pero no tan fuerte como el que le siguió cuando ese mismo brazo la arrastró hacia abajo. 

Azula, furiosa como en pocas ocasiones, lanzó un último relámpago con la mano que había despegado del barandal, pero su confusión le ganó a la rabia-sólo por un momento-cuando sus ojos contemplaron cómo el enorme bisonte volador del Avatar emergía del mar desde el lado de babor, deshaciendo lo que parecía ser una capa protectora de aire en forma circular, probablemente echa por su dueño, y desde cuyo lomo la campesina controlaba el brazo de agua que había arrastrado a su esclava fuera del barco. Tras la salida de Appa, el barco volvió a su posición inicial de manera tan brusca que las manos de Azula, clavadas en el barandal, casi se resbalan, y los pocos miembros de la tripulación que quedaban dentro en estado de inconsciencia-cortesía de Xica-se chocaron unos con otros de manera violenta. 

—¡Vamos, vamos, vamos!—Sokka se sujetaba a la silla de montar con un brazo y con el otro abrazaba la cintura de Katara, para que pudiese manipular el brazo de agua lo más libremente posible sin caerse al vacío. En cuestión de segundos cruciales, Katara logró traer, con mucho esfuerzo y habilidad, el cuerpo de la esclava hasta la montura. Para cuando los hermanos se aferraron a Xica para que no cayera, Appa había tomado vuelo en picada hacia arriba de la manera más veloz posible. Los hermanos tuvieron que aferrarse con uñas y dientes el uno al otro, a la montura y a la chica, durante al menos los dos minutos que le tomó a Appa llegar a una distancia prudente, por encima de las nubes tormentosas, para poder trazar un vuelo en línea recta.

Sólo entonces se dejaron caer en el suelo de la montura, presos del cansancio y con la adrenalina abandonando sus agotados cuerpos. Respiraban entre jadeos, como si se les hubiese olvidado como hacer funcionar sus pulmones. A ambos les latía muy rápido el corazón y Katara sentía que los músculos de sus brazos quemaban de manera insoportable.

—Nunca...más...dejes...que...te secuestren...—jadeó Sokka, mientras su pecho subía y bajaba con dificultad—¿Me...oyes?

—Sí, lo siento, seré más cuidadoso, muchas gracias por venir por mí.—respondió Aang esbozando una radiante sonrisa—¿Y como está nuestra invitada?

—Inconsciente.

—¿Qué?—Aang se volteó hacia ellos y vio cómo, en medio de los agotados hermanos, el cuerpo de Xica estaba extendido en el suelo, mojado y con algunas partes de su traje chamuscadas por el fuego. Parecía respirar con un pulso bajo, pero estable—No me di cuenta...

—La rescatamos arrastrándola por un barco, en medio de una tormenta, desde un bisonte volador.—Sokka dijo todo eso de forma lenta, intentando no perder el poco aire que había logrado recuperar, y consiguiendo que tanto Aang como Katara le entendieran—Sobra decir que en el proceso su cabeza se golpeó con de todo.

—Oh...—murmuró Aang, curvando una pequeña sonrisa nerviosa—¿Qué cosas, no?

Sokka se encargó de que su suspiro de frustración y cansancio se oyera claro y fuerte.

—Sí, qué cosas, Aang...

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[N/A: Holaa, ¿como están? Espero que les haya gustado este capítulo, me gustaría saber su opinión si es que quieren compartirla♡ En esta ocasión se vio un poco de la manera que Xica puede adoptar para la lucha, pero aún falta por ver en ese aspecto, ya que los esclavos están entrenados en muchas formas de combate, espero que les interese averiguar cuáles son jaja. Nos vemos en la próxima actualización, gracias por el apoyo♡]

[PD: En el próximo capítulo el resto del equipo Avatar conoce a Xica, ¿cómo creen que sean las reacciones de Katara y Sokka?♡]




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