Capítulo 7.
El mundo está a tus pies, si eres lo bastante astuto para tomarlo.
—Anónimo
Respiró profundo. La mujer pelirroja estaba sentada en la cafetería, disfrutando de donas y chocolate. El viento le agitaba el cabello. Avanzó con paso decido.
—Tú y yo tenemos que hablar. —Tomó asiento frente a ella.
—Ya te habías tardado, Tony.
—Me llamo Edward —refutó aun con su descubrimiento de la noche anterior.
—¿Sí? No importa. —Sonrió.
—¿Quién es él?
—Steve.
Eso no le decía nada y puso los ojos en blanco.
—Las almas gemelas han sido víctimas de los dioses desde hace eones —explicó—, las separan, las lastiman y si pudieran las matarían.
—¿Matarme? —De algún modo entendió que se refería a él.
A Ed no le resultó oneroso creerle, al menos no del todo, porque él mismo era parte de algo que escapaba de lo convencional. Caminando sin que el paso del tiempo le afectara en lo más mínimo, llevando en el pecho aquella luz azul que no recordaba haberse puesto. ¿Se habría tratado de una moda? En cuyo caso, qué fea moda.
—Alejan sus corazones con la esperanza de que algún día se olviden. Pero no pueden, ¿sabes? Y su caso es especial como ninguno. —Mordió la dona y bebió del chocolate—. Todos tienen un alma gemela, algunos tardan miles de vidas en encontrarse, otros, muy pocos y puedo contarlos con los dedos de las manos, se conocen en las primeras cien. El lazo que hay entre las almas es irrompible, pueden silenciarlo e incluso mermarlo, pero solo es cuestión de tiempo para que recobre la forma original, cada vez con mayor fuerza y profundidad. Incluso he oído que algunos logran tener un canal telepático.
»Pero los dioses temen a lo que no pueden controlar, y más aún si lo desean... Porque el amor es eso: una piedra preciosa, tan rara que quienes la poseen no saben lo afortunados que son.
»Sin embargo, creyeron que no estaba bien que sus súbditos tuvieran tal regocijo. Cómo podrían simples humanos tener algo que ellos no. Era ilógico. Y de esa contradicción nació la idea: los despojaron de tal lazo, los crearon estériles. No pudieron prever que sería el peor error. Ustedes fueron los primeros, y únicos, en nacer sin alma gemela. Sus almas no emergieron predestinadas, tú y Steve se eligieron mutuamente, no sé cómo, pero desde la primera vida ustedes se encontraron. El hombre de hierro y el soldado fuera de su época... Una historia digna de contarse.
—Es un poco, mucho, inverosímil.
—Es la verdad. —Se encogió de hombros—. Te he dicho tanto como podía. El resto le corresponde a cierto rubio grandote.
El hombre de ojos azules se acercaba.
Tony no pudo descifrar su expresión concentrado en silenciar los latidos de su corazón. Reaccionaba ante la cercanía, con antelación.
Estúpido corazón que no veía nada, pero intuía absolutamente todo.
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