ojos efervescentes ;; 131119
Para eso de las ocho de la noche, Jungheon y Jungkook salieron de casa. Aprovecharon que su madre estaba muy ocupada con lo que sea que estaba metido en el horno y que su padre y el mojigato de su hermano habían salido. Ya estaba obscuro y ambos pelinegros aprovecharon para deslizarse a hurtadillas por el costado de la casa —aún en la cochera— para fumarse un cigarrillo. A escondidas, con un aromatizante ambiental metido en la bolsa de la sudadera y un paquete de chicles de menta en la del pantalón.
Ni siquiera hablaron. El mayor tenía puestos los dos audífonos escuchando algo de música americana, pero Jungkook, a falta de batería, se dedicó a dar largas caladas a su cigarrillo con el sonido del aire chocar con las ramas y el de los insectos de fondo.
Hasta que el grillo pareció callarse y un grito cerca acaparó toda su atención. Una maldición, luego otra y otra, que no dejaban de ser interrumpidas por algo que no alcanzó a escuchar. Parecía una pelea seria y el pelinegro curioseó a sus alrededores, buscando la fuente del escándalo. Por el rabillo del ojos vio movimiento en la casa de enfrente y frunció el entrecejo cuando alcanzó a ver que de una de las ventanas del segundo piso comenzaron a caer cosas; ropa, cajas y más objetos que no alcanzó a distinguir. Dio dos pasos hacia esa dirección sin decirle nada a Jungheon, pero se detuvo al ver la puerta ser abierta de golpe y a un muchacho ser echado a punta de golpes.
El señor, por ahí de los cincuentas y bien vestido, arrojó una maleta sobre el chico, gritó palabras mal sonantes a la par de amenazas y después de escupir demasiado lejos del muchacho, cerró la puerta en un azote.
Su hermano, al parecer vio todo y se adelantó al jardín en mal estado de la casa del frente, dejándolo atrás. No sabía si se trataba de Jimin o de su hermano menor, pero siguió los pasos de Jungheon de todos modos. Tímidos y de forma cuidadosa, se acercaron al chico que se estaba levantando el suelo. Jungheon se acercó a él de inmediato cuando lo reconoció como Jimin pero paró en seco cuando lo vio con el labio partido, el pómulo hinchado y con sangre cayendo desde una cortada en la ceja.
En ese instante, cuando los ojos heridos de Jimin se conectaron con los suyos, Jungkook sintió un vuelco en su interior. Uno enorme, pesado y hasta doloroso. En segundos se imaginó a sí mismo consolándolo, dejándole un abrazo y un hombro a su disposición, pero no se movió. Jimin los miró a ambos con sorpresa, que terminó convirtiéndose en vergüenza. Se colocó el gorro de su hoodie y con la cabeza gacha y sin decir ni una palabra, se concentró en recoger sus cosas. Ni Jungkook ni Jungheon dijeron nada. Se miraron, y en silencio, se agacharon y ayudaron al castaño a recoger la ropa, figuras de colección y cualquier cosa cubierta con tierra sobre el descuidado césped.
El mayor fue a su casa y regresó con una caja vacía, que le tendió a su amigo para que metiera sus cosas, sabiendo que su maleta estaba llena. Jimin respondió con una sonrisa débil y sin mostrar los dientes. Quería decirles que no era necesario que lo ayudaran y que quería estar solo, pero negó para sí mismo y agradeció la ayuda de forma silenciosa. Metió cosas a la caja de forma apresurada y avergonzada, con muchas cosas en la cabeza. La principal y que no dejaba de rondar en su cabeza era la incógnita de en donde iba a dormir. Sorbió su nariz, y con vergüenza, levantó la cabeza.
—¿Puedo pedirles un favor?
Antes de que Jungheon pudiera asentir o preguntar cual era, Jungkook se adelantó.
—Hay un lugar en mi habitación.
Jimin parpadeó, con un nudo perfectamente formado en su garganta.
Iba a pedir que le guardaran el secreto y le cuidaran la caja que tenía entre sus manos, no un techo. No un favor. Jungheon al parecer vio las intenciones de Jimin para negarse, entonces habló también.
—Tiene un calentador en su habitación y hoy mamá preparó carne sazonada o algo así.
La pura mención de comida casera hizo que Jimin no se pudiera negar. Entonces asintió con una sonrisa que le causó lástima a los hermanos. Jungkook dobló en su regazo una camisa arrugada y miró a Jimin de reojo, que tenía los ojos vidriosos. Quería rodear su hombro y decirle que todo estaría bien. Miró hacía la casa y blanqueó los ojos cuando una música escandalosamente alta resonó en el interior, volviendo el ambiente más incómodo todavía. Volvió sus ojos a Jimin mientras dejaba la camisa en la caja y movió su manzana de adán cuando notó que el mayor no dejaba de lamer su labio inferior por la sangre y el golpe. Sus labios gruesos, que se veían colorados y esponjosos aún con la escasa de luz de la noche.
—Vamos —Jungheon soltó con una voz tranquila.
Los tres se pusieron de pie. Jimin se sentía enojado y avergonzado. No quería causarle molestias a la familia de su amigo y vecino, pero realmente no tenía opción. No tenía un techo donde dormir y sí subía a su habitación escalando para pasar la noche, cabía la posibilidad de terminar con un hueso roto si lo terminaban descubriendo.
Entró a la casa de enfrente y miró el recibidor, que como siempre estaba libre de polvo o suciedad, lleno de fotos de los diez integrantes de la familia Jeon. Escuchó por lo bajo como Jungkook llamaba a su madre y agradeció en sus adentros las palmadas cálidas que Jungheon dejaba en su espalda. Sostuvo con más fuerza la caja de cartón entre sus manos y entró a la cocina con la mirada gacha.
—¡Jimin! ¡¿Qué te pasó?!
La clara preocupación de la señora Jeon lo hizo sentir peor. Se dejó jalar suavemente al comedor y se sentó en una silla cómoda y volteada sin rechistar. Vio de reojo que ella se estaba sentando frente a él y juntos esperaron a que uno de sus hijos trajera el botiquín de emergencias.
Yuko lo miró, apoyando el algodón empapado en alcohol sobre su ceja. Luego miró sus nudillos limpios.
—¿Fue tu papá? —Preguntó seria.
No se necesitaba ser un genio para notar que Jimin vivía en una familia rota. Ya lo había visto con golpes antes pero solamente asumió que era un chiquillo problemático, hasta que con el tiempo notó que no. O que, por lo menos, el castaño era bastante amable y encantador con sus hijos y con la familia entera. Luego notó que sus manos siempre estaban libres de golpes y cicatrices, y después, que hacía lo posible por pasar mucho tiempo lejos de casa.
A Yuko no le gustaba guiarse por la apariencia, pero el señor Park lucía como uno de esos hombres trajeados arrogantes y maltratadores. Las pocas veces que lo había visto fuera de casa se portó de forma grosera, no solo con ella, con todos. Miraba con asco a las personas que pasaban junto a él y lo había escuchado gritar demasiadas veces. Maldiciones, en su mayoría.
—Sí —Jimin respondió con el rostro serio. Vio que la señora Jeon había mirado sus manos, y que, obviamente, ya sabía la respuesta a su pregunta, entonces se ahorró las excusas. Siguió con la mirada gacha, sin hacer ni una cara cada que el algodón húmedo era frotado contra sus heridas, las viejas y las recientes.
Yuko asintió y miró a su derecha, donde sus dos hijos estaban parados sin saber que decir.
—Seas buenos y preparen un futón para Jimin ¿sí? —esbozó una sonrisa —Terminando bajan para cenar.
—Señora Jeon... —Jimin quiso objetar, pero Yuko se adelantó.
—Mi esposo no tarda en llegar con Junghyo ¿me ayudas a poner la mesa?
Jimin apretó los labios, avergonzado. No quería ser una molestia por días, pero supo que la señora Jeon no iba a dar su brazo a torcer, menos cuando lo miró con la ceja elevada. Entonces asintió derrotado.
—Muchísimas gracias —Soltó con la garganta apretada.
Yuko respondió con un leve abrazo, que Jimin no se atrevió a corresponder. La palmada en su cabeza y la caricia en el mentón que le dejó después, era el acto más cercano que jamás había tenido a la maternidad. Sonrió para sí mismo, sintiendo esa calidez, pero negó con la cabeza, muchas veces. Yuko no dijo nada, y en su lugar le señaló al castaño los platos que, sin voz, le pidió tomar. Ambos se fueron al comedor principal en la siguiente habitación y Jimin se concentró en ayudarle lo más posible.
Junggi y Junghyo llegaron dos minutos antes de que estuviera lista la cena. Jungheon le platicó a su hermano todo lo que había pasado apenas subió a su habitación y Yuko no necesitó decirle nada a su marido. Bastó ver una maleta roja y sucia en la entrada, a Jimin golpeado con los cubiertos en su mano y la mirada de su esposa para entender todo.
Cinco minutos después los cinco hombres y la única mujer tomaron asiento en el comedor principal. Jimin ya se había acostumbrado a juntar las manos y decir "Itadakimasu" por las tantas veces que había sido invitado a cenar. Con el puro nombre de la señora Jeon, el castaño supo que Jungheon y sus hermanos eran mitad japoneses. Además de que en ciertos ratos, se les salían palabras extrañas, a Jungheon, principalmente.
Todos comenzaron a cenar, pero Jimin, a pesar de que añoraba comida casera, sirvió poca comida en su plato. Yuko quiso servirle más, pero el menor se negó rotundamente, pues no quería desperdiciar nada.
—Está delicioso —Halagó, pero Yuko ladeó la cabeza.
—Pero casi no comiste, Jiminnie.
Sonrió por el apodo y bajó la cabeza, un poco abrumado por sentir todos los ojos en él.
—Perdón. No quiero causar molestias.
Junggi, sentado en la cabecera de la mesa, negó con su cabeza, sabiendo perfectamente que el castaño no se estaba refiriendo a la cena.
—Puedes quedarte el tiempo que quieras Jimin —dijo tranquilo, cortando un pedazo de carne en su plato —No causas ninguna molestia, prácticamente eres parte de la familia.
Jimin sonrió por lo bajo, con la repentina necesidad de romper en llanto. Nunca se había sentido exactamente querido y para el colmo, ese definitivamente no era un buen día. Se reprimió a sí mismo y se regañó una y otra vez por ser tan emocional. Antes de abrir la boca y hablar, se pellizcó la pierna y levantó la cabeza.
—Solo serán tres días —intentó sonreír, pero solo se vio una mueca —Me voy a Seúl.
Los cinco no se molestaron en ocultar su sorpresa.
—¡¿Seúl?! —Jungheon prácticamente gritó estupefacto. Jimin asintió.
—Hace una semana me informaron que conseguí una beca en una excelente universidad y encontré un cuarto cerca a un buen precio.
—¿Una beca? —Preguntó Yuko.
—Criminalística, del noventa y ocho por ciento. Tomaré un tren el veintidós, ya tengo todo resuelto allá.
Los cinco se miraron entre sí. Luego a Jimin.
—¡FELICIDADES! —Gritaron, haciendo que el invitado pegara un saltito en su lugar.
—Al parecer ya tenemos motivo para esta cena tan deliciosa —Yuko juntó sus manos, haciéndolas sonar por el impacto y sonrió —Jimin entró en la universidad que quería ¡y con beca!
El mencionado sintió su corazón latir con fuerza en su pecho.
—Gracias.
Junghyo, a sorpresa de todos, levantó su vaso con refresco después de gritar un "¡Salud!". Todos comenzaron a chocar sus vasos con el de los demás. Jimin los imitó, pero de nuevo, reprimió su sonrisa y se regañó.
Casi a diario se repetía a sí mismo que los Jeon no eran su familia. Que solo eran los vecinos de enfrente y la familia de uno de sus amigos. Que lo trataban bien por Jungheon y solo por eso. Que sí se cambiaba de casa ni se interesarían en seguir en contacto con él.
Tenía que hacerlo muy seguido, porque si no lo hacía, terminaba haciéndose ilusiones. Creía que era uno de ellos. Comenzaba ver a Yuko como una figura materna, en lugar de una simple vecina o como la madre de un amigo. Porque quería contarle a Junggi lo bien que había salido en un examen para que le diera palmadas en la espalda con orgullo.
Le hacía olvidarse que su madre lo abandonó y que su padre nunca lo quiso.
Cuando salía de la casa no tenía otra opción más que bajarse de la nube en la que estaba. Cruzaba el umbral de la puerta de su hogar, regresando a su realidad. Al mal trato, a la indiferencia, a la comida enlatada y a los golpes.
Por eso intentaba no volver a escalar a esa nubecita. El golpe de la realidad cada día era más duro, y ya tenía suficientes problemas como para agregar ese mismo dolor, todos los días.
Entonces sonrió, se hizo de los oídos sordos y jugó con la poca carne y la escasa pasta servida en su plato blanco reluciente. Sonrió por lo bajo cuando lo zarandearon en forma de felicitación y se esforzó, muchísimo, en no volver a subir a esa nube.
La cena terminó mucho tiempo después. Jungheon lo dirigió a la habitación del menor de sus hermanos porque Jungkook había acompañado a su padre a un mandado y se tiró en el futón blanco que habían preparado para él. Se puso la única pijama limpia que rescató dentro de su maleta y se tapó hasta la cintura.
No tocó nada. Sabía desde hace mucho por anécdotas de su amigo, que Jungkook era un envidioso de primera y que odiaba que tocaran sus cosas. Jimin se quedó estático en el colchoncillo del piso y evitó escuchar las frases que él mismo no dejaba de repetirse.
Seúl, su maldito padre, el imbécil de su hermano, los mensajes. La universidad, el trabajo que tenía que conseguir en Seúl para pagar su alojamiento y el porcentaje que restaba de su beca. Sus ojos lagrimearon y aprovechó su soledad para permitirse soltar lo que tanto odiaba: lágrimas. Jimin lloró porque todo ya era un hecho; no tenía techo, ya no tenía familia y no tenía nada listo en Seúl.
Aunque estaba acostumbrado a ellas, Jimin no era fan de las mentiras. Decía que la honestidad lo era todo, pero sabía que si se hubiese sincerado en la mesa minutos atrás, hubiera preocupado a los Jeon, y no quería eso. No quería lastima, mucho menos pedir ayuda.
Además de que no quería admitir en voz alta que era un desastre. Que no tenía donde quedarse apenas llegara a la capital y que le faltaba dinero, valentía y que lo único que le sobraba era miedo.
Se dijo a sí mismo que ese era un problema del Jimin del futuro. Sintiéndose como un idiota y un enorme cobarde, golpeó su pecho con los puños para dejar de llorar. Se sentía asfixiado, con el pecho oprimido y con el corazón destrozado. Deseó ser normal. Deseó un buen hermano. Deseó un padre como Junggi y una madre como Yuko.
Soltó un sollozo más fuerte y desgarrador de lo que pensaba y se cohibió en su lugar cuando escuchó la puerta abrirse. Enterró la cabeza en la almohada y para intentar dejar de llorar, inhaló hasta que su pecho ardió.
Jungkook se arrepintió de haber entrado a la habitación sin tocar antes. No importaba que fuese suya.
—Perdón —dijo por lo bajo, mirando al ovillo bajo el edredón blanco del piso.
Jimin lo miró con los ojos brillantes y negó, restándole importancia. Se jaloneó la cara y sorbió su nariz. Se recostó y se tapó con el edredón casi por completo, dándole la espalda a la cama. Jungkook, por respeto y para no incomodarlo, no lo miró. Se puso la pijama de forma rápida, apagó la luz y se metió a su cama con calma. Hizo lo posible por no ser nada ruidoso y se tapó hasta el cuello, mirando el techo.
Para Jungkook, la hora de ir a dormir era una odisea. Apenas habían pasado pocos meses desde que el pelinegro había dejado los somníferos y la verdad es que se estaba sintiendo peor que nunca. Yuko no quería que su hijo menor se hiciera adicto a las pastillas para dormir, pero el insomnio de Jungkook era crónico, según su médico. Entonces y por consecuencia, el menor tenía un estricto horario de sueño. Se acostaba a las once de la noche y se levantaba a las siete de la mañana, todos los días, sin excepción. Le quitaban su ipod y cualquier cosa que le pudiera distraer, pero la verdad es que nada de eso servía. Por más que se acostara a las once o hasta a las diez de la mañana, terminaba durmiéndose a alrededor de las cuatro de la madrugada. En los peores casos, y cuando recién dejó los somníferos, no pegaba ojo durante toda la noche.
Por lo tanto, y como todas las noches, Jungkook cerró los ojos y se concentró en intentar dormir. Se escuchaba desde abajo los intentos que hacía el castaño por tranquilizarse. Sorbía la nariz cada cierto tiempo, pero el menor no dejó que eso le distrajera. Trató de recordar todos los conjuntos que usó durante la semana, luego todo lo que comió y después, aburrido, se puso a contar ovejas, como decía la tradición.
Pasaron las horas, o así lo sintió Jimin, cuando se destapó un poco para mirar al techo. La luz de la luna iluminaba levemente la habitación, pero no curioseó a sus alrededores, claramente desinteresado en el espacio personal del hermano de su amigo. Quiso dormir, pero la ansiedad y el arrepentimiento no se lo dejaron. Pensó en los tiempos horribles que le esperaban. El hambre, el miedo, los nervios. Luego recordó los benditos mensajes que jamás debió enviar y antes de que pudiera meditarlo, abrió la boca, quebrando el sosiego de la habitación.
—Mi papá me corrió porque descubrió que soy maricón —soltó con la garganta apretada, quebrando el sosiego de la habitación —Siento que lo sabe desde hace mucho tiempo y por eso nunca me trató bien.
Decirlo en voz alta se sentía diferente. El nudo de la garganta no se esfumó, pero tampoco se hizo más grande. No supo por qué sintió la necesidad de sacarlo de su sistema. Tampoco el porqué de todas las personas que conocía se lo tuvo que decir a Jungkook, que era relativamente solamente el hermano menor de su amigo, justo en la mitad de la noche, cuando todos dormían y estaban solos.
Tal vez por la ansiedad que lo carcomía o las ganas que tenía de salir de ese agujero llamado "clóset". El asco que se tenía a sí mismo por no ser normal y al mismo tiempo el que le provocaba esconderse como tortuga en su caparazón.
Miró el techo con el vuelco doloroso en su pecho y esbozó una media sonrisa, orgulloso de sí mismo por haber dicho la frase en voz alta por primera vez.
No le importaba la respuesta o la reacción de Jungkook, de hecho, esperaba que estuviese dormido. Pero eso no le quitaba el nerviosismo por saber que iba a pasar a partir de ese momento. Pensó que debió haberse quedado callado, o al menos decírselo el día veintidós, minutos antes de subirse al tren y largarse a Seúl para no volver. Ahora, por andar de boca suelta, le aguardaban tres días de completa incertidumbre y con una posible incomodidad palpable con el menor. Claro, si es que realmente le escuchó.
Jungkook, por su lado, estaba más despierto que nunca. Abandonó a las ovejas en su mente por la inesperada confesión dicha con un notable dolor en el futón de su lado derecho.
No tenía idea de que a Jimin le gustaran los hombres. Los pocos homosexuales que había visto o hasta conocido, eran algo —muy— femeninos. En consecuencia, se había hecho a la errónea idea de que todos los homosexuales eran así. Que se maquillaban, travestían y hablaban y actuaban diferente al resto. Pero Jimin no. No se le notaba. Era masculino, deportista y mal hablado. Lo contrario a lo que estaba acostumbrado.
No sabía si lo correcto era fingir que dormía o decirle que él también era parte de la comunidad como bisexual sin haber salido del clóset o si solo debía decir algo para hacerlo sentir bien. Pero entonces, como por arte de magia, recordó las palabras que usó y frunció el entrecejo.
Se asomó al futón y recargó el mentón en el colchón con los brazos cruzados. Jimin descansaba los brazos tras su cabeza y lo miró entre expectante e indiferente, con los ojos inundados en dolor, más brillantes de lo que los había visto alguna vez. Una mirada bastante difícil de descifrar.
—Te equivocas —soltó, casi de forma natural.
Jimin lo miró incrédulo. En cuestión de milisegundos, se llenó de enojo. Casi ofendido, movió la cabeza hacia atrás y juntó las cejas, con la cara más dura y seca jamás vista en él.
—¿Perdón? —dijo, sin siquiera molestarse en bajar la voz.
—Se dice homosexual. O gay —el menor corrigió, mirando los ojos oscuros que se posaban en los suyos —No maricón ni joto.
El castaño frunció el ceño y bajó la guardia que había subido al escuchar el comentario de antes. Ladeó la cabeza y trató de entender al menor. Sus ojos más grandes de lo normal parecían examinarlo a cada milisegundo que pasaba. No lo miraba mal ni tampoco parecía sentir la lástima que había notado varias horas antes.
—Los gay y los homosexuales son los ricos —explicó casi con gracia, pero Jungkook no sonrió —yo soy puto, nada más.
—¿Qué tiene que ver el dinero con tu preferencia sexual?
Jimin abrió la boca, pero no salió palabra alguna. Su hermano era el que siempre decía esa frase, no él. Jimin por inercia, la repitió como grabadora, pero Jungkook tenía razón. Sin decir nada, supuso que esa "diferencia" la hacían los demás. La sociedad con sus enormes ojos juzgadores y criticones.
—Bueno —Jungkook habló de nuevo, sin moverse ni un centímetro —¿Por qué Seúl?
El cambio de tema le pareció perfecto a ambos, Jimin se acostó levemente de lado, mirando directamente al chico de dieciséis años con ojos de ciervo recién nacido. Meditó su respuesta, y recargó su cabeza en la palma de su mano.
—Está lejos.
Jungkook arrugó el rostro —¿Estudiaste duro solo para irte lejos?
—¿Quién dijo que estudié duro?
—Dudo que una universidad le dé una beca del noventa y ocho por ciento a cualquier estudiante —Jungkook respondió con obviedad, encogiendo los hombros.
Jimin ladeó la cabeza —Buen punto —soltó una risa por su nariz, con los labios rectos-
—¿Por qué escogiste esa universidad? ¿Por lo lejos?
El mayor negó —Esa es la razón principal, pero también es el mejor lugar para estudiar criminalística. Apliqué en secreto y tuve el segundo mejor promedio, por eso la beca no es del cien.
—¿Y es cara?
—Mucho. Para pagar ese dos por cierto necesito dos empleos. Sumando todos los préstamos estudiantiles, voy a deberle hasta el alma a la universidad.
—¿Y vale la pena solo porque está lejos?
—Totalmente.
Jungkook asintió con los labios fruncidos.
Ese era el momento perfecto para desearle buenas noches y regresar a una posición cómoda para volver a intentar dormir. Pero la verdad es que no quería. Sentía la necesidad de quedarse así más tiempo y mirarlo hasta que se quedase dormido. Era la primera vez que habían intercambiado tantas palabras en todos los meses que llevaba conociéndolo. Sus palabras casi siempre eran dirigidas para su hermano mayor y la verdad él no hacía el esfuerzo para meterse a la plática o algo parecido. Quería seguir hablando con él, pero nada se lo ocurrió.
Entonces le deseó buenas noches con una sonrisa común y corriente, se volvió a recostar en su almohada e intentó dormir. Jimin miró el edredón color vino del menor de los Jeon y deseó, con todas sus fuerzas, que al menos él mantuviera la boca cerrada.
Entonces, asustado por el día siguiente, el mayor se dio media vuelta y de igual manera, intentó dormir.
jikookmin fetus me da vida jijij, especialmente por el gaypanic de Jungkook jajsjsjjsj
muchas gracias por leeeeer♥♥♥
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