CAPÍTULO OPCIONAL
Escoge bien si leerlo. No siempre es lo que parece.
Joder. ¿Y lo bien que me veo envuelta en esta túnica granate, qué? Me queda muchísimo mejor que al estúpido de Esquivel, que ahora me mira de reojo desde el estrado. Sé que no soporta verme aquí, llevando las riendas de esta gigantesca ciudad que ha gobernado durante tanto tiempo.
Ah, querido. Pero las cosas cambian, ¿eh? Ya no soy yo la que está en una posición inferior a ti, ya no eres tú el que está siendo aconsejado por Mask.
Ahora Mask me pertenece, Josh me pertenece y hasta tu insignificante vida me pertenece.
Creo que es hora de que te tomes unas vacaciones. O de que te mueras, si lo prefieres. Tú te pudrirás en la tierra, y yo edificaré mi reino sobre ella.
—Querida Misha, quiero felicitarla personalmente por su ascensión al liderazgo de La Ciudad Que Nunca Duerme. Esquivel quería comunicarle lo mucho que se alegra por traspasarle su legítima herencia y... bueno. Le presenta su admiración por su victoria en el Div' Vulk, y le desea un gobierno de paz y justicia.
—Muchas gracias, Marina. Su presencia siempre ha resultado de utilidad en la dirección de la ciudad. Yo quería agradecerles el esfuerzo que han hecho por acogerme como a una hija durante estos últimos tres años, y les deseo un fructífero y tranquilo retiro —contesté cortésmente. La mujer de falsa sonrisa se reunió con Esquivel en el estrado, y ambos me dirigieron una mirada rencorosa antes de salir de la cámara.
—Creo que la odian, señorita Misha —murmuró Mask desde mi lado, en su clásica forma de lobo con pelaje de calavera.
—No me extraña. Les he quitado todo lo que tenían gracias al Div' Vulk, pero es que no podía esperarme a que se murieran para heredar el liderazgo. Tampoco pueden negarse; el único puesto que hay por encima de sublíder y con el que podría cobrarme el premio del Div' Vulk es el de Líder. Así que supongo... que tendré que tenerles controlados. No vaya a ser que se les crucen los cables y hagan alguna tontería.
Mask asintió, dando a entender que se encargaría de contratar a un par de rastreadores para que les vigilasen.
—Bien, Mask. ¿Tienes alguna noticia del paradero de Sony? —continué.
—Ninguna, señorita. Lo más probable es que se haya largado, y de ser así, dudo mucho que logremos encontrarle.
Chasqueé la lengua con irritación. Me había quedado una cuenta pendiente con el de ojos verdes.
—No importa. No dejes de buscarle.
—¿Se puede saber a qué viene tanta obsesión con el muchacho, señorita? Es cierto que rompió la Ley de Origen, pero no creo que debamos darle tanta importancia ahora que Silver está muerto.
—Sony me traicionó, para variar. No solo diciendo cosas a Silver que no debería haber dicho, sino que además estuvo ayudándole a sobrevivir durante todo el torneo. Él detuvo a Denya, él ideó como matar a Némesis, él prometió matarme para evitar que tuviera que hacerlo Silver... e incluso me mintió sobre el asesinato de Denya para encubrir la participación de Silver. ¡A mí, personalmente!
—¿Y por qué hizo semejantes cosas? Silver no destacaba precisamente por su poder, ni por su fuerza, ni por su inteligencia. ¿Qué tenía de especial entonces?
—No lo sé. Quizás Sony le vio futuro cuando se alió con Shawn, o quizás pensó que al ser mi novio podría beneficiarse de ciertas cosas. No lo sé. El caso es que estaba buscando gente que contribuyera a matarme.
—Pero él se marchó antes de que Shawn y Silver pelearan contra usted, antes de que supiera el final de su apuesta. Y no creo que fuera por culpa de sus amenazas, señorita.
—Es cierto. Si hubiera confiado en que Shawn y Silver vencerían, no se habría ido de la ciudad porque mis amenazas no habrían funcionado. Así que si se fue... sería porque perdió la esperanza de que consiguieran eliminarme.
—¿Tú crees? —Mask se mostró interesado.
—Es posible. De hecho, tengo una suposición más. Ayer estuvimos registrando su apartamento y no había rastro de Dylan o de él, pero encima de su escritorio encontramos un dibujo.
—¿Un dibujo?
—Sí. Un dibujo que mostraba un lobo blanco encima de un avión y dos lobos pequeños en el suelo, pintados de rojo. Estaba firmado con el nombre de Fox.
Mask se rascó la nuca, comprendiéndolo todo al instante.
—Ah. Ya veo. Así que Evans pasó por allí antes de irse, ¿verdad?
—Verdad. Evans debió prever que Shawn y Silver morirían contra mí, y le dejó el dibujo a Sony. —Alcé la vista hacia el techo—. Si había entonces alguna esperanza de que Sony les ayudara a matarme, o decidiera apoyarles quedándose en la ciudad, todo se esfumó cuando supo que hiciera lo que hiciera sería en vano. Que yo ganaría igualmente. Además... quedarse en la ciudad hubiera supuesto su muerte inmediata, ya que yo le habría encontrado en cuanto ganara el Div' Vulk.
—¿Entonces por qué lo hizo Evans? No tenía ninguna obligación, y su intervención podemos decir que ayudó a salvarle la vida a Sony.
—Exacto. Lo hizo por eso mismo que has dicho. —Sonreí—. De hecho, Evans le ha salvado el pellejo a Sony dos veces en los últimos días.
—¿Cómo que dos? Creía que Evans no quería saber nada de los Fawkes, y más después de lo que les hizo.
—No lo sé, yo tampoco entiendo eso. —Me encogí de hombros—. Pero por lo visto Evans se arrepintió y decidió buscar una manera de ayudar al chico. Primero consiguió sacarle del torneo haciendo que lo descalificaran.
—¿Cómo? Evans estaba en el hospital.
—Lo sé, yo hablé con él. Evans fingió caerse del tejado de Silver y se hizo daño a propósito para que le ingresaran en el hospital. Y el hospital es el único edificio que expone el nombre verdadero de una persona, por lo que usó esa característica para atraer a Sony hacia la lista de las enfermerías. Cuando el chico fue a buscarle pues... Bueno. Ya lo sabes. Y Evans no le puso las cosas muy fáciles en cuanto a destrozos y heridos. Así se aseguraría de que tú le descalificaras.
Mask bajó las orejas, complacido por el secreto y a la vez sintiéndose manipulado.
—¿Y Evans? —preguntó entonces.
—Lo perdimos de vista definitivamente. Su falsa identidad dentro de la Unidad de Espías se ha estropeado, así que supongo que no le veremos más el pelo por La Ciudad Que Nunca Duerme. Es una verdadera pérdida, la verdad. Un licántropo con dos Talentos es un tesoro a donde quiera que vaya...
Mask asintió con la cabeza, bajando la vista con un suspiro.
La sala se había quedado en silencio. En un cómodo y cálido silencio que también estaba a mi merced. Este debía ser el sonido del poder.
—Ah, por cierto, señorita. Esta mañana ha llegado una carta desde Avantine.
—¿Y bien? —murmuré con aburrimiento, sin ganas de leer nada por mi cuenta.
—Iba dirigida a Misha, no al Líder de esta ciudad, por lo que supongo que se trata de un asunto personal. La enviaba Lizzard Mills.
—¡Lizzard! Nuestro querido competidor que no pudo presentarse al Div' Vulk por causas del destino... —comenté con sorna.
—Efectivamente. Y no parecía muy contento de hablar contigo, ya que contaba con que si la leías significaba que habías sobrevivido hasta el final.
—Bueno, ¿y qué decía? —pregunté con curiosidad, aunque ya me hacía una idea del motivo de la carta.
—Nada de lo que debas preocuparte. Un par de amenazas contra tu persona y poco más. Que sabía perfectamente que fuiste tú quien le tendiste la trampa aquel día, en el bosque, para que no pudiera asistir al Div' Vulk. Que sabe que lo hiciste porque él es único que puede enfrentar a tu Talento exitosamente; el único que hubiera podido darte problemas en el torneo. Y que por eso le quitaste de en medio antes de que empezara. Y que te andes con ojo, que promete volver a verte.
—Ajá. Bueno. A mí también me encantaría hacerle una visita. ¿Tú qué opinas, Mask?
—Opino que no es un buen momento para ir tras él. Lizzard es un cobarde, y los cobardes solo amenazan cuando tienen cubiertas las espaldas.
—Respuesta correcta —afirmé, sonriendo.
Mask se quedó callado un momento.
—Una pregunta, señorita. ¿Cuándo ocurrió todo eso?
—El día en que Silver se fue de cacería con Garra y yo le salvé de la arpía. Puse la excusa de estar buscando a la líder, pero realmente fui para dejar fuera de juego a Lizzard. Resulta que él estaba cazando por allí en ese momento, junto a unos licántropos de Avantine.
—Sabes que podría descalificarte por esto, ¿verdad? Impedir a un rival acudir al torneo es trampa.
—Cierto, pero no queda nadie vivo a quien puedas darle el premio.
—Cierto, pero podría quitártelo a ti.
—¿Y lo harías?
Mask se quedó pensativo, impasible tras aquella máscara de pelo.
—No. Me gusta cómo han quedado las cosas.
—Presiento que tú y yo nos llevaremos muy bien, Mask...
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