9. Menos humanos
Apenas tuve tiempo de girarme cuando un lobo pequeño y esmirriado cayó sobre mi espalda haciéndome perder el equilibrio. Reaccioné erizando el pelo y mostrando los dientes al que a mi parecer me había atacado, pero su olor me resultó familiar y terminé por relajarme. No le reconocía exactamente, aunque creía haber visto sus ojos en alguna otra parte. Además, me había llamado por el apodo que tenía en el College.
Tardé unos cuantos segundos en identificarle, instante en el que aproveché para guardar las distancias con cautela.
—¿Pember? —En cuanto pronuncié su apellido me convencí absolutamente de que era él.
—¡Sí! Es un alivio que me reconozcas, aunque bueno... aquí todo el mundo me llama por mi nombre. Tendrás que acostumbrarte, ahora me gusta más Lewis.
—¿Dónde está mi hermana? Se supone que no debe dejarte solo —interrumpió Gala, girándose para mirar al cachorro.
—Dice que he madurado bastante bien aquí, y que confía en mí para dejarme el día libre mientras ella arregla unas cosillas con Esquivel. No sé exactamente a qué se refería, pero mencionó varias veces que había que empezar con los preparativos sobre un tal Divú...
—Div' Vulk —corrigió—. ¿Estás seguro? El torneo no empieza hasta dentro de un par de meses, y Vika no se vio implicada en ninguna de las ediciones anteriores...
—¡Completamente seguro! Llevo todo el día solo debido a eso.
Le pedí explicaciones con la mirada, pero ella se limitó a ignorarme con expresión pensativa.
—Bueno, de todas maneras ahora me dirigía al Gran Mercado. Es el primero de la temporada y Vika me ha dicho que es una pasada. ¿Queréis venir? —Lewis sonrió, alzando la cola peluda y moviéndola de un lado a otro con energía.
—Yo me lo sé como la palma de mi mano, no necesito verlo una vez más. Además, creo que iré a ver qué se traen Esquivel y Vika entre manos.
—¿Voy contigo?
—No. Yo también te dejo el día libre.
—¿Y eso puede hacerse?
—No lo sé; pero mi hermana nunca rompería las normas así que supongo que sí se puede. No pasa nada, eres lo suficientemente cauteloso como para estar un par de horas sin hacer un holocausto.
Gala se dio media vuelta.
—Vale... ¿Dónde nos encontramos?
—Yo te encontraré. No te preocupes por eso.
La loba emprendió el trote por la calle, desapareciendo entre el gentío. Me giré hacia Pember —digo Lewis— con curiosidad, esperando a que él me guiara. Podía confirmar que me había aprendido lo más básico de la orientación de la ciudad: sabía dónde estaba mi casa en comparación con algunos edificios principales, y qué zonas tenía para cazar y cuáles debía evitar por hospedar a personas demasiado prestigiosas. Pero desconocía la mayoría de los lugares importantes y tampoco sabía nada acerca de ese Gran Mercado; esperaba que el chico tuviera un poco más de idea que yo.
—No está muy lejos, justo al lado de la torre con forma de retorcida que tenemos a las espaldas —informó, comenzando a andar.
Observé la torre con curiosidad; me parecía haber oído a Gala decir que en su interior acogía a diversos embajadores o representantes del resto de ciudades lupinas, y que el lujo que ostentaban sus habitaciones y cámaras podía acabar con el hambre de todo el continente africano. Aquello me parecía asombroso, y a la vez soberbiamente egoísta.
—¿Cómo está Aneth? —preguntó entonces el niño, mirándome con seriedad.
—Bien, supongo. Salimos a buscarte dos días después, pero la jauría volvió y espantó al resto de chicos para quedarse a hablar conmigo. Aunque puedo decir que no les hicieron ningún daño.
—Me alegro de oírlo... Vika me prometió que la Unidad no les tocaría, pero yo aún así tenía miedo por ella. Me pone triste haberla abandonado... —Lewis puso un puchero, bajando las orejas.
—Yo también tuve que abandonar a Leaks. Supongo que para ganar ciertas cosas hay que sacrificar otras; así es la vida.
—¿No lo echas de menos?
—Claro que sí, pero echarlo de menos no significa que la mejor opción sea tenerlo junto a mí ahora.
—Bueno, al menos me alegro de que tú estés aquí. Me siento mejor sabiendo que hay gente a la que conozco... Estoy cansado de ver ojos desconocidos. —Carraspeó, trotando para poder mantener mi paso—. La verdad es que me sorprendí mucho cuando me contaron que tú también eras un licántropo y que controlabas un Don.
—Tú sí que fuiste una sorpresa. Se suponía que habías sido devorado por «un atajo de fieras sarnosas», pero al final nadie logró encontrar tu cuerpo ni los restos. Incluso preguntamos a tus compañeros de habitación si te levantabas por las noches o algo así; aunque... en vez de eso dijeron que todos habían soñado con la voz de la misma mujer. —Me quedé pensativo.
—Eso tiene explicación. Vika me contó que con su Talento de la Invisibilidad venía a verme por las noches y me hablaba de vez en cuando para despertar mi interés, e incluso una vez me dejó que la viera. Supongo que el resto de niños también la oyeron hablar y creyeron que habían soñado con ella, aunque por supuesto que ninguno se acordaba de su rostro porque ninguno la había visto realmente.
—No es una deducción difícil de sacar, solo espero que no termine por sacarla ningún adulto.
—Bah... No creo que haya problemas. Nadie llegará a la conclusión de que un montón de licántropos con poderes intentaron secuestrarme.
Lewis rió, aunque yo suspiré por toda respuesta mientras paseaba mi vista por los alrededores. Habíamos entrado en una calle estrecha, con un estilo más antiguo que el que perduraba en el resto de la ciudad. Las casas eran de colores parduzcos, altísimas y coronadas por tejados puntiagudos de tejas negras, tan inclinados que incluso el gato más ágil tendría problemas para caminar por ellos. La elevación de los edificios que bordeaban la calle se cernía sobre nosotros interrumpiendo el recorrido del sol, aunque la penumbra era compensada por pequeños farolitos encendidos a pesar de que aún era de día. Las piedras del suelo se habían desgastado con el paso de la gente, aunque no dejaban de ser pequeños obstáculos con los que cualquiera podía tropezar.
No dejé de admirar a cada persona que pasaba caminando a mi lado, estuviera en la forma que estuviera, y no podía evitar compararme con ellos para intentar destacar lo menos posible. Entonces caí en la cuenta de que Lewis me estaba hablando.
—...desde que llegué practicando sin parar. Vika me dijo que lo estaba haciendo estupendamente, y ya soy capaz de hacer desaparecer una parte de mi cuerpo sin ningún problema. Lo de ser lobo lo llevo bastante bien también, ¡me ha dicho que en cuanto practique un poco más podrá llevarme de caza! Aunque no estoy demasiado seguro... a mí los conejitos me siguen dando pena. No quiero hacerles daño.
—Un conejo no vale nada; los comías también en el mundo humano y no te asaltaban las dudas. Me parece que un vegetariano aquí abajo tendría serios problemas con sus principios...
Lewis volvió a contestar, aunque esta vez le ignoré voluntariamente. En lo alto había un cartel que tenía escritas las palabras «Gran Mercado», aunque a mí no me pareció que estuviera a la altura de la grandeza de su nombre. Tan solo unas cuantos puestos estaban repartidos por el estrecho espacio, perdiéndose por la esquina que se llevaba el resto de la calle.
—Tampoco es para tanto...
—Esto es solo lo que tú puedes ver. Vika me ha dicho que lo llaman Gran Mercado porque ocupa casi dos kilómetros cuadrados de superficie, lo único que parece muy pequeño porque está distribuido por la red de avenidas que atraviesan la ciudad. Entonces tú solo puedes ver las tiendas que hay en una calle, pero realmente debes multiplicar el número de puestos por todas las calles que hay en total.
—Cuarenta y dos vías en concreto —replicó una voz situada a nuestro lado—. Trescientos cinco puestos actualmente.
Era un tipo sonriente, destacable por tener un bigote largo y afilado que sobresalía varios centímetros de su cara. Sus ojos achinados con jovialidad ayudaban a acomodarse a su presencia, aunque pronto desconfiamos cuando nos ofreció gratuitamente una bandeja de bollos caseros. Detrás de él estaba su acogedora tienda de comida horneada, así que nos apresuramos a decir que ninguno llevábamos dinero para evitar tener que enfrentarnos a la inteligencia de un verdadero paisano de Eops. Pareció entristecerse y nos regaló igualmente los dulces antes de renunciar a fomentar nuestra compra.
Seguimos andando mientras saboreábamos los bollos, los cuales estaban hechos con naranja, nata y nueces. Nos quedamos mirando a un artista expulsando pompas de su boca en medio de la calle, que tenía entretenidos a un par de niños, aunque luego nuestra atención fue completamente requerida por un tenderete pequeño que tenía una enorme humareda flotando a su alrededor.
Cuando decidimos internarnos en la nebulosa y pequeñas gotas de agua comenzaron a hacer aparición en torno a nuestros orificios nasales, caímos en la cuenta de que no era humo, sino una densa niebla formada por vapor de agua. El dueño del tenderete era un señor extravagante y de pelo blanco, con una piel tersa y pálida como los brazos de un bebé y unos ojos azules que se perdían en la lejanía como si hubieran entrado en trance.
—¿Qué tipo de nube deseáis, singulares viajeros?
La suavidad de su voz era casi sobrenatural. No contestamos, ni siquiera nos miraba a nosotros.
—¿Qué tipo de nube deseáis, singulares viajeros? —repitió, esta vez clavando su vista volátil sobre nuestros ojos. Carraspeamos con inquietud, mirando de reojo la tiendecita y sin saber qué contestar.
—Una seca y anticiclónica, por favor. Con pequeños toques rosados para dar gusto a mi hija... —indicó una mujer de unos cuarenta años, acercándose al hombre y hurgando en su bolso para pagarle. Él asintió extrayendo una especie de caramelo rojo de un bote con decenas de ellos y se lo metió en la boca mientras se guardaba los billetes que la señora le ofrecía. Respiró hondo entonces, expulsando todo el aire que sus pulmones le permitieron y creando una nueva nebulosa rosada sobre sus cabezas. Esta se disgregó y se perdió en el cielo antes de que el vendedor hablara.
—La tendrá en su casa dentro de veinticuatro horas.
Nos quedamos sin palabras.
«Es una tienda... donde venden nubes».
—¿Qué tipo de nube deseáis, singulares viajeros? —volvió a decir, masajeando sus dedos pálidos y cadavéricos—. Hay nubes altas, bajas, lluviosas, secas, ciclónicas, anticiclónicas, frías, cálidas, neblinas, densas o volátiles, redondeadas, con forma de animal, rosas, azules, moradas, anaranjadas, oscuras, tormentosas, para tapar el sol, para encapotar el cielo, para aclarar la noche, para controlar el jardín... —Se quedó sin dedos de la mano con los que enumerar.
—No... tenemos dinero —repliqué.
—¿Estás seguro? ¿O es que todavía dudas? Tengo los precios más ligeros que puedas encontrar... —Las manos le temblaron, pero nos dedicó una anciana sonrisa a pesar de ello—. Todas de la más alta calidad, no habrá...
—De verdad que no tenemos dinero, somos nuevos aquí y todavía...
Lewis me salvó de la situación tirando de mi cola peluda para sacarme de allí. Si por mí fuera me habría pasado la hora admirando a aquel creador de nubes y discutiendo pacientemente con él con tal de no entristecer su expresión de inocencia. Supongo que era parte de su estrategia de marketing.
El viejo se quedó mirándonos desconcertado hasta que desaparecimos de su vista.
—¿Cómo puede alguien vender un fenómeno atmosférico como quien vende salchichas? —inquirí, aunque Lewis tampoco supo contestarme.
—¡Mira esa tienda! —dijo entonces, deteniendo sus pasos y mirando un puesto completamente tapado y abarrotado por la vegetación. Dentro de él, una chica de la edad de Gala y con el pelo teñido de verde mantenía ocupada a la gran cantidad de clientes que querían comprar sus plantas. Tomamos nuestra forma humana para poder pasar entre la gente y nos acercamos al puesto para ver a la chica en plena acción, creando las plantas perfectas que sus compradores pedían. Me recordó a Leaks profundamente, casi como una puñalada.
Las plantas que se exponían en los laterales eran de lo más extrañas y vistosas, incluso me pareció ver que alguna se movía. Observé una de ellas que tenía escrita la palabra «Mimosa» en su maceta y cuyas hojas producían una irresistible tentación de tocarlas. Lewis alargó la mano para acariciar suavemente una rama, a lo que la planta emitió un pequeño ronroneo y se redobló para encoger sus brazos. Al niño le debió hacer mucha gracia, pues no perdió el interés en la Mimosa hasta que no hubo tocado todas sus ramas y la hizo contraerse por completo como una piña cerrada.
Recorrí los estantes mirando de reojo unas flores que seguían mi movimiento, y me quedé parado frente una especie de plantas carnívoras que mostraban sus dientes gruesos y babeaban un líquido verde y viscoso. Esta vez opté por no alargar la mano.
«No creo que tú ronronees si te toco...»
Donde ellos veían un vegetal yo estaba viendo una piraña en potencia. Guardé las distancias mientras esperaba a Lewis, aunque la curiosidad venció y usé una ramita del suelo para probar a molestar a la planta carnívora. Nunca había creído que un vegetal pudiera gruñir, aunque eso fue antes de ver cómo la planta abría sus fauces y se comía la rama entrando en un espasmódico ataque de furia.
—Eh, encanto, ¿por qué no dejas de molestar a mis plantas? —La vendedora me había dirigido su atención mientras se acercaba a lavarse las manos—. Quiero decir... Yo no voy a tu casa a hurgarte en la nariz con un palo mientras estás descansando, así que te sugiero que no hagas lo mismo con los demás. Sobre todo si esos «demás» pueden arrancarte un dedo de un mordisco.
A pesar de su reprimenda, la chica no parecía en absoluto enfadada. Me dedicó una leve sonrisa antes de ponerse frente a la planta carnívora y comenzar a acariciar su mandíbula inferior como si de un gato doméstico se tratara. Inmediatamente la planta se calmó y cerró sus fauces volviendo a su postura inerte de estatua. Casi hasta parecía una planta normal.
—Basta con rascar la mandíbula inferior de cualquier planta carnívora para que se calme. ¿No es increíble? —La chica parecía dedicarme una atención distinta a la de los demás clientes, por no hablar de esa sonrisa cautivadora y rebelde con la que parecía reírse de mí—. Esta en concreto, es una Carnívora de Estratos. Habitante en climas cálidos y secos con abundancia de roedores. ¿Quieres comprarla? Protegen mucho mejor de los ladrones que un Rottweiler furioso. Y además son más sutiles.
—No me interesan los Rottweilers ni nada que pueda arrancarme un dedo cuando llegue a casa; aunque sea una planta. Además estoy sin blanca... —repetí una vez más, observando de reojo como uno de sus ayudantes se enfrentaba al grupo de clientes exigentes. Tenía un gran parecido con la chica de pelo verde; quizás fuera su hermano.
—¿Vienes al Gran Mercado sin dinero? Vaya chico, eso sí que es tener agallas. ¿O es alguna especie de apuesta? —preguntó socarronamente, clavando sus ojos cálidos sobre los míos.
—No... Es solo que... —Vacilé. No quería ir pregonando a todo el mundo que era nuevo aquí, mi interés principal era destacar lo menos posible.
—No hay nada de malo en ser novato. Dos de cada tres licántropos son impuros aquí.
Fruncí el ceño cuando lo adivinó sin ninguna dificultad.
—¿Cómo lo has sabido?
—Es tan obvio que casi hace daño a la vista. Además, solo un licántropo impuro tendría idea de lo que es un Rottweiler. No se crían perros fuertes aquí abajo; no son necesarios, porque para canes fuertes ya estamos nosotros.
—Pero sí que se crían las razas pequeñas —deduje—. Porque parece que todo el mundo conoce los perros falderos para poder insultar a un adversario. ¿Verdad?
—Verdad. No han desaparecido las predilecciones de las muchachas por llevar perritos en el bolso y poder ponerles trajes ridículos. Supongo que es una costumbre contaminada por la estupidez de la Superficie que tardará mucho tiempo en extinguirse...
La chica resopló. Una vez más, ahí estaba el desprecio hacia los vecinos.
—De todas maneras no deberías avergonzarte. Hay más licántropos impuros de los que crees, y todos han sido novatos alguna vez.
—¿En serio? Me gustaría recordárselo cuando vayan a hacerme alguna broma de mal gusto, porque a veces parece que se les olvida —bufé, recordando la treta que había organizado Gala para que fuera a oler el trasero de otro ciudadano.
—¿Recordárselo? Eso sería tan inútil como regalar guantes a una serpiente. La mayoría se olvidan de donde vienen después de llevar apenas un mes aquí.
—¿Tú también eres impura?
—¿No es obvio? Si perteneciera a un clan centenario no estaría hablando contigo de igual a igual. No olvides nunca de dónde vienes, chico, aunque aquí se empeñen en fomentar lo contrario. Tú eres tus raíces; y mientras tengas memoria, esas raíces permanecerán. —Sonrió y agarró mi brazo casi con ansia, llevando mi mano a tocar las raíces de un pequeño bonsái retorcido—. Ten presente siempre lo que dejas atrás, lo que sacrificas. Eres como eres por aquello que te rodeó anteriormente.
Me quedé quieto, algo incómodo por la situación.
—Ya podemos irnos, Silver. ¡El hombre de la tienda me ha regalado una flor que bosteza! —Lewis tiró de mi pantalón alegremente, mostrándome una pequeña planta de pétalos azules y cerrados. Liberé mi brazo y dirigí una última mirada a la chica antes de seguir mi camino, a lo que ella contestó alzando la palma de la mano para despedirse. Permanecí callado andando al lado del niño, dándole vueltas a las palabras de la licántropa una y otra vez. Fui distraído de nuevo cuando Lewis salió corriendo hacia el puesto siguiente, esta vez relacionado con el arte.
Estaba repleto de lienzos de varios tamaños, que rodeaban a un pintor en el centro ocupado en dibujar lo que parecía ser un niño sonriendo. Había un par de personas paradas observando sus cuadros aunque todas mantenían un aura de silencio y respeto hacia el artista. Me sentí observado entonces por decenas de ojos solemnes, y no eran otros que los de las diferentes figuras dibujadas sobre los lienzos. Gatos, lobos, mujeres, y cualquier modelo viviente plasmado tenía la capacidad de parpadear y seguirte con la mirada como si fueran meros espectadores más del artista; un sentimiento abrumador me recorrió. Decidí desviar la atención y centrarla sobre uno de los lienzos más cercanos, que mostraba el paisaje de una playa bañada por el amanecer. Entrecerré los ojos percibiendo un sinuoso movimiento en las aguas dibujadas, acercando un poco más la cara al cuadro para intentar averiguar cómo hacía la pintura para poder moverse por sí misma. Un sutil aroma a sal emanaba del cuadro, y me sentí tentado a tocar la superficie con el dedo para comprobar su extraña textura.
Cuando levanté mi yema, estaba mojada.
Maravillado por el efecto, dirigí mis dedos hacia un minúsculo delfín dibujado en el horizonte, logrando sacarlo del propio cuadro y que este aleteara con nerviosismo en mi palma de mi mano.
—No creo que le guste que lo toquemos... —susurró el niño observando la mancha blanca que había dejado en el lienzo, justo en el lugar donde debía estar el delfín. Miré de reojo al pintor y devolví el trozo de pintura a su sitio, retrocediendo algunos pasos con un extraño sentimiento de vulnerabilidad.
◊ ◊
—Ah... ¿Ya estás aquí? —Fue Vika la que se giró.
—Esa no es la pregunta. La pregunta es qué estás haciendo tú aquí. —Gala bufó, torciendo el morro. Esquivel permaneció callado, envuelto en su túnica granate y altanera. Las otras tres personas que ocupaban la cámara clavaron sus ojos sobre la recién llegada, incluido Rovira. En el ambiente flotaba un aire tenso y calculador, como si se encontraran en un punto clave de la decisión, y las regias paredes sujetadas por gruesas columnas contribuían a formalizar el tema de conversación.
—No te preocupes, no tengo pensado participar si es lo que estabas pensando... —Gala se relajó un poco tras oír las palabras de su hermana—. Tan solo vine a ofrecerme para planificar las nuevas instalaciones que acogerán a nuestros invitados.
—¿Cómo que a nuestros invitados? ¿Quieres decir que este año se celebrará aquí? —Gala frunció el ceño, pidiendo explicaciones al Líder con la mirada. Esquivel se aclaró la garganta antes de declarar:
—¿Qué mejor ciudad hospedadora que la capital de todo el imperio licántropo? Ya se ha celebrado en todas las ciudades importantes que hay, y algunos países como Taurania se han quejado varias veces de que no movemos un dedo cada vez que llega el momento de ofrecerse. Así que he decidido romper la maldición que nos hemos creado nosotros solos y regalar a nuestras gentes el mayor entretenimiento que tenemos en Eops. No todos han podido salir de la ciudad, y es una buena oportunidad para que puedan ver el Div' Vulk por primera vez en vivo y en directo.
—La Ciudad Que Nunca Duerme no es un buen lugar para albergar a tantas personas a la vez, incluyendo las peleas individuales que haya. Hay demasiada población que podría resultar herida, las calles pueden colapsarse, las tiendas... ¡Ni siquiera tenemos espacio para meter a los representantes y participantes! ¿Dónde esperas que los alojemos, debajo de las piedras? Además, la mayoría de los que vengan pertenecerán a clanes importantes y serán personas distinguidas de alto prestigio; sabes que no se conformarán con cualquier cloaca.
—Por eso he venido, Gala. Debemos comenzar a prepararlo todo con mayor antelación que otros años si queremos que todo dé buenos resultados. —Vika pareció bastante segura de sus palabras.
—Takara y Chikara también son países muy poblados y han logrado mantener el último Div' Vulk sin altercados. No veo por qué nosotros no podemos hacer lo mismo. —Esquivel pareció quitar importancia al asunto quedándose mirando sus propias uñas.
—¿Cómo? Me gustaría saber qué definición tiene para ti la palabra altercado. ¿O ya se te ha olvidado el enorme cráter que dejó el último torneo sobre el parque Ken Shui? Incluso después de tres años de restauración, la gente sigue sin poder jugar al golf con normalidad en su superficie. Fue una suerte que nadie saliera herido, pero desde luego si para ti eso no es un altercado, espero no vivir nunca para ver algo que sí lo sea.
—Estás exagerando. La Ciudad Que Nunca Duerme cuenta con poder y dinero de sobra para hacer frente a cualquier problema, y aún así puedo confirmar que se ha realizado un pacto de respeto al territorio hospedador por parte de todos los países participantes.
—Ajá, un pacto. Qué bonita palabrería. Son los Líderes los que han jurado eso sin consultar a los competidores, pero van a ser estos últimos los que tengan la última palabra cuando se estén enfrentando. Te recuerdo que Chikara, sin ir más lejos, nos traerá a Jaden este año. ¿Crees que a ella se le pasará por la cabeza ese pacto justo antes de que se ponga a volarlo todo por los aires?
—Tenemos nuestras propias medidas. Guardias por la calle, inhibidores, vigilantes del torneo... No podrán sacarse un moco sin que nosotros lo sepamos.
—Pero sabes que algunos pueden atacar más rápido que sacarse un moco, Esquivel. Es una locura dejar a semejantes asesinos sueltos por una ciudad con una densidad de población tan elevada.
Galarie entrecerró los ojos, aunque él no parecía en absoluto preocupado.
—La densidad de población juega un papel importante para vencer o perder; es un factor imprescindible para esconderse y camuflarse. Lleva años haciéndose de esta manera y no podemos cambiar las circunstancias a nuestro antojo.
La chica protestó con un bufido de descontento.
—Alta densidad. La densidad de población está en el suelo —interrumpió una voz profunda y grave. Un lobo castaño de enorme tamaño había permanecido en silencio durante toda la conversación, tumbado apaciblemente cerca de la chimenea de la cámara. Lo más destacable de su físico era una mancha blanca en su pelaje, que abarcaba toda la cara evitando los alrededores de los ojos y de la boca. Aunque fuera un simple capricho de la naturaleza, nadie podía negar que esta se había manifestado exclusivamente para darle forma de máscara.
—Gran aportación, Mask. La tendré en cuenta la próxima vez que vaya a construir una casa en el aire —inquirió Esquivel con sarcasmo.
—Tú lo has dicho. —El lobo sonrió, y el brillo de la inteligencia marcó sus ojos oscuros—. Puedes alojar en viviendas aéreas a todos los que vayan a venir temporalmente. Contamos con los medios necesarios para construirlas, el único reto será saber cómo colocarlas y hacerlas estables.
El Líder acarició su barbilla pensativo, y Vika sonrió apoyando la idea.
—Casas en el aire, ¿eh? Me parece una magnífica opción. Podríamos decir que nuestro cielo no tiene límite; no habrá problemas respecto al tamaño de las viviendas exigido por los de alto prestigio. Será ideal también para separar las viviendas de los clanes que se llevan mal, y no quedará huella alguna en el cielo una vez haya terminado el Div' Vulk.
—Sigo sin estar a favor de que se celebre aquí, pero supongo que mi opinión no contará para nada en comparación con la de la veintena de Líderes que están de acuerdo. Así que centrándome en esta idea, ¿cómo haríamos llegar luz y agua a una casa que está flotando? —preguntó Gala, con curiosidad.
—No tiene por qué estar flotando —intervino Mask—. Quizás pueden situarse en equilibrio sobre una columna firme y resistente en el suelo y que las tuberías y los cables se enrollen sobre ella. O simplemente dejarlos colgar en el aire hasta que se unan a la red principal; tampoco estarán a mucha altura sobre las demás casas.
—Sí, quedaría precioso que tuviéramos cables pendiendo de casas en el cielo como si fueran globos. O mejor aún, quizás pasen a llamarnos La Ciudad De Los Fideos.
Gala dio la vuelta a los ojos, aunque Vika resopló y decidió no contestar a la provocación.
—No está mal la idea de la columna... —Esta vez fue un hombre de barba grisácea y descuidada el que habló—. Pero quizás deberíamos manipular la gravedad en esos puntos para que queden flotando y no dependan de una columna. Es mucho menos peligroso; debemos recordar que cuanto más las alcemos, más cerca estaremos de las ciudades de la Superficie; concretamente tenemos Madrid casi encima de nosotros. Madrid no es un terreno habitual en seísmos; así que para evitar transmitir alguno que pueda producirse en Eops, deberíamos dejar las viviendas flotando para que puedan vibrar libremente y cortar cualquier onda que pueda propagarse.
—Estoy de acuerdo con Joss. —Rovira alzó la voz para enfatizar sus palabras, ya que los presentes en la sala habían comenzado a murmurar suposiciones entre ellos—. Además, si dependemos de una columna para sujetar las viviendas estaremos exponiéndonos a que se derrumben por cualquier ataque de los participantes. Y yo paso de hacerme cargo de dinosaurios berreantes como Karim cuando vengan a quejarse de que su casa se ha caído mientras estaba con el culo pegado al váter.
—Nadie quiere hacerse cargo de Líderes como Karim, en eso estamos todos de acuerdo. Creo que la idea de las casas flotantes será la más adecuada para llevar a cabo —declaró Esquivel—. Así que si no hay nada más que debatir, daremos la orden a nuestros arquitectos para...
—Señor Líder... De hecho sí que hay más construcciones sobre las que debatir. —Joss respiró hondo antes de consultar un folio que había en una mesa—. Vanadium, Takara y Chikara demandan la construcción de termas para dar capricho a todos los griegos, japoneses y chinos que vengan. Se supone que son tradición en sus territorios desde tiempos inmemoriales y...
—Sí, sí... —farfulló el Líder con voz cansina—. Preparen la construcción de las dichosas termas y todos los términos que se soliciten en el papel. Acabo de decidir que esta edición del Div' Vulk debe ser la más extravagante y magnánima que se pueda celebrar en la historia de Eops.
◊ ◊
—¿Qué hora será?
—No estoy seguro, pero parece que el sol ha superado su medio camino.
—¿Ya estáis huyendo de la gente? —interrumpió una voz a nuestras espaldas. Vika y Gala se acercaban en forma humana en la misma dirección en la que habíamos venido—. Porque creo que habéis encontrado la calle menos poblada del Gran Mercado...
—Habéis tardado menos de lo que esperábamos —repuse tras ignorar su comentario.
—Qué manera más poco sutil de decir que no me has echado de menos —bromeó Gala—. No había necesidad de parlotear sin sentido. Nosotras no queríamos perder el tiempo, ni Esquivel tampoco, así que hemos decidido salir antes de que la reunión se pusiera más pesada que un collar de melones.
—Lewis, nosotros tenemos que irnos ya. He quedado en quince minutos con un amigo para enseñarte los monumentos más antiguos de la ciudad —informó Vika, provocando la sonrisa ilusionada del niño. Gala se despidió de su hermana y Lewis agitó la mano en el aire, dándose la vuelta y trotando alegremente a su lado mientras desaparecían en el extremo de la calle. Mi tutora y yo emprendimos el camino en dirección opuesta, con destino desconocido hasta que la chica desveló tres minutos después:
—Para procurarte poco a poco la independencia, te comunico que Rovira me ha autorizado a abrirte una cuenta en el banco. Y bueno, para procurarte la higiene he decidido acompañarte personalmente a por a algo de ropa. Por ahí hay una calle comercial...
—Sí, pero no son Hermanos de la caridad. Hay que comprarlo.
—Pues lo compras.
—Para eso hace falta dinero, Gala.
—Pues lo compras con dinero —farfulló pacientemente, poniendo unos cuantos billetes en su mano—. Ya sé que ahora mismo estás sin blanca, pero no soy tan mala tutora como para no prestarte algo. Espero que no vayas a enamorarte de alguna sudadera de marca, porque en estos momentos no llevo demasiado encima.
—Gracias. La verdad es que no sabría decirte si lo que voy a comprar es caro o no. Llevo casi toda mi vida viviendo en Inglaterra, y ahí pagamos con libras esterlinas en vez de con euros. Porque la moneda imperante en La Ciudad Que Nunca Duerme es el euro, ¿verdad? He visto como pagabas en los restaurantes y bares en los que hemos estado.
—En efecto, aquí se usa el euro. Para evitar confusiones se establecieron los mismos sistemas monetarios en Eops que en la Superficie. Tú no habrías tenido problemas de haber vivido en Kenewhalle... pero no sé por qué el Líder español se empeñó en traerte aquí, así que vas a tener que apañarte. Una libra es algo así como... un euro y veinte céntimos; solo tienes que añadir unos cuantos euros más a la cuenta en cantidades grandes.
—¿Cuántos más?
—Intuición. Da igual, es hora de que vayas olvidándote de las libras. Además, en todos los países circundantes se usa el euro, por si pensabas salir de aquí en algún momento.
—Supongo que sí, si es igual que en todos los países de la Unión Europea...
—Unión Eopsiana aquí abajo, cachorro. Deberías grabártelo a fuego en la memoria, no vayas a confundirte cuando ambas se abrevien en forma de UE.
Gala se detuvo, con la vista pendiente en una persona al final de la calle. No me fue difícil de reconocer, pues destacaba sobre el resto sin que necesitara articular palabra.
Era un hombre de unos treinta y pocos, enfundado en ropas holgadas amarillas y una chaqueta de cuero envejecido. Su pelo era rubio eléctrico, de un tono casi antinatural, en cuya cumbre destacaba una cresta despuntada y baja. Tenía los laterales de la cabeza prácticamente rapados al uno a excepción de la figura de un rayo de más volumen en cada lateral.
—¿Ves a aquel individuo de allí?
—Tanto que casi me deja ciego... —asentí.
—Tiene el Talento de la Electricidad; es uno de los usuarios más poderosos de la ciudad. Se llama Leptaine. O quizás sea Squarks.
—¿Leptaine o Squarks? —pregunté entrecerrando un ojo.
—No lo sé —rió Gala—. El problema es que tiene un hermano gemelo, obviamente, ambos puros. Son iguales como dos gotas de agua, nadie puede distinguirlos. Uno es Squarks y el otro se llama Leptaine, así que no sabemos ante cuál estamos de los dos.
—¿Quieres preguntarle? —La miré de reojo. Percibía un pequeño brillo de admiración en los ojos de la chica.
—Jamás. Es una persona completamente antisocial... y cuando hablo de él, hablo también de su hermano. Solo se codean con licántropos especiales, y creo que no hace falta que diga que me refiero a gente de alto prestigio y afamado clan. Además... —Gala sonrió—. Lo que te acabo de contar es una leyenda urbana.
No lo entendí.
—Ambos hermanos se encargan de abastecer la Ciudad de energía eléctrica, y además alternativamente. Eso quiere decir que nadie les ha visto a los dos juntos jamás; por tanto, la mitad de la población cree que solo existe uno de ellos. La otra mitad —entre los que yo me encuentro— sabemos de fuentes fiables que realmente se trata de dos hermanos, puesto que nadie puede mantener la electricidad constante en una ciudad como esta sin poder descansar un solo minuto del día. El esfuerzo le mataría, por lo que podemos afirmar que se trata de dos personas.
—Guau... —exclamé. Me esperaba que la capital tuviera sus propias leyendas urbanas, como cualquier ciudad grande, pero no me esperaba en absoluto que se pudieran referir a una persona vivita y coleando. Son ese tipo de cosas que la gente siempre se esfuerza por perseguir y demostrar.
—Pero aún hay más. Nadie conoce sus nombres en realidad, por lo que sus actuales denominaciones provienen de las palabras leptones» y «quarks», que son dos partículas atómicas cargadas eléctricamente. A alguna mente ingeniosa se le ocurriría semejante asociación, y como necesitábamos una manera de denominarlos todo el mundo acogió Leptaine y Squarks de buena gana. Bueno, todo el mundo que sabe que existen dos personas. Para el resto de gente, Squarks es el gran desconocido.
Miré de reojo al hombre, que se dirigía a paso rápido hacia algún lugar recóndito de la ciudad. La verdad es que parecía alguien tremendamente frágil, con un cuerpecillo flacucho y estirado, y sin embargo se movía con una vitalidad asombrosa, casi bailando sobre los adoquines como un potro enamorado. Igual de fugaz que vino, así desapareció. No pude estar más de acuerdo con su forma de ser; todo en él no dejaba de recordarme a un rayo.
—Has tenido suerte de encontrarle, la verdad. No suele dejarse ver muy a menudo, y menos por estos barrios. No sé que vendría a hacer aquí, pero deberías sentirte afortunado por toparte con él: su prestigio debe ser milenario.
Gala sonrió con fascinación, a pesar de que ya no se podía ver más que la esquina desgastada por la que había desaparecido.
—Que prestigio más inútil si nadie te conoce... —Alcé las cejas.
—No, no. No te equivoques. Todo el mundo lo conoce; a él o a su hermano; lo único que nadie sabe quién es quién en realidad. Pero cualquiera tiene el cerebro suficiente como para inclinarse a sus pies si lo ven pasar por la calle, es bien sabido que podría traspasarte la potencia de toda una tormenta eléctrica con solo tocarte vagamente con el dedo. ¡Já! Si alguien no se arrodilla no es que sea valiente, es que es imbécil.
—Si trabajar para la ciudad te convierte en una persona tan importante, todo el mundo debe querer poner sus esfuerzos en mantenerla... —deduje. Algo no cuadraba.
—En efecto, así ocurre. Hay varios modos de ganarse la vida: si perteneces a un clan importante y con riqueza suficiente gracias las hazañas que otros hicieron en su día, tu apellido podrá darte de comer y procurar que no te falte de nada. No sería necesario trabajar... aunque la mayor parte de la población no tiene tanta suerte. Si no posees estirpe pero tienes un Talento útil —o uno estúpido del que sabes sacar partido—, hay miles de cargos en la ciudad en los que puedes introducirte para ganar el pan de tu boca. Es así como funciona nuestra sociedad; no necesitas buscar un oficio y aprender a manejarlo, siempre habrá gente que pueda hacerlo de la forma más sencilla posible gracias a su Talento y no hay otro que consiga jamás superarlo si no posee dicho poder. No sé si me he explicado bien... Quiero decir que no puedes ser mejor electricista que Leptaine aunque entrenes toda tu vida, simplemente porque él puede crear chispas con solo respirar.
—Lo he entendido. Pero... —Me quedé pensativo—. Eso es como nacer predestinado a una profesión. ¿No parece algo demasiado carcelero?
—Carcelero no, deberías llamarlo vocación —rió Gala—. No es muy distinto a la sociedad de la Superficie: si quieres ascender en prestigio debes saber destacar entre los que hacen lo mismo que tú; debes ser de los mejores. Sé que parece mucho más sencillo pertenecer a un clan milenario y no tener que moverte nada más que para rascarte la espalda, pero debemos sentirnos orgullosos de ser los que mantenemos este enorme barco a flote. Sin nosotros, los de arriba no serían nada. ¿Te suena de algo?
—Por supuesto. Es una frase imperante a lo largo de la historia. Supongo que es como mejor funciona una comunidad, ambos estamentos se necesitan los unos a los otros.
Una veintena de niños con la mochila a la espalda se encargaron de taponar el paso de cebra como un montón de ratones salidos de la nada. No tardé demasiado en encontrar visualmente una escuela pequeña y de aspecto humilde, lo que me recordó una vez más que no me encontraba en la parte más lujosa de la ciudad.
—Vaya, y hablando de historia... ¿Qué se enseña en las escuelas de Eops?
—Qué pregunta más estúpida... pues lo mismo que en arriba, matemáticas, química, física, música, lengua... Aunque volviendo a hablar de historia, hay alguna asignatura más que solo puedes encontrar en Eops, como por ejemplo, Historia Actual.
—¿Historia Actual? ¿Eso no es algo contradictorio?
—Sí, es una denominación creada con ese fin. Siempre se ha dicho que la población debe estudiar historia para conocer el pasado de su cultura y para no volver a cometer los mismos errores. Digamos que el nombre proviene del comportamiento de los países de la Superficie en la actualidad, y del que aprendemos poco a poco para no seguir sus mismos pasos y equivocaciones; y lo digo porque cometen muchas hoy en día. Ya ves... —Dirigió la mirada al cielo—. Cada vez hay más humanos y cada vez son menos humanos.
Desvié la vista, pensativo en su frase. Ella, por el contrario, continuó.
—Se les enseña a analizar lo que está pasando arriba en todo momento, a saber criticarlo. Por ejemplo, se les enseña a despreciar valores como el racismo, algo bastante común en la Superficie.
Gala se rascó la barbilla, mientras yo me giraba para mirarla ligeramente encendido.
—Entiendo que eso os ofenda, pero no puedes juzgar a toda la humanidad porque ciertas personas sean racistas.
—El tono de la piel es el motivo más despreciable para despreciar a un ser humano. Algunos se fundamentan echando la vista atrás... pero todas las personas fueron de color gris en el pasado, y cualquier imagen lo demuestra. No hay prueba más clara de ser iguales. Ni concepto más bello que ser distintos. —Gala pareció irritarse también—. La xenofobia es un tipo de pensamiento nacido en el seno de la mente humana. ¡Todos son culpables en conjunto de no querer ayudar a los que sienten la desigualdad en sus propias carnes! Si solo se tratara de «ciertas personas» el resto de humanos se habrían encargado de acallarlos y de erradicar ese despreciable virus que hace estrechar a las mentes.
Esperé a que el ambiente se calmara, algo abrumado. Parecían tomarse muy a pecho los errores humanos; en mi opinión deberían centrarse más en analizar los suyos.
—Algunos pueden creer que vuestra forma de desestimar a los de menor nivel es una variante más de racismo —dejé caer, sin descuidar sus expresiones.
—No te equivoques, cachorro. A diferencia del mundo humano, aquí los de menor nivel están ahí exclusivamente por sus méritos. Está en el derecho básico de todos el tener la posibilidad de ascender. Porque nosotros no vamos a regalar cargos a quien no se lo merece, pero sí vamos a dar a todos por igual la oportunidad de conseguirlos por sí mismos. Es un capitalismo impecable.
Chasqueé la lengua. No discrepaba con ello, pero me disgustaba la superioridad con la que trataban Eops respecto a la Superficie.
—A lo mejor todavía piensas como un maldito humano y crees que se pierde el tiempo enseñando a los niños Historia Actual... Pero debes saber que también tiene otras utilidades. Por ejemplo, no debes olvidar que los licántropos puros que han nacido aquí abajo y que nunca han visto la Superficie también deben aprender de dónde vienen sus antepasados y cómo viven ahora. Digamos que gracias a estas comparaciones vivimos en un mundo cada vez más perfecto...
Volvió a sonreír. Parecía querer provocarme.
—Pues yo creo que vuestra definición de perfección es distinta a la del resto del planeta —repliqué con ironía—. Nada es perfecto, simplemente os basáis en lo que vosotros creéis que es mejor subjetivamente.
—Uhm... Quizás sea así, pero... —Sonrió—. Una definición errónea se vuelve correcta en cuanto la mayoría de la gente la apoya.
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