26. Perdones y permisos
Hoy me duele la cabeza. Tanto que no me deja planear tranquila, ni pensar con claridad. Tanto que no puedo disfrutar de la euforia de que solo quedemos cinco en el torneo. Es que Silver no puede ganar. Ni la sanguijuela de Et'Reum, ni el creído de Sony, ni un niño como Shawn. Yo. Yo. Yo. El puesto de Líder es mío. Está hecho para mí.
Lo he estado pensando. Mucho. Sobre lo que hay entre Silver y yo, sobre nuestra relación. Creía que un día de estos me despertaría preguntándome qué diablos hago planeando su muerte, pero a medida que pasa el tiempo me voy dando cuenta de que esos pensamientos están perdidos en algún recóndito lugar de mi conciencia.
Y mírale a él. Pobre. Demacrado. Lloroso. Tenso y atento a cualquiera que se siente a un metro de él. Y sin embargo valiente, llegando hasta donde otros no han osado llegar jamás por un motivo tan puro. Realmente le admiro.
Oh, Dios mío. Mi pequeño Silver, cuánto le amo. Más que a nada en el mundo. Cómo me hace sentir cuando estoy a su lado. Ese calor fogoso que despierta en mí cuando me mira con sus ojos dorados, cuando me besaba.
Pero hace mucho que no me besa. Y nadie se imagina cómo lo echo de menos.
Siento que haría cualquier cosa por él.
Cualquier cosa menos dejarle vivir, claro.
Podría pasarme horas y horas contemplando al inseguro muchacho dando vueltas al café con su cucharilla, en aquella posición que le impedía ver que le estaba observando a través de la ventana.
Recuerdo que antes no le gustaba el café. Apenas hace un año, cuando Vika le trajo de entre los bosques verdes de Inglaterra, era uno de esos chicos que solamente bebía leche con cacao. Y ahora solo había que mirarle, aficionado por obligación al único líquido que podía ayudarle a descolocar sus horas de sueño para proporcionarle más seguridad. Y vaya ojeras que traía. Yo no sé qué habría acabado antes con él en caso de que el Div'Vulk durase un par de meses más, si un competidor enfrentándole o ese ritmo de vida que llevaba.
Finalmente entré en la cafetería, decidida a sentarme en una mesa aparte como había previsto pero terminando por quedarme parada frente al chico al que aún consideraba mi novio. Me miraba con postura tensa y ojos desconfiados, y aquello me resultó doloroso aunque no tuviera derecho a quejarme.
—Hola, Silver —acabé por decir. Como no recibí respuesta, decidí sentarme con él.
—¿Qué quieres? —preguntó crispado.
—Qué recibimiento más frívolo...
—Y puede serlo aún más.
Bajé la vista apenada ante su respuesta, aunque se notara claramente que en su interior se debatían emociones muy distintas. Agradecí la interrupción del camarero para pedirme un café.
—Tienes mala cara.
—¿De veras? —Pareció abandonar su expresión arisca por un momento—. Estoy intentando llevar esto con la mayor normalidad posible, pero lo cierto es que no termino de acostumbrarme a los periodistas llamando a mi puerta y a esta... rutina.
—Sí, esta rutina. —Lo comprendía. Lo cierto es que este año mi vida como participante era más placentera, pues mi nivel de peligrosidad era capaz de alejar a los rivales temporalmente sin necesidad de ser puesta a prueba, pero entendía el nivel de Silver porque yo había pasado por lo mismo en la edición anterior—. ¿Y cómo te encuentras?
—Mal. La presión es enorme. Vivo con angustia, duermo con angustia... No, miento, es que ni siquiera duermo por las noches. No puedo hacerlo sabiendo que ahí fuera hay gente planeando mi asesinato. Continuamente. Es... insoportable. Tener que vivir cada día tentando a la muerte, sin saber si ésta te daría la puñalada a la hora de comer o cuando vayas a acostarte. Tengo miedo de trazar un plan. Tengo miedo de que falle. Tengo miedo de avanzar en alguna dirección y equivocarme. No sé si con este torneo he ganado más de lo que he perdido, porque desde luego que ya no me queda nada de la confianza y la autoestima que tuve al venir a Eops por primera vez. Ha arruinado mi carácter, mi ilusión por empezar a cambiar de vida. El Div'Vulk es como una rueda gigante y letal que me obliga a rodar con ella, a mantener los ojos bien abiertos, a seguir matando gente aunque no lo quiera. Es como un caballo desbocado que me fuerza a continuar sentado en su silla aunque tire de las riendas continuamente... porque si pierdo el equilibrio sé que moriré en la caída. Si llego a saber que este torneo iba a ser tan duro jamás me habría inscrito. Y menos... si llego a saber que tú ibas a participar.
Bajé la cabeza, algo avergonzada y sin saber por qué. Yo igual que todos tenía derecho a participar donde quisiera, y bastante había hecho ya quedándome aquel día vigilando que Silver no se inscribiera. Todavía no sé cómo lo consiguió, y ahora por su culpa estaba metida en un dilema que sabía de antemano que me iba a perturbar, y más todavía cuando sabía qué decisión iba a acabar tomando.
—Pero bueno. Al menos sigo aquí, que no es poco. ¿Y tú cómo estás?
Aquello me pilló de improviso. Ese tono de tierna preocupación había sacado la pregunta de contexto completamente, y todo ello aunque Silver se esforzara por aparentar distanciamiento y frialdad. No pude evitar sonreír. Fingir que no le importaba lo que me pasara no se le daba del todo bien.
—Bueno... Protegiéndome las espaldas, aunque supongo que la seguridad de mi casa no tiene nada que ver con la de la tuya, y puedo descansar bien. Te invitaría a venir a dormir conmigo pero... no creo que quieras, dadas las circunstancias.
La incomodidad fue demasiado notable. Solo habíamos dormido juntos un par de veces después de ciertas noches de sudor y placer, pero probablemente no volviéramos a hacerlo más por culpa de un torneo que parecía inventado para consumirnos un poquito más cada vez. Un torneo que pintaba muy bien por separado, pero en el que juntos nos había destrozado la vida.
La escena no dejaba de ser tensa y extraña a la vez: mi rival y yo retomando una conversación tan cercana y cotidiana que casi reconfortaba, preguntando qué tal llevábamos nuestros problemas en vez de estar provocándonoslos.
—Sé que ya no vas a creerme cuando te lo diga pero... te quiero... —murmuré de repente, con tantos sentimientos subiendo por mi garganta que hicieron temblar mi voz.
—Ni siquiera entiendo cómo eres capaz de decirlo después de haber intentado matarme... —respondió Silver clavando sus preciosos ojos en los míos de forma acusadora, sin dejarme un lugar en el que esconderme de ellos. Para compensarlo, me vi impulsada a agarrar su mano dulcemente, acercándome a él.
—No puedo evitarlo Silver. Para mí el hacerte daño y el quererte no son opciones excluyentes. Sé que ahora mismo sueno como una esquizofrénica perturbada, y quizás lo sea, ¿sabes? Pero es que ni yo misma lo entiendo, nunca me había pasado algo así antes, porque nunca había sentido algo así antes. Por alguien. Por ti.
«No voy a llorar. No voy a llorar. No voy a llorar».
—Ojalá pudiera pasar el resto de mis días contigo.
Las lágrimas cayeron a borbotones por mis mejillas, de forma incontenible. Sin darme cuenta me vi apretando su mano llena de anillos con mi mano llena de anillos, acercando mis labios a los suyos con el frenético deseo de sentirle una vez más entre mis brazos. Y no solo pude palpar mi deseo, mi necesidad, sino también la suya.
—Silver. ¿Qué está haciendo ella aquí?
Nos separamos rápidamente ante la voz infantil y enormemente seria de Shawn, que se había plantado junto a su aliado de repente y me observaba con aquellos ojos gélidos tapados por el flequillo azul.
—Estábamos hablando... —murmuró Silver sorbiendo la nariz y limpiándose los ojos con la manga.
—Ajá. Espero que seas consciente del riesgo que tiene estar tan cerca de ella ahora mismo, sin llamarme ni tomar precaución alguna.
—Sí, sí.
Shawn vio que yo estaba ocupando la silla que iba a ser para él, y acercó una de otra mesa.
—Como sea. Tengo que contarte algo.
Hice ademán de marcharme cortésmente, pues probablemente se tratase de un tema de su alianza, pero el gesto del niño me dio a entender que podía quedarme también a escuchar.
—Sony ha sido descalificado.
La sorpresa golpeó fieramente a Silver, sin saber si alegrarse o echarse las manos a la cabeza por la noticia. Por una parte desaparecía un rival esencialmente importante contra el que enfrentarse, pero por otra desaparecía la opción de que pudiera matarme él para no incriminarse. Si Et'Reum no intervenía, la posibilidad de que ahora tuviéramos que pelear estaba presente, y eso le aterraba enormemente.
Por mi parte, la sorpresa no era menor. De hecho, tenía pensado retorcer su suave y hermoso cuello mientras disfrutaba del dolor provocado en esos ojos verdes. Había pocas cosas que deseara más.
—Pero ¿por qué?
—Pues al parecer logró encontrar a Evans. Ese tipo estaba en el hospital por haberse caído de un tejado, así que Sony utilizó las reglas que le daban ventaja en el Div' Vulk para llegar a su habitación y allí abrió fuego a discreción. A la regla de no atacar en el hospital se le sumó la de hacer daño a un civil no participante, así que Mask le ha echado fuera del Div' Vulk en cuanto ha escuchado la noticia. Encima debió herir de gravedad a un montón de enfermos aparte de su rival. Aún no sé cómo Evans consiguió escapar por sus propios medios.
—¿Escapó?
—Ajá. Y Sony estaba que echaba fuego por los ojos. Lo saben los pájaros.
—Dios... No me gustaría estar ahora mismo en su lugar... —Silver pareció interesarse de repente en el tema—. ¿Has dicho que Evans se cayó de un tejado?
—Sí, algo así me han contado. Por lo visto a ese tipo le gustaba pintar en lugares altos, así que se dedicaba a subirse a las casas para tener mejor vista para sus dibujos. De hecho, me he estado informando y al parecer ese tal Evans trabajaba en la Unidad de Espías bajo el seudónimo de Fox. Suena parecido a Fawkes, ¿verdad? Supongo que no es coincidencia... —Shawn se quedó pensativo—. Pero lo más interesante de todo es que ha podido mantener su identidad escondida gracias a un Talento muy raro que se llama el Talento del Artista, y que permite predecir ciertos hechos del futuro mediante los distintos campos del arte. Eso significa que nadie podía acusarle de ser Fawkes porque tenía un Talento distinto al de todo su clan... aunque por lo que he averiguado, también tiene el Talento de las Tormentas. ¿No es increíble?
A esas alturas Silver ya se encontraba paralizado, boquiabierto como si le acabaran de dar la mayor noticia de su vida. Sin saber cómo expresarse, comenzó a balbucear:
—Yo... El día en que Daiki murió me encontré a un tipo en mi tejado, que me dio un dibujo que... Espera. ¿Dices que puede predecir el futuro mediante el arte?
—Exacto. Vamos, que lo que pinta se hace realidad al cabo de un tiempo...
Silver se quedó en silencio, incapaz de explicar que podía haber adivinado la muerte de Daiki gracias al dibujo y así, haberla evitado. Aunque pensándolo mejor, quizás no fuera posible, pues entonces la predicción habría sido errónea.
—De cualquier manera... —empecé a decir—. Tenemos que centrarnos en quien queda actualmente vivo en el torneo. Somos nosotros tres, Et'Reum y el ganador de la edición anterior.
—Ya no hace falta que finjas. Sé que eres tú la ganadora de la edición anterior —replicó entonces Silver, con una voz apagada y una mirada que no supe identificar. Sentí cómo mi vista se endurecía al escucharle, soltando un atónito e inflamable:
—¿Qué?
—¿Crees que moriría sin saber sobre esa estúpida Ley de Origen? Sé que tú no eres la hija de Esquivel, sé que llegaste de Annelisse hace tres años y ganaste como premio el puesto en el que estás ahora.
—¿Quién te ha dicho eso? —indagué intentando mantener la calma, sintiendo cómo me hervía la sangre al pensar en la traidora de Galarie yéndose de la lengua. O quizás hubiera sido ZigZag. O quizás Sony.
Pero Silver se limitó a negar lentamente con la cabeza, obviando que no iba a darme la respuesta que quería.
—Eso no importa. Tan solo contéstame a una pregunta. —El chico se quedó pensativo, sintiendo que debía averiguar aquello para compensar a quien le había ayudado tantas veces en el torneo—. ¿Por qué encubriste a Evans hace tres años, cuando prometiste no hacerlo?
Entrecerré los ojos con un bufido, levantándome de la silla enérgicamente y sintiendo la furia quemando mis venas.
—¿Que un licántropo tenga dos Talentos por primera vez en la historia no te parece suficiente motivo para protegerlo? —espeté duramente.
Luego me di la vuelta y me marché para descargar mi rabia en algo. O mejor dicho en alguien.
◊ ◊
—¿Se nos acusa de algo? Porque aún no entiendo qué estamos haciendo aquí si no hay pruebas.
Galarie se cruzó de brazos para exhibir su mal humor, mientras Sony se sentaba en una silla y se servía un café de mi cafetera.
—Alguno de vosotros ha violado la Ley de Origen, y sabéis bien el castigo que hay para los que rompen las normas. —Cerré la puerta de la comisaría de un portazo, arrinconando a los individuos contra la pared del cuartel y sin ofrecerles ninguna silla para sentarse. No hacían falta ojos para darse cuenta de que mis intenciones no eran buenas.
—Oh... El cachorrito ya se enteró de quién es su novia realmente. Qué dramático —murmuró Sony tranquilamente, apoyado contra el muro mientras bebía un sorbo de la taza. Ni siquiera se inmutó cuando los orificios de la nariz se me dilataron por la ira.
—No sabes las ganas que tengo ahora mismo de matarte.
—Pues ponte a la cola —masculló el chico con suficiencia.
Inmóvil e inclinada sobre la mesa, dejé que mis uñas arañaran el mármol dolorosamente, único método capaz de calmarme en ese momento. Estaba convencida de que había sido Sony. O mejor aún, estaba esperando que cualquier prueba pudiera apuntarle ínfimamente para echarle las manos encima, fuera o no el culpable. Su actitud me estaba poniendo enferma.
—La verdadera belleza siempre es peligrosa... —susurró Ander a Tambourine, muy orgulloso de dedicarme su comentario hasta que mis ojos le helaron la sangre.
—¿Puedo irme ya? Me están esperando en la academia y...
—No. —Mi tono de voz fue suficiente para acallar a ZigZag.
—Deja irse al chico, Misha. Él no tiene la culpa de que Silver se enterase de algo tan obvio —replicó Vika cautelosamente.
—¡Fuera obvio o no, Silver era el único que confiaba en mí y en todo lo que le dijera! ¡No tenéis ni idea de la relación que estáis rompiendo con vuestra asquerosa obsesión con la verdad! —grité con tono intimidante.
Ni siquiera sé cómo Alabastro se atrevió a responder:
—¿Y no crees que vuestra relación se está rompiendo por cierto torneo en el que ambos estáis metidos y que no tiene nada que ver con nosotros?
—¡Eso no es asunto tuyo, Alabastro! ¡Cierra ese hocico si no quieres que te lo corte!
—A ver, a ver... Creo que nos estamos poniendo todos muy nerviosos por algo que aunque sea lógico, no se puede demostrar —intervino Tambourine antes de que Ander pudiera hablar.
—Claro que no se puede demostrar. Y que yo esté aquí me parece lo más absurdo e indignante que podías haberme ordenado, Misha. Sabes que yo, como moderador del Div'Vulk, jamás desvelaría datos sobre los competidores —farfulló Mask con voz cansada, hecho un ovillo de pelos en la esquina de la cámara.
—¡Callaros de una puta vez! ¡De aquí no va a salir nadie hasta que el culpable no aparezca! —aullé mientras la cólera hacía estallar el pelaje lobuno en mi cuerpo—. Ha sido uno de vosotros, así que el resto no tenéis nada que temer mientras me digáis el nombre que busco.
Pero los presentes se limitaron a quedarse callados, sin intención de confesar quién había sido ni de acusar a nadie. Tras unos cuantos segundos de violento silencio, mi impotencia salió al exterior por medio de un aterrador rugido.
—Puedes ponerte como quieras, pero no puedes retenernos aquí sin saber a ciencia cierta quién ha sido. No tienes ninguna prueba o testigo para culpar a nadie. Ni siquiera puedes demostrar que se haya enterado por alguien en específico y no por un rumor —replicó Gala cogiendo sus cosas para marcharse.
—Da un paso más y te arranco la cabeza en este instante, Galarie —escupí fieramente, provocando el retroceso de la chica.
—No creo que Esquivel esté de acuerdo con estos métodos si supiera que...
—¡Sony! ¡Sony! ¡Sony!
Una nueva voz sonó en uno de los laterales, rasposa, aflautada y con claros síntomas de esfuerzo. Allí, en la repisa de la ventana con dos rejas, no había hablado un lobo. Ni siquiera una persona.
Había hablado un pájaro blanco de aspecto ligeramente achacoso.
—¡Sony! ¡Sony! —repetía el pájaro sin cesar, erizando las plumas de su cabeza y clavando sus ojos negros en mí y en el muchacho alternativamente. El cual, además, permanecía mudo y desconcertado.
—¿Es una paloma? —indagó Ander.
—Es una cacatúa —corrigió Alabastro, aunque igual de sorprendido.
—¡Sony! ¡Sony! ¡Sony!
—Echadle de aquí. Me está molestando —espetó el de ojos verdes rápidamente, reconociendo al ave con solo mirarla.
—Es Aquila. El pájaro de Némesis... —replicó ZigZag entonces, despejando nuestras dudas.
Ander se acercó a la ventana con intención de espantarlo, antes de que fuera detenido por un autoritario «Espera» de mi boca. Lentamente caminé hacia el pájaro, mirando fijamente aquellos orbes negros que parecían fingir ordinariez al girar la cabeza de esa manera tan suya que tienen los pájaros, espasmódicamente, pero que en su caso estaban teñidos por un brillo de algo que parecía ser... ¿maldad? ¿Venganza? Sony también lo pareció notarlo.
—¿Quién rompió la Ley de Origen? —le pregunté directamente a Aquila, ignorando los comentarios de incredulidad de los reunidos.
—Sony —repitió el pájaro. Esta vez más lento. Mucho más marcado—. Sony.
—¡Se acabó! Sacad a ese estúpido animal de aquí —se impacientó el aludido.
Pero yo solo tenía ojos para Aquila, desvelando aquellos pequeños rastros de inteligencia que se escondían en el comportamiento corriente del ave, y el resto no se atrevía a dar un paso sin mi consentimiento.
—¿Estuviste escuchando la conversación entre Sony y Silver? —le pregunté.
—Sony. —Aquila pasó a mirar al muchacho al que nombraba, con unos ojos que a mí me parecieron llenos de rencor. Quizás todo estaba siendo fruto de mi mente, pero no era difícil llegar a la conclusión de que quizás una cambiaformas como Némesis tuviera una mascota fuera de lo común, una mascota especialmente inteligente con quien compartir lazos.
—¿En serio vas a fiarte de lo que diga un estúpido pájaro? Por favor... Pero si solo sabe decir mi nombre —gruñó el chico al verse acorralado por mi cuerpo repentinamente.
—¿Y eso no es sospechoso? ¿Qué diga el tuyo precisamente? Me parece que alguien aquí te tiene un poquito de aborrecimiento, querido Sony. Pensándolo bien y en vista de que no puede vengarse de Silver y Shawn, que son los que mataron a su adorada Némesis... no es tan raro que la pobre ave te acuse después de saber que fuiste tú quien ideó la manera de matarla.
Mis quijadas se cerraron en su chaleco y lo alzaron sin esfuerzo, haciendo chocar su cuerpo contra la pared como si de un saco de arena se tratase.
—¡Sanguijuela asquerosa! —grité al chico que ahora se encogía en el suelo—. ¡Tú se lo has contado a Silver! ¡Esta vez has llegado demasiado lejos!
Sony tuvo que apoyarse en el muro para poder levantarse, agarrándose el hombro que parecía dislocado con un resoplido de dolor. Lejos de detenerme, agarré su pierna con los dientes y lo lancé hacia el escritorio con tal fuerza que las patas de la mesa cedieron y se desplomaron al suelo con el chico, los papeles y todo. ZigZag retrocedió del susto, ocasionando la estupefacción de todos los presentes.
—No deberías hacerme daño... —se aventuró a decir Sony, irguiendo la cabeza con esfuerzo y limpiándose con la manga el hilo de sangre que salía de su ceja—. Ahora soy un civil inocente, y tú sigues estando en el torneo, ¿recuerdas?
—No te haces idea de lo ridículamente poco que me importa ahora el torneo. Yo soy Misha. Yo soy la hija del Líder, y pronto seré la Líder misma. Y yo tomo la justicia por mi mano, cómo y cuando quiero.
Como queriendo reafirmar mis palabras, tomé mi forma humana para asestarle un puñetazo, descargando toda la ira y la tensión que había ido tragando durante estos últimos días. Sony intentó frenarlo, pero acabó deteniendo el golpe con el pecho de tal manera que se obligó a encorvarse para que sus pulmones pudieran resistir la salida de aire. Parpadeando para que no se le escaparan las lágrimas por el rabillo del ojo, tomó su forma lobuna y me sujetó del brazo con sus mandíbulas, al tiempo que hacía un enorme esfuerzo por empujar mi cuerpo violentamente contra la pared y estrellarme gracias al impulso de su costado.
Pronto intervino Gala para sujetar al lobo de las orejas, que parecía haber recobrado su energía y estaba dispuesto disparar un buen bocado hacia mi cara. Arrastrándolo a duras penas y con la ayuda de Vika, quedó finalmente inmovilizado en el suelo mientras Alabastro me ayudaba a incorporarme.
—Tú... no tenías nada que ver con Silver... —espeté dificultosamente, con la mirada asesina clavada en el lobo azabache—. ¿Por qué lo has hecho?
—Mejor pedir perdón que pedir permiso —masculló, con una osada sonrisa que me hizo arder interiormente.
—Misha... —Ander me detuvo del brazo cuando pretendí avanzar—. Es mejor que lo dejes. Si le pasa algo, la gente comenzará a hacer preguntas y...
—Mejor. Que hablen. Que vean lo que les ocurre a los infelices que desobedecen mis leyes. Y aunque lo dejara ir ahora, no creo que durara mucho tiempo ahí fuera —respondí maliciosamente, mirando con desprecio al lobo que acababa de liberarse y era custodiado por ambas hermanas.
—¿Vas a mandar a tus ratitas a por mí? Adelante. Yo soy la rata más grande.
La mirada desafiante del lobo me hizo reaccionar de manera fría y calculadora, dirigiéndome a todos los presentes de la habitación y exclamando con voz alta y clara:
—Prendedle. En el nombre de Gau Begiak, y por el poder que Esquivel me ha concedido a mí, Misha Záitsev, os ordeno que apreséis a Sony Fawkes y lo condeno a morir, por desafío a la autoridad y violación del código jurídico.
Los licántropos se quedaron en silencio. Inmóviles. Mirándose los unos a los otros.
Tras varios largos segundos en los que nadie reaccionó, comprendí que no pensaban hacerlo.
Entonces Sony me dedicó una cínica sonrisa y se marchó.
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