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21. Lazos estrechos

No es otra reunión normal y corriente de la Primera Alianza, hoy estamos todos aquí con otro propósito a parte de planear. Sony se ha mostrado bastante confiado y afable a la hora de proponer una cacería amistosa, pero él no haría nada sin que tuviera sus intereses detrás, y creo que esto de amistoso no tiene nada.

Miro de reojo a Et'Reum, el único que queda aparte de Sony y de mí. No tiene cara de duda o desconfianza, pero estoy segura que esa sonrisa no es más que una simple fachada para un interior ordenado de forma calculada.

Sé que ninguno se fía de ninguno, pero mira, hoy vamos a tener que hacer un pequeño esfuerzo por ser los mejores actores de esta obra.

—Lo sé, lo sé... La muerte de Anouk ha sido una gran pérdida para la Primera Alianza; todos esperábamos una mayor participación por su parte. Creo que habrá que cuidarse de ese copiador de Talentos, aunque conociéndole, dudo que se acerque a colaborar con nosotros pudiendo elegir a los que quedan de la Segunda.

Una vez espantados todos aquellos curiosos que esperaban a la puerta del hotel de la Primera Alianza, habíamos elegido para nuestra cacería uno de los parajes más alejados y muertos de La Ciudad Que Nunca Duerme: los Campos del Anzuelo. Era un terreno seco y tan falto de ciudadanos como de presas grandes, con árboles numerosos pero raquíticos, y suelo a base de matorral.

—¿Por qué crees eso, Sony? —preguntó el competidor pakistaní.

—Para empezar, porque el otro día aniquiló a una de nuestras mejores miembros, y para continuar, porque hoy le he visto hablando a solas con el chico egipcio, criticando nuestra metodología de actuación.

—¿Crees que se ha unido a la Segunda?

—Arakim parecía estar de acuerdo con él, pero por la carita que estaba poniendo dudo mucho que le acepten como a uno más. —Sony sonrió malicioso.

—Explícate —exigí.

—Mira, Jaden, me resulta especialmente fácil distinguir a los que dicen una cosa y piensan otra... Además, pondría la mano en el fuego por asegurar que también fue Arakim quien decapitó a Dominique en su propia casa.

—Podría haber sido Némesis, que no está aliada con nadie, o Shawn, o cualquiera de los pocos anónimos que aún queden en pie. No hay pruebas de que...

—Ah... Dominique —interrumpí, respirando hondo—. Teníais que haber visto la cara de su Líder cuando al despertar se encontró toda la casa llena de sangre y vísceras, y su cuerpo colgando de una cuerda en la barandilla de su casa flotante. Pobre aliada. Y ni rastro de esa cabecita de tan hermosa melena.

—Asesinada como un cerdo —se burló Et'Reum provocando nuestras sonrisas—. Pero por alguna razón Rosseaum y su ayudante Gravelle nos culpan de su muerte, como si tuviéramos un contrato firmado para proteger a todos los miembros de la Alianza. No sabía que fuera necesario un guardaespaldas para custodiarla... Psché. Desde el primer momento acordamos que cada uno se organizaba sus propias vigías nocturnas.

Con el sol pegando fuerte sobre nuestras cabezas y el polvo levantándose a cada pisada que dábamos, Et'Reum se encontraba tan cómodo como un pez en el agua, pero por primera vez todos agradecimos ser los únicos divisables en un kilómetro a la redonda.

—No entiendo cómo ningún ciudadano pudo ver a su agresor; el goteo de la sangre ha manchado toda la calle hasta la alcantarilla. Porque el megáfono tampoco nombró a ningún ganador, ¿cierto?

—Así es. Solo Arakim podría hacer algo como eso, estoy seguro —repitió el pelinegro con expresión aburrida—. Pero sea como sea, el número de participantes vivos del Div' Vulk está empezando a indicar que estamos en el momento más interesante... y bueno, había pensado que una cacería grupal sería perfecta para estrechar lazos.

—¿Estrechar lazos? ¿Pretendes que este sea el inicio de una hermosa y duradera amistad? —farfullé irónicamente.

—Estrechar lazos para evitar las traiciones, querida Jaden —corrigió Sony con voz lenta y significativa.

—Bueno... ¿y qué tenéis en contra de las amistades efímeras? Amigos y rivales, suena bien—intervino Et'Reum con voz enérgica y cálida—. Mientras ninguno de nosotros sea tan perro de atacar por la espalda a un compañero, podemos juntarnos con tranquilidad hasta que nos vaya llegando el final.

—Las amistades requieren confianza —murmuró el pelinegro con seriedad—. Dudo que alguien sea tan estúpido como para confiar en mí, y dudo que yo sea tan sentimental como para llegar a confiar en alguien.

—A ti lo que te pasa es que eres más amargo que un yogur de mostaza. Aunque creo que deberíamos dejarnos de cháchara e ir eligiendo presa antes de que nos quedemos sin ninguna... —El competidor señaló un par de liebres que correteaban de acá para allá, perseguidas por algún coyote que no tenía dónde que esconderse de nuestras miradas. Et'Reum tenía razón. La poca fauna corredora que había por aquí solo dificultaba las elecciones de cada uno, haciéndola más interesante.

Sin que Et'Reum ni yo tuviéramos forma de reaccionar, Sony tomó su imponente forma lobuna y se lanzó al galope detrás de la primera liebre que se cruzó en su camino, adelantando al animal de tiernas patitas y derrumbándola contra el suelo en plena carrera gracias a su mordida. Enseguida alzó la cabeza relamiéndose el hocico y buscando otra presa en el horizonte. La sonrisa vino a mis labios vagamente, poniendo en mi punto de mira uno de los pocos coyotes que había en la zona y dejando el restante para Et'Reum. El lobo azabache, por el contrario, se unió a mi búsqueda al no visualizar más presas grandes cerca, acompañándome en el galope pero con la clara intención de competir por mi víctima.

Et'Reum era un hombre musculoso y atractivo a todas luces, con aires de magnate, más acorde con mi edad y con una barba recortada que acompañaba a su pelo liso hasta los hombros y a su piel tostada por el sol, pero cada vez que Sony pasaba a mi lado era capaz de sacarme poses y miradas que ningún otro competidor había logrado hasta ese momento. Ahora mismo cambiaría con los ojos cerrados a cualquier hombre bien dotado y agradable por un chico tan oscuro y frío como él, al que era capaz de sacar diez años de experiencia y un par de cabezas.

—Yo que tú me buscaría otra presa... —se burló el lobo que corría a mi lado, dedicándome una sonrisa tan poco común en él que me hizo desviarme de la ruta ligeramente. Me pregunté si esas eran sus intenciones.

A pesar de su juventud, Sony tenía todo lo que un hombre culto e inteligente podía tener, y era completamente incapaz de irse de la lengua o de meter la pata en cuanto a peleas se trataba. Eso no dejaba de perjudicarme y excitarme a la vez, y más cuando no dejaba de restregarme aquellos ojos verdes y altivos, o quizás aquel cuerpo estilizado y elegante como el de un rey. No sabía cuál de sus formas me perdía más, si el animal o el humano.

—Sony... ¿Me estás llevando lejos de Et'Reum? —me decidí a preguntar. Dejando a un lado todo atractivo físico, debía cuidarme estrictamente de una mente tan calculadora como la del muchacho, y quedarme a solas con él solo le hacía más peligroso, a pesar de mi agrado. No se me había pasado el hecho de que el chico corría a bastante distancia de mí, con el obvio objetivo de cerrar el flanco y dirigir al coyote en vez de perseguirlo. Y el competidor pakistaní no cesaba de hacerse más y más pequeño en la distancia.

Sin darle tiempo a responder, el lobo azabache se detuvo con un torpe tropezón, frenando con sus patas delanteras y dibujando una mueca de dolor al poner una de las traseras en el aire.

—¿Estás bien? —exclamé desde la distancia, algo sorprendida por su estúpido fallo cuando estábamos a punto de alcanzar al coyote.

—Sí... Sí... Creo que solo me he torcido el... —Sony se calló y agachó las orejas con un gruñido de dolor—. No pasa nada. Continúa sin mí o Et'Reum se burlará de nosotros por no haber cazado nada.

—No me importa de quién se burle ese tío... —farfullé acercándome a él para husmearle. Buscando una manera de prestarle ayuda sin exponerme al peligro de tenerle cerca, hundí la cabeza bajo su tripa para ponerle en pie cautelosamente.

—Vamos a perder la presa... —se apenó el lobo metiendo el rabo entre las patas en actitud decepcionada. A estas alturas, el coyote ya había desaparecido detrás de una masa de matorrales altos—. ¿Podrías terminar de matarlo por mí? Aunque sea usando tu magnífico Don...

La cara de admiración y ruego del muchacho me parecieron excesivamente falsos y no sabía por qué, seguramente a causa de la improbabilidad de que alguien como Sony actuara así sinceramente, pero como sus palabras sonaron tan convincentes y cálidas, busqué al coyote con la mirada con la esperanza de complacer a quien me hacía sentirme tan atrevida como mujer.

—Ni con mi Talento podremos. Creo que nos vamos a quedar sin presa.

—¿Por qué? No ha tenido tiempo de alejarse mucho...

—Ya, pero ha desaparecido de mi vista... y no tengo ganas de ir tras él estando tú aquí herido y el otro por allá persiguiendo las liebres.

—Bueno...

Sony suspiró pesarosamente y se dio la vuelta para emprender el largo camino hacia Et'Reum. Para mi sorpresa, el chico volvía a poseer esos andares ligeros y gráciles, sin signo alguno de cojera o torpeza.

—¿Necesitas ayuda? —pregunté extrañada.

—No.

◊ ◊

La muchedumbre se había congregado acaloradamente alrededor de dos participantes muy aclamados últimamente, pero todos parecían mantener el respeto hacia los luchadores y la distancia para no ser dañados. Exceptuando la insistencia de algunos periodistas, se mantenía la calma de la población en todo momento gracias a la presencia de inhibidores cada diez metros. Las calles circundantes se habían colapsado muchos metros antes de llegar a la zona donde iba a tener lugar el duelo: una plaza gigantesca llena de fuentes, situada a los pies de los rascacielos y a la que los ciudadanos llamaban la Plaza de la Discordia. Nunca hubo mejor nombre para un lugar donde iban a pelear Brunn y Arakim, quienes no solo se iban a tener que enfrentar al filo de sus garras, sino también al de sus miradas.

Seis días atrás la prensa había pillado a ambos competidores manteniendo una conversación desprovista de enemistad y rivalidad, y algunos empezaron a pensar que entre ellos se acababa de formar una estrecha relación de colaboración en la que incluso Brunn había confiado. Lejos de la realidad, el competidor egipcio se había marchado con buena actitud pero sin dar una respuesta concluyente, y por lo visto había meditado con su almohada —o con su restante aliado— que la mejor manera de beneficiarse era acabar con el alemán ahora que tenía oportunidad y negar la posibilidad de una traición cuando menos se lo esperaba. Y por la expresión que tenía Brunn, no parecía ser la respuesta que había deseado.

—Hace un par de siglos mentales que no vengo por aquí. Recordaba la plaza más soleada, pero por lo demás no ha cambiado mucho... —murmuró el pelirrojo con actitud despreocupada y distraída.

Las primeras filas de espectadores estaban ocupadas por el resto de competidores vivos, por la familia de Esquivel y por todos los Líderes y sus segundos al mando, a los cuales habían despertado de la siesta para acudir a un espectáculo en el que se habían jugado cantidades muy grandes en apuestas. También había un lugar especial para los familiares y amigos de ambos competidores, que para Brunn significaban un par de alemanes de rostro frío y cortés, y para Arakim significaban una larga hilera de mujeres de varias nacionalidades.

—¿Seguro que quieres luchar aquí? —preguntó Brunn todavía sorprendido. El último lugar que elegiría para vencer a un copiador de Talentos sería una plaza llena de licántropos. El buffet estaba servido.

—No necesito ningún lugar especial para ganarte —masculló el egipcio con altanería. Sabía que actualmente él era el favorito a causa su gran carisma y popularidad, incluyendo un Talento muy rico y poco común que había entrenado con ahínco desde los cinco años: el Talento del Desierto. Por estos y otros motivos, Arakim poseía muchos clubs de fans que Brunn había desdeñado por querer pasar desapercibido, y lo último que el alemán había deseado era estar hoy aquí entre tanta gente.

—¡Derrota del participante Jairo Nabhiraj, usuario de Roca y proveniente de Adhara, competidor número veintiséis!

La repentina intervención del megáfono consiguió acallar el bullicio durante un momento, dejando la plaza en completo silencio antes de que los comentarios comenzaran a aflorar entre la gente.

—¿Otro competidor muerto? Le habrá encontrado alguien.

—¿Quién era ese tipo?

—Tiene el mismo apellido que la chica que apareció muerta en el bosque hace un par de semanas... Naira, creo que se llamaba. ¿Podría ser su hermano?

—Alguien ha debido encontrarle muerto en algún sitio, porque el megáfono tampoco ha revelado quién era el agresor. Debe haber algún competidor por ahí que se dedica a repartir cadáveres de anónimos distraídos.

—Qué cruel... ¿Quién ha podido ser? ¿Alguien de las alianzas?

Entrecerré los ojos pensativamente, situada entre Sony y el competidor de Aquinate. Los tres parecíamos estar haciendo lo mismo: buscar en nuestra mente al competidor que pudiera ser el causante. Eso no quería decir que alguno de nosotros no lo hubiera hecho, pero lo más sencillo hubiera sido consultarlo con el resto porque toda la alianza estaría de acuerdo con sus muertes y le prestaría su ayuda. Eso llevaba a pensar en el resto de competidores, aunque quizás no se tratara de alguien muy fuerte si solo se había dedicado a eliminar anónimos solitarios. A no ser que el asesino de Dominique fuera también...

—Arakim, tengo que preguntarte algo —alcé la voz para hacerme oír entre el gentío, pero por suerte el pelirrojo estaba situado cerca de nosotros.

—Dime, Jaden, preciosa.

—¿Tú mataste a Dominique sin que nadie se diera cuenta?

Todos prestaron atención.

—Bueno, cariño, confesar no me hará daño ahora que mi coartada está silenciada. —Alzó las palmas—. Yo me colé en casa de Rosseaum y asesiné a Dominique, es cierto, y además fue gracias a la vigilancia y colaboración de Anouk.

—¿Anouk? —Apreté los dientes—. Anouk era de nuestra alianza; era compañera de Dominique.

—Ya, bueno. Resulta que teníais a una compañera poderosa pero sin una neurona en su cerebro. Mira, querida, era solo una niña, y los niños son fáciles de convencer. Su demonio solo quería sangre y yo se la di. —Arakim ladeó la cabeza—. Así que por si tenías alguna duda, no soy yo quien está dejando fiambres por ahí. No es mi estilo.

Solté un bufido y me giré para mirar a mis aliados. Por la misma regla que la nuestra, de Daiki tampoco podía tratarse por ser compañero del egipcio, y no creía que Silver y Shawn fueran capaces de hacer algo con tanta profesionalidad. Et'Reum miró de reojo a Némesis, situada a dos palmos más lejos y entretenida, curiosamente, en observar todo lo que estaba aconteciendo en la plaza. Y eso que no estaba aconteciendo nada; Arakim parecía estar esperando a que el lugar se llenase de espectadores para comenzar, mientras jugueteaba con su alacrán entre los dedos.

—No sé por qué creo que estás relacionada con esto.

—Yo tampoco sé por qué crees que estoy relacionada con esto —contestó tranquilamente la mujer de ojos vendados, escuchando mis palabras a pesar de haberlas dicho en bajo.

Finalmente, el público dejó de lado los comentarios sobre la muerte del anónimo y aclamó a Arakim con fervor cuando dio un par de pasos hacia el alemán. Su Líder y entrenador, Antravick, le miraba con visible orgullo.

—Vaya, vaya... —pronunció cuando se hizo el silencio—. De todos los competidores contra los que me pensaba enfrentar, nunca pensé que habría alguien tan rastrero como un imitador, un tipo que basa su existencia en los logros de los demás.

—Ahórrate las palabras —espetó Brunn con voz potente. Su rostro maquillado y ahora bien visible por cualquier cámara estaba dando de qué hablar entre los curiosos, pero su Líder, Kaiser, se mantenía serio y seguro de su competidor—. Todo el mundo insiste en que se debo ser como soy. Tener personalidad. He oído todo tipo de críticas a mi Don, en su mayoría malas. ¿Y qué pasa si no me gusta cómo soy? ¿Y qué pasa si por mí mismo no soy nada? ¿Acaso no es más interesante ir cambiando de perfil, de manera de vivir? La variabilidad también define mi carácter, por si no os habéis dado cuenta, y la evolución es una manera de ser tan respetable como la de aquel que se mantiene fiel a sí mismo durante mucho tiempo. Puedes decir lo que quieras, muchacho, o también puedes dejarte de palabrería y enseñarme si ese Talento tuyo se merece la mitad de la fama que le persigue.

Arakim resopló ante sus palabras, respondiendo a su desafío sacando pecho orgullosamente y alzando sus manos para concentrar su energía.

El suelo se retorció estruendosamente para escupir ingentes cantidades de arena, que cubrieron el suelo de la plaza hasta borrar todo rastro de urbanismo sobre él. Se había formado un pequeño desierto de arena fina que solo había respetado las bases de los rascacielos, y la temperatura proveniente del sol aumentó como si Arakim hubiera dado una vuelta más a la rueda del horno. Solo los abanderados de la ciudad de Voleus venían preparados para soportar semejante calor repentino, y los espectadores recurrieron a abanicos y a Talentos más fríos para mantener la temperatura normal.

Lo que Brunn no se esperaba es que aquellas arenas no eran más que un hervidero para las creaciones que Arakim podía llegar a manejar.

—Ponte cómodo. —El pelirrojo sonrió.

La arena se abrió a espaldas del alemán para desenterrar lo que parecía ser un sarcófago.

Todo ocurrió muy deprisa. El sarcófago abrió su tapa y se inclinó sobre él en cuanto tuvo ocasión, invitándole a entrar violentamente para encerrarle en su interior. La fina tapa tallada con motivos dorados resistió las patadas y puñetazos que lanzaba Brunn desde dentro, teniendo el detalle de permitirle ver el exterior a través de unos agujeros cuidadosamente forjados en los ojos del faraón esculpido.

—La fama se me queda corta, rival mío... ¿Quieres saber por qué me llaman el Escorpión de Guiza? —preguntó el egipcio con una pequeña sonrisa cargada de malas intenciones. Las arenas se abrieron colosalmente en distintos puntos, soportando los temblores con facilidad y abriendo paso a unos bultos gigantescos que empezaron a tomar su forma entre una nube de polvo. Haciendo gala de una coraza dura como una roca, un par de escorpiones de varios metros de grosor alzaron el aguijón por encima de sus cabezas y chasquearon las pinzas delante de sus ojos. Brunn se empequeñeció gracias a la estampa de aquellos animales como dos elefantes de alto, que rápidamente fueron seguidos por la aparición de una serpiente de colores pardos y que podría superar a los rascacielos si se levantaba por completo. Como si su presencia no fuera ya lo suficientemente impactante, el reptil desenterró el final de su cuerpo para batir un cascabel del tamaño de un autobús, cuyo sonido hizo vibrar los edificios de tal manera que los más endebles cayeron al suelo.

—¿No es hermoso? ¿Un Talento digno de adorar? —exclamó el pelirrojo entre el estruendo y los aplausos de los espectadores, que habían tenido que abrir más el círculo. Disconforme todavía con los ojos de estupefacción de Brunn, Arakim se concentró en la energía fluyendo de sus manos para intercambiar las dunas del desierto artificial por una oleada de brillantes escarabajos exactamente iguales al que tenía colgado de pendiente. Aunque eran miserablemente pequeños, su gran número los convertía en una marabunta implacable y probablemente capaz de destrozar cualquier cuerpo en cuanto les dieran la orden de partida.

Todavía insatisfecho con su gran capacidad de actuación, Arakim utilizó su Talento para movilizar unos cuantos subordinados más dentro de las arenas: el terreno que separaba a ambos competidores fue sembrado rápidamente por los brazos corrompidos de seres que algún día habían sido humanos y que ahora emergían con la apariencia de momias, arrastrándose torpemente hacia el sarcófago y perdiendo algunos miembros por el camino.

—Adelante, copiador. ¿Qué sabes hacer tú?

Brunn echó un vistazo a los escorpiones y a la serpiente entretenida en sacar la lengua una y otra vez mediante siseos.

No debía perder los nervios, no era la primera vez que peleaba y ganaba contra un rival que podía controlar grandes bestias. Estas carecían de inteligencia y estrategia aparte de la orden ciega de perseguirle, por lo que podía utilizar ese punto débil si tenía los medios adecuados. El problema era que había pocos Talentos a su alcance que tuvieran mayor poder que el pelirrojo, y los que quizás pudieran vencerle pertenecían a desconocidos o eran demasiado complicados de manejar por primera vez. Tenía que pensar con claridad, pero la movilidad no le permitía mucho más que patear y arañar la tapa sin resultado. Ni siquiera la forma de lobo podía hacerla estallar.

Alertado por un Arakim que había comenzado a acercarse, Brunn se apresuró a copiar el primer Talento que encontró cuyo funcionamiento conocía y podía igualar al de su rival: el de su rival.

Invadido por un poder nuevamente ajeno e inexperto, el alemán fue capaz de crear dos escorpiones y una serpiente idéntica al del contrario, aunque le costó un poco más traer al ejército de momias y lo hizo en menor medida.

Aquello hizo sonreír al pelirrojo.

—Esto va a ser estúpidamente fácil. Un imitador nunca podrá superar al original.

Brunn tuvo que alzar la voz para hacerse oír desde su prisión.

—Bueno... No deberías despreciar a un rival. ¿No ves las películas? Siempre vencerá el que es infravalorado durante la pelea.

—Esto no es una película —murmuró Arakim con lentitud, conteniendo la respiración del público hasta que dio la orden de avance a su ejército.

Brunn se vio obligado a esperar impasible en el sarcófago mientras contemplaba a las momias avanzar incansables hacia su posición, seguidas por los pasos agigantados de los escorpiones y la serpiente que dejaba un gran surco en su camino. Los primeros que iban a llegar hasta él serían los escarabajos, que habían adelantado a las momias con gran rapidez y apenas restaban unas decenas de metros del sarcófago.

Con la idea de proteger a su nuevo amo, las bestias de Brunn se adelantaron, barrieron a los escarabajos levantando una nube de polvo y encararon a sus iguales con la determinación de un titán, pero fueron rápidamente desechados por unos congéneres más experimentados y leales. Los espectadores intentaron captar las imágenes de un escorpión atravesado por el aguijón del otro, una serpiente partida por la mitad o el retorno de la ola de escarabajos entre las dunas, pero tuvieron que conformarse con una visibilidad dorada y áspera que se negaba a disiparse.

Superados todos los obstáculos, el ejército prosiguió su camino al compás de los pasos de Arakim y limpiando el terreno de enemigos, llegando a rodear al sarcófago mientras el pelirrojo transformado el lobo eliminaba los metros que le separaban de su rival. Todo en él eran sonrisas de galantería.

«¡No queda tiempo!»

Brunn apenas pudo mantener la compostura cuando la tapa se abrió sin que nadie la tocara y le mostró la visión de todos sus subordinados muertos o agonizando en la arena, sin haber logrado causar ningún daño a un ejército que permanecía su alrededor y a la espera de ser ejecutado por el lobo de pelaje rojizo que avanzaba hacia él con expresión de asesino.

«Busca. ¡Ahora!»

El competidor acorralado se dispuso a hacer lo mejor que sabía hacer: copiar. Su mirada recorrió las filas de espectadores que tenía a su alcance con gran rapidez sin encontrar a nadie lo suficientemente efectivo como para salvarle en el último momento.

Arakim no esperó más y saltó hacia el alemán dirigiendo sus fauces al rostro, emitiendo un aullido que heló la sangre a todos.

Y por primera vez noté unos ojos distintos sobre mí, unos que entraron en mi interior y extrajeron parte de lo que allí había. Tenía la sensación de haber sido usurpada, de haber sido víctima del robo de mi propia receta secreta.

Por primera vez me vi confundida y desubicada por completo. Y para cuando miré, el lobo pelirrojo había estallado en mil pedacitos.

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