Especial 5: Hermanos repetidos - parte 2
Rigel
Cuando vi a Adara, me había agradado bastante, pero cuando veía a Ursa, seguía teniendo esa rara sensación cálida en el pecho.
Verla tranquila me llenaba de paz. Verla triste... me había dolido también.
Aun así, tenía muy en claro cuál eran mis funciones en el pueblo y con mi familia. Eso incluía a mi futura familia, Adara. De todas formas, aparte de seguir disfrutando de mi tiempo libre sin tener esas responsabilidades, no evitaba que me preocupara de que Ursa quedara bien, con un compañero honorable.
Sirio estaba bien, pero él se unió a una humana. No conté con que Marien me agradaría. Yo apreciaba y respetaba a Sirio, y por eso tal vez Deneb y yo aceptamos la presencia de ella a nuestro alrededor tan rápido y fácil. Además, ella era muy dulce.
No solo eso. La introducción de humanos a nuestro entorno fue de lo más divertido.
Deneb y yo nos encontramos muriendo de ganas por conocer todo lo posible sobre ellos, y Max nos ayudó bastante con eso.
También Marien, dejándonos visitarla todo lo que quisiéramos.
—Rigel, ven a ver esto —me llamó mi hermano, con diversión.
Fui a donde estaba. El baño. Revisaba un rollo extraño de papel muy fino.
—Wow —Reí—. ¿Qué es esto?
—¿Crees que lo usen para cubrir el inodoro o usarlo como toalla luego de lavarse?
Tiró del extremo y este se empezó a desenrollar. Reímos entre dientes y lo ayudé a seguir tirando, desenrollando, y enrollándolo en mis brazos.
—¡Es tan fino y suave!
Empezamos a desenrollar más rápido mientras seguíamos riendo.
—¡Y no tiene fin!
Bueno, sí tenía fin.
Salimos a ver a Marien con el papel en brazos, hecho una "nube". Ella, que estaba preparando leche, que había conseguido que un ganadero se animara a sacar de una de sus vacas que tenía un becerro, volteó y, al vernos, dio un respingo y soltó a reír.
—Encontramos esto —dijo Deneb.
Ella se calmó un poco.
—Es p-para... Ya saben. —Estaba algo avergonzada.
Reaccioné.
—¡Lo sentimos! ¡Lo arreglaremos! Enróllalo, Deneb —apresuré a mi hermano mientras tratábamos de encontrar los extremos.
Ella rió y negó en silencio.
—Tranquilos. No estoy molesta.
Tenía mucha paciencia. Un adulto evolucionado ya nos hubiera castigado. De hecho, los humanos parecían más libres en muchos sentidos.
Nunca nos dejaron curiosear más de lo debido, por eso, cuando estábamos con humanos, no nos medíamos bien porque, como para ellos muchas cosas eran normales y, al menos los que conocíamos, eran bastante tolerantes a nuestra forma de ser, no sentíamos miedo a un posible castigo y por lo tanto jugábamos un poco más.
Aun así, nuestros padres insistían en que no nos involucráramos demasiado con ellos. Nosotros no estábamos obedeciendo. Eso era grave, pero no nos importaba.
—Ursa anda muy distraída estos días —dijo mamá—. Dicen que es por el humano. Los han visto muy juntos.
Suspiré.
—¿No tienen otra cosa de qué hablar en el pueblo? Deberían dejar a Ursa. Ya lo ha pasado bastante mal.
Porque también recordaba que, cuando Sirio se fue, los otros no dejaron de hablar de la deshonra hacia ella.
—Por eso mismo —Insistió—. Los humanos son engañosos. ¿Crees que uno va a respetarla como ella lo merece?
Eso me dejó preocupado de pronto.
—Pero él solo quiere ser nuestro amigo —dijo Deneb—. Y como Ursa es más dura de convencer...
Mamá negó.
—No lo ven porque ustedes son chicos.
—Ya tenemos diecinueve —reclamé en voz baja—. Ya somos hombres.
—Cuando se unan a sus compañeras y lleven en serio su función en el pueblo, podrán llamarse hombres como tales.
Descubrir que, en efecto, Max estaba más que interesado en Ursa, me hizo tener sentimientos encontrados, pues él estaba bien para divertirnos conociendo humanos, pero ¿cómo compañero eterno? No lo sabía.
De todas formas, dejé los prejuicios tan pronto como los tuve. Ursa sonreía, y eso, aparte de raro, me dio una buena señal. Además, el humano era genial. Incluso al parecer Deneb lo tenía como modelo a seguir, aunque él idolatraba a todo el mundo.
***
Max dio un giro brusco en la camioneta, haciendo que esta empezara a girar sobre la tierra, formando una especie de círculo, un ocho o algo. Nosotros nos emocionamos, aunque me agarré de donde pude, pero reí por la adrenalina.
Paró de pronto. Nosotros respirábamos agitados, pero felices.
—Ursa —dijo Max con una leve mueca.
Ella tenía su mano aferrada a la pierna de él, clavándola las uñas, probablemente en su desesperación por agarrarse de algo también. Su otra mano la tenía en el borde de la puerta en donde nacía la ventana de esta.
Ursa estaba con los ojos muy abiertos. Reaccionó y soltó las manos, despacio.
—Au —se quejó Max, aunque sonreía.
Ursa cruzó los brazos y resopló.
—Debiste avisarme que harías algo así.
Ella renegaba, pero esa era su forma de mostrar que estaba emocionada. Poco a poco se volvía más tolerante a las sensaciones fuertes también, y se permitía disfrutar. Había estado encerrada en un caparazón, del cual empezó a salir cuando conoció a Max.
Al llegar al fuerte, Max nos presentó a su hermano.
—Cómo decirles a tus amigos que eres el hermano feo, sin decirles que eres el feo —se burló el muchacho.
Reímos y Max, para sorpresa, también.
—Ay sí. Como si no hubiera sido yo el que cantaba esa canción...
—Ay, no, no, no...
—Caminando por el bosque, con un monstruo me encontrééé —empezó a cantar Max—. Como no tenía nombre, me acordé de Jorgeee...
El chico resopló.
—Mi hermano mayor es taaan maduro —dijo rodando los ojos.
—Oooh, Jorge, qué feo que eres túúú...
—Mira, nos parecemos, así que yo no cantaría tan alto.
Max empezó a reír a carcajadas y al final nos contagió a todos. Luego de que cerrara el local, nos enseñó las máquinas en donde los humanos entrenaban para ponerse "fibrosos", como dijo.
Deneb y yo nos divertimos haciendo hondas con unas cuerdas, o sogas, que, según Max, eran bastante pesadas. Y sí, tal vez, pero no nos era mucho problema jugar con eso. También nos mostró máquinas con cosas metálicas llamadas "pesas" o algo así.
Salió con Ursa, y nosotros nos quedamos a nuestras anchas. Nos divertimos curioseando con cada máquina, viendo algunas muy raras, sin saber cómo se podrían usar, riendo por las posiciones erradas que tomábamos al intentar adivinar su función.
De pronto, alguien se asomó por la puerta. Max había dicho que no había ya nadie, pero este parecía el mismo que había querido entrar antes, al ver a Ursa.
Nos quedó viendo, asustado. Deneb fue el primero en acercarse y el otro dio un respingo.
—Evolucionados —murmuró para sí mismo.
—Hola —saludó mi hermano.
—Entonces... la chica rubia, ¿también es evolucionada? —cuestionó.
—¿Ursa? Sí.
—Entonces el capitán está saliendo en secreto con ella. Lo sabía —susurró.
—¿Saliendo?
—Es que escuché a Tania.
—¿Eh?
Negó.
—Soy José Ramírez. Un gusto. Soy cadete, tengo diecinueve.
Sonreímos.
—Nosotros también. O, bueno, ya casi veinte.
—Entonces, ¿cómo le han puesto a esa pareja? Hay que pensar en un nombre para su "ship", así puedo decirlo en algún momento random desde lejos cuando él esté desprevenido. —Parecía entusiasmado.
Nos miramos y reímos en silencio.
—Eso sería divertido. ¿Cómo se nombra una pareja?
El chico pensó un segundo.
—Suele ser con sus nombres combinados.
Ambos pensamos también.
—Mursa —soltó Deneb.
Reímos.
—¿Maxsa?
José negó. riendo.
—Vaya, no son compatibles.
Deneb me miró, apretando los labios para no reír.
—Sirio y Marien serían Mario.
Soltamos a reír como tres raros.
—¡O Sirien! —Seguimos riendo.
—¿Ustedes tienen novias? —quiso saber el chico—. Quiero decir, pareja o futura pareja.
Dejamos de reír en seco y volvimos a pensar.
—Ella se llama Adara.
—Ridara —rio Deneb.
—¿Ah, sí? ¡Y ustedes Deletea!
Volvimos a reír, sin embargo.
***
Iba a paso ligero por el bosque. Seguía a Adara que corría.
—Por ser artesana no significa que no pueda cazar —retó entre risas.
—Pero debes tener cuidado de...
Una trampa se activó y me lancé para sacarla de esta.
La red atrapó a un arbusto y nosotros caímos a un costado. Me retiré de encima, sintiendo un fuerte calor en mis mejillas por haber estado tan cerca de su rostro, y además haberla tocado.
Tenía unos grandes y felinos ojos de color entre celeste y lila. Me preguntaba si las estrellas nos darían un hijo con esos ojos. No como los míos y de mi hermano, que no supieron decidirse. Uno del color de los de nuestro padre y el otro del color de los de nuestra madre.
Ella se incorporó y dio una muy corta risa.
—Lo siento.
—Está bien. Solo debemos ponerla de nuevo para que esta vez sí caiga un animal.
Me ayudó a tensar la cuerda, acomodé la red de nuevo y acomodamos la trampa.
En parte, los ancianos no querían usar trampas porque si algún joven inexperto se topaba con una, perdíamos la oportunidad de que un animal cayera y por lo tanto, perdíamos comida.
—Ursa insiste en que usemos más trampas, para así tener más oportunidades de agarrar a algún animal —conté con una leve sonrisa—. Aunque los ancianos se hagan los duros, creo que los convenció.
Ella jugueteó con sus dedos y me miró.
—Sé que tu amiga Ursa te ha agradado desde siempre.
La vi con sorpresa.
—E-es como mi hermana mayor.
Ella sonrió levemente, pero no iluminó su rostro. Estaba triste.
—Está bien. Nuestra unión se basa en confianza y compañerismo, no en... aprecio. Vamos a ser un buen equipo de todas formas.
—No. ¡Es decir...! —Respiré hondo—. No quiero que te conformes con eso. —Mis mejillas volvían a calentarse—. También vas a tener todo mi aprecio.
Su rostro se volvió rosado y sonrió.
—Ah. —Apretó los labios—. Tú tienes mi aprecio desde que te conocí.
Mi corazón latía algo extraño y fuerte. Solo atiné a asentir como un tonto.
—Vamos. No deberían ver que hemos estado tanto tiempo solos.
—Sí.
***
Aunque hubo dudas, nos acercábamos a la fecha de unión, cuando era mejor visto para todos unirse, ya que era en grupo con muchos de los jóvenes. Nuestras compañeras ya acababan la escuela y era hora de que fueran miembros funcionales del pueblo junto a nosotros.
El líder hablaba con papá. Nosotros debíamos escuchar en silencio, como debía ser.
—Has dejado que tus hijos sean muy libres —increpó el anciano—. Les has dejado ir al mundo humano, a exponerse a esa inmoralidad. Sus amistades tampoco han sido las más honorables. Ursa hace lo que quiere, y Sirio, si no fuera porque nos ayudó...
—Ursa también nos ayuda —solté.
Cubrí mi boca y recibí la mirada penetrante del anciano. Jamás había que interrumpirles.
Pero al diablo. Como decía Max.
Bajé los brazos y lo encaré.
—Vea el canal humano de noticias que aparece en ese televisor que está en la sala de los comunicadores del pueblo. Ella ha salido como la pareja de un humano y está cambiando la imagen de nosotros. Eso va a ayudar a que nos entiendan y dejen de venir a molestarnos.
El anciano frunció más el ceño, pero apretó los labios y pareció pensarlo.
—No vuelva a interrumpirme.
—Mis hijos han estado allá, y ellos siguen conservando sus principios —habló papá, para nuestra sorpresa—. No le veo nada de malo en que se hayan divertido. Son solo chicos. Yo no tuve esa oportunidad y creo que nadie del pueblo de mi generación y pasadas la tuviera. Se nota.
—¿Está diciendo que la inmoralidad es buena?
—No es eso. Me refiero a la diversión. La simple y sana diversión. Discúlpeme, pero ustedes han tachado a la diversión como que solo es mala e inmoral. No es así. También hay diversión sana.
El anciano resopló.
—Retírense. Solo espero que esto no siga y que esos hijos de usted sí cumplan con su pueblo. Su hogar.
—Descuide —dijo Deneb—. Nosotros vemos mucho honor en nuestro deber.
Eso pareció apaciguar al viejo. Como decía Sirio.
Miramos a papá con alegría. Que nos respaldara nos hizo muy felices. Sacó un peso de encima. No habíamos hecho nada malo al final de todo.
El día llegó. Era hora de pasar a ser hombre y, la verdad, estaba algo nervioso, pero muy seguro.
Marien nos ayudó a acomodar los trajes. Eran especiales, los costureros los hacían para todos los que se unirían, al igual que los artesanos hacían los anillos.
Cuando vi a Adara, estaba muy... bonita. Su vestido era un rosa tan claro, que parecía blanco, y llevaba flores en la cabeza de tonalidades acorde. Deneb también sonrió ampliamente al ver a Galatea. Ella iba vestida similar.
Las guiamos al centro con los demás, logré ver a Marien muy feliz, con un teléfono de esos de humanos, seguramente grabando o tomando fotografías. Max y Ursa observaban también.
Claro que, verlos entrar al centro junto con todos nosotros nos sorprendió, pero para bien. Se unieron junto a nosotros y eso nos conectaba más allá de todo. Lo hacía a él parte definitiva del pueblo, de nuestra cultura, y de Ursa.
Traté de contener mi sonrisa, pero no pude. Le tomé la mano a Adara y ella me correspondió el gesto, envolviéndome en su mirada de color llamativo.
Fue muy emocionante.
Esa tarde celebramos un momento en casa de Marien. Presentamos oficialmente a nuestras compañeras y fueron muy bien recibidas.
Adara y Galatea al principio se sintieron raras, pero enseguida empezaron a sentirse apreciadas, y eso ayudó.
Miré a Deneb y ambos sonreímos. Habíamos pasado por mucho desde que conocimos a los humanos, nos habíamos divertido, pero nuestro lugar ya estaba dado desde que nacimos, y estaba bien.
Nos sentíamos parte de esa gran familia que estaban formando nuestros amigos con los humanos. Hacernos cargo de nuestras familias nos hizo crecer.
***
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