Capítulo 41: Lo bello en lo cotidiano - Epílogo
Epílogo
Max
—Huy —dije conteniendo la emoción, tomando una cajita—. Este es pastel tres leches de "piña colada".
Le moví las cejas con diversión a Ursa y ella sonrió. Tomó la caja y la abrió. La olfateó y tomó un poco con su cucharita. Ambos teníamos una.
Habíamos ido a una pastelería y agarrado cajitas con cada pastel que nos provocó. La gente seguía mirándola con asombro, pero poco a poco se habían ido acostumbrando a los evolucionados.
—Este es de mango —me tentó con la cajita en la palma de su mano.
—Trae eso. —Le metí cuchara y me la llevé a la boca.
Gemí del gusto y me recosté contra el asiento mientras ella reía entre dientes.
—No hay que guardarle más de uno a Alioth o no va a dormir.
Estaba en casa de Marien, jugando con Leo. Nosotros estábamos en el borde de la autopista que pasaba por una montaña, viendo la ciudad extenderse bajo nuestra mirada, llena de luces y vida.
Mi Ursa estaba en el asiento semi recostado, con sus piernas sobre el tablero de la camioneta. Me encantaba verla tan cómoda, que tuviera la confianza de hacer todo lo mío suyo. No me molestaba en absoluto.
Llevaba unos shorts de jean y una camiseta rojo oscuro. Me estaba dando una hermosa vista de sus piernas.
—Le podemos dejar un poco del de chocolate, que le gusta tanto.
Ya queríamos regresar para recogerlo. Lo adorábamos. Iba a pasar un tiempo en la escuela de evolucionados, pero no sabía cuánto, ya que era de conocimiento de todos que los evolucionados no tenían los mismos métodos de enseñanza. Eran un poco más... salvajes en ese aspecto.
Nosotros celebrábamos uno de nuestros aniversarios. No eran necesarias las formalidades o hacer planes grandes. Decidíamos qué queríamos hacer y lo hacíamos, así de simple. Claro que a veces sí quise sorprenderla con algo genial, cosas que requerían ser planeadas con tiempo, como ese viaje a Nuevo Japón. Y ella me había sorprendido también en un par de ocasiones.
Gracias a que la policía sí ayudó a conseguir otros testigos, encerraron a la general corrupta. Yo no había sido el único del que se aprovechó. Irónicamente, lo bueno de esa clase de gente era su constancia, así dejaban un regadero de víctimas, y no todas iban a quedarse calladas.
También denuncié a mi tío. Al final ya no me importó "dañar" a la familia y, aunque no recibió mucho castigo por eso, por mostrarle contenido inapropiado a un menor, porque el sistema de justicia a veces era un asco, sí recibió castigo por estar involucrado en el maltrato de evolucionados.
No me importó mucho que no lo castigaran por lo que me hizo ver. Al menos, con mi denuncia, le dejé en claro que sabía la clase de persona que era, que no me había hecho ningún favor, y que no iba a acercarse a mi hijo ni formar parte de su vida.
No iba a dejar que la perversidad humana tocara a mi Alioth, y a mi Ursa. Ellos eran mi vida, iba a protegerlos. No iba a poder evitar muchas cosas, pero iba a prepararlos para ello, sobre todo a mi pequeño, para que no cayera.
Encontré al evolucionado que fue enviado a acabar con mi madre. En el último cuartel por revisar. Lo tenían en una camilla, revisando su densidad ósea.
Cuando me vio, me reconoció.
Aunque a mí me falló la respiración, ya que en mi mente estaba su imagen relacionada a la falta de mi madre, descubrí que ya no le tenía odio.
Se le veía débil, más delgado y sin voluntad de seguir.
—Tranquilo.
—Mátame. Hazlo —había rogado.
Pero no pude.
—Vamos a sacarte y te vas a curar.
Él negó. Ya no quería curarse porque eso, para él, significaba el inicio de nuevas pruebas. Había sido esa su existencia. Llena de miseria y dolor.
—No. ¡Mátame! —gruñó—. ¡Ya no puedo más!
Suspiré y le asentí al que me acompañaba. Lo sedaron y lo pudieron llevar.
Tardó mucho tiempo en recuperarse, y no podía asegurar que lo hubiera hecho por completo, pero la última vez que lo vi, fue bajando de una de las camionetas del equipo y mirando las praderas que rodeaban su pueblo, uno del sur.
Estaba con los ojos muy abiertos, pasmado, pero, finalmente, dio el primer paso hacia adelante.
Lo vi correr hacia su pueblo, hacia su gente, seres queridos que probablemente lo creyeron muerto por años como había pasado con otros evolucionados controlados.
Yo, como el Mayor general de la nueva Seguridad Nacional, me encargaba de contactar con los líderes de los pueblos y hacer seguimiento sobre los evolucionados que se habían reinstalado en su sociedad.
El dulce beso de Ursa en mi mejilla me sacó de mis pensamientos.
—¿No te gusta ese?
Sonreí.
—Claro que sí. Solo recordaba algunas cosas.
Era fácil llamar a su curiosidad.
—¿Como qué?
—Como cuando te conocí y pensé que estabas loca.
Ella se cruzó de brazos, ofendida.
—Y tú un odioso.
Reí entre dientes.
—Pero eres muy hermosa también —agregué, y ella contuvo una sonrisa—. Claro que no es que eso sea lo único en lo que me fijé. Supongo que tu lado indomable y salvaje hizo lo suyo. Me di cuenta de que me había enamorado luego de que nos perdiéramos por la playa. Me asusté, la verdad.
Su sonrisa de amplió.
—A mí también me llamaste la atención al inicio, aunque fueras odioso. Luego vi que no eras tan malo como querías aparentar.
—Ah, ¿no? Vaya. Qué mal.
Rió y vino a mi asiento, quedando a horcajadas sobre mí. Mis manos recorrieron su cuerpo y la besé con pasión. Siempre besarla era de lo mejor y, por supuesto, hacerle el amor era una de mis actividades favoritas.
Ella tenía mucha energía, así que también nos ejercitábamos juntos y, cuando estábamos en su pueblo, además de eso, la acompañaba a cazar o revisar trampas.
Sonrió, mordiendo su bonito labio inferior, y volvió a besarme. Éramos uno. Desde un inicio, siempre lo fuimos.
***
Al escuchar a la camioneta desde lejos, nuestro pequeño ya había estado dando brincos cerca de la puerta. Cuando Marien nos abrió, él corrió a nuestros brazos.
—¡Mami, papi!
—Hey, mi campeón. —Besé su frente luego de que Ursa lo cargara para darle su cariño también—. Espero no haya hecho mucho desastre —le dije a Marien.
Ella negó.
—Él y Leo son como hermanos.
El niño, que era una copia de Sirio en pequeño, nos miraba sonriente. Sospechaba que sí habían hecho travesuras, como esconderse o tumbar alguna cosa, pero nada grave. Estaba en el sofá y sus pies no tocaban el suelo.
—Ya le dimos leche —avisó Sirio desde el comedor.
—Gracias. Bueno, los vemos luego.
—Bye tío Max y tía Ursa —dijo el niño, moviendo su manita.
Ya no me era raro en absoluto que los hijos de mis amigos me dijeran tío. Al final, eran más familia de lo que mi propia familia lo fue. Excepto, claro, Jorge, mi hermano. Él seguía siendo mi mitad. Ya estaba por acabar la universidad y estaba muy emocionado. Íbamos a celebrar en grande, sin duda.
—...Y me contaron sobre los dinosaurios. Y los viajes que los humanos una vez hicieron al espacio. ¿Te imaginas? —Alioth miró al cielo estrellado y sus felinos ojos reflejaron algo de luz—. Ahí arribaaaa.
Reí entre dientes.
—Sí. Creo que lo quieren volver a hacer —comenté—. Antes no podían por la situación, pero la humanidad está resurgiendo. Y tú también eres humano. Todos lo somos. —Le toqué la punta de su nariz.
Asintió feliz.
Lo pusimos en su asiento especial en la camioneta y partimos a nuestro hogar. Como de costumbre, tomé la mano de mi chica y entrelazamos nuestros dedos. Le besé el dorso y la regresé a su sitio, de paso apreté su muslo, haciéndola sonreír más.
Me decía que le encantaba que la tocara, que le gustó desde la primera vez, que mis dedos dejaron calidez en su mejilla. Solo quería que yo la tocara por el resto de su vida, e iba a complacerla.
Fin
***
Yyyy acabó :( pero quedan un par de capítulos especiales, paciencia xD gracias por haberme acompañado en esta, la última de mi serie de gatitos, por ahora. Aunque la última es Ojos de gato Águila, en temas de cronología xD así que, si no conocen esta serie, les invito a ir a los otros libros de Ojos de gato. ¡Muchas gracias!
También tengo otros libros, pero me da pena despedirme de esta serie, que es la más conocida que tengo :( pero voy a concentrarme en un par de nuevos proyectos 7u7 uno va a ser +18 jeje.
Esto es algo similar a lo que hace Ursa en cuero, son todo de cuero :3 es un arte muy bello.
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