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Capítulo 18: Realización

Max

Me puse de espaldas contra un muro, preparando el arma. Como los evolucionados roñosos caprichosos no estaban, se habían largado a sus pueblos y hacían lo que querían, como buenos gatos, había de todas formas venido de improvisto, con un equipo, a buscar información. Íbamos a entrar por una de las entradas posteriores.

Era de madrugada, había poca gente, así que disparé sedante a un guardia y enseguida al otro.

—Lo siento, amigos —susurré y seguí.

Agarré su placa y la usé para entrar. Anduve por los pasillos junto a Ramírez, sin problema. Estábamos con cascos con visores puesto. No íbamos a ser reconocidos. Parecíamos dos soldados más del lugar.

Le pedí que vigilara mientras yo entraba a una de las oficinas, forzando la cerradura con un potente imán.

Saqué algunos papeles y salí. Nos encaminamos de regreso, pero alguien llamó. Escuché que lanzaron a un evolucionado tras de nosotros y corrimos.

Sabía que no podíamos escapar así que solo volteé y le disparé sedante. El guardia venía detrás.

Me topé con algo y caí. Ramírez se detuvo.

—¡Vete!

El evolucionado me levantó del suelo como si no pesara nada. Era enorme. Gruñía mostrando sus colmillos. Lo golpeé con el arma lo más fuerte que pude y el visor se desactivó, dejando a la vista su rostro.

Mi sangre se me enfrió y abrí mucho los ojos al reconocerlo. Empecé a respirar con dificultad. Era... ¡Era...!

Alguien le disparó y él volteó, enfadado, a querer lanzarse a mi hermano. Lo reconocía, aunque tuviera también el casco puesto.

Le volvió a disparar y el evolucionado calló finalmente dormido. Corrí y lo tomé del brazo.

—Es...

—Déjalo. No tenemos equipo para reducirlos a todos ahora.

Corrimos. Los guardias humanos ya no pudieron hacer nada.


***

Me saqué el casco y resoplé.

—Mierda. ¡Mierda! —maldije llevando mis manos a mi cabeza—. Ugh. No debimos venir.

—Tú estabas terco con venir —dijo Tania.

—¡Ya sé! —Volví a resoplar—. Ahora van a doblar la seguridad y mover a los evolucionados. ¡Lo necesito, necesito despertarlo de su letargo y hacerle preguntas!

—Sí —comentó Jorge, cabizbajo—. Sin los evolucionados de nuestro equipo, no tenemos la velocidad para atacar y hacer dormir a todos.

Caí sentado y apoyé los codos en mis rodillas para cerrar mis manos contra mi frente. El sol ya se vislumbraba en el horizonte. Era un amanecer silencioso. Estábamos en una carretera alta que iba por una pequeña montaña. Veía parte de la ciudad.

—¿Sí era la oficina de Héctor?

—Sí.

Le di los papeles y él se sentó a mi lado.

—Grabé algo de la zona en la que tenían a un par de evolucionados.

—Perfecto. Servirá.

Se puso a revisar los documentos. Mi teléfono vibró, así que lo saqué, y al ver "la gatita", sonreí poniéndome de pie para responderle.

—Buenos días, muñeca. Creí que no sabías quién era.

Ella no estaba enfocando bien su rostro, pero podía ver parte de su labio inferior, su cabello rubio. Finalmente pude verla con su mirada confundida.

—Ah, qué milagro estás despierto.

—Es que van a ser las seis de la madrugada —jugué—, es tardísimo.

Apretó los labios tratando de no reír.

—Voy a cazar.

—Okey. —Le sonreía como un tonto—. Vaya a corretear a los pobres venados.

—Te llamé porque voy a tener un festival.

—Ah. —Sonreí de lado—. ¿Me está invitando?

—No. —Sus ojos vieron a algo a su costado y volvió a verme—. Es más un evento de humillación porque no tengo compañero. —Eso me confundió—. Igual deberías venir.

Noté que Tania me hacía señales porque ya querían irse.

—Mándame un texto con la hora, pero... —Suspiré—. No sé si pueda. Lo siento, gatita.

—Oh. —Frunció el ceño apenas—. Bueno. Entonces no.

—Es que... —La llamada se cortó y quedé con las palabras en la boca. Resoplé—. Agh, perfecto. Lo que faltaba.

—Max. —Jorge se acercó—. Aquí hay registros de algunos evolucionados. Parece que buscaba a Ácrux.

—Uhm. No me extrañaría. Él fue quien lo sacó de su pueblo. Ha de quererlo de vuelta, le debe haber costado dinero al gobierno.

—Oigan —Tania insistió—. Ya quiero ir a descansar. Voy a salir con tu amigo el Marcos y necesito hidratarme la piel.

Mi hermano y yo nos miramos y sonreímos de forma cómplice.

—Pero si has dicho que no te gusta.

—Yo no rechazo una cena. Es doctor. —Se fue triunfante hacia Patricia.

Arqueé las cejas, ofendido por mi sueldo mediocre.

—¿Quieres que ponga la música de novela? —preguntó Jorge en susurro.

—Seh...


***

—Hey, Kike —saludé a mi amigo de protección de evolucionados—. Te mandé un archivo encriptado, es un video de una de las instalaciones de...

—¿Quieres que lo publique también?

—Eh, pues sí.

—Es que con esto de que están seleccionando un nuevo gobernador, luego de lo que dijiste en la televisión, no sé.

—Oh, vamos. ¿Qué mejor momento que este?

Suspiró.

—Bueno. Veré qué hago.

—Gracias, amigo.

Tomé la tableta con el libro que me había prestado Jorge. Adelanté varias páginas porque en realidad no era de leer mucho, hasta que caí en un par de diálogos.

"No estás sola, no más. No voy a ir a ningún lado y tienes mi amplio pecho y mis hombros anchos para que te apoyes cuando me necesites..."

Pf. ¿Qué?

Rodé los ojos y puse el aparato en la mesa del costado.

¿Quién mierdas hablaba así? Nadie elaboraba tanto en su cerebro antes de abrir la boca en una conversación normal. ¿Qué se fumaban esos autores?

—¿Qué tal me veo? —Tania desfiló frente a nosotros con un vestido ceñido al cuerpo.

—No sé por qué preguntas. No te vas a cambiar, aunque te lo digamos —bromeé.

Ella me miró e hizo una mueca.

—Pero claro. Deséenme suerte, perdedores. —Se fue, haciendo sonar los tacos en el piso.

Miré el teléfono. Cuando cambiamos mi hermano y yo de celular, olvidé instalar varias aplicaciones de las que tenía antes, incluyendo la de citas, y era que además ya mi vida se había vuelto mucho más ocupada que cuando solo entrenaba y seguía órdenes.

Ahora que tenía a cargo un cuartel, la responsabilidad quedaba en mí y no podía dar la imagen de descuidado de antes. En toda fuerza armada nos enseñaban sobre la conducta, la moral, y demás cosas.

Debía purgar mis fotos de internet, ya que de pronto estaba obteniendo más atención y eso iba a mi imagen. Revisé mi perfil en redes y los corazones aumentaban, pero yo solo sonreía al ver el que puso Ursa. Probablemente no tenía idea de lo que hacía. No tenía foto de perfil, pero había dejado su nombre a vista y paciencia de todos.

Aunque... ¿Y si era Jorge gastándome una de sus bromas? Ursa no sabría cómo usar bien el teléfono todavía. Tenía sentido... Uhm.

Miré de reojo a mi hermano, que revisaba su teléfono mientras levantaba una mancuerna con el otro brazo. Sonreí y le escribí.

"Hola, gatita. ¿Sabes lo que soñé? Que me brincabas encima. ¿Quieres intentarlo?"

Volví a mirar a Jorge, pero él no se inmutó. Sonó una notificación y estuve a punto de saltar a reclamarle, pero él, luego de leer algo, siguió moviendo su pulgar sobre la pantalla.

La sonrisa se me esfumó.

Revisé de nuevo el mensaje y traté de borrarlo, pero ya aparecía visto.

¿Qué? Ugh...

Me puse de pie de prisa.

—Toma la tarde libre también —le dije a Jorge.


Revisé la ropa en el closet. Quería verla. Tenía que verla. Mi corazón latía contento. Cuando la vi tan emocionada, jugando en la arena, descubriendo la playa, solo quise... Ugh.

No.

Me alejé y respiré hondo.

Si hablaba con alguna chica, solo se me hacía extraño que no fuera ella con esos enormes ojos felinos, celestes, profundos, que parecían ver hasta mi alma. Estar cerca y tocarla, me alborotaba. Me estaba asustando.

Busqué mi camisa, que todavía no había lavado porque tenía su aroma suave que también me fascinaba de alguna forma. La encontré y la tomé, oliéndola apenas, recordando cuando alzó la vista mientras bailaba despacio, cuerpo a cuerpo con ella. Esa mirada inocente, libre de la malicia humana.

Había preguntado por mis cicatrices, cuando otras chicas nunca lo hicieron. Tampoco era que yo hubiera querido llegar a ser muy personal con alguna de mis triviales conquistas. Nunca. Ella se había vuelto cercana, sin duda. Era la persona con la que más había conversado después de mi hermano. Se había preocupado por mí en más de una ocasión.

Me percaté de que había un cabello dorado en la tela, y lo tomé. Sonreí, observándolo. Era muy fino. La había cubierto para que el sol no la lastimara y ella se había encogido apenas como una gatita tratando de esquivar el contacto inevitable. A veces era simplemente adorable.

Resoplé.


***

Llegué al pueblo de los gatos y bajé. No podía entrar más con Patricia. Las calles estaban extrañamente desocupadas. Si es que se le podían llamar así a esos senderos entre arboles abundantes y casas campestres con más plantas.

Busqué el lago, que era en donde me había comentado Sirio que hacían sus festivales, y vi una enorme torre de humo subiendo. Me guié por ella y encontré el dichoso lago.

Los evolucionados estaban ahí. Arqueé las cejas con sorpresa al ver que tenían algunas mesas con pasteles pequeños.

Dos muchachos voltearon a verme y sonrieron. Eran los gemelos, acompañaban a dos chicas. Estaban atacando una de las mesas con pasteles. Fui hacia ellos.

—Hey...

—¡Max! —llamaron los dos por igual mientras se acercaban.

—¡Hoy cazamos un venado grande!

Se escuchaba música, así que me preocupé por haber llegado muy tarde.

—...Y cuando vino corriendo, le brincamos —contaba Deneb—. Rigel le amarró las patas y luego Ursa le dio la estocada final. ¡Creímos que Lobo había cazado al más grande, pero no!

—¡Sí! ¡Cuando lo pesaron...!

—Chicos... —les pedí calma con una sonrisa de diversión y negué—. Qué bueno, me alegra. ¿Y Ursa?

Sonrieron y me guiaron. Pasamos por la multitud de evolucionados que apenas se volteaban a verme, hasta que pude ver la gran fogata con claridad, y a la chica rubia de espaldas moviendo un poco las caderas al ritmo de los tambores.

Quedé con la boca abierta mientras mi corazón hacía un alboroto, y sonreí ampliamente al verla girar y empezar una danza. Estaba con una falda larga que se abría y ampliaba bastante cada que giraba. Movió los hombros y giró de nuevo, moviendo los brazos a un lado y luego al otro y girando otra vez.

Di un suspiro solo por verla. Cuánta gracia. Y esos tambores sí que provocaban bailar.

Era un deleite. ¿Por qué los evolucionados viejos cuidaban tanto que los roñosos no vieran con otros ojos a las jóvenes? ¿Por qué les exigían a ellas fueran recatadas, si luego las hacían hacer esto?

Si era pura tentación...

La danza terminó y algunos evolucionados aplaudieron bajo. Volteé y vi que varios se iban retirando, desarmando la multitud y yéndose hacia las mesas con bocadillos.

Ursa venía y le sonreí.

—Hola, chica lista —la saludé bajo cuando estuvo cerca.

Mantenía una ceja arqueada y una leve sonrisa.

—Llegaste.

—No me lo iba a perder.

—Vamos a comer —dijo Rigel con emoción.

Él y su hermano se encaminaron a las mesas.

—Eh, oye... —retuve a Ursa. Me aclaré la garganta cuando volteó a verme. Tenía una flor en el cabello. Estaba... Carajo. Estaba hermosa—. ¿Quisieras... venir conmigo?

—¿A comer?

—Sí.

—No sé qué esperas —se burló con ademán de ir tras los gemelos, pero volví a hablar.

—No aquí. En mi ciudad.

Ella volteó a ver a los chicos y volvió a mirarme.

—No sé si les den permiso.

Negué.

—Solos tú y yo...

Ella se cruzó de brazos, volviendo a arquear una ceja, mirándome de arriba abajo, y poniéndome los nervios de punta por esperar su respuesta.

—Bueno. —Se encogió de hombros y se volvió hacia los chicos, dejándome en blanco—. Los veo luego —les dijo mientras el alivio me recorría momentáneamente.

Deneb posó sus ojos de distintos colores en mí y luego en ella, y sonrió apenas.


***

https://youtu.be/SvizVoNjv7A

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