Capítulo 44: La batalla y la verdad
Max había acelerado y la camioneta corría a una velocidad a la que nunca había viajado yo, quizá ya llegaba a los doscientos kilómetros por hora. Ingresamos a la ciudad y desaceleró solo un poco.
Oí balazos y solté un grito del susto, por suerte, esta camioneta era de seguridad ciudadana, así que haría falta más que eso para destruirla. Pero me di cuenta de que los balazos no venían a nosotros sino a toda una horda de hombres que corrían por las calles: evolucionados, ¿cómo era posible?
Max tomó su celular.
—¡Repite que no escuché! —Hizo una pausa y quedó pasmado—. ¿Qué? ¡Vamos para allá enseguida!
—¿Qué sucede? —quise saber.
—Mi hermano dice que Orión y todo un ejército enorme de H.E. están atacando la ciudad, tienen al gobernador, ¡dice que piensan matarlo si son atacados o algo así! —Chocamos con brusquedad contra toda la horda de evolucionados y para ellos no fue gran problema volcar y hacer rodar la camioneta.
Sirio me cubrió con su cuerpo mientras girábamos de forma violenta. Escuchamos el zumbido de las naves del ejército y pronto se sumaron disparos, todo era gritos y caos. La camioneta dejó de rodar, solo era consciente de la fuerza con la que Sirio me tenía contra su cuerpo y del ruido de las llantas girando a toda velocidad al estar el vehículo volcado hacia arriba.
—¡Salgamos! —ordenó Max.
Nuevamente no fui consciente de las cosas, ya que Sirio se movió rápido, saliendo y llevándome con él. Cuando al fin me pude percatar de todo, ya estábamos afuera del vehículo y corríamos a resguardarnos del caos. Algunos evolucionados pasaban corriendo y casi chocando contra nosotros, pero Sirio los esquivaba.
—¡Ahí hay otro! —avisó una voz desde una de las naves, avisando a los demás en la tierra.
Con horror me di cuenta de que se referían a nosotros, empezaron a seguirnos mientras disparaban, pero Sirio era veloz y no lograban darnos. Pronto se unieron muchos soldados a perseguirnos. Nos ocultamos dentro de un edificio semidestruido.
Nos tenían rodeados.
—H.E., entrégate y suelta a los rehenes.
—Basta, saldré —dije enfurecida. ¿Cómo podían creer que éramos sus rehenes?
—Ni lo sueñes —advirtió Sirio.
—Les demostraré que no soy tu rehén, además al verte bien podrían reconocerte, has estado en las noticias todo este tiempo...
—Haremos volar la edificación —advirtieron.
De pronto, algo aterrador. Los gruñidos de cientos de evolucionados se empezaron a escuchar. Habían vuelto al ataque. Sirio salió disparado. Lo llamé y quise correr a detenerlo, pero Max me retuvo, sosteniéndome con firmeza, pataleé y chillé para que me soltara.
El zumbido de más naves en el cielo me aterró aún más. No. Les dispararían a todos, sin discriminación. Le di un codazo a Max con toda mi fuerza y me soltó quejándose. Corrí desesperada y Max no pudo detenerme.
Vi a Sirio peleando con algunos evolucionados para evitar que atacaran a más hombres del ejército, sin embargo todos quedaron inmóviles al darse cuenta de que los helicópteros en el cielo les tenían en la mira a todos y cada uno de ellos.
Y disparos...
—¡NOOO! —grité con todas mis fuerzas, aferrándome al torso de mi Sirio, cubriéndolo con mi cuerpo.
Apreté los dientes con fuerza esperando recibir el impacto de miles de proyectiles... pero no ocurrió.
—Retírese —escuché que ordenaron los hombres de la nave más cercana—. ¿Qué rayos cree que hace?
—Marien... —murmuró Sirio.
—¡No me voy a apartar! —grité, dándole la cara a los de las naves—. ¡NO PERMITIRÉ QUE LO TOQUEN!
Bajaron las armas, los evolucionados también estaban estupefactos.
—¡Es el H.E. de las noticias! —exclamó un joven.
Todo un equipo periodístico venía acercándose con cámaras, equipos, y también armas. Los evolucionados habían detenido su ataque y levantaron las manos con lentitud, quizá el verme proteger a uno de los suyos les había hecho pensar.
En ese momento se empezaron a acercar más evolucionados, pero estos eran distintos, tenían un aspecto ligeramente más descuidado y más odio en la mirada, odio vacío. Abrí mucho los ojos con espanto. ¿Eran H.E. controlados?
—Sirio —susurré.
Él ya estaba al tanto, me tomó en brazos y en ese instante los evolucionados se lanzaron a pelear, nosotros salimos corriendo de ahí. Le indicó con la mirada a Max que saliera y nos siguió. Debíamos hallar al que controlaba a esos seres, que había mandado atacar a los otros al ver que habían decidido rendirse al ver cómo protegí a mi H.E.
—¡Debe ser una fuerte señal como para que alcance a todos! —sugirió Max—. ¡La torre de radio quizá!
—¡Orión debe estar ahí, de algún modo ha conseguido evolucionados para controlar aparte de los de su ejército! —avisó Sirio.
Me apretó más contra su pecho y yo hice lo mismo, no solo para facilitarle el correr, sino porque tenía miedo de que peleara otra vez, pero insistí en venir, sabiendo que eso pasaría.
La gran torre estaba cerca, eso aumentaba la posibilidad de que Orión estuviera ahí en verdad. Era la única y estaba al lado de un lago, con un centro comercial antiguo. Y tal y como lo suponía. Sirio derrapó en el suelo al verlo en la gran pantalla de esta. Orión tenía agarrado del cuello al gobernador.
—Ya sé que estas aquí. Si no vienes ahora mismo, Sirio, mataré este llorón, ¿y sabes que ocurrirá si hago eso? Una guerra estallará y tu ciudad será destruida.
Sirio me dejó pisar el suelo y corrió a darle encuentro.
—¡No! ¡Sirio! —chillé.
Lo seguí junto con Max hacia la torre. Me desesperé al no poder alcanzarlo para detenerlo. Pero, para nuestra sorpresa, Orión no estaba en la cima, sino esperándonos cerca de la entrada, y el gobernador estaba a unos pasos detrás de él.
—Nuevamente te encuentro —dijo—, espero ya no tener que perseguirte de aquí, me encargaré de que no sea así. Hoy te haré pagar tu deshonra en verdad.
El pánico me invadió otra vez.
—Bien, ahí lo tienes, ¿ya me puedo ir? —preguntó el gobernador, sorprendiéndonos.
—Sí.
El gobernador sonrió y se fue. Se habían confabulado para atraer a Sirio, el tipo no había estado en peligro, incluso le había dado más H.E. sabiendo que eso destruiría a la ciudad y que amenazaría con iniciar la guerra. ¡Cobarde!
Sin más preámbulos Orión se lanzó contra Sirio, para horror mío. Chillé cuando lo embistió y Max me apartó.
—¡No Max, suéltame! —grité, no quería que me alejara de él.
Sirio se había librado de Orión antes de que lograra herirlo de muerte y ahora brincaba y se movía con agilidad, esquivándolo.
—¡Deja de huir! —gruñó furioso su atacante.
Max también se había quedado viendo.
—Traeré el arma del cable eléctrico que te gusta tanto —susurró.
Las ansias me invadieron, rogaba que no demorara, para así poder detener a Orión, y rogaba también que este no lograra herir a mi hombre hasta que volviera.
Orión fue golpeado fuerte por la puerta de un auto que Sirio le había lanzado. Eso le puso furioso y más aún porque no podía atraparlo. Quiso correr pero le cayó un neumático, haciéndolo gruñir, quedó algo atontado y le cayó otra puerta. Sentí que la ventaja de Sirio con su velocidad era algo muy bueno, y algo de alivio surgió, pero no duró mucho.
Orión se dirigió hacia mí al ver que no iba a poder atrapar al chico. Me entró más pánico, quise correr pero Sirio logró apartarme antes. Me sentí volar y grité, todo daba vueltas, sentí un impacto y la sensación de caer. De pronto todo se detuvo, Sirio había detenido mi caída tomándome de las manos. Orión lo embistió con fuerza y caí los pocos centímetros que me separaban del suelo.
Me puse de pie enseguida, desesperada al escuchar el grito de mi amado. Orión había logrado atraparlo por mi culpa, y estaba golpeándolo contra el asfalto. Sirio logró escurrirse tras uno de esos golpes y le pateó en la cara cuando logró ponerse de pie antes que su pesado atacante. Gruñó furioso y salvaje y se lanzó a morderlo, pero Orión se lo sacó y lanzó contra el suelo de un golpe brutal.
Orión volvió a gritar y lo logró apresar del cuello, mientras emitía un pesado y salvaje gruñido. Me espanté, podría matarlo en segundos. Lo lanzó contra un auto cercano, haciendo que este se abollara y las ventanas estallaran en pedazos. Las lágrimas brotaron de mis ojos y corrí hacia él, pero Orión fue más rápido, lo tomó y lo golpeó salvajemente contra el suelo.
—¡No! —grité entre sollozos
Lancé un gemido de frustración por no ser más rápida, ya que Orión llegó antes y se lanzó a morderlo, arrancándole la carne al instante y haciéndome retorcer con su grito, volvió a morderlo y llevé las manos a mi cabeza, mientras apretaba los dientes y sollozaba impotente. Orión empezó a reír de forma siniestra.
—¿Vas a rogar que pare esta vez? ¡Vamos, di algo!
A Sirio le faltaba el aire, ya que el enorme hombre lo tenía preso contra el asfalto.
—Qué bueno que mi mamá te rechazó —murmuró con dificultad mi esposo.
Orión gruñó y lo golpeó contra el duro suelo.
—¡Déjalo, maldito! —chillé y le caí a golpes pero parecía no hacerle absolutamente nada; por más fuerza que pusiera en ello—. ¡BASTA! —grité con todas mis fuerzas mientras lo golpeaba más fuerte.
—¡Marien, corre! —ordenó Sirio.
—¡No!
Orión se reincorporó y me lanzó a unos tres metros de un solo golpe, sentí que el aire salió de mis pulmones al chocar contra el suelo, y me raspé la piel al deslizarme sobre el asfalto. El dolor se disparó.
Hice a un lado el intenso dolor para ponerme de pie mientras sentía punzadas en mi cuerpo por la caída. Max apareció y me hizo señas, asustado, para que mirase a mi alrededor. Empecé a divisar a muchos evolucionados que nos rodeaban, habían aparecido con cautela, silenciosos. Sirio y Orión estaban distraídos, y los H.E. estaban ya demasiado cerca. Comencé a hiperventilarme.
Orión golpeó a Sirio, y para mi horror, se lanzó a su yugular, pero Sirio lo esquivó por poco, sin lograr evitar que le mordiera en el hombro. Los H.E. se acercaron más, eran los controlados. Eso me espantaba, si eran los controlados por Orión, nos harían pedazos a todos.
—Sirio —murmuré.
Él me escuchó pero aún intentaba librarse de Orión mientras gruñía furioso. Orión le arrancó más carne haciéndolo gritar y me aterré mientras más lágrimas se me escapaban de los ojos. Lo agarró del cuello y empezó a querer ahorcarlo.
—La harán pedazos, y te dejaré ver cómo ella sufre —le amenazó Orión con su siniestra sonrisa—. Luego te reventaré la cabeza contra el asfalto.
Sirio le gruñó con más furia. Miré a mis costados, horrorizada, los evolucionados nos tenían rodeados, Max chocó su espalda con la mía, ya tenía el arma lista para disparar pero eso no nos salvaría de todos ellos.
Miré a mi Sirio y él también tenía sus bellos ojos en mí, llenos de angustia, mientras intentaba librarse de Orión con desesperación. Pero ese sujeto era demasiado fuerte, con todos esos músculos. Mis lágrimas seguían saliendo y él no me retiró la vista.
Los H.E. se lanzaron a nosotros y por una milésima de segundo pude ver en los ojos de mi amado los momentos que habíamos vivido juntos, pude ver la profundidad de su amor, la angustia, la desolación, incluso la misma pregunta que yo me hacía: ¿merecíamos esto solo por habernos conocido, haber viajado, reído juntos, enamorarnos y amarnos?
No.
Otra milésima más de segundo y pude ver su determinación, al igual que la mía, de salir de esta para que nos dejaran en paz de una vez y poder vivir tranquilos.
Apretó los dientes y dirigió su furia hacia Orión, yo me agaché de golpe, esquivando al evolucionado que estaba por atraparme, giré y Max me dio otra arma de choque eléctrico más pequeña que llevaba en el cinturón. Enseguida busqué a Sirio y escuché un grito.
Sirio había logrado librarse de Orión, rompiéndole la articulación del brazo para que lo soltara. Ahora nuevamente estaban peleando, logró alejarlo con una patada y para sorpresa nuestra, los H.E. también se fueron contra Orión y este los golpeaba con fuerza, pero con un solo brazo no le era suficiente. Sirio esquivaba y golpeaba a los que querían atacarlo, corrimos a nuestro encuentro.
—¡Malditos! —gritó Orión—. ¡No me ataquen a mí!
Los evolucionados se abalanzaron sobre mí también, pero Sirio los apartó a puñetazos y embestidas, estaba angustiadísima porque estaba sangrando demasiado. Orión arrojó a uno que lo estaba mordiendo y se me lanzó, pero Sirio lo atajó de una embestida.
—¡NO VUELVAS A TOCARLA O AMENAZARLA, NUNCA! —le gritó con furia mientras le hacía retroceder con fuertes puñetazos, quizá los más fuertes que habría dado en su vida.
Orión cayó tras una patada, intentó ponerse de pie, pero los evolucionados ya estaban sobre él otra vez. Me angustié, ya que Sirio estaba atrapado luchando contra esos evolucionados también.
Escuché una voz proveniente del altavoz de la torre.
—Iluso H.E., ¿creíste que te apoyaría así sin más? —Era el gobernador—. Ahora tengo la toxina bajo mi poder...
—¡Traidor! —rugió Orión mientras los evolucionados lo cubrían en su ataque, haciéndolo gritar.
Me desesperaba cada vez más, Sirio era veloz y los atajaba antes de que nos cubriesen también y nos matasen. Max dejó inconscientes a varios con el arma y logramos abrirnos paso para salir de ahí.
—¡Vamos hacia la cima de la torre! —exclamó—. ¡Hay que detener al gobernador, estoy seguro de que ha puesto la toxina en aquel misíl experimental que hicieron los del ejército!
—¿Misíl experimental? —preguntó Sirio.
—¡Sí! ¡Creo que si lo intentas detener, explotará!
Entramos a la torre y cerraron la puerta, asegurándola. Sirio me detuvo.
—Quédate aquí —pidió.
—¿Qué? ¡No!
—¡Marien, hazle caso, llevamos prisa! —ordenó Max—. Si esa cosa lanza la toxina, todos en la capital morirán.
—¡No! ¡No! —me aferré al cuerpo de mi esposo, no quería dejarlo.
Estaba casi empapado en sangre y el gobernador estaba arriba con esa toxina mortal.
—¡No pienso arriesgarme a que esa cosa explote estando tú ahí! —exclamó mientras me tomaba de los hombros y me separaba.
—¡¿Y crees que saber que tú sí, me hace sentir aliviada?!
Max miraba hacia arriba con desesperación.
—Si explota podré soportarlo —murmuró mi Sirio tratado de calmarme.
Sacudí la cabeza, negando de forma rápida.
—Vamos juntos, por favor —le pedí—. Somos uno, ¿recuerdas? Y te amo demasiado como para dejarte. Podría ver cómo detener el misíl sin que explote o neutralizar la toxina, por favor —le rogué—. Terminemos o no esto, será juntos, somos un equipo.
Juntó las cejas con angustia y me abrazó fuerte.
—Sí... juntos —aceptó casi en susurro.
—¡Me hago viejo! —exclamó Max.
Corrimos y él también, aliviado de que al fin volvíamos a avanzar. Al llegar al último nivel, encontramos al gobernador al lado de la máquina.
—Gobernador —dijo Max—, deténgase.
—Es mi gran momento, señor —respondió—. Si todos en la capital mueren, el presidente ordenará borrar a los evolucionados de la faz de la tierra.
—Piénselo, si esa cosa lanza la toxina, usted también morirá —trató de razonar con el hombre.
—Con tal de que todos los malditos H.E. también mueran, no interesa, son una especie peligrosa y nadie quería tomarlo en serio. Me dejaron sin familia. Me tomó años lograr que todo esto sucediera, los evolucionados ayudaban sin darse cuenta a que los humanos los odiaran, pero con mi proyecto exitoso de poder controlarlos las cosas mejoraron. —Sirio se puso delante de mí y yo me aferré a su espalda, no pensaba alejarme—. Ustedes amenazaron con sacarlo a la luz, felizmente me capturaron aquel día y pude razonar un poco con ese salvaje, y así lograr poner las cosas a mi favor nuevamente. Por cierto, ¿qué fue de él? ¿Ya murió en manos de los suyos? —terminó burlándose.
—La muerte no es algo que deba celebrarse —le increpó Sirio, sorprendiéndolo y enfureciéndolo de algún modo.
Puso la mano sobre el botón de activar.
—¡No! —gritó Max—. ¡Le dispararé y la desactivaré! —amenazando con su arma.
—Lo siento, niño, pero si intentas desactivar esta máquina, explotará. Quizá salves a la ciudad pero no tu pellejo.
Max se movió veloz, disparándole en el acto. Lamentablemente el Gobernador también actuó veloz y apretó el botón antes de caer inconsciente.
—¡NO!
La máquina empezó el conteo regresivo.
—¡Salgamos de aquí! —grité.
—No servirá, ¡lanzará la toxina antes de que hayamos podido siquiera asomarnos por la salida del edificio!
Esto no podía estar pasando, no podía creerlo, habíamos llegado hasta aquí para nada. Sirio corrió hacia la máquina y fui tras él.
Llegamos al tablero y empecé a ver si podíamos hacer algo para detenerla sin que explotara. Max desactivó el control de los evolucionados y tomó el micrófono para empezar a ordenar a todos que huyeran.
—No queda más que desactivarla y esperar a que no explote —murmuró Sirio.
—No, no, debe haber forma de desarmarla —dije desesperada.
El conteo ya iba en treinta segundos.
—¡Si no la detengo ahora todos morirán!
El tiempo parecía detenerse ante mis ojos, otra vez. El conteo bajaba y no podíamos hacer nada, solo había dos opciones: o todos en la ciudad morían, o solo nosotros.
El destino no parecía haber querido que estuviéramos juntos desde un inicio, siempre aparecía algún problema o excusa, y ahora esto. No había salida, la cosa era de metal, un solo volumen cilíndrico, sin juntas, sin tornillos, no había forma de desarmarla.
No había forma de empujarla y arrojarla por una de las ventanas hacia el lago, estaba soldada al suelo. No podíamos dejar que todos en la ciudad murieran, y si estallaba una guerra a causa de eso, atacarían a los H.E. y entre ellos a la ciudad de Sirio. Sus padres, los gemelos, Ursa, todos morirían. En parte sentí alivio de que no estuvieran aquí.
—Marien —murmuró a mi lado—, voy a presionar el botón. Por favor, corre.
Lo miré con angustia y él me veía de igual forma, otra vez me perdí en sus hermosos ojos, los cuales quizá estaba viendo por última vez. Las lágrimas ya estaban corriendo nuevamente por mis mejillas, pero traté de ser fuerte.
—No —susurré y tomé su mano—, estamos juntos al final después de todo. No hubiera querido terminar en ningún otro lado.
Me mostró una triste sonrisa y juntó su frente a la mía mientras ponía su mano sobre el botón. El pitido del conteo en reversa, Max gritando que todos huyeran. El sonido se volvió neutro, y solo quedamos nosotros, en silencio. Me empiné y le di un beso.
—Gracias por todo —susurró—. Te amo, y si hay algo después de esto te buscaré, lo prometo.
Al menos, de algún modo, todos recordarían lo que hubo entre nosotros, todos recordarían que los evolucionados no eran tan salvajes después de todo, y recordarían quiénes fueron los que detuvieron la guerra: una simple pareja, que lo único que hicieron fue enamorarse, yendo en contra de las reglas.
El tiempo volvía a su velocidad normal. Lo abracé fuerte y cerré los ojos, soltando un quejido de desesperación.
Sentí el golpe más fuerte que podría haber sentido en mi vida, como si una fuerza poderosa me hubiera embestido, seguido de miles de cristales rompiéndose, una caída que resulto eterna y otro fuerte golpe.
Todo se volvió oscuridad.
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Copyright © 2014 Mhavel N.
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