Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 34: Plan en marcha

Sirio me miró con algo de tristeza repentina.

—¿Qué sucede? —pregunté preocupada.

Se acercó a mí y no pude evitar perderme en sus ojos. Cuando me di cuenta me tenía acorralada contra el escritorio, se inclinó un poco, apoyando sus manos en este, a cada lado de mi cintura.

—Tú no estás condenada a muerte, no lo estás —dijo casi susurrando.

Apoyé mis antebrazos en sus fuertes y bonitos hombros, y acaricié su cabello.

—No te preocupes por mí, me preocupas tú. —Le dije lo que él siempre decía.

Negó en silencio sonriendo de forma melancólica.

—Estaré bien.

Lo jalé de forma lenta hacia mí hasta sentir su aliento sobre mi boca. Sus brazos pasaron a rodear mi cintura. Rocé sus labios, recorriendo y sintiendo la perfecta forma de su labio superior.

—Estaremos bien —susurré—. Nada malo va a pasar, ¿sí?

Me besó de forma suave, haciéndome vibrar con esa deliciosa sensación. Le correspondí, deleitándome otra vez. ¿Por qué había tenido que enamorarme de un hombre que me sacara de mis cabales tan rápido? El leve roce de sus dientes caninos me hizo recordar que no era un hombre cualquiera.

Me separé de él y observé su rostro, su ligera expresión de tristeza no se iba. No me gustaba eso. Le sonreí con dulzura y él hizo lo mismo, así me gustaba, mi dulce y algo salvaje, celoso y terco H.E.

Volví a besarlo, esta vez con más intensidad. Sus manos se escurrieron bajo mi pijama y acariciaron mi piel mientras yo acariciaba su pecho que ya empezaba a arder de forma embriagadora. Nos abrazamos y quedamos así por varios minutos.

Su cálido aliento golpeó mi cuello antes que sus labios, y sonrió contra mi piel.

—Me atraes tanto... —susurró. Tomó un mechón de mi cabello entre sus dedos—. Y hueles tan bien... Cuando te veía caminar a mi lado, tan libre, admirando el bosque. Cuando vigilaba tus sueños y te veía tan apacible, siempre sintiéndote segura conmigo a pesar de lo que yo soy, me preguntaba por qué no podía decírtelo, ¿por qué no podía declararte mía de algún modo?

El rubor estaba en todo mi rostro.

—Yo pensaba lo mismo de ti, ¿por qué no me atrevía a besarte? Quizá el hecho de que no lo supieras me hacía dudar.

—Me hubiera encantado saber sobre los besos antes, yo te habría besado sin dudarlo.

Reí entre dientes.

Deslizó su mano por mi cuello y llegó al primer botón de mi pijama, jugueteando un poco con este. Me miró, mantenía esa tan dulce y además pícara sonrisa. Me quedé cautivada, ¿sabría él que me estaba enloqueciendo?

—Eres tan... deseable... —le susurré ruborizándome, sintiendo el corazón en la boca.

Ladeó el rostro, obviamente sin entender el uso de esa palabra en esta situación pero no me importó, sacudí la cabeza sonriéndole con ternura. Su sonrisa era deslumbrante, me abrazó y su calor me inundó, me acarició, no lo hacía apropósito, pero ya me había hecho perder la cordura.

Sus manos se posaron sobre mis pechos, estremeciéndome. Suspiró contra mis labios y deslizó su nariz por mi mejilla hasta mi oído.

—Me gustan —ronroneó con voz grave y extremadamente seductora—. ¿Sabes? Me tienen fascinado, los observaría todo el día.

—Bueno, puedes hacerlo —murmuré.

Mis manos recorrieron su pecho y bajaron. Apreciaba mi cuerpo con total calma, delicadeza y naturalidad, me encantaba. Me seducía con solo el roce de su piel y me envolvía con su delicioso aroma.

—Eres preciosa —susurró.

Lo besé apasionadamente. Me senté en el escritorio mientras lo atraía hacia mí con mis brazos y piernas, envolviendo su estrecha cadera.

—Te amo demasiado —le dije con urgencia—, no quiero que te separen de mí.

—Sabes que yo también te amo —murmuró contra mi oído—, y no lo harán, tranquila.

Vibré con su voz y sonreí mordiendo mi labio inferior.

—¿Sabes? —Sonreía de nuevo y eso me alegraba y aliviaba—. Conté los pequeños lunares de tu piel, bueno... —Ahogó una corta risa—. Los que he logrado ver en esos momentos de desenfreno.

Reí entre dientes.

—Bueno, ya que estamos solos, puedes terminar de contarlos...

—Debo dejarte descansar bien.

—Hey, ya descansé todo el día como una marmota. —Deslicé mis manos debajo de su pantalón para tocarlo, cerró los ojos y frunció el ceño, absorbiendo aire entre los dientes.

Mostró su traviesa y caliente sonrisa, y de un momento a otro terminamos en la cama, amándonos con locura. Bastaba una amenaza de muerte y esto era lo que ocurría.

Acaricié e incluso creo que arañé su espalda con suavidad mientras él me besaba, calló mis suaves gemidos mientras me hacía suya. Besó mi cuello gimiendo bajo en su garganta, traté de guardar silencio ya que en esta edificación había tres evolucionados más, con un estupendo oído, pero repetidas veces me perdí, llena de gozo, sin poder medirme.


***

Respiré profundo y calmado, recuperando mi aliento. Sonrió contra mi mejilla y me besó. Sonreí también, momentos como este eran únicos y me hacían sentir que todo estaba bien... que todo estaría bien. Que él era mío y que eso no iba a cambiar, que estaría en mis brazos siempre, que había nacido para mí.

Suspiré, en verdad deseaba poder escapar de todo, pero al haberlo visto tan animado más temprano, ya no sabía si sería lo mejor, y más si yo tampoco sabía si iba a adaptarme a su mundo.

—¿Sucede algo? —preguntó.

Me acurruqué más contra su caliente cuerpo, sonriendo y cerrando los ojos.

—Veo que te adaptaste bien a mi mundo, pensé en que quizá querrías quedarte un poco más luego de que todo acabe, si logramos hacer que la gente acepte a los evolucionados.

—¿Por qué? —Acarició mi cabello mirándome con preocupación.

—Bueno, has hecho amigos, sobre todo con los otros evolucionados.

Me sonrió con dulzura.

—Mis congéneres no van a quedarse aquí por mucho tiempo, ellos quieren recobrar sus vidas. Pero descuida, si así lo deseas, podemos quedarnos, e ir a visitar.

Entristecí. De pronto sentí que lo estaba queriendo separar de su mundo y sus padres de forma egoísta, sin siquiera haber sido consiente de ello, solo porque tenía cierto miedo a no poder adaptarme.

—Lo siento.

—¿Por qué te disculpas?

—Me encantaría ir contigo a tu ciudad, pero, ¿qué pasa si no puedo acatar todas las normas?

—Está bien, recuerda que te dije que seas tú misma, no necesito ni quiero que acates las normas, te quiero a ti con todas tus muestras de afecto, llévame de la mano, abrázame, e incluso bésame, si es eso lo que se te antoja.

Sonreí con alivio.

—¿En serio?

Sonrió también.

—Te llevaré a los festivales que tenemos, aunque no sean muchos —agregó volviendo a acariciar mi cabello, relajándome—. Podemos danzar juntos como aquella vez.

—Eso suena bonito.

Sonreí, recordando cuando estuvimos ahí, cuando mi pulso se aceleraba mientras bailaba ese suave vals con él, ruborizándome porque él me encantaba, y las enormes ganas que yo tenía de besarlo y hacerle saber a todos que ya era mío, y cuando al final sucumbí al deseo y lo besé en su habitación, declarándole en silencio mi amor.

Sí, si iba a poder ir de la mano con él en las calles, pero en la intimidad de nuestra casa, iba a hacerle el amor con desenfreno.

—Podemos venir a visitar también, o incluso vivir un tiempo aquí, y un tiempo allá. —Acarició mi rostro mirándome profundamente con esos bellos ojos—. Podremos hacer lo que queramos, ir a donde queramos, ¿está bien? —Asentí sonriendo, y me dio un suave beso—. Te voy a cuidar siempre, no voy a dejar que nadie te lastime.

Yo tampoco quería que lo lastimaran, pegué mi frente a la suya, la sola idea siempre me atormentaba. Suspiró, besó mi frente y me abrazó, juntándome de nuevo a su cuerpo.

—Vamos a salir de esto —susurré.

—Sí. Descuida, por ahora, me concentraré en lo que tengo que hacer. Todo va a estar bien, vas a ver que sí —aseguró.

Asentí en silencio, de algún modo me sentí aliviada de todo, y pronto quedé dormida.


***

Desperté antes que él, para mi sorpresa. Me encontraba entre sus brazos, sus piernas entrelazadas con las mías. Vi su rostro, tan relajado, tan joven, lleno de vida, tan perfecto. Me quedé varios minutos contemplándolo, admirándolo. Pasé con delicadeza la punta de mi dedo índice por su barba, apenas crecida. Mordí mi labio inferior, me fascinaba.

Besé sus labios perfectos y tentadores. Abrió sus felinos ojos casi sorprendido, pero enseguida sonrió y me devolvió el beso.


***

La hora del desayuno llegó, me era extraño ya no tener que ir al laboratorio. ¿Y ahora qué haría?

Mi vista se dirigió a los evolucionados que nos miraban desde una mesa cercana. Si es que habían escuchado algo durante la noche, por lo menos no sabían lo que había sido, así que eso me tranquilizó un poco. Nos dirigimos a la mesa en donde estaba Rosy, ahí se encontraban también Max, su hermano y la espesa Tania.

—Bien, esto es lo que haremos —dijo Max mientras juntaba las manos sobre la mesa—, dejaremos a la chica rara mientras tú vas y amenazas al gobernador...

—¿Qué? —interrumpí—. ¿De qué están hablando?

—Por cierto, habla con ella —continuó Max, dirigiéndose a Sirio sin hacerme caso alguno.

Él tensó los labios.

—Sí, eso haré —respondió mientras se ponía de pie.

Lo vi alejarse, iba a hablar con ella, ¿sobre qué?

—Debe irse ya —murmuró Max como respondiendo a mi duda mental—, así no se interpondrá... Además estorba —agregó con tono natural.

Traté de contener una pequeña risa, pero no fue necesario mucho esfuerzo, ya que lo vi entrar con ella aferrada a su brazo. Sí, tenía que irse. ¿Cómo era que una evolucionada podía sentirse tímida y vulnerable? Ya quisiera yo ser como ellos: fuerte, imparable... bueno, casi. Él se veía incómodo, volvió a sentarse a mi lado.

—Quiero ir con ustedes a lo que tengan que hacer —dijo ella—, luego ya me dejan en la salida, solo quiero asegurarme de que Sirio no se meta en más problemas.

Oh, eso también intentaba yo, querida.

Max rodó los ojos y siguió comiendo sin hacerle caso igual que a mí. A los pocos minutos Rosy, Max, su hermano y Tania se pusieron de pie llevando sus bandejas. Nos quedamos nosotros que aún no habíamos terminado el desayuno.

—¿Qué es lo que harás? —le susurré a Sirio lo más bajo que pude.

Me miró de reojo y luego bajó la vista a su plato sobre la mesa.

—Iré a hablar con ese gobernador —afirmó, con un tono que dejaba en claro que no cambiaría de opinión.

—Iré contigo —susurré de vuelta, haciendo que me viera.

—No quiero arriesgarte...

—Iré contigo quieras o no —insistí—, te seguiré a donde vayas. Además... Debo saber qué ocurrió con mis padres.

—Si algo te pasa por mi culpa no podré soportarlo —dijo en tono amargo.

Entristecí.

—Y si algo te pasa a ti... tampoco podré soportarlo —susurré con voz débil.

Sinfonía se inclinó un poco sobre la mesa, mirándonos con los ojos entrecerrados, primero a mí y luego a Sirio.

—Quiero volver a mi habitación —interrumpió—, pero también voy contigo, ya sabes.

Sirio suspiró con pesadez y se puso de pie.

—Enseguida vuelvo —murmuró hacia mí y se retiró con ella siguiéndolo.

Ella volvió a aferrarse a su brazo y volteó para mirarme con el ceño levemente fruncido, como una pequeña gata enfadada, yo la estaba mirando de igual forma. Para su sorpresa y la mía, Sirio se zafó de su agarre mientras le decía algo con rostro serio, y ella le reclamó de la misma forma. Ahora también deseaba tener un buen oído como ellos para saber qué le decía, pero me alivió que él ya no se dejara agarrar.

Desaparecieron de mi vista. Este sería un largo día, yendo con ella también a hablar con el gobernador, soportando que quisiese pegarse así a mi hombre. Mío.

Suspiré. No tenía caso, él ya era todo mío, y ella era una niña en realidad, no debía ponerme así por algo como eso. Yo ya era adulta. De algún modo la entendía, claro, ella también estaba enamorada de él, ¿cómo no estarlo? Caramba.


Me dirigí hacia el campo de entrenamiento, ya estaban empezando a calentar mientras Max hablaba con los evolucionados y Tania a un costado. Rosy estaba a unos metros alejada de ellos, sin despegarle la mirada a Ácrux, volteó a mirarme sonriente y me hizo señas para que fuera a su lado.

—Anoche dormí con Ácrux —me dijo sin más.

Mi boca cayó abierta de la sorpresa y me ruboricé enseguida.

—¿Q-qué? —pude articular luego de unos segundos.

Abrió los ojos como platos y empezó a reír, junté las cejas confundida mientras ella intentaba calmarse.

—¿Que... qué acabas de pensar? —preguntó entre risas.

—Uh...

—Solo dormí en su cama... específicamente: «dormir» —agregó con picardía.

—Ah —dije temblorosa mientras una sonrisa se cruzaba por mi rostro.

Ahora me había puesto más roja por haber mal interpretado. Oh Dios, ¡qué mal pensada que era! Rosy se alegró y se acercó a mí un poco más para susurrar.

—Eres una pilla... —murmuró apenas arqueando las cejas, divertida.

Negué con la cabeza soltando una tonta risa.

—¿Cómo dormiste? —pregunté.

Casi dio un par de brincos en el suelo.

—Bueno, fue raro. Él se sentó contra la pared frente a la cama y pude ver sus ojos brillar reflejando la tenue luz del exterior. —Se estremeció un poco—. Eso fue genial y aterrador al mismo tiempo. —Sonreí y asentí, ella hizo puchero—. Quería que durmiera conmigo...

Reí en silencio.

—Ya te he explicado...

—Sí, lo sé. Pero igual. —Se encogió de hombros—. En fin. —Miró alrededor y volvió a plantar sus ojos en mí—. ¿Qué tiene esa chica rara con tu Anthony?

Me tensé un poco.

—Es una conocida de él, una antigua amiga —dije tratando de sonar natural.

Ella alzó la vista y sonrió. Volteé a mirar, claro, era mi Sirio que estaba de vuelta. En ese momento recordé las pocas tres noches de intimidad que habíamos pasado juntos. Me ruboricé. ¿Podía ser más perfecto? Aunque el día de ayer me había traído un nuevo cambio a mi vida, esperaba que fuese algo pasajero.

De pronto sentí que estaba olvidando algo... algo que tenía que ver con...

¡Rayos, la pastilla! ¡Olvidé tomarla anoche!

Me tapé la boca, absorta en mis pensamientos. ¿Y ahora? No pasaba nada, solo debía ir a tomarla ya, se había quedado en el hospital. Además antes ya la había tomado al día siguiente cuando en realidad era para tomarla antes de. Así que ya estaba arriesgándome desde antes, algo que no debía haber hecho. En verdad, no me disgustaría para nada tener un hijo de él, mi Sirio... No, pero, no ahora, no ahora, no era el momento. Ay no...

Una suave caricia en mi rostro hizo que reaccionara, alcé la vista y me encontré con esos ojos de hermoso verde, como el limón, como las hojas de los árboles en los bosques bajo la luz del sol, y que resaltaban tan bien con sus bonitas cejas y cabello oscuro. Me quedé embobada, como siempre, cada vez que lo veía.

—¿Todo bien? —preguntó preocupado.

Respiré hondo y asentí sonriéndole con dulzura. Arqueó una ceja y ladeó el rostro confundido, quizá por mi repentino cambio de expresión, así que me empiné y le di un casto beso en los labios. Sonrió, revelándome esos bonitos colmillos, haciendo que latieran sus leves rasguños en mi cuerpo.

—Sirio, ya casi es hora —interrumpió el espeso de Max.

—Voy —le respondió de forma seca.

Se fue hacia dónde estaba y comenzaron a hablar. Volví a centrarme en lo que me había quedado: la pastilla.

Quizá debí haber conseguido la que funcionaba por el mes entero. Suspiré y fui hacia el hospital para tomarla.


Para la hora de almuerzo se repitió lo de la mañana, Sinfonía viniendo a sentarse con nosotros. Aunque esta vez, y para mi alivio, ya no tocó a Sirio. ¿Le habría dicho que no lo hiciera? Me sentí egoístamente bien al pensar que quizá eso era lo que le había reclamado más temprano.


***

Mientras los hombres se alistaban para salir, fui a ver a Marcos. Él estaba solo en el laboratorio, y sonrió al verme.

—Todo es muy solitario —dijo con melancolía—, moriré de aburrimiento sin ustedes.

Reí entre dientes.

—Estamos al lado y no han pasado ni veinticuatro horas —dije sonriente.

Se encogió de hombros.

—Bueno, igual —de pronto pareció recordar algo—. Quería decirte que, de acuerdo a los exámenes de ADN, existe la remota posibilidad de que humanos y evolucionados puedan concebir un híbrido.

Mis ojos se iluminaron.

—¿Ah, sí? —pregunté disimulando mi entusiasmo.

Luego recordé lo de la pastilla de nuevo y me preocupé levemente.

—Ajá, pero no sé si ese híbrido podría vivir, ya sabes... —titubeó—. Podría nacer muerto o algo así, o en el mejor de los casos: ser estéril. —Volvió a encoger los hombros—. La madre naturaleza a veces puede más, no cree en cuentos de hadas.

Suspiré.

—Eso sí, pero algo es algo. Por lo menos hay esperanza.

Asintió. Saqué un pequeño frasco y se lo mostré. Se le iluminó el rostro enseguida.

—Es... es...

—Oh sí.

Sonrió y me lo recibió, fue directo a guardarlo. Era un poco de saliva de Sirio, se la había pedido esta mañana y él había aceptado entre risas y su adorable rubor, ganándose un gran beso luego.

—Son geniales, ¿verdad? —murmuró mi amigo, sacándome de mis recuerdos—. Con una saliva así... cualquier bacteria muere, mientras que nosotros requerimos de enjuagues bucales para no tener problemas. —Eso me hizo sonreír, era cierto.

—Bueno, debo irme. Rosy vendrá de aquí en un rato a hacerte compañía.

—Oh bueno —dijo resignado—, peor es nada.

Ambos reímos brevemente.

Volví con Sirio y ya se encontraban listos para salir. Me dieron un casco para que me lo pusiera en caso de ser necesario. Subimos a las camionetas y partimos.

Anunciaron que primero iríamos a dejar a Sinfonía por más que ella reclamó que no quería, nuevamente me sentí bien por esa decisión. Lamentablemente, no estaban dejando salir a los hombres de seguridad de las ciudades, por las investigaciones sobre abusos y demás, así que había que sacarla por otro lado, y no iban a poder llevarla en auto por esa razón. Eso quizá iba a ser peligroso.

De todos modos me preocupaba más que quisieran hablar con el gobernador. No sabía qué planeaban lograr, ese sujeto no entendería, después de todo, si él sabía lo que ocurría en los establecimientos de seguridad entonces era otro desgraciado más. Aunque sí me interesaba era saber qué había sido de mis padres.

Continuamos por el camino hacia la edificación de donde habían rescatado a Sinfonía, para que volviese por donde vino. Según Max, esa edificación había sido abandonada por ahora. Aunque yo no lo creía, los de seguridad andaban alerta, sobre todo ahora que habían sucedido estas cosas.

Habían escuchado que estaban buscando en todas las instalaciones extras que existían, aunque por suerte aún no habían intervenido el campo de entrenamiento cerca al hospital, por ser nuevo seguro lo habían dejado al último. Eso me preocupaba, tarde o temprano también tendríamos que salir de ahí.

Llegamos a la edificación y efectivamente, parecía estar cerrada.

—Bien, vamos jovencita —dijo Max dirigiéndose a Sinfonía.

Bajó de la camioneta, Sinfonía miró a Sirio.

—¿No me acompañas? —preguntó—. Me refiero a que vengas conmigo unos días... —agregó con timidez.

Sirio suspiró y negó con la cabeza.

—Sabes que no —respondió mientras bajaba de la camioneta también.

Lo seguí, la chica no tuvo opción más que bajar también. Los hombres de Max bajaron de las camionetas y nos siguieron. Para sorpresa nuestra, la puerta de la edificación estaba abierta, así que entramos despacio. Parecía estar vacío, por el momento.

Sirio me tomó del brazo.

—Hay alguien aquí... —murmuró. Max volteó a mirarlo e hizo señas para que continuáramos—. Son varios, también hay evolucionados, creí que ya no habría nadie.

—Nos acercaremos de todos modos, aquí tenemos resguardo. Quiero ver qué es lo que están haciendo aquí —respondió Max.

Nos encontramos con un hombre, era el mismísimo gobernador, aquel hombre con cabello encanecido y traje gris. Estaba con otros hombres más y dos evolucionados, con casco obviamente.

Sentí algo de alivio, solo eran dos después de todo, nosotros teníamos cinco. Los hombres voltearon a vernos.

—¿Tiene autorización para estar aquí? —preguntó uno de ellos.

—Claro que sí —respondió Max—, justo queríamos tener la oportunidad de hablar con el señor gobernador, si no le molesta.

—Ahora no, estamos viendo otros asuntos.

Sirio, Ácrux y los dos hermanos gruñeron con furia haciendo que los hombres se sorprendieran mucho. Los evolucionados que estaban con ellos devolvieron el gruñido.

El gobernador me sonrió estrechando los ojos.

—Conozco tu rostro, jovencita.


******

Copyright © 2014 Mhavel N.

Registrado bajo derechos de propiedad intelectual, caso número 1-2261766092 United States Copyright office. Prohibida toda copia parcial o total, toma de ideas de la trama, personajes, adaptaciones. Bajo pena de denuncia.

página de Facebook www.facebook.com/ojosdegatotentador


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro