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Capítulo 33: Más problemas

Desperté con sus besos y caricias. Mi meloso favorito. Acaricié su pecho y enterré mi nariz en su cuello, deleitándome con el aroma de su deliciosa piel y, claro, también del aroma a noche de pasión. Habíamos hecho el amor de forma lenta y apasionada hasta altas horas, estaba agotada aún pero él parecía estar como nuevo. No me importaba, quería satisfacerlo. Quería memorizar esa deliciosa sensación de tenerlo, su aroma, el peso de su cuerpo, el sabor de su piel. Era demasiado especial.

Me apretó contra su cuerpo con fuerza, robándome el aliento mientras sonreía feliz de la vida.

—Vaya noche... —murmuró—. Nunca se me hubiera ocurrido que fuera así...

Reí un poco contra su cuello.

—¿Y cómo pensabas que era? —Besé su piel—. ¿Cómo pensabas que aparecían los niños?

Rió en silencio y meditó unos segundos.

—Nunca me detuve a pensarlo con seriedad... Simplemente pensaba que de algún modo aparecían, que quizá por alguna especie de contacto especial de la pareja del núcleo o algo. —Se encogió de hombros—. Los deberes y nuestra sociedad nos mantenían distraídos con otras cosas... ya sabes...

—Hum... sí, lo suponía.

Besé su cuello y subí hasta la línea de su mandíbula. Su barba estaba apenas crecida, me gustó. Pasé la punta de mi lengua por su oído haciéndolo estremecer.

—Si sigues así ya sabes qué es lo que conseguirás —dijo en un tono grave bastante tentador.

Volví a reír entre dientes. Se empezaba a hacer tarde y aunque la idea de seguir con él me atraía, tenía que ponerme en marcha. Me dio un suave beso en los labios haciéndome salir de mis pensamientos.

—Me consuela el hecho de saber que te veré más tarde —susurré—, y podré hacerte lo que quiera...

Sonrió y salí de la cama de mala gana por tener que dejarlo.


***

Abrí la ducha y palpé el agua, ya salía tibia. Abrí parcialmente la puerta y él volteó a verme. Estaba de pie, había recogido el par de prendas de las que nos habíamos deshecho anoche. Me mordí el labio inferior ante la vista que tenía. Sonrió y arqueó una ceja.

—¿Vienes un momento? —le pregunté, y enseguida vino hacia mí con una dulce sonrisa, tomé su mano y lo hice pasar—, dúchate conmigo de nuevo —susurré mientras lo metía a la ducha y le rodeaba el cuello con los brazos para besarlo.

El agua nos cubrió a ambos, recorrí su piel con mis manos mientras él hacía lo mismo. Quizá me portaba como una romántica empedernida, pero no me importó. No había nada más delicioso que su piel fresca y suave bajo el agua. Me sentí en el cielo mientras él masajeaba mi cuerpo con la suave esponja con jabón, me besó y mis manos subieron desde sus pectorales hasta sus hombros. Me deleité con esos músculos marcados que tenía. Sonreí contra sus labios.

Cerré los ojos mientras masajeaba suavemente mi cabeza con el shampoo, era revitalizante, tomando en cuenta que me sentía agotada y adolorida por haber tenido una de las noches más candentes de mi vida hasta ahora, contando la anterior. Me aferré a su cintura y pegué mi cuerpo al suyo, recostando mi rostro en su pecho con los ojos cerrados mientras él continuaba con su relajante masaje.

—Estás muy agotada —murmuró apenas.

—No... bueno... algo —respondí de la misma forma sin abandonar mi posición.

Tomó mi mentón y se inclinó un poco para darme un beso.

—Perdón. Más tarde descansas...

Negué con la cabeza, haciendo puchero.

—Yo quiero hacerte el amor —reclamé de un modo un poco infantil.

Soltó una suave y hermosa risa y me abrazó fuerte.

—Ya lo veremos —repuso de forma dulce, a los pocos segundos me separó de él, tomándome gentilmente de los hombros—. Ahora a enjuagarte, te harás tarde...

—Ah, sí...

Me enjuagué rápido, me sentía revitalizada. Se pegó parcialmente a mi espalda mientras se aplicaba el shampoo también y lo enjuagó a los pocos minutos. Salimos de la ducha y me envolvió con mi toalla haciéndome sonreír nuevamente.

Se vistió más rápido que yo. Se puso la camisa azul marino con un rápido movimiento y quedó mirando atentamente cómo me abrochaba el sujetador. Sonreí y apoyé la blusa en mi hombro mientras me le acercaba. Empecé abrocharle los botones de la camisa, sonriendo ante la idea de la imagen de dulce esposa que acababa de dar. Tomó la blusa y ayudó a ponérmela.

—Debemos ser la pareja más melosa que puede existir —le dije sonriendo.

—¿Melosa? —preguntó divertido, arqueando una ceja.

—Nos estamos portando muy cariñosos el uno con el otro... pero me encanta, nunca creí que llegaría a portarme así.

Me ofreció otra de sus amplias sonrisas de ensueño.

—Eso me gusta —respondió.

Nos volvimos a despedir con un apasionado beso como todas las mañanas. Nunca iba a hartarme de él ni de su refrescante forma de ser y de mostrarme su amor.

Fui hacia el laboratorio, y al entrar, Marcos me atajó.

—¿Serías tan amable de darme una muestra de la saliva de tu H.E.? —preguntó.

Junté las cejas en un gesto de enojo y asombro al mismo tiempo.

—¿Pero qué dices?

—Quiero ver sus propiedades antisépticas y curativas —insistió—. Anda, por favor —rogó haciéndome suspirar con pesadez.

—También puedes pedírselo a él.

—Bien, bien —dijo de mala gana—. Solo quería que tú lo hicieras, no vaya ser que se niegue o se lance a querer matarme por eso.

Solté una leve carcajada y me aparté de él para continuar con lo que teníamos que hacer.


Al cabo de unas horas, cerca de la hora de almuerzo, vino Julio con cara de espanto a decirnos que un hombre nos estaba buscando a mí y a Rosy. La sangre se me enfrió, nos habían encontrado, lo sabía. ¿Y ahora qué haría? Qué rápidos habían sido. Miré a Rosy y por su expresión me dio a entender que estaba pensando lo mismo que yo. Salimos en dirección a la sala de atención y caminamos lentamente.

—¿Qué crees que quiera? —preguntó Rosy con la preocupación en su rostro.

—Quizá amenazarnos para que no digamos nada o... no sé.

También había la posibilidad de que nos sacaran de aquí y nos llevaran a silenciarnos de una vez, después de todo, ellos ya sabían bien quiénes éramos y qué era lo que sabíamos. No me había detenido a pensar en eso y ahora sentía el pánico empezar a recorrerme.

El pánico aumentó cuando vi a un hombre vestido de negro y dos hombres parados a sus costados con casco. Típico de ellos. Me preocupaba que esos evolucionados detectaran el aroma de los otros que estaban en el campo de entrenamiento.

—Buen día, señoritas —dijo el hombre al vernos, ambas asentimos con un leve movimiento de la cabeza—. Descuiden —agregó—, solo vengo a entregar un mensaje... es de parte del gobernador.

Me sorprendí. Me percaté de que los evolucionados miraban disimuladamente hacia los costados y sentí un nuevo bajón de presión, quizá ya habían detectado el aroma de Sirio.

—De qué se trata —murmuré tratando de disimular tranquilidad.

El hombre sacó un papel de un folio y me lo entregó. Las personas y pacientes del hospital pasaban mirándonos con curiosidad, sobre todo a los hombres altos de casco, sin tener idea de lo que en verdad eran.

—El gobernador ya no necesita que se dediquen a investigar —dijo, miré el papel con incertidumbre mientras el hombre continuaba hablando—, así que ordena retirarse y continuar con su vida normal. Busquen trabajo en algún otro lugar y no divulguen nada sobre lo que saben.

—¿Qué? —exclamó Rosy—. Ni siquiera tenemos a dónde ir, los de seguridad destruyeron nuestras viviendas en la otra ciudad...

—El gobierno les hará un depósito —respondió el hombre de forma algo tosca—. Ordenó advertirles también que si el asunto continúa o sale a la luz algo más por parte de ustedes, se las silenciará permanentemente.

Tragué saliva con dificultad. ¿Y ahora qué haríamos? Esto no se podía quedar así. Pero una vez más recordé lo que Marcos había dicho una vez, que nosotros no éramos nada para el gobierno y sus cosas corruptas. Todo había sido mi culpa.

El hombre se retiró, y pude notar cómo uno de los evolucionados volvía a mirar a su costado. Sirio también estaba en problemas, sin duda ese H.E. podría hablar sobre lo que olfateó si lo tenían controlado.

Mi amiga me miraba con mucha preocupación. Marcos se nos acercó.

—Le dije a Max lo que pasaba por si el hombre se dirige hacia allá ahora. —Nos miró preocupado al ver nuestros rostros—. ¿Qué pasó?

Fruncí el ceño y apreté los puños. Podían desquitarse conmigo, pero yo misma había arrastrado a Rosy a esto y ahora ella también estaba pagándolo, lo peor era la posibilidad de que nos mataran a las dos. De todos modos no era necesario que algo más saliera a la luz, ya que incluso podían deshacerse de nosotras produciendo algún accidente.

—Discúlpenme —dije con débil voz.

Me dirigí hacia la parte posterior del hospital a ver por las ventanas, tenía que percatarme de que todo estuviese bien allá en el campo. Marcos y Rosy me siguieron mientras ella le explicaba lo que había pasado.

Me asomé, vi a los soldados de Max entrenando como normalmente lo hacían y me sentí un poco aliviada. Busqué inmediatamente a mi Sirio y lo divisé pronto, estaba junto con Ácrux observando cómo los otros dos evolucionados peleaban.

Me dirigí a la puerta y salí en dirección al campo, casi corriendo. Sirio volteó a mirarme cuando estuvimos cerca del alambrado. Max me lanzó una extraña mirada, como de advertencia, y me quedé quieta. Mis ojos se dirigieron a Sirio, pero él no parecía haberse dado cuenta, quizá Max no les había dicho nada.

Los cuatro evolucionados voltearon a mirar hacia el bosque que se extendía más allá del campo, del otro lado de la cerca. Me sorprendí al ver que inmediatamente echaron a correr. Miré hacia el ralo bosque y pude ver un venado. Oh, eso era. Sirio aceleró y brincó la alta cerca sin problemas, cayó de cuclillas y volvió a salir disparado hacia el venado. Los otros lo seguían a unos cuantos pasos, brincaban sin problemas los obstáculos hasta que quedaron quietos cerca de la vegetación.

Vaya, quizá no habían estado tan "encerrados" y privados del bosque como lo había pensado. Sonreí con alivio. Cómo adoraba ver a Sirio en modo de caza, con esa mirada fría y fija en su objetivo, era de temer, pobre venado.

Max había salido corriendo del campo para venir hacia nosotros mientras los chicos se distraían cazando. Pude ver cómo se iban dispersando lentamente, rodeando al venado. El animal alzó la cabeza y salió disparado también, huyendo por su vida mientras los cuatro depredadores se lanzaban al ataque.

—¡Hey! —exclamó Max detrás de mí, haciéndome brincar del susto.

—¡Dios! No vuelvas a asustarme así, no estoy de humor —contesté de forma tosca.

—Ya, ya, tranquila, lo sé —dijo alzando las manos, tratando de calmarme—. Marcos me dijo.

—Estamos en problemas...

—Sí, lo están, pero lo solucionaremos.

—No, no entiendes. —Mi voz se quería quebrar—. El hombre estaba con dos evolucionados encubiertos ahí, estoy segura de que uno de ellos se ha percatado de la presencia de Sirio, son capaces de volver... y también venir aquí.

—Aparte de que quieren matarnos —agregó Rosy con algo de angustia.

Max suspiró.

—Ya, miren... —volvió a intentar calmarnos pero guardó silencio unos segundos al percatarse de que los chicos ya venían de regreso—. No les he dicho nada aún, sobre todo a tu salvaje, no quería que se fuera a armar algún lío.

Resoplé, ya lo suponía. Pero tenía lógica, Sirio no se habría quedado a esperar si se enteraba de lo que estaba pasando en el hospital. Los vi acercarse, mi joven H.E. llevaba al venado a cuestas. Me preguntaba si todo esto iba a terminar bien, si en algún momento se acabaría. Lo único que habíamos hecho hasta ahora era meternos en más problemas, y me había quedado sin trabajo, patético. Aunque, la verdad, solo nos estaban distrayendo ahí. Él que más me preocupaba era Sirio, no tardarían en encontrarlo, no quería que se lo llevaran.

Dejó al venado en el suelo y se acercó a mí con semblante de preocupación, seguro había notado mi expresión. No me contuve y lo abracé fuerte, enterrando mi rostro en su pecho.

—¿Qué sucede? —me preguntó casi susurrando mientras acariciaba mi cabello.

Negué con un rápido movimiento de la cabeza. Aún quería sentir el confort y alivio que me daba el rodearme con su aroma para calmarme.

—¿Qué ha pasado? —volvió a preguntar de modo autoritario, dirigiéndose a los que estaban ahí presentes.

—Me temo que están en problemas —murmuró Marcos.

—Nos amenazaron... —respondí al fin contra su pecho.

Se tensó enseguida.

—¿Quiénes? —preguntó con severidad en la voz—. ¿El gobierno?

Giré mi rostro para poder ver a Max y a mis dos amigos.

—Sí —respondió Rosy antes de que pudiera hacerlo yo—. Vinieron a vernos, un tipo en traje con dos evolucionados con casco...

—¿Qué? ¿Por qué no avisaste? —preguntó, y por la cara que puso Marcos, estaba segura de que se había dirigido a él y que lo estaba fulminando con la mirada.

—Lo hice —se excusó levantando las manos y alegando inocencia.

—Gracias, gracias —dijo Max rodando los ojos. Sirio también lo atacó a él con la mirada—. Escucha —trató de calmarlo—, si te lo hubiera dicho hubieras ido a meterte en problemas, a revelar tu identidad frente a la gente y a arriesgarte a que los mataran ahí mismo.

—No digas tonterías —le respondió casi gruñendo—, hubiera podido acabar con ellos.

—No —le dije con suave voz. Alcé la vista y acaricié su rostro—, la gente también hubiera corrido a avisar a los de seguridad o al mismo gobierno.

—Según Marcos, ahora no podrán estar más en el hospital —agregó Max—, así que se quedarán aquí.

Volteé a mirarlo.

—¿Eh? —exclamó Rosy.

—No es necesario —repuso Marcos—, pueden seguir en el hospital.

—Olvídate de eso —interrumpió Max—, volverán a buscarlas y también a Sirio. Sin embargo, nunca sospecharían que estén aquí, ellos esperarían que se fueran a algún lugar más lejano.

Sirio no parecía contento con lo que había pasado, suspiró.

—Bueno... solo por ahora —dijo—. Si es necesario, yo mismo iré a hablar con ese tal gobernador a acabar de una vez con todo esto. Y que me sigan los que gusten —amenazó.

Me angustié.

—¿Qué? —Me aferré a su camisa—. No te dejaré hacer eso.

Envolvió mis manos con las suyas mientras me miraba con esos ojos penetrantes.

—Lo haré, no pueden venir a amenazarte. O dejan a un lado su actitud temerosa hacia mi sociedad o yo mismo me dedicaré a divulgar sus cosas y a desaparecerlos.

—No, no, no... —Sacudí suavemente la cabeza en negación, temerosa.

Entristeció un poco y noté algo de angustia además.

—Es la única forma, ¿cuánto tiempo más tendré que permanecer oculto? —Entristecí también, lo sabía, se estaba cansando de eso. «No por favor, no te alejes de mí»—. Ellos no desistirán en su búsqueda de una guerra, no puedo quedarme a esperar y menos aguantar que te amenacen como si fueran los amos de las personas, dueños y señores del planeta. —Estaba conteniendo la furia en su voz—. No les permito que vengan a amenazar con arrebatarte de mi lado. —Apretó un poco más sus manos sobre las mías—. No les permito —enfatizó.

No sabía que esto lo iba a enfurecer tanto. No, si hubiera sido al revés yo estaría igual de afectada. Y a él también lo buscaba Orión para matarlo y yo no podía hacer nada más que ocultarlo aquí. Lo abracé fuerte. No quería que me lo arrebataran tampoco, esa era mi pesadilla.

Una voz femenina irrumpió. Era Tania, no la había visto venir.

—Solo hay una habitación extra que era para Sirio, cuando se animara a quedarse aquí —dijo.

—Está por demás decir que ellas se quedan conmigo —respondió él.

Rosy se alegró.

—Gracias —exclamó emocionada y nos envolvió en sus brazos a ambos.

Max rodó los ojos.

—Bueno, traigan sus cosas —pidió mientras se retiraba.


Almorzamos ahí con ellos antes de ir por nuestras cosas. Me di cuenta de la gran diferencia en el ambiente, comparado con el hospital.

Ahí habían risas escandalosas, más comida, hombres haciendo alboroto, Los hermanos evolucionados de ojos celestes se acercaron a Sirio por un instante a mostrarle algo que habían encontrado en el celular y sonreían, a él también le impresionó y comentaron al respecto.

Me di cuenta de que se había integrado bien al lugar, a mi mundo. Incluso cruzó algunas palabras con soldados, y ellos parecían estar acostumbrados a verlo y hablarle. Quizá no era tan malo quedarnos aquí un tiempo, quizá no era tan malo después de todo, el no haber podido iniciar la vida que quería con él, lejos de todo, era bueno estar rodeado de amigos.

Sonreí por unos momentos, sintiéndome mejor. Él era más sociable que yo, y me encantaba conocerlo más, al poder pasar más tiempo cerca de él.

—Sirio... —lo llamó Max mientras le alcanzaba un plato de comida—. Ya sabes...

Él suspiró pesadamente.

—Ya vuelvo —me dijo con voz suave.

Después de que se fuera miré a Max buscando explicaciones.

—Es la chica —dijo él, respondiendo a mi mirada—, no admite que nadie más que él se acerque, así que bueno. —Se encogió de hombros.

Tensé los labios, ya lo suponía. Nuevamente los celos me atacaron por unos segundos, pero respiré hondo. Sirio era mío, además, si yo estuviera cautiva en un lugar con puro evolucionado desconocido, me gustaría tener por lo menos alguien que me fuese familiar a mi lado. De todos modos sentí que me relajaba cuando lo vi volver y sentarse a mi lado.


***

Solo me dispuse a guardar las cosas básicas para la noche, después de todo estábamos cerca, así que no era necesaria una muda completa. No iba a dormir en un sitio donde no estuviera mi esposo, aunque esta vez no tendríamos intimidad. Igual, eso no importaba ahora, estaba angustiada por lo que planeaba hacer.

Max nos dirigió a la habitación. Pasamos por donde estaba la chica evolucionada que habían rescatado y quedó mirándome todo el fugaz momento que me tardó cruzar por su puerta.

—Queríamos llevarla a su ciudad hoy pero se negó, así que insistiremos mañana —comentó Max.

—Dice que aún no se siente del todo bien —agregó Sirio.

Llegamos a la habitación vacía y quedé mirando, solo había un escritorio y una cama, claro, y no entraba otra. Rosy me miró de reojo. Aparenté normalidad en mi rostro y entré, Sirio me siguió y puso las mochilas en el colchón.

Volteó a mirarme con cariño.

—Te veo en unas horas —murmuró.


Pasamos las horas viendo cómo, al parecer, Max y Sirio planeaban algo con Tania y los otros evolucionados.

Ya en nuestra habitación, esa tarde, llegó algo agotado y entró a la ducha. Nosotras ya habíamos estado ahí desde hacía unas horas, alistándonos para dormir, después de haber tratado de animarnos entre las dos, jugando un juego de mesa.

Nadie había mencionado el hecho de que había una sola cama todavía.

—Ya, en serio —dijo ella rompiendo el silencio—. Están casados, todos asumen que tienen sexo incluso desde antes de que en verdad lo hayan hecho. ¿Por qué no lo admites y me dices cómo son en la cama? —agregó con diversión.

Me ruboricé y reí.

—Bueno, ya que todos lo saben, hablemos de ti mejor. Quizá Ácrux muestre cierto interés por ti, aunque no sé si es solo amistad —le conté haciéndole sonreír ampliamente.

—Sí, ¿verdad? —dijo emocionada.

—Sí, peeero... ten en cuenta sus normas. Si te involucras con él vas a tener que explicarle cómo funcionan las cosas. —Suspiré—. Como por ejemplo: que si lo besas, él no es el primero, que si llegan a involucrarse más... ya sabes. —Ella sonrió con picardía—. También deberías decirle.

Su sonrisa se le borró.

—¿Tú crees que eso le afecte?

Me encogí de hombros con algo de pena.

—No te sabría decir, cada hombre es diferente, ¿no? —Escuché que la ducha se cerró y bajé la voz hasta que era casi un susurro—. Sirio me agarró por sorpresa al preguntarme si yo había besado a otros, y tuve que decirle, obvio. Esa no es una pregunta que se espera hoy en día, pero son evolucionados, puedes esperar todo de ellos, en serio.

Se mordió un poco las uñas.

Juiii —exclamó de forma rara y culpable—, debí hacerme la monja y esperar igual que tú.

Sacudí la cabeza en negación y le sonreí tratando de decir que todo estaría bien.

—No has hecho nada malo, solo debes saber explicarle, ellos han sido criados de otra forma.

Sirio salió de la ducha, con el torso desnudo, se alborotó un poco el cabello húmedo y nos dedicó una amable sonrisa.

—Creí que ya dormían.

Ambas nos miramos de reojo.

—Eh... ¿Y tú, dónde dormirás? —pregunté.

Me miró con curiosidad, como si yo ya conociera la respuesta y mi pregunta hubiera estado demás. Rosy se paró de un salto.

—Oh, descuiden, duerman juntos, yo me acomodaré por ahí.

—Claro que no... —respondió él—. Pueden usar la cama, no hay problema.

Tocaron la puerta sorprendiéndonos. Sirio abrió, era Ácrux.

—Aquí están, los condenados a muerte —dijo con esa voz grave característica de ellos y con una insinuante sonrisa irónica.

Tensé los labios mientras Sirio sonreía con el ceño fruncido. Había olvidado que para ellos morir no era un grave problema, con tal de no manchar su honor o algo así. Por eso se daba el lujo de bromear.

—Max dijo que esta habitación no era más grande que las otras, así que pensé que podía cederle mi cama a alguien —continuó como si no pasara nada.

Tania apareció, asomándose por su espalda.

—Las chicas pueden dormir juntas y Sirio puede venir con alguno de nosotros —sugirió también como si no pasara nada.

¿Pero qué?

Max apareció también, ¿cuantos más había ahí afuera?

—Marien, si gustas ven conmigo, así tienen una cama cada uno —agregó.

Sirio le gruñó de pronto avanzando un paso, y los tres retrocedieron asustados. Rosy se acercó enseguida a donde estaban.

—Oh, no señores. Ellos son esposos, así que duermen juntos, yo iré con ustedes —dijo mientras los empujaba más.

Me miró y me guiñó el ojo antes de irse. Sirio cerró la puerta y suspiró.


*******

Copyright © 2014 Mhavel N.

Registrado bajo derechos de propiedad intelectual, caso número 1-2261766092 United States Copyright office. Prohibida toda copia parcial o total, toma de ideas de la trama, personajes, adaptaciones. Bajo pena de denuncia.

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