Capítulo 30: Amor ardiente
Luego del helado caminamos un par de cuadras más hasta llegar a la oficina de registro civil. Estaba en la misma enorme edificación de la alcaldía aunque por otro sector, igual estaba algo nerviosa, pero bastó con que Sirio estuviera con esa camisa con sensores para que nos dejaran pasar sin preguntar nada. Una señora nos recibió con una amplia sonrisa. Casi nadie recurría a esto hoy en día, así que seguro se había emocionado.
—Hola, dulzuras... ¿En qué puedo ayudarles? —preguntó.
—Queremos firmar para...
—Sí —interrumpió feliz—. Muy bien, enseguida.
Salió de la oficina. Miré a Sirio, la mujer no tardaría en preguntar por qué no se sacaba los lentes a pesar de estar dentro de un ambiente cerrado. La señora volvió con unos papeles.
—Eh, él tuvo una cirugía en los ojos y...
—Oh no, bebé, no hay problema alguno. Aquí... lean y firmen, y necesitaré sus identificaciones. —Nos entregó los papeles y se llevó las identificaciones para ponerlo en el sistema.
Firmamos el documento, decía las cosas básicas, enumeraba los derechos de los cónyuges y demás. La señora volvió y empezó a llenar un documento con nuestros datos. Nos miraba de rato en rato y sonreía.
—Se ven lindos juntos —dijo al vernos leer hombro con hombro algunos de los párrafos—. Bueno —continuó con entusiasmo—, eso es todo. Aquí tienen su partida de matrimonio.
Nos entregó el papel y ella guardó las copias. Se quedó sonriéndonos, sonreímos también, aunque Antonio solo sonrió apenas, para no mostrar los dientes.
—Gracias.
Guardé el papel en mi bolso y nos pusimos de pie.
—Espero que se mejore de la vista, jovencito —dijo la mujer con el mismo entusiasmo.
—Gracias —respondió él con esa bonita y varonil voz.
La mujer pareció quedar encantada. Salimos de ahí, ya había cometido la segunda locura juvenil de mi vida, pero sonreía por eso.
Caminamos por las calles.
—Eso fue rápido —comentó—. Ella fue muy amable.
—Lo sé.
—¿Hay más humanos que hablen así, de esa forma dulce a los demás?
Reí, ya sabía que eso le iba a sorprender también, ya que ellos se hablaban de forma formal entre evolucionados, incluso con sus padres, por lo que había visto.
—No muchos, pero sí, algunos lo hacen. Por ejemplo la madre de Rosy.
—Interesante.
Tomé su brazo ya que no podía tomar su mano oculta en el bolsillo de su pantalón.
—¿Los humanos hacen algo especial después de casarse?
—Uhm, sí.
—Porque Max preguntó si habíamos tenido una "luna de miel" o algo así, luego de unirnos, y la verdad, no sé en qué consiste.
—Bueno, usualmente la pareja viaja a algún lugar nuevo para conocer, suelen quedarse en algún hotel, y también... —Me ruboricé mirando al suelo— ...Hacen el amor... —murmuré.
—¿Hacer amor? —preguntó—. Interesante forma de llamar a las cosas. Es lo que hacemos, ¿verdad? Es decir, siento que es así, cada vez que te toco o te beso, es mágico.
Reí entre dientes.
—Sí, hay varias formas de hacer amor.
—En todo caso, llevarte a mi ciudad cuenta como algo nuevo también.
Lo miré ofreciéndole mi dulce sonrisa.
—Mientras esté contigo, soy la mujer más feliz del mundo.
—Siento lo mismo.
Sonreí más. No necesitaba viajes ostentosos o ceremonias, él estaba conmigo, habíamos pasado por mucho, me había dado sustos de muerte, tenerlo a mi lado sano y salvo era el mayor regalo.
—Así que, ¿a dónde te gustaría ir? —pregunté entusiasmada.
Me sonrió.
—A donde tú gustes, haremos todo lo que tú quieras, quiero consentirte. Además nadie me nota con estas cosas en la cara —dijo señalando los lentes que tenía puestos y haciéndome reír.
—Aún no se oculta el sol, ¿qué tal si vamos a ver una película? Así no tienes que usarlos.
Se encogió de hombros aun mostrándome su media sonrisa.
—Sí, me gustaría. ¿En dónde es que ven películas? ¿No hay nadie ahí que pueda verme?
—Es que es un lugar oscuro y todos miran a una pantalla gigante.
—Oh wow, sí, quiero ver.
Volví a reír.
Fuimos al cine. Me quedé un buen rato viendo la cartelera. Dios, ¿es que acaso ya no había nada bueno que ver?
Había comedia romántica, también acción, pero usualmente tenían escenas para adultos, y no quería iniciar una conversación en media película. Seguí buscando, y pensé que quizá alguna de acción apta para todo público, como las de esos super héroes. Sí, esa era una buena opción.
—Ok, veremos esa. ¿Te parece bien?
—La que gustes, solo recuerda que yo invito —me dijo arqueando una ceja.
Reí y asentí. Compré las entradas y luego recordé algo.
—¡Oh no! —me lamenté tapado mi boca.
—¿Qué?
—Tus oídos... El volumen es muy alto. ¡Lo sientooo! —Dije abrazándolo fuerte.
—Hey, está bien, puedo aguantar.
—¡Lo tengo! —separándome—. Todavía tenemos veinte minutos, vamos a comprar tapones de oídos.
—¿Eh?
Tomé su mano feliz de haber hallado la solución.
Qué mal me sentía por haber olvidado algo tan básico de su naturaleza. Pero con esos tapones que reducían el ruido, él podría escuchar de forma normal. Qué alivio.
Luego de eso, volvimos, y pasamos por la zona de comida y golosinas.
—¿No quieres algo de comer? —preguntó—. Puedes pedir lo que gustes...
—¡Sí, sí! ¡Debes probar las palomitas de maíz! —Volví a tomar su mano para llevarlo, haciéndole reír suave.
Cuando entramos a la sala nos sentamos en los asientos que eran para parejas, sin cosas en medio que estorbaran, como reposabrazos. Se sacó los lentes, la película ya había empezado.
—Es un alivio —dijo—, no dejan de mostrarme figuritas.
—¿Eh?
Los tomé y me los puse, unas pequeñas imágenes aparecieron a la derecha de mi visión, en el vidrio del lente. Daba opciones para averiguar qué sitios cercanos había: restaurantes, discotecas, hoteles, etc. Reí en silencio y me los quité.
—Perdón, no me había fijado en qué modelo te había comprado, estos son los que se conectan al satélite cuando estás en la ciudad.
—Sí, lo suponía. Veo que ustedes viven llenos de señales de todo tipo en el ambiente.
Asentí.
—Sí, muchos creen que por eso la gente enferma, pero bueno, no se sabe a ciencia cierta.
Me rodeó con su brazo y me acomodé mejor recostándome en su hombro. Rozó sus labios en mi frente.
—Descuida, entre las montañas, en nuestros territorios, no entran bien las señales —dijo.
Lo miré.
—Lo sé.
Rocé mis labios con los suyos y le di un dulce y corto beso, tal y como la primera vez que me atreví a hacerlo. Volví a darle otro, ladeó el rostro, tapándome la luz que provenía de la pantalla, y nos besamos con suavidad. Algo me decía que no atendería mucho a la película.
Me sentía como adolescente locamente enamorada y encantada por el hombre que la tenía en brazos, en la oscuridad. Pero esto era diferente, él no era un hombre normal, sus caninos rozaban de vez en cuando.
Nos estábamos besando de forma cada vez más apasionada y había niños por ahí, así que me detuve a duras penas. Me encantaba darle besos, lo sentía tan íntimo a mí, tan mío. Lo único que me consolaba era la idea de que más tarde volvería a hacerlo.
—Más tarde te besaré más, ¿sí? —susurré.
—¿Mucho? —preguntó esperanzado, haciéndome reír en silencio.
—Mucho...
—¿Toda la noche?
Su voz no había cambiado, pero me sonó más seductora. Sonreí. Claro que recordaba haberle dicho que un día sería capaz de besarlo toda una noche. Pero dudaba que fuese posible, de todos modos esas cosas se decían en los arrebatos de amor y pasión. Si no existieran cosas como el sueño, lo haría. Le di un beso en la punta de la nariz.
—Ya lo veremos —respondí sonando tentadora sin querer.
Sonrió feliz, como un niño al que le acababan de ofrecer un dulce como premio si se portaba bien. Me parecía increíble también cómo ahora podía lucir tan dulce y amable, cuando en otras ocasiones era uno de los seres más fuertes y aterradores que había.
***
Al salir, ya atardecía, era buena hora para regresar, pero yo no quería, no estaba para nada lista para volver ahí, quería que este día durara eternamente.
—Eso fue divertido —comentaba él—. Es increíble cómo ustedes han logrado filmar cosas que no están ahí, simplemente creándolas en computadora. Y se me hace gracioso también cómo nos ponen en sus películas y nos muestras todos híper salvajes y animalizados. —Rió—. ¡Oh, y cuando ese sujeto voló disparando lásers! Fue genial.
Lo miré con ternura. Me di cuenta de que estaba siendo el chico de veinte años que debía haber sido, de no ser porque toda su infancia y adolescencia se la pasó aprendiendo distintas cosas sobre el oficio de su padre y entrenando de forma intensa para ser un guerrero.
—También me gustaban esas películas.
—¿Y qué pasó?
—Uh... mientras más mayor me hacía, más ocupada estaba, y pues, olvidé hacer las cosas que amaba hacer...
Me rodeó por los hombros y besó mi frente.
—Vamos a hacer todo lo que amabas, entonces.
Reí entre dientes.
—Bueno, ya hicimos algunas, pero tengamos otra cita, ya que amo estar contigo también.
Desaceleré el paso nuevamente al pasar por un restaurante de comida china. Oh Dios, ese olor. Luego me di cuenta de que había un hotel encima, y se veía exótico. Sentí que me daba esa sensación de aventura, y me hizo recordar también a cuando nos quedamos en hotel en esa otra ciudad, cuando me enamoraba más y más de él, sin poder evitarlo, cuando soñaba con tenerlo a mi lado.
—¡Ya sé! —dije—. Comamos algo aquí, luego vamos por el auto para dejarlo en el estacionamiento del sótano y pasemos la noche aquí, ¿por favor?
—Por supuesto, como usted diga, señorita.
Mordí mi labio inferior y tomé su mano para apurar el paso, haciéndole reír suavemente.
Entramos a la habitación, dejando los zapatos en la puerta, luego de que yo me descuidara mirando las enormes peceras con peces chinos nadando en ellas, mientras Sirio pagaba, y dejaba a la chica algo confundida pero emocionada al ver sus uñas en punta. Para mi alivio, no se espantó, pues muchos asiáticos admiraban a los evolucionados.
Quizá había creído que era uno de esos chicos que se hacían cosas en el cuerpo, a pesar de que estaba prohibido. Me sentí culpable por distraerme, pero al menos no había pasado nada malo. Los asiáticos decían que los evolucionados lucían como algunos de sus dioses demonio o "yokai", lo cual era curioso.
Nos recibía una cama enorme, piso alfombrado, una pared espejo mas allá, un baño con jacuzzi, y el aroma a hotel inconfundible. Me acerqué sonriente a la bandeja con fresas que había en una mesa. Busqué en el freezer y sonreí más.
—Tienes que probar esto —sacando la latita de leche condensada—. Con las fresas, sabe como helado.
—¿Es leche? —quiso saber tomándola y leyendo la etiqueta luego de sacarse los lentes oscuros y dejarlos en la mesa.
Se la pedí y la abrí, para luego agarrar una fresa, remojarla un poco y morderla.
—Uhm. —Tomé otra e hice lo mismo para darle.
—Oh, esto está bueno —dijo luego de probar.
Lo empujé suavemente y le hice sentar en la cama. Dejé la lata en la mesita junto a las fresas, para sentarme a horcajadas sobre él.
—Me gustó salir contigo, mi joven esposo.
Pegó su frente a la mía.
—Me alegra que le haya gustado, mi bella esposa.
Su hermosa voz me hizo estremecer. Había aprendido a llamarme así gracias a que leímos ese papel en la oficina de registros, al parecer. Tomé un poco de leche condensada con la punta del dedo y lo llevé a mis labios, dejando algo en ellos, para luego tocarle la punta de la nariz, manchándola también, y él rió entre dientes. Lo besé suavemente, dejando que el sabor de la leche condensada se difuminara, besé la punta de su nariz para limpiar lo que había dejado y volví a esos varoniles labios. Su aroma, su calor, todo eso era incluso más delicioso.
Mis manos recorrieron su cabello, bajé acariciando su cuello, introduje un poco mis dedos por debajo del cuello de su camisa, acariciando su clavícula. Mordió suavemente mi labio inferior y empecé a desabrochar los botones mientras él besaba mi mejilla y bajaba hacia mi mentón. Mis manos recorrieron su cálido pecho, mordió mi mentón y sentí sus colmillos hincándome con suavidad.
Le deslicé la camisa por sus hombros, quitándosela. Al fin lo tenía solo para mí. Lo empujé un poco y se tendió en el colchón llevándome con él. Lo besé de forma más intensa mientras acariciaba su pecho, sus manos se colaron por mi cintura, me empecé a perder estando completamente lúcida. Besé su mejilla y mordí su mentón, él soltó un seductor suspiro. Empecé a bajar besando su cuello, y bajé más, besando su pecho.
Soltaba suspiros y ahogó un par de cortos gemidos cuando lo mordí. El aroma de su piel húmeda por mis besos era como una droga para mí. Volví a subir directo a sus labios y me recibió con intensidad. Volvió a sentarse mientras me besaba y acariciaba mi cintura. Sus manos subieron un poco más por debajo de mi blusa, hacia mis costillas, haciendo que un impulso nervioso me estremeciera.
—¿Puedo besarte...? —preguntó.
—Sí, hazlo —solté antes de que terminara su pregunta y yo terminara de analizarla—. Bésame todo lo que quieras.
Me tomó de la cintura y con agilidad me tendió por completo en el colchón. Me besó mientras el calor de su torso desnudo y el peso de su cuerpo me envolvían. Estaba a su merced, acariciaba su espalda mientras él empezaba a bajar comiéndome a besos. Había empezado a desabotonarme la blusa sin que lo notara, aunque más parecía que los iba desabrochando a tirones mientras bajaba. Siguió bajando, besando mi abdomen.
Bajó más hacia mi vientre y luego se dirigió a mi cintura ladeando el rostro y abriendo los labios. Hincó sus colmillos en mi piel con una suave y apasionada mordida, haciéndome jadear.
Regresó a mis labios y la piel ardiente de su torso se unió a la mía. Mis dedos recorrían y se entrelazaban en su cabello. Sonrió contra mis labios mientras acariciaba mi cintura.
—¿Me ayudas? —susurré mientras desabrochaba el botón de mi pantalón.
Echó un vistazo cuando sintió el roce de mis manos en su vientre bajo mientras me bajaba el cierre. Me miró unos segundos y se reincorporó para ayudarme, estaba algo confundido pero no se detuvo a hacerme preguntas esta vez. «Muy listo».
Introdujo sus dedos debajo del pantalón con cuidado de no rasparme con las puntas de sus uñas. Sus penetrantes ojos se posaron en los míos un par de segundos antes de deslizar la prenda hacia abajo, y levanté mi cadera un segundo para ayudar.
El corazón se me había acelerado y golpeaba mi pecho, me sentía ansiosa, la adrenalina corría. Deslicé mi blusa por mis hombros y la dejé a un lado, él arrojó mi pantalón a un costado también y quedó observándome. Estaba en ropa interior ante sus ojos, ruborizada, me faltaba el aliento. Se acercó, besó mi rodilla y continuó bajando, besando la parte interior de mi muslo. Solté sin querer otro jadeo ante el roce suave de sus colmillos.
Cerró los ojos y rozó su mejilla en mi piel, subiendo a mi rodilla y soltando un bajo y grave ronroneo, como un gran felino. Eso me desarmó como siempre. Plantó nuevamente su penetrante mirada en mí y volvió a mi boca, con la elegancia de un depredador.
Rodeó mi cintura y pegó su frente a la mía. También le faltaba el aliento, el calor de su cuerpo se apoderó de mí. Ardía en amor, pasión y deseo, ardía en serio. Noté que tenia el leve rubor en sus mejillas.
—Eres muy hermosa —murmuró con su grave y seductora voz.
Me hizo vibrar, me derretí. Lo besé, su calor me estaba embriagando. Le di un suave empujón haciendo que giráramos, para así quedar encima, pero luego salí de la cama trayéndolo conmigo.
—también debes quitarte esto —murmuré, sonriéndole de forma traviesa, y desabrochando su pantalón.
Él también puso una traviesa sonrisa sin retirarme la vista, bajé la prenda un poco y esta terminó cayendo por sí sola. Le empujé suavemente para sentarlo en la cama y subir a horcajadas sobre él, jadeando al volver a tener todo ese contacto con su cuerpo caliente.
Nos besamos con pasión. No podía parar, él era mío, su cuerpo era mío, sus besos, su amor, su intensa pasión, su deseo. Todo mío.
—Desnúdame —le pedí, le rogué—, bésame y tócame todo lo que quieras —jadeé contra su piel mientras lo devoraba a besos.
En su mirada hubo todo un cruce de pensamientos. Jamás en la vida había creído que le pediría algo así a un hombre, aunque, él no era técnicamente un hombre. Volvió a besarme, haciéndome olvidar lo que estaba pensando con su calor.
Sus fuertes brazos me rodearon y en un segundo había tirado de mi sujetador, rompiendo el broche y liberándome de este. Al segundo siguiente me encontré sobre el colchón con él despojándome de mi ropa interior, con fuego en los ojos, y me cubrió con su cuerpo.
Enloquecí al sentir toda su ardiente piel junto a la mía. Me hincaba sus colmillos casi sin piedad, pero solo conseguían hacerme gemir contra sus labios, deseando más. Besó mi mejilla mientras jadeaba de placer igual que yo.
Fue fácil guiarlo por la posición en la que estábamos. Para cuando llegó el momento, no pude evitar separar mis labios de los suyos por la fuerte e intensa sensación, y quejarme. Él juntó las cejas y soltó un grave gemido de placer, como si se tratara de la más dulce de las torturas, mientras apretaba su agarre en mi cintura. Abrió los ojos apenas para hacer contacto visual, su cálido aliento llenaba mi boca, ardí en pasión y volví a besarlo mientras terminábamos de unirnos.
Sentí que le pertenecía en cuerpo y alma, me volví vulnerable, la electricidad me recorría, impulsándome. Besó mi cuerpo, sus colmillos me rozaban la piel en sus apasionados besos, me sentía en el cielo.
Sus manos volvieron a recorrerme mientras nos besábamos de forma sensual y candente, callaba con mi boca los suaves gemidos que emitía de vez en cuando, y viceversa. Mordí suave su mejilla en otro arrebato de pasión y deseo. Él era delicioso, se me había entregado al cien por ciento, y tocaba y besaba mi cuerpo, haciendo cada centímetro suyo. Besé su cuello, su pecho, acariciaba su cabello enredándolo en mis dedos. Besé y toqué cada parte de su piel que logré alcanzar.
Quedé jadeando, mientras él intentaba recuperar el aliento también. Mordí mi labio inferior con diversión, y me recosté en él para besar esos labios que estaban jadeantes. Me apretó con fuerza contra sí, ronroneando, y reí contra sus labios.
Yo estaba completamente satisfecha de mi hazaña, y por supuesto él también.
Sonrió. Giró y quedamos de costado, respiró hondo por mi oído y me estremecí. Acarició mi rostro mirándome profundamente.
—Wow —susurró.
—Lo sé —susurré en respuesta.
Besé sus labios, que estaban tan suaves. Juntó su frente a la mía y me sonrió.
—Bueno, creo que ahora entiendo el porqué de un par de cosas que ocurrían con mi cuerpo a las que no hallaba explicación... Creo que no era tensión, no del todo. —Reí entre dientes y le di otro beso. Sonrió de nuevo—. ¿Puedo preguntar algo?
—Sí, pero si es sobre un bebé, no.
—Uhm, bueno. —Volvió a darme besos.
Al darme cuenta de que no había preguntado nada más, reí.
—¿Así que sí ibas a preguntar sobre eso?
Sonrió con culpa.
—Bueno, estamos sin ropa.
Volví a reír y lo besé. Mi cuerpo empezó a reaccionar, empecé a sentirme adolorida. Mis labios también me dolieron un poco, con la punta de mi lengua descubrí unas cuantas pequeñas heridas causadas por sus colmillos. Mi piel también vino con su lista de pequeños rasguños que empezaban a arder, en mi cuello, mis pechos, mi cintura.
—¿Estás bien? —preguntó preocupado.
Asentí sonriéndole con dulzura.
—Todo bien, solo algo adolorida...
Juntó las cejas luciendo no solo preocupado sino también triste.
—Oh, no. Perdóname...
—No, tranquilo, es normal —lo calmé con una sonrisa.
Pero pronto su aguda visión detectó el problema, se apartó un poco al tiempo en el que su vista bajaba, mirando con horror los rasguños.
—Te he lastimado —se lamentó—. Lo sabía, sabía que no iba a poder controlarme.
—Hey, no, estoy bien, en serio. —Lo calme con una dulce sonrisa trayéndolo hacia mí de nuevo para gozar del calor de su piel—. Me encanta, es tu huella, es superficial, no me pasa nada, en serio.
Se relajó, suspiró cerrando los ojos y juntando su frente a la mía, me abrazó más fuerte y acomodé mi rostro por su cuello.
—Oye —dije otra vez, apartándome—. No vaya a ser que ya no quieras hacérmelo solo por esto.
Sonrió.
—No, pero no va a volver a pasar, seré más cuidadoso, lo prometo. —Reaccionó—. Espera, ¿significa que lo podemos volver a hacer? —Su sonrisa se tornó traviesa, haciéndome reír entre dientes.
—Por supuesto —susurré volviendo a besarle.
Pensó algo un par de segundos, y habló.
—¿Por qué ahora? ¿Por qué no antes? ¿Tenías miedo?
Sonreí avergonzada.
—No, claro que no, es que... es un gran paso, y... también es la primera vez que lo hago.
Estaba completamente ruborizada. Luego me di cuenta de que lo había confundido más.
—¿Que no es normal que sea así? —preguntó.
Suspiré y acaricié su mejilla.
—No en mi mundo, no es así. Yo en realidad soy una rara, ¿sabes? —volví a sonreír con vergüenza—. Pasé la escuela estudiando como psicópata para terminar lo más pronto e ingresar mucho más joven a la universidad, con becas y honores. Y luego, pues, medicina es una carrera muy fuerte. Nadie iba a fijarse en una nerd como yo. Y en realidad yo no tenía tiempo para nada tampoco, puede decirse que, al igual que tú, no viví mi adolescencia.
Mantenía su ceño levemente fruncido. Tensó los labios unos segundos y terminó sonriendo levemente, parecía aliviado por algo.
—Me alegra, me alegra que me hayas esperado. —Me besó, haciéndome sonreír con alivio también.
—Sí, yo también, no podría haber pedido algo mejor. Eres el amor de mi vida, y también te quiero dar todo de mí.
Me abrazó fuerte, volviendo a suspirar. Empezó a acariciar mi cabello, relajándome con el suave pasar de las puntas de sus uñas. Quedé dormida casi sin darme cuenta.
********
¿Quieres la versión sin censura? 7u7 dejo el link a mi grupo en Facebook en donde está el archivo que puedes descargar....
También en la versión de Sirio. Está sin censura en su libro, lo pueden encontrar como "Ojos de gato Sirio" en mi perfil jejeje
******
Aviso: Existe una versión sin censura de este capítulo en mi grupo "mhazu readers" en facebook.
Además en el libro de Sirio está sin censura, pero narrado por él ejeje.
Copyright © 2014 Mhavel N.
Registrado bajo derechos de propiedad intelectual, caso número 1-2261766092 United States Copyright office. Prohibida toda copia parcial o total, toma de ideas de la trama, personajes, adaptaciones. Bajo pena de denuncia.
página de Facebook www.facebook.com/ojosdegatotentador
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro