Capítulo 29: Cita oficial
Corrí y corrí escaleras abajo con las lágrimas corriendo por mis mejillas. Llegamos al ambiente del primer nivel y me encontré con una puerta metálica, sacudí el pesado manubrio.
—¡Abran esta cosa! —pedí en llanto.
Max me apartó mientras otros le disparaban a la cerradura. Corrí apenas la vi abierta. El bosque me recibía de nuevo, había estado tan alterada que no había notado las ventanas, no había notado que habíamos estado tan alto, ni que estábamos en una instalación en el muro de la ciudad.
Los hombres de Max alistaron sus armas, buscando un blanco entre el bosque.
—¿Habrán caído en otro lado? —Murmuró Max.
—Estén atentos por si ataca ese evolucionado.
—Se fue. —Respondió una voz, devolviéndome el alma al cuerpo. Volteamos y Sirio bajó de uno de los arboles de un salto—. Se fue corriendo luego de caer. Huyó.
—¡Sirio! —chille corriendo a él y abrazándolo con fuerza—. ¡¿Por qué hiciste eso?! —exigí saber sacudiéndolo.
—Tranquila, estoy bien.
—¡Dijiste que no me dejarías! —reclamé—. ¡Y casi te sacrificas por causa mía!
—Hey —dijo sorprendido—. Siempre vale la pena morir por tu dama.
Negué sacudiendo la cabeza.
—No digas eso, ¡no digas eso! —Enterré mi rostro en su pecho.
Otra enseñanza extremista de su cultura. Aunque me seguía sorprendiendo su entrega hacia mí, capaz de morir protegiéndome sin siquiera pensarlo. Ya me había protegido con su propio cuerpo muchas veces, debí haberlo supuesto. Pero no podía comprenderle, mi vida sin él no sería la misma. ¿Acaso no tenía eso en cuenta?
—Tranquila, sabía que no iba a morir, esa caída no me mataría si sabía cómo caer. Habían arboles además. —Me alivié al saber que al menos había calculado sus acciones—. Más me preocupas tú, si él te alcanzaba yo no iba a tener ni un segundo más para salvarte. —Me apretó con fuerza de nuevo—. Además ya sabes que quería romperle la cara desde hacía tiempo.
Me separé y suspiré. Tomé y besé su mano, y la acuné en mi mejilla, cerrando los ojos. Él juntó su frente a la mía.
—Debemos irnos, tortolitos —interrumpió Tania.
Miré a los demás y se estaban poniendo los cascos. Max me alcanzó uno y a Rosy también, nos los pusimos y nos guiaron a la salida mientras Ácrux, Centauri y su hermano hacían salir a los evolucionados hacia el bosque para que escaparan.
Había guardias tendidos en el suelo por doquier. Vi que habían volado la entrada. Las camionetas de seguridad estaban afuera, subí en el asiento trasero junto con Sirio y Rosy, Max subió al volante y Tania en el otro asiento delantero.
Los demás soldados se repartieron en las otras cuatro camionetas y en las tolvas de estas. Arrancó el motor y partimos, noté que estábamos en la parte oeste de la ciudad, podía ver la muralla. El edificio de seguridad estaba pegado a ella.
Me recosté en el hombro de Sirio y cerré los ojos, ya nos habíamos sacado los cascos y era de noche, así que no habría problemas. Pasé mi brazo por su pecho, él me rodeó por los hombros y me acomodé mejor a su lado, el alivio me recorría.
***
Max se detuvo fuera del hospital.
—Bien, ha sido un día largo —comentó agotado—. Pero conseguimos lo que queríamos.
—Eh... —Me había acordado de otro detalle que seguro traería problemas—, nos quitaron nuestros teléfonos en la alcaldía y seguro los usarán para encontrarnos, aparte de que saben nuestros nombres —dije preocupada.
—Hum, sí bueno ya los bloqueamos, y estamos al lado, así que están seguros —respondió—. Tenemos información como para hundirlos.
—Gracias por todo.
Bajamos de la camioneta y entramos al hospital. John y Marcos corrieron a nosotros.
—Locas —nos riñó Marcus—. ¿Cómo se les ocurre ir solas?
—Es mi culpa —dije—, yo quise ir.
—¿Pero están bien por lo menos? —preguntó John.
—Sí, por ahora —volteé a ver a Sirio y lo tomé del brazo—. Ven, quiero ver tus heridas.
Hice que se sentara en una camilla y desabroché los botones de su camisa. Suspiré ante la ironía, yo que quería hacer esto pero no para tener que curarlo. Él me miraba atentamente, sus ojos felinos siempre penetraban hasta lo más profundo de mí, me desarmaban. Le sonreí con dulzura.
—La tela de la camisa de los de seguridad es bastante especial —comenté.
—Sí, así decía Max y ya lo comprobé. —Sonrió—. Altair me hubiera arrancado la carne de no ser por esta tela.
Tensé los labios, era un alivio, pero de todos modos me angustiaba la idea. Los colmillos sí habían traspasado, provocando el sangrado, ahora tenía dos enormes moretones en donde estaban las mordidas. Tomé su rostro y besé su frente.
—Estarás bien —le susurré.
Ladeó el rostro mientras se acercaba más a mí, pegando con delicadeza sus labios a los míos. Adoraba esa forma que a veces el tenía de iniciar un beso, de algún modo lo sentía tan puro que no podía resistirme.
Me apoderé de su labio superior mientras él poseía mi labio inferior. Alguien se aclaró la garganta haciéndome reaccionar y separarme de él.
—Bueno, es hora de dormir —comentó Marcos.
Sacudí la cabeza. Qué molestoso. Sirio se acomodó la camisa subiéndola a sus hombros con un rápido movimiento y bajó de la camilla.
—Buenas noches —les dijo a los que nos observaban.
Moví mi mano para despedirme de ellos mientras mi Sirio me tomaba de la otra y nos íbamos. Pude ver de forma fugaz que Rosy sonreía de forma pícara, ¿se pensaría que haría cosas con Sirio esta noche? No, él necesitaba descansar. Me reí en silencio, Rosy no cambiaba, pero me alegraba verla más animada y que no le hubiera pasado nada malo por mi culpa.
Entramos a nuestra habitación, prendí las dos lámparas que había en los veladores a los costados de la cama. Era la primera vez que lo hacía, lucía mejor que con la luz del techo, y decidí dejarlo así.
—¿Gustas que me duche primero? —me preguntó mi joven amante.
Volteé a mirarlo. Sí que luciría como un amante, con la camisa abierta y fuera del pantalón, si no fuera porque estaba con algunas vendas y manchas de sangre. Reí en silencio nuevamente y asentí.
Mientras se duchaba revisé el armario, hacía días que ya tenía varias camisas del uniforme de los de seguridad y pantalones también. Además de un casco, los zapatos y algunas armas.
Pertenecíamos a dos cosas muy diferentes, él a las fuerzas de defensa de la ciudad y yo a un laboratorio, a las tranquilas investigaciones. Acaricié una de las camisas. No me importaba, lo amaba así. Aunque aún deseaba tener otra clase de vida con él, una en la que ya no tuviese que pelear.
Después del susto de muerte que había recibido, quería huir de todo.
***
Salí de la ducha y él me esperaba tendido en la cama como de costumbre, me hubiera lanzado sobre él si no fuera porque estaba adolorido, ahora debía esperar otra vez.
Me recosté a su lado y me rodeó con sus brazos pegándome a su cuerpo. Sonreí. Esto era mi paraíso, pero yo todavía me sentía temblar apenas por todo lo que había pasado. Él me acarició el rostro, notándolo.
—¿Cómo nos encontraron? —pregunté.
—Le dije a Max que quería salir a verte y el porqué, a él le pareció peligroso y cuando vimos en tu mensaje que ya te habías ido, dijo que te llamara. Él puso altavoz para escuchar. —Empezó a acariciar mi cabello—. No sabes la angustia que sentí al darme cuenta de que estabas en peligro. Max dijo que el edificio de la salida oeste estaba más cercano a la alcaldía, así que hizo un par de llamadas a unos amigos suyos y confirmó que las habían llevado allá.
—Ya veo. —Moví mi rostro contra su cálido pecho desnudo, acariciándolo con mi mejilla—. Gracias... Había llegado a pensar que no te vería más... —Besó mi frente. Me gustaba cuando lo hacía, cualquier muestra de cariño de su parte para mí era como tomar un sorbo del elíxir de la vida o algo así—. Pensé que la vida me quería arrebatar más cosas, pensé en mis padres... ¿Mañana podrías decirle a Max que te deje ir?
—Por supuesto.
—He decidido iniciar la vida que quiero contigo, no importa si estamos aquí, no voy a esperar, quiero pasar más tiempo contigo.
—Tranquila. Siempre voy a protegerte y consentirte. —Sonreí y volví a suspirar. Me sentía a salvo y feliz, finalmente—. Mañana serás mi cita entonces. —Su voz me inundó, haciendo vibrar cada centímetro de mi cuerpo—. Perdóname por hacerte llorar, en serio, lo siento muchísimo.
—Descuida, es que no soporto la idea de perderte. Además, yo ya estaba bastante alterada por todo lo que me había pasado. Debí deducir que sabías caer como un gato —murmuré con una leve sonrisa y los ojos cerrados.
—Dime —continuó—. ¿A qué se refirió Rosy exactamente cuando dijo que casi las abusan? ¿Te lastimaron? ¿Te golpearon?
—N-no, bueno, un poco. No te preocupes, ya pasó, no nos hicieron nada grave.
—¿Qué te hicieron?
Suspiré.
—Trataron de... tocarnos. —Se tensó enseguida—. Pero no pasó, descuida.
—¿Cómo se atreven? —Noté el enojo en su suave voz—. ¿Con qué derecho?
Lo miré y le sonreí con dulzura, sus cejas dejaron de estar juntas a causa de la rabia, relajándose apenas.
—Hey —le di un beso—. No pasó. Di buena pelea, creo. No dejaría que ningún otro hombre que no seas tú me toque. Primero muerta.
Dejó salir un suspiro de frustración y me besó y abrazó con fuerza.
—No entiendo... ¿Qué clase de valores les enseñan aquí? —murmuró acariciando mi mejilla, su mirada seria me acongojaba—. Me lo hubieras dicho.
—Lo habrías matado con tu fuerza.
Parpadeó un par de veces, pensando.
—... Sí, quizá. Pero no a propósito. —Reí de forma suave y volví a darle un beso—. Perdóname —susurró—. No pienses mal de mí. Es que no logro asimilarlo.
—Entiendo. No pasa nada, ¿sí? Ustedes les dieron su merecido a todos, también a los que estaban maltratando a los evolucionados, y me protegiste de Altair. Ya eres mi héroe, no necesitas angustiarte por cosas que no han pasado. Estoy agradecida de que estoy contigo después de todo.
Pensó un par de segundos más y sonrió levemente.
—¿Soy tu héroe? —dijo, feliz consigo mismo—. Me siento una mejor persona ahora.
Reí.
—Mi amor, eres una buena persona. —Lo besé con suavidad e intensidad. Ya quería que se pusiera bien para pasar al menos un día de paz a su lado—. ¿Y tú cómo estás? Acerca de lo que dijo Altair, sobre tu mamá...
Frunció el ceño levemente pero respiró y exhaló, calmándose.
—No lo sé, está loco, es decir, entiendo, al parecer mi mamá iba a unirse a Orión, pero se negó al final y se unió a mi padre, lo cual causó que los ancianos líderes la castigaran dándome a Orión a cierta edad para que fuera mi tutor y así no ser desterrados o quién sabe qué. —Había vuelto a fruncir el ceño.
—Lo siento.
Me miró con preocupación.
—Hey, no, no te preocupes por mí, estoy bien, yo me preocupo por ti. —Me dio un par de besos seguidos, haciéndome sonreír—. Me alivia que estés aquí conmigo. No puedo hacer nada por lo que ya ha pasado, además gracias a eso, no solo sé el oficio de mi padre, sino que también fui entrenado como guerrero, y no todos reciben ese entrenamiento. Y de todos modos, si nada de eso hubiera pasado, no te habría conocido.
Eso era verdad, no podíamos cambiar ya nada, y al mismo tiempo estaba agradecida de haberlo conocido. Ahora sabía más cosas sobre su vida, además.
—De saber que todo esto iba a pasar, te habría besado ese día en el que te hable por primera vez. —Él sonrió también—. ¿Qué habrías hecho? —quise saber con curiosidad.
—Wow. No lo sé, pero sin duda, detenerte no. Creo haberte dicho que me causaste algo cuando te vi. Me gustaste desde que te vi, solo tardé en descifrarlo.
Yo ya me había dado cuenta de que el también me causó algo desde que lo vi, como si de algún modo reconociera al que iba a ser el amor de mi vida. Lo besé más.
—Buenas noches —susurré—. Mañana serás mío todo el día.
Quizá estaba siendo muy melosa, esto nunca me había pasado, pero no me importó, lo besé suave hasta quedar dormida, agotada de tanto llanto y todo lo que me había pasado.
***
Desperté nuevamente con sus caricias, él también estaba siendo meloso a su manera, y me encantaba. Volví a despedirlo con un suave e intenso beso para después irme al laboratorio a ponerme el día libre, ya que obviamente no había podido hacerlo antes.
Ahí Rosy me atacó con preguntas mientras examinaba las reacciones de las células de H.E. ante diversas sustancias. Ella parecía estar bastante bien ya, me aliviaba.
—¿Ácrux parecía confundido cuando lo abracé?
—Bueno, no todos van a reaccionar igual, la mayoría de evolucionados son poco sentimentales. No hay muestras de afecto en su sociedad, y no saben qué es el amor, apenas sienten «gustos» y cosas así. Ácrux ni siquiera recuerda bien quién fue, así que tranquila. Poco a poco. De todos modos intentaba calmarte y eso es gentil.
Ella sonrió nuevamente animada.
—Sí, ¿verdad? Igual no importa si no le gusto al final. Quisiera, aunque sea, ser su amiga.
Sonreí y negué con la cabeza.
—Yo creo que son como los gatos —comentó Marcos—. Tienen la reputación de ser fríos y hasta de odiarte, pero no todos ¿eh? Mi gato es la cosa más melosa y adorable de la tierra, pero cuando va al veterinario se vuelve un demonio. —Reímos—. ¿Y Antonio?
Me ruboricé apenas.
—Er... sí, al principio me preguntaba si podría llegar a sentir siquiera algo por mí, y sí pensé que sería frío... pero es bastante afectivo a decir verdad, más que cualquiera que haya conocido.
—¿Estás llenando tu ausencia en el cuadro? —preguntó Rosy de pronto.
—Tendré una cita con él —murmuré feliz, sintiendo que sonreía como tonta.
Ella dio un corto silbido de exclamación.
—Estás prendidísima del muchacho, ¿no decías que era menor que tú, que no tenías tiempo para el amor y no sé qué? —Reí entre dientes—. Por cierto —continuó—. ¿De qué hablaba ese H.E. forzudo con el que se peleó?
—Él era uno de los que me tuvieron cautiva unos días, no sabían que Sirio los traicionaría y me salvaría.
—Si el otro es tan grandulón como ese, está en un lío —dijo algo preocupada.
Suspiré.
—Por ahora, trato de no pensar en eso. —Terminé de llenar la forma y la envié—. Listo, no me esperen despiertos, ¿eh? —dije feliz antes de salir.
***
Fui a mi habitación para darme un retoque. Hacía mucho ya que no usaba maquillaje, y aunque siempre use poco o nada, quise verme diferente, ya que era un día especial.
Además me había puesto la blusa más bonita que había, de un suave color rosa. Me había soltado el cabello, puesto un par de aretes, y unos pantalones... ¿sexys? No lo sabía, pero esperaba que mis ojos no me estuvieran mintiendo y de verdad me viera bien.
Después acabar fui consciente de que la ducha no debería haber estado sonando cuando entré distraída al cuarto. Me acerqué y la puerta se abrió, era Sirio, quedé sorprendida. Él sonrió y se le vio tan caliente, estaba solo con jeans y el cabello todavía un poco húmedo.
—¿Todavía no has ido a ver a Max?
—Lo hice para decirle, pero, me escapé al rato. —Reí y sacudí la cabeza mirándolo de forma tierna mientras me le acercaba para abrazarlo, sintiendo la cálida y fresca piel de su torso desnudo—. Me pongo una camisa y nos vamos, ¿sí? —dijo separándose, pero se detuvo al olfatear algo—. ¿Te has puesto algo en los ojos? —preguntó mirando detenidamente.
Reí. Por supuesto, un chico normal me diría algún halago, pero él me olfatearía.
—Es delineador.
—¿Por qué?
Me encogí de hombros.
—Quise verme más linda para ti.
Al parecer le causé ternura, y me abrazó besando mi frente.
—Siempre te veo hermosa —aseguró—. Eres la criatura más hermosa que he visto.
Mordí mi labio inferior y sonreí cerrando los ojos. Ahí estaba su dulce halago, tan a su manera. Se apartó parcialmente para volver a verme y jugueteó con uno de mis aretes, que atrajo su atención, distrayéndolo nuevamente.
—Vamos, gato salvaje —dije sonriendo.
Al salir del hospital, vi un auto negro con las siglas de Security Guard en la puerta. Me quedé mirándolo sorprendida y confundida a la vez, y más cuando Sirio se acercó y los seguros del auto se desactivaron automáticamente.
—Mi permiso de conducir aún está en trámite, además luego debo aprender a hacerlo —comentó—, pero tú sí tienes ¿verdad?
Tardé unos segundos en reaccionar.
—Había olvidado que te darían uno. —Me acerqué emocionada.
Él me abrió la puerta y subí, dio la vuelta para subir en el lado del copiloto. Encendí el motor y alcé las cejas al oír el auto ronronear suavemente. Aunque era híbrido, mitad combustible y mitad eléctrico.
—Vaya, eres todo un oficial de seguridad, ¿eh? —dije haciéndole sonreír. Salimos del estacionamiento hacia la avenida—. Pero si Max se enfada por haberte escapado podría quitártelo —agregué al rato.
Vi de reojo que se encogió de hombros.
—No puede controlarme, además, así aprenderá a callarse —dijo frunciendo el ceño—. De hecho ambos, él y Tania.
Fruncí el ceño también, ¿esos dos se habían atrevido a molestarlo?
—¿Te han dicho algo? —pregunté sin poder evitar mostrar mi molestia.
Me miró de reojo y relajó su rostro, volvió a mirar hacia el frente.
—Max no paraba de decir que lo que tenemos tú y yo no puede existir... —Sentí que mi molestia aumentaba, ¿cómo se atrevía?—, y Tania dice que no tenemos documentos que hagan oficial nuestra unión, así que no puedo negarme a «salir» con mujeres, si alguna me «atrae», Max la apoyó. —Volvió a juntar las cejas, levemente molesto—. ¿Qué creen que soy, como para pensar que me interesaría salir con otras mujeres? Ni siquiera quiero tener cerca a otra que no seas tú, mucho menos salir —Pronunció esas palabras con especial énfasis, como si fueran algo ilógico y ridículo.
Sonreí.
—¿Y entonces escapaste de ahí?
—Sí. —Ahora sonaba más relajado—. No sin antes gruñirles y decirles que no quiero a otra cerca, solo tú tienes permitido acercarte y tocarme.
No pude evitar sonreír nuevamente.
—Ya no pienses en eso, lo que tenemos es mucho más oficial de lo que se puede tener acá, aquí se hace y deshace con una simple firma. Las cosas ya no son como antes.
Sus labios se curvaron en una leve sonrisa.
—Bueno... ya sabes que en mi mundo no es así. Al ir por mis cosas escuché que Ácrux les explicaba lo que este anillo significaba —observó su anillo—. Eternidad —murmuró luego de desviar su profunda y seria mirada hacia el mío.
Miré su rostro y él me miró también, envolviéndome con esos ojos de verde intenso, me ruboricé y le sonreí. El auto empezó a frenar y volví mi vista al frente. Me había distraído y el sensor del auto había detectado la cercanía del otro que iba adelante, activando el freno automático para evitar un choque. Hoy en día era casi imposible chocarse o sobrepasar los límites de velocidad.
—Te amo, Sirio —dije casi susurrando ruborizada, mientras volvía a tomar control del auto—. Me haces demasiado feliz.
—Tú me haces feliz —respondió con su suave y seductora voz grave.
Me observaba mientras conducía, podía notar que tenía una dulce sonrisa. Acarició mi mejilla con el dorso de su mano, haciéndome sonreír.
Acomodó mi cabello, luego volvió a jugar con mi arete, haciéndolo moverse con su uña en punta, y reí entre dientes. Quizá debí ponerme un arete que no colgara, pero me encantaba que hiciera eso.
Salí de la autopista y continué por una vía poco transitada. Al poco tiempo la vía se rodeó por vegetación y di la vuelta hacia la derecha, entrando a un estacionamiento casi desierto frente a un enorme campo cercado por una elegante reja blanca. Sirio vio el nombre del lugar en el arco de la entrada.
—Cementerio —susurró.
—Aquí están mis padres —dije con suavidad. Me miró y le sonreí para que no se preocupara—. Vamos.
Bajamos del auto y entramos. Recorrí el campo junto con él y se cubrió un poco la nariz, lo miré confundida, pero enseguida supuse qué pasaba.
—¿Han enterrado a alguien recientemente? —comenté.
—Sí, quizá hace cuatro días o menos —respondió él, dejó de cubrirse la nariz al rato.
Era una suerte que yo no pudiera detectar nada de eso. Tomé su mano y continuamos. Llegamos a la tumba de mis padres, una gran lápida de mármol con sus nombres se erguía sobre esta.
—Estarían felices de ver que te tengo y que su teoría de que ustedes eran algo más que seres salvajes era cierta... —murmuré—. A pesar de lo que les pasó —apretó un poco mi mano, continué—, fue por eso que acepté iniciar la investigación con la toxina, después de que el gobierno me insistiera tanto. No quería hacerlo porque respetaba la idea de mis padres —suspiré—, pero cuando murieron creí que no valía la pena seguir defendiendo esa idea.
—Es lógico, entiendo —dijo casi susurrando.
—Los trajeron aquí, me dijeron que estaban irreconocibles y que no servía de nada que viera sus cuerpos. No los vi y no me importó, yo estaba destrozada así que ya no me importó nada. Ahora creo que me arrepiento.
—¿Sabes? En mi pueblo tenemos la creencia de que nuestros familiares no nos dejan después de la muerte. Solo es un viaje. —Contó—. Mientras su esencia nos cuida, la materia se transforma, vuelve a la tierra en cenizas, y luego vuelve a nosotros en la naturaleza.
Sonreí levemente recosté mi cabeza en su brazo. De pronto pareció reaccionar, se puso en cuclillas y frunció un poco el ceño.
—¿Qué sucede?
—No logro detectar ningún olor de cuerpos aquí...
Sonreí apenas nuevamente.
—Pasó hace mucho, ¿recuerdas?
—Sí, pero... —Se arrodilló y acercó más su nariz a la hierba, Miré a los costados para asegurarme de que el cementerio siguiera tan vacío como estaba—. No detecto ni el olor de huesos... nada, solo madera.
Junté las cejas, confundida. ¿Cómo podía ser eso posible?
—¿Los habrán enterrado en otro lugar? No... ¿Cómo puede ser? Aquí está la lápida... ¿Cómo puede ser? —me angustié.
Se puso de pie.
—Tranquila —dijo preocupado.
Sacudí la cabeza.
—Descuida, perdón... es que es algo muy raro.
—Lo sé... —suspiró—, ven...
Me abrazó fuerte y cerré los ojos, calmándome casi de inmediato.
—Investigaré luego lo que ocurre aquí —susurré.
—Me avisas, por favor, no quiero que vayas sola —ordenó con tono dulce.
Asentí y respiré hondo, llenándome con su aroma.
—Estoy casi segura ahora de que quizá el ataque fue ocasionado por el mismo gobierno, controlando a esos evolucionados, quizá luego no querían ninguna evidencia —dije—, quizá han hecho algo... en fin, ya lo averiguaré, como dijiste tú... Ellos siguen conmigo.—
—Así es —aseguró acariciando mi cabello, haciéndome sentir consolada—. Además me tienes a mí, puedes contarme todo, si estás feliz, si estás triste. Puedes contar conmigo para todo lo que quieras hacer. También, en su momento, podrás contar con mis padres. El núcleo familiar es muy importante para nosotros, y ellos te cuidarán como a una hija, porque eres mi compañera eterna.
—¿Sí? Les he agradado, ¿verdad? —dije con más ánimo.
—Por supuesto. Mi madre ese día me dijo que olías a buena persona. —Reí en silencio—. Y que le hacía feliz que yo hubiera seguido a mi corazón, dijo que descubriría cosas hermosas contigo, y tenía razón. —Recordé con alegría que su madre había abogado por nosotros para que Sirio se uniera a mí, y su padre también me había aceptado—. Aunque no los conocí en vida... —continuó él—. Tus padres también son importantes para mí, así que no te preocupes, no vamos a pasar esto por alto, ¿está bien?
Asentí. Me mantuve abrazada a él por varios minutos, dejando que borrara el dolor nuevamente. Pero la mañana avanzaba y la gente empezaba a llegar.
—¿Vamos? —murmuré contra su pecho—. Voy a mostrarte más de esta ciudad, ¿sí? —le miré con alegría y le di un beso para luego tomar su mano y partir.
Me dirigí hacia el centro de la ciudad y dejamos el auto en uno de los edificios de estacionamiento. Sirio tuvo que ponerse los lentes de sol. De todos modos, con las siglas de la Security Guard bordadas en el bolsillo de su camisa, nadie se acercaría a hacer preguntas.
Recorrimos algunas calles a pie, la ciudad, el bullicio, el olor de los restaurantes y bares. Suspiré feliz sintiéndome una chica normal, que paseaba con su hombre.
Notaba que algunas personas, mujeres sobre todo, lo miraban un poco más de la cuenta, y yo entendía, él tenía ese porte que le caracterizaba, además de ser atractivo. Iba tomada de su fuerte brazo, y él ocultaba sus manos en los bolsillos delanteros del pantalón. «Esas uñas puntiagudas», murmuré mentalmente.
—¿A dónde nos dirigimos?
—Bueno... te dije que aquí las cosas no son tan oficiales, pero igual quiero hacerlo —lo miré—. Haremos oficial nuestra unión aquí.
Sonrió.
—¿En serio? ¿Estás segura?
Reí mientras él rodeaba mi cintura inclinándose para besarme.
—Sí, lo estoy —aseguré rodeando su cuello y recibiendo sus tentadores labios que amenazaban con arrastrarme al fuego.
—Uhm, no lo sé —dijo con tono divertido dándome más besos—. Vas a tenerme de por vida.
—Eso es perfecto. —Le di un beso en la punta de la nariz—. Vamos, estamos cerca.
Seguimos andando. Me divertía ver que había aprendido a jugar y a bromear, se iba adaptando rápido, sin embargo yo sabía que tampoco me costaría adaptarme a su mundo, solo a excepción de no demostrarle mi amor en público. Aunque ahora ya no sabía si él también iba a acatar esa regla, ya que le encantaba besarme y estar en contacto conmigo tanto como a mí.
Desaceleré un poco el paso de pronto al cruzar por una tienda de helados, hacía mucho que no comía uno.
—¿Quieres probarlo? —me preguntó haciéndome sonreír.
Siempre atento a mis movimientos.
—Sí, ¿me esperas unos segundos? —dije sonriente.
—Espera. —Miró a los costados y sacó una tarjeta de su bolsillo—. Me toca a mí.
Reí entre dientes.
—Bueno —respondí—, pero yo la paso por la máquina. —Le mostré mis dedos para darle a entender que me refería a sus uñas en punta que espantarían a las personas.
—Oh... Claro.
Nos fuimos a la mesa que estaba más lejos de las miradas. Sirio me contó que en su ciudad hacían algo similar, solo que sin leche, ni dulce ni demás cosas.
Tomé un poco de su helado, que aún no se atrevía a probar, con la cucharita, y se lo acerqué. Me miró confundido y reí un poco.
—Prueba...
Abrió la boca y le di el helado, sonrió algo avergonzado.
—Umm, está muy rico —dijo con su bella sonrisa.
Tomó la cucharita y empezó a comer.
—Se supone que estos helados son naturales —dije—, así que no hay mucho problema, no me gustaría ser la culpable de algún tipo de mala alimentación tuya. —Soltó una corta risa—. ¿Te están dando suficiente proteína ahí donde entrenan?
—Sí, no te preocupes —volvió a responder sonriente.
—Bien, si no avísame para quejarme —amenacé haciéndolo reír.
Las personas andaban distraídas, nadie volteaba a mirarlo detenidamente como para percatarse de nada, además estaba casi dándoles la espalda. Así era mejor, no necesitaba estar con los lentes y podía ver directo a sus ojos intensos.
No había nada mejor que sentirme libre, y estar con él, mientras soñaba con estar así siempre, en un mundo de paz.
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