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Capítulo 28: Desafortunada intervención

Desperté con sus suaves caricias, y además uno que otro dulce beso en mi rostro. Sonreí.

—Buen día mi amado.

Me sonrió.

—Buen día, ¿ya estás mejor?

—Oh sí —susurré mientras me acercaba a besarlo.

Su celular sonó, estaba abandonado por algún lado del escritorio. Él no parecía tener intenciones de contestar. Sonreí y me separé, busqué el aparato y se lo di, lo recibió con una sonrisa de desgano.

—Qué —respondió cortante.

Reí en silencio y pasé al baño a alistarme para empezar el día.


***

Sirio me dijo que Max quería infiltrarse en las instalaciones de los de seguridad. Me preocupé, no dejé que se fuera sin antes darle un suave y apasionado beso. A él le había dado los besos más largos de mi vida, y tampoco quería besar a otro ya, obviamente.

En el laboratorio las cosas seguían iguales, pero hoy solo yo parecía estar completamente feliz. Aunque cuando vi que había llegado un nuevo cuerpo, me angustié.

Empezamos a examinarlo. Me estremecía la idea de pensar en quién podría haber sido de no existir esta tonta lucha entre especies. Eran otra forma de vida inteligente, una nueva humanidad, y tenían sus cosas buenas. No sabía por qué el gobierno no podía ver eso.

Tampoco pude evitar pensar en qué hubiera pasado si Sirio hubiera caído en las manos de esos hombres, si Orión no lo hubiera enviado a mí, si yo no le hubiera conocido... No era justo para esos evolucionados.


***

Después de almorzar me alisté para ir a tratar de sacar cita con el gobernador, quizá podría convencerlo de ser el primer Estado que integrara las dos culturas, o que por lo menos permitiera vivir en paz con ellos. Así otros estados seguirían nuestro ejemplo. Rosy ya estaba lista y esperándome en el hall de ingreso.

—Luego de hacer ese trámite podemos tener una tarde de chicas, ¿qué te parece? —preguntó haciéndome sonreír.

—Suena bien. Vamos.

Era un largo camino de casi una hora aunque no lo sentí, tuvimos que tomar dos trenes, a pesar de que esta ciudad no era tan enorme como otras megalópolis de otros estados. Le escribí un mensaje a Sirio: «Trataré de sacar cita y luego estaré por la ciudad con Rosy, te llamaré más tarde, te amo».

Sonreí satisfecha. Si él no sabía cómo leerlo iba a pedir ayuda y no me importaba si el molestoso de Max o la plagosa de Tania lo leían.

Bajamos en la estación central, ese lugar era todo un centro comercial subterráneo, así que tuve que llevar a Rosy hacia la salida casi a rastras porque ya quería ponerse a ver tiendas. La convencí de que lo haríamos luego, tal y como ya habíamos quedado.

La alcaldía estaba en un enorme edificio, nunca entendería por qué requerían de tanto espacio, pero en fin.

Ingresamos por las enormes puertas de grueso vidrio reforzado. Una elegante señorita nos esperaba en la enorme recepción. Habían algunos sillones de cuero negro, las paredes y el piso eran blancos, las columnas pintadas de plateado. La señorita se aclaró la garganta y volteamos a verla.

—¿Desean algo? —preguntó.

—Quisiera hablar con el gobernador —respondí.

—¿Tiene una cita?

—No, por eso quiero ver si puedo sacar una.

La señorita arqueó una ceja.

—¿Y usted es...? —Lo dijo como si esperara que yo fuese alguien importante.

—Trabajo para el gobierno. Y soy alguien que se preocupa por intentar parar una tonta lucha.

Una voz masculina interrumpió el leve silencio que se había formado en el ambiente.

—Eso suena interesante. —Volteamos a verlo, un hombre alto, vestido en traje negro. Sin duda pasaba los cincuenta o más, parecía ser amable—. Lo puede hablar conmigo si gusta, soy el dirigente de Seguridad y lo que menos quiero es empezar una pelea. Vengan por favor.

Rosy y yo nos miramos un segundo y lo seguimos. Nos dirigimos hacia el ascensor, el hombre lo activó poniendo la palma de la mano en un panel al costado de los botones y presionó el botón del piso cuarenta.

—Andamos algo tensos por la situación —comentó—. Sí han de estar al tanto, ¿verdad?

—¿La... situación?

—Sobre el supuesto abuso de los evolucionados en nuestras instalaciones.

—Ah, sí...

Ambas nos miramos de reojo.

—He intentado ir a ver las instalaciones, pero el coronel se niega, asegura que nada pasa. Si consiguiera saber si esa grabación que circuló en las noticas era real, entonces...

Las puertas del ascensor se abrieron y pasamos al amplio ambiente. Había unos sillones frente a un gran ventanal, podía verse la ciudad extendiéndose ante nuestros ojos. Más al fondo un escritorio y tres hombres también vestidos de traje negro.

—Pero usted es el que manda, debería exigirles —sugirió Rosy.

El hombre sonrió amablemente y nos hizo señas para que nos sentemos.

—Mis asuntos se limitan a las cosas de oficina —apretó los labios un segundo—, así que no soy «el que manda», no del todo.

—¿Pero está tramitando algún permiso para intervenir los locales? —pregunté.

—Claro, en eso estoy. Pero quiero oír, ¿qué es lo que quería decirle al gobernador?

—Sí, bueno... El gobierno nos encargó hace mucho que trabajáramos con una de las toxinas más letales que existen. Querían que lo hiciéramos de tal forma que pudiera ser usada en un arma sin perder su toxicidad.

—Ah, claro, claro. Ustedes estuvieron en esa investigación.

—Así es, pero...

—Un gusto conocerlas, soy Héctor Orlandini.

Sonreí un poco, no nos habíamos presentado, qué vergüenza.

—Soy Marien Ramos y mi compañera Rosy García.

—Es un gusto también —dijo ella.

—Bueno, continúe señorita Ramos.

—Gracias. Como sabrá, hubo un ataque y la investigación quedó inconclusa, aunque ya habíamos avanzado bastante. Mis compañeros trajeron la toxina...

—¿Y usted? —interrumpió.

—Yo vine luego, tenía que hacer otras cosas. En fin, el gobierno volvió a hacerse de la toxina y según sé, planean usarla.

—Así es, ya hemos advertido a los rebeldes evolucionados sobre eso, solo para mantenerlos a raya, pero ya todos saben que está en proceso el papeleo.

—Yo quería sugerir que —miré de reojo a Rosy y ella me animó a continuar arqueando sutilmente las cejas—, no usen ningún arma. No solo porque morirían millones, incluidos nosotros, sino que también es innecesario.

—Claro —dijo preocupado—, también había pensado en que podría acabarnos, ¿pero por qué innecesario?

—Verá... los evolucionados no son lo que todos piensan, son una sociedad bastante bien organizada, viven casi como nosotros. —El hombre parecía sorprendido, pero podía ver que me creía—. Podrían llegar a un trato con ellos y poder vivir en paz.

—Eso sería lo mejor, pero si son tan civilizados como dice, ¿por qué nos atacan?

Pensé un par de segundos, quizá este hombre podría ayudar también.

—He sido testigo de que los de seguridad están actuando por su cuenta, atacando a los evolucionados, capturándolos, haciendo experimentos con ellos... Y es por eso que nos atacan.

El hombre ahora miraba casi horrorizado.

—¿Tiene pruebas?

Volví a pensar por un segundo.

—La grabación que ha salido en las noticias es real, lo sé... yo vi algo similar —respondí mientras veía cómo se sorprendía más.

Se puso serio.

—Ya veo, será mejor que haga algo pronto.

Se puso de pie y se dirigió hacia los tres hombres a decirles algunas palabras. Los hombres se acercaron a nosotras.

—Acompáñennos, por favor —dijo uno de ellos.

Fruncí el ceño, confundida. No tenía por qué ir a algún lugar, ¿o sí? Nos pusimos de pie y los hombres nos agarraron de los brazos bruscamente. Me espanté, Rosy soltó un corto grito de la sorpresa y el susto.

—¡Qué hacen! —reclamé.

Forcejeé pero solo logré que el otro hombre me aprisionara por atrás, grité con fuerza y pataleé con la esperanza de que me oyera alguien. El hombre me tapó la boca de forma tosca, lastimándome la piel.

—Marien —murmuró Rosy completamente asustada.

Miré con odio al hombre, que no cambiaba la seria expresión. Me inundó el pánico. Había cometido un error al confiar en alguien que tuviera algo que ver con los de seguridad o el gobierno, quizá con el gobernador me habría pasado lo mismo.

Pensé en Sirio, los otros evolucionados, en Max. No había revelado nada sobre ellos, pero no tardarían en averiguarlo. Sirio no sabía que yo estaba en problemas, lo sospecharía en la noche, cuando viera que no regresé.

Se me humedecieron los ojos al pensar en que quizá no lo volvería a ver, que ese beso que le había dado temprano fuese el último. No, no. Debía ser fuerte.

—Lo siento, señoritas —nos dijo el tal Héctor—. Pero debo agradecerles... Se nos estaba haciendo difícil encontrar a las personas que se inmiscuyeron en una de las instalaciones.

—¡Nosotras no hemos sido!

Observé el ambiente una vez más. No había forma de escapar. Podría fingir desmayarme y correr si me soltaban, pero no había por dónde, además estaba Rosy. Me angustié mas.

—También conocemos a los evolucionados, su nivel de avance, incluso su precaria tecnología —se burló el hombre—. Es por eso que no podemos permitirnos que existan, podrían atacarnos con armas en cualquier momento.

Negué con la cabeza sin poder zafarme de la mano del hombre que tenía sellada mi boca. Se equivocaban, ellos no nos atacarían así no más, no había motivos reales para borrarlos de la faz del planeta, salvo ambición de poder o miedo.

—Ahora vamos a deshacernos de las testigos y esto habrá acabado.

—Nos vengarán —exclamó Rosy.

No, ¡Rosy, no hables!.

Traté de advertirle con la mirada de que no debía a hablar más, los pondría en peligro también. Me arrepentía de haber venido. Estábamos tan lejos del hospital; quizá nos vengarían, pero yo no quería que Sirio se pusiera en evidencia por hacer tal cosa.

Faltaban algunas horas para que anocheciera y se dieran cuenta, pero para ese entonces ya podría haber pasado cualquier cosa.

Recordé que Max le había dicho a Sirio que hoy tratarían de inmiscuirse en el edificio de ese día para ver si conseguían más información. Si era así, quizá regresaría al hospital más tarde de lo habitual.

Le cubrieron la cabeza a Rosy con una bolsa de tela negra y se puso a sollozar. Me sentí culpable. El hombre liberó mi boca, iban a cubrirme la cabeza también, pero sonó mi celular haciéndome brincar del susto.

—Vaya, olvidé que no pasaron por revisión —dijo el hombre—. En fin. Planeamos mantenerlas con vida, sus conocimientos pueden servirnos para terminar con la toxina y ponerla en el arma, así que le sugiero que conteste y diga que está bien. No queremos levantar sospechas ni tener que matar a alguien si vienen a buscarla. —Liberaron mi brazo para que pudiera contestar—. Y no digan ni hagan sonidos extraños, rastrearemos la llamada y mataremos a quienes se interpongan —advirtió.

¿Tanto confiaban en que no habría problemas si contestaba el teléfono? Estaban muy bien preparados. Miré el celular y tuve que contener mi expresión de tristeza cuando vi quién era, no quería que sospecharan más.

—Hola — respondí con el mejor tono que pude.

—Marien —contestó Sirio, sonaba feliz de escucharme—, ¿ya fuiste a hablar con el tal gobernador?

—Ah, sí. —Soné bastante casual y relajada, me sorprendí a mí misma—. Descuida.

—Quería acompañarte —murmuró con algo de decepción.

Tragué saliva con mucha dificultad, el nudo en mi garganta era atroz. Noté que Héctor estaba impaciente, convenía que respondiera de forma casual y formal, así que lo hice.

—Otro día será, gracias. Hasta pronto —colgué.

El hombre que me tenía aprisionada me arrebató el teléfono, lo apagó y lo arrojó sin mirar a dónde, le arrebataron a Rosy también el suyo haciendo lo mismo. Taparon mi cabeza con la bolsa negra y nos condujeron a algún lugar.

Me percaté de que íbamos por alguna salida privada por el silencio.

Tal vez nos sacarían de la ciudad, por eso estaban tan seguros de que contestara el teléfono. Empecé a respirar angustiada, era un hecho, me tendrían unos días y luego me matarían, no volvería a ver a Sirio.

Nos trasladaron en un vehículo, fue un viaje de cuarenta minutos tal vez. Nos sacaron bruscamente del auto, adentrándonos en una edificación. Escuchaba murmullos de hombres, algunos parecían eufóricos de vernos, tal vez porque cuatro hombres estaban llevando casi a rastras a dos mujeres jóvenes, todo un evento.

Me estremecí al escuchar el gruñido de un evolucionado en algún ambiente cercano. De repente me empujaron lanzándome al suelo, e hicieron lo mismo con Rosy. Me saqué la bolsa de la cabeza y pude ver cómo echaban llave a la reja y se retiraban, ahora estábamos prisioneras sin saber dónde.

—Perdón Rosy —murmuré arrepentida—, no debimos venir.

—No sabías que esto pasaría —respondió, la oí aterrada.

Esto era nuevo para ella, pero el haber estado en una situación similar antes no me lo hacía menos doloroso.

—No debí intentar meterme con el gobierno, Marcos tenía razón —mi voz se quebró.

—Tranquila —me rogó, la había angustiado más.

Respiré hondo y expulsé el aire de mi interior con lentitud para relajarme un poco. Un soldado de seguridad apareció en el pasillo al que daba nuestra celda.

—Ojalá tuviera las llaves para divertirme un poco —comentó mirándonos de forma pervertida.

Me estremecí. Esto no sería tan fácil, y yo que no quería que me tocara otro hombre que no fuera Sirio. Al parecer, mi genial vida tenía otros planes, ya me había arrebatado a mis padres, ahora buscaba arrebatarme más cosas y sueños.

El hombre continuó caminando, y después de unos minutos pasó de regreso volviendo a mirarnos. Yo estaba contra la pared del fondo de la celda, junto a Rosy, esperando a que alguien hiciera algo con nosotras.

Me sentía indefensa, en realidad lo estábamos, ambas. Siempre renegué de la diferencia entre los dos sexos y de que muchas de las mujeres no fuésemos tan fuertes como los hombres. Habiendo tantos hombres malvados, la naturaleza debió dotarnos de alguna defensa, pero nada. Recordé a Ursa, ella era capaz de darle pelea a Sirio. Suspiré. Ojalá fuera así de fuerte, quise ser tan fuerte como Sirio para romper todo y escapar a sus brazos...

—Muy bien, señoritas. ¿Qué haremos con ustedes? —dijo otro soldado.

Alcé la vista. Ahora había dos afuera de nuestra celda, sentí que se me enfriaban las manos. Rosy temblaba un poco a mi lado. Los soldados rieron entre dientes, uno de ellos le dio un par de golpes en el brazo al otro y se retiraron, vi en su mirada que tenían un objetivo. Cerré los ojos y abracé mis rodillas.

—No estés asustada —le dije a Rosy casi susurrando, aunque yo estaba muerta de miedo.

—¿Qué nos harán, cuánto tiempo nos tendrán aquí? —preguntó angustiada y con la voz quebrada.


Pasaron un par de horas, el sol se ocultaba y la angustia no disminuía, era una tortura. Oímos unos pasos, respiré hondo y traté de ponerme fuerte. El hombre que nos había traído apareció.

—Espero estén disfrutando de su hospedaje —dijo en tono amable—. Es hora del entrenamiento privado, así que no se vayan a asustar con lo que oigan, ¿de acuerdo?

Se retiró. Resoplé frustrada, seguramente ellos iban a torturar a más evolucionados.

Después de otro rato se empezaron a oír cosas como gritos, risas, gruñidos, incluso disparos. Rosy apretó más sus rodillas cuando se escuchó un fuerte grito luego de un estruendo o algo así. Respiré hondo.

—Cuando estuve viniendo para acá con Sirio, pasamos por un pueblo del cual no sabía que existía. Y bueno, encontramos ahí a una señora que decía haber escuchado historias sobre las cosas que pasaban aquí.

—Debimos suponer que el gobierno haría cosas como estas —dijo apenada.

Unas risas me hicieron reaccionar, alcé la vista y estaban los dos soldados de más temprano. Me aterré, tenían un manojo de llaves, quizá eran las de repuesto. Empezaron a probar una por una.

—Váyanse —murmuró Rosy, aterrada.

—Claro, claro —dijo uno entre risas.

Una llave encajó.

—En serio, por favor, no nos molesten —pedí.

—Todos están muy ocupados y hay mucho ruido —se excusó el hombre mientras la llave giraba—. No se van a dar cuenta.

Ambos entraron. Rosy empezó a respirar agitada y soltó un grito escandaloso cuando uno de ellos la tomó del brazo y la levantó.

—¡Déjala! —chillé. Con horror vi cómo se la llevaba y empecé a patear al aire mientras el otro me contenía— ¡DÉJALA!

—¡Estate tranquila que no vamos a herirte!

El tipo me puso contra la pared y empezó a oler mi cabello. Las lágrimas brotaron de mis ojos en cantidad al escuchar a mi amiga gritar más, fuera de mi campo de visión, sin que yo pudiera ayudarla. Empecé a sollozar y a llorar sin poder controlarme.

Sirio...

Le di un pisotón con todas mi fuerzas en el pie y volteé dándole un golpe, gritando llena de rabia. Pero solo soltó una mala palabra y me detuvo el otro brazo antes de que pudiera darle otro golpe, así que empecé a patear de nuevo.

Un fuerte estruendo nos hizo brincar y me horroricé, ¿acaso habían volado en pedazos a alguien? Empecé a escuchar el escándalo que se armó y los disparos.

—¿Qué sucede? —pregunté el otro hombre soltando a Rosy y corriendo afuera.

Hombres corriendo y gritando órdenes. Me aterré más cuando oí muchos rugidos, al parecer la explosión había liberado a los evolucionados y estos ahora corrían libres, atacando.

—Oh no —murmuró el otro soltándome también.

Cerró la celda.

—¡No nos dejen aquí! —grité.

—Ahora sí moriremos, ¿verdad? —me preguntó Rosy, con las lágrimas negras en sus mejillas a causa de su delineador.

Quise tranquilizarla, pero oímos que los evolucionados se aproximaban. No podía saber cuántos eran, me tapé la boca al escuchar sus fuertes gruñidos. Pronto apareció un H.E. fuera de la celda, estaba sangrando y tenía un corte en el rostro, Rosy sollozó asustada. El evolucionado nos soltó un corto y agresivo rugido mientras golpeaba la reja y ambas gritamos por el fuerte impacto. Otro apareció para empujarlo y hacerlo avanzar y yo abrí los ojos como platos, era Altair.

No me servía de nada ocultarme, él conocía mi olor. ¿Cómo era que había terminado aquí? Quizá buscando a Sirio. Al verme sabría que él también estaba cerca. Me miró de reojo mientras empujaba a su compañero, luego reaccionó y volteó a verme por completo sorprendido, no pude ocultar mi cara de susto. Frunció el ceño, mirándome con algo de rabia e incredulidad. Tragué saliva y rogué que no se lanzara hacia nosotras.

Por un extraño golpe de suerte prefirió seguir con su ruta de escape. Aunque si se comparaban experimentos contigo y atrapar a la humana, era mejor escapar.

Respiré aliviada y me di cuenta de que la reja estaba casi abierta por el golpe que le había dado ese H.E., los disparos habían disminuido a unos cuantos en un ambiente lejano. Me acerqué a la reja, y sonreí apenas al ver que solo con tirar de ella se abriría.

—¿Qué haces? Puede ser peligroso —exclamó mi asustada compañera en voz baja.

—Debemos intentar escapar —le dije con la esperanza revoloteando en mi interior—, es ahora o tal vez nunca, vamos.

Tiré de la reja, pero no estaba tan fácil como pensé. Rosy vino a ayudar enseguida y tiramos con fuerza. El metal cedió, pero la puerta de la reja estaba tan deformada que al abrirla pasó arrastrándose sobre el piso del concreto, ocasionando un fuerte y molesto ruido.

Miré hacia el final del pasillo al salir, y para mi horror empecé a oír que varias personas venían corriendo.

Aparecieron por el pasillo seis personas de seguridad también y llevaban cascos. Por un mili segundo pensé que buscaban evolucionados y que también nos capturarían, pero me fue imposible no reconocer al que iba a la delantera. Corrí hacia él. Esa piel, ese cuerpo. Se quitó el casco y lo dejó caer.

—¡SIRIO! —grité.

Extendió sus brazos y pude ver su sonrisa de alivio antes de brincar y colgarme de él, enterrando mi rostro por su cuello. Las lágrimas se me salieron nuevamente. Él me abrazaba fuerte, manteniéndome alejada del suelo. Nuevamente empecé a llorar de forma casi desenfrenada, esta vez por estar con él.

—Tranquila, ya estoy aquí —me calmó en susurro.

Respiré hondo, llenándome con su aroma para relajarme. Abrí los ojos y pude ver a Rosy abrazada a Ácrux mientras él sostenía su casco en una mano y con la otra le daba palmaditas en la espalda para tranquilizarla, nos miraba algo confundido además. Los otros se sacaron los cascos también, eran Max, los hermanos Alpha y Centauri, y por último Tania, que también nos miraba confundida. No me importó.

—Casi nos abusan —lloró Rosy.

—¿Cómo nos encontraron? —pregunté.

—Luego te cuento —respondió mi chico con suave voz—, debemos irnos. No puedo soportar que hayan querido abusar de tus derechos humanos, de la forma que fuese —agregó con rabia—. No puedo soportarlo. —Me apretó más.

—Ahora estoy bien —susurré—, vámonos.

Sentí que soltaba su abrazo, posándome en el suelo. Max respondió su celular.

—Sí, ya vamos para allá —dijo de forma seria, colgó—. Vamos.

Avanzamos por el pasillo. Había aferrado mi mano a la de Sirio, yo que había pensado que no volvería a verlo. Habían actuado más rápido de lo que pude haber imaginado. Había pensado que, en el mejor de los casos, iba a estar aquí varios días.

Llegamos a lo que parecía ser la arena de entrenamiento y vi varios cuerpos tendidos, muchos en realidad.

—Están sedados, tranquila —murmuró mi esposo, respondiendo a mi expresión.

Había un reducido grupo de evolucionados, muchos mal heridos, rodeados por los miembros del ejército de Max. Un H.E. en particular se abrió paso de entre el grupo. Altair.

—Sirio —dijo con algo de sorpresa y satisfacción siniestra.

Sirio le gruñó de forma violenta y salvaje, me asustó incluso a mí. Un soldado le apuntó con el arma a Altair, haciéndolo retroceder un poco.

—Traidor —continuó.

Sirio le volvió a gruñir y me aferré a su brazo.

—¿Lo conoces? —preguntó Max.

—Cómo te atreviste a traicionarnos, a nosotros, que éramos prácticamente tu familia —reclamó el hombre.

—Pues dos de ustedes, mi familia, intentaron matarme sin siquiera tener el permiso de los ancianos lideres —retó Sirio—. Así que ustedes ya no significan nada para mí.

Sentía cómo se tensaba cada vez más, alistándose para pelear.

—Suéltalo, Marien —murmuró Max apenas, apartando a Rosy y queriendo alejarme a mí también.

—¿Y qué hay de mí? ¿Hermano? —agregó con rabia Altair.

—No tengo mucho en contra de ti, pero no tuve opción. Esperaba que entendieras pero ya veo que no.

—No, no lo entiendo. Orión te apreciaba como un padre.

—Orión atacó a mi padre, yendo contra las reglas también, y eso no se lo voy a perdonar.

—Orión atacó al cobarde tu padre porque le quitó lo único que le importaba. Tu madre fue en contra de las reglas también, al rechazarlo. —Miré a Sirio y parecía pasmado. Altair siguió al ver que había logrado su objetivo—. Por eso eras el favorito de Orión, porque hubieras sido su hijo. ¡Pero eres una basura y rechazaste ese honor que él te estaba dando!

Sirio se zafó de mi agarre tan veloz como siempre y se lanzó contra Altair.

—¡No! —grité y me tapé la boca.

Ambos peleaban de forma salvaje, parecían dos leones furiosos, golpeándose, y rasgándose la piel con las garras, empezando a chorrear sangre tras las mordidas y los desenfrenados golpes.

Los otros evolucionados solo observaban sin inmutarse, yo me desesperé. Altair lanzó de un golpe a Sirio contra el suelo y se le abalanzó a morderlo sin piedad.

—¡MAX! ¡HAZ ALGO, MALDICIÓN! —chillé mientras ponía mis manos en mi cabeza desesperada por el grito de mi chico.

—¡No puedo apuntar! —dijo él con el arma lista.

Sirio pateó a Altair, liberándose de la mordida antes de que lograra arrancarle carne, y se lanzó de nuevo al ataque, lleno de furia. Logró retenerlo, pero este le dio un fuerte codazo y se le lanzó. Se estrellaron contra una especie de caseta metálica, la cual se abolló y la puerta se abrió dejando que se desparramaran algunas armas. Se puso de pie veloz.

—Sirio —murmuré—, por favor. —No me gustaba esa rabia que brillaba en sus hermosos ojos.

Me miró de reojo y empezó a relajar su rostro a los pocos segundos, dejando de gruñir de pronto. Volvió a mirar a Altair. Él también estaba un poco más relajado, pero sonreía de forma siniestra, era fuerte y casi tan veloz como él.

—Todo esto es por culpa de ella —murmuró Altair de pronto, y pude ver, por primera vez, el terror en la mirada de Sirio.

En segundos, Sirio se lanzó a él pero Altair, previendo eso, lo empujó, viniendo hacia mí con la furia en sus fríos ojos felinos.

—¡Marien! —gritó Sirio antes de gruñir y embestirlo, con tanta fuerza, que rompieron la ventana que se encontraba a mi lado.

Mi respiración se detuvo al tiempo en el que él volteaba a mirarme una última vez antes de perderse de mi vista y caer al vacío junto con Altair.

Sentí que mi corazón se detuvo también, y dejé escapar un sollozo. Puse mis manos en mi cabeza de nuevo, cerrando los ojos y gritando con todas mis fuerzas.


*****

Copyright © 2014 Mhavel N.

Registrado bajo derechos de propiedad intelectual, caso número 1-2261766092 United States Copyright office. Prohibida toda copia parcial o total, toma de ideas de la trama, personajes, adaptaciones. Bajo pena de denuncia.

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