Capítulo 27: Sueños y promesas
Al salir de la ducha, le vi echado boca abajo, concentrado y tratando de manipular su teléfono, el cual no sabía usar, aunque yo no dudaba en que lo haría pronto. Él era muy listo y aprendía muy rápido. Reí en silencio, alzó la vista y me sonrió.
—Max llamó, dijo que ya estaba en camino un auto para mí, no sé si lo dijo en serio o qué, pero es una de esas cosas que ustedes conducen ¿verdad?
—Puede ser, los de seguridad nacional tienen todos uno. —Me encogí de hombros—. Ahora quédate en donde estás, en esa posición...
Me miró con curiosidad mientras iba hacia él, quiso voltearse cuando subí a la cama pero le detuve y lo monté a horcajadas.
—Wow —susurró—. ¿En serio debo estar de espaldas a ti?
Yo sabía que le gustaba tenerme sobre él, pero no así. Volví a reír en silencio.
—Quédate tranquilo, mi amor. Relájate.
—Mi amor... —analizó la frase mientras recostaba su rostro en sus antebrazos y cerraba los ojos—. Sí, amor.
Obviamente ya no tenía las vendas ni algodones ni nada, ahí estaban solo las cicatrices que iban a desaparecer pronto, pero también las que tenía desde que era pequeño y que nunca se irían. Suspiré. Su espalda era tan varonil, fuerte. Él era hermoso. Me dolían esas cicatrices, y yo en verdad odiaba que peleara, no quería que sufriera ni el más mínimo dolor nunca más.
Pero quizá ese era uno de esos sueños que nunca se cumplirían, esos sueños que uno recordaría en la vejez, junto con los arrepentimientos, y con los "ojalá yo hubiera..."
Deslicé suavemente mis manos por su piel. Esos músculos, esos hombros anchos, mis piernas rodeando sus estrechas caderas. Hice más presión con mi toque. La verdad yo solo le había dado masajes a mi mamá, y obviamente no así, pero él siempre me llamaba a seducirlo. Sonreí por eso.
Le escuché quejarse apenas, pero fue un quejido de placer, y escucharlo así me encantaba, desde que lo hizo cuando lo besé por primera vez, y cuando le besé el pecho.
Quería hacerlo muy feliz, quería seducirlo y volverlo loco por mí, quería darle mucho placer...
—¿Te gusta?
—Oh sí —murmuró apenas—. ¿Puedo probar hacértelo a ti?
—Tal vez después, quiero que tú te relajes y descanses.
Después de un rato haciéndolo y de sacarle otro suave gemido, me incliné y besé su nuca, retiré mi cabello y fui lentamente hacia su hombro, trazando un recorrido de suaves besos por su piel.
—Marien... —susurró.
—¿Sí? —Me había prácticamente recostado sobre él. Recorrí mi nariz por su cabello y fui cerca de su mejilla para darle otro beso.
—Cuando todo esto acabe... yo... —Me separé un poco para mirarle. Él abrió los ojos, y su mirada estaba seria, viendo mi mano que ahora estaba sobre la suya en el colchón. La deslizó y entrelazó sus dedos con los míos—. Quisiera llevarte a mi ciudad, darte una casa, y asegurarme de que vivirás tranquila siempre, no angustiada como te vi hoy... Te voy a dar todo de mí... lo prometo.
Mi corazón palpitaba fuerte. Cuando Marcos me dijo que yo no podía abandonarlo todo e irme con él, o que él no iba a poder quedarse aquí para siempre... había sonado tan trágico... Pero ahora escuchando a Sirio decir esas palabras, lo único que quiso salir de mí fueron lágrimas de felicidad, algo que no creí que pasaría. Y me di cuenta de que sí, sí que estaba dispuesta a dejarlo todo e irme con él, estaba dispuesta a seguirlo a donde fuera, porque él era mi hogar, no importaba en dónde estuviera.
Reaccioné cuando una de mis traidoras lágrimas cayó sobre su mejilla, él también reaccionó y se sentó mientras yo me retiraba para limpiar mi rostro, sonriendo avergonzada.
—Perdón.
—¿Estás bien? —preguntó preocupado al tiempo que limpió mis lagrimas—. Lo siento, si no quieres irte lo entiendo...
—No, no —negué rápidamente sonriendo—. Todo lo contrario, me haz hecho muy feliz. —Me lancé a abrazarlo—. ¡Te amo!
Caímos en el colchón y él soltó una suave risa. Yo no podía ser más feliz, pero el horroroso miedo de perderlo todo también quiso venir a arrancarme ese sentimiento. Sí quería irme lejos con él, en donde todo pudiera estar bien, en donde él no tuviera que pelear más...
Suspiré acomodándome sobre su caliente pecho, deslizando suavemente mi mano por uno de sus pectorales. Cerré los ojos y me relajé con sus uñas en punta recorriendo mis cabellos, era lo más relajante que existía.
Nuevamente me había quedado dormida cuando sentí que Sirio me acunaba en su pecho, la luz ya estaba apagada. En verdad no importaba si él no iba a lanzarme piropos, decirme algo seductor, invitarme a salir o repetirme que me amaba a toda hora del día. Demostraba su amor y todo lo demás resultaba innecesario.
***
Max, todavía con le brazo vendado, seguía con sus rituales de entrenamientos, el método de regeneración con células madre había evolucionado muy bien en los últimos siglos, ahora el odioso ese andaba feliz fastidiando más que antes.
No había buenas noticias sobre el asunto de la grabación, a pesar de que salió en radio y televisión. La gente no mostraba interés o simplemente no se mostraba en desacuerdo, los únicos que reclamaban y hacían marchas eran los que pertenecían a las asociaciones protectoras. Mientras tanto los de seguridad habían negado todo, alegando que el video no era auténtico.
Max había decidido actuar para conseguir más muestras y quejarse al gobierno, mientras seguía usando a Sirio y a los otros evolucionados para su entrenamiento.
Rosy me acompañaba y los veíamos de lejos, estábamos sentadas junto a unos arbustos cerca de la alambrada, y la pared de escalar.
Max había unido en un solo lugar a los hombres y las mujeres. Estábamos observando cómo los evolucionados competían en una especie de carrera de obstáculos. Sirio seguía siendo el más veloz, Alpha y Centauri eran los más lentos por tener más musculatura, Ácrux casi alcanzaba a Sirio pero aún así tenía desventaja.
Rosy quería intentar que Ácrux la mirase pero no parecía suceder. Quizá nuestra posición no ayudaba, estábamos prácticamente ocultas. De todos modos sentía curiosidad.
Él era de la misma estatura que Sirio, los ojos color miel y el cabello casi rubio. Alpha y Centauri quizá eran hermanos, eran parecidos, los dos con ojos celestes y el cabello negro, más musculosos. Aunque era consciente de que Orión podría ser incluso más enorme.
Max ponía a prueba a algunos de sus soldados para ver qué tal les iba en un enfrentamiento con los evolucionados, pero a pesar de lo macizos que eran dos de ellos, no lograban tocarlos, seguían siendo más veloces que un hombre promedio.
El pequeño grupo de mujeres observaba. La líder, amiga de Max, casi siempre estaba a su lado, opinando sobre alguno que otro movimiento y esas cosas. Ella me daba algo de miedo, era guapa, pero se notaba que era severa. Y en cuanto a su cuerpo, me recordaba a Ursa, estaba en muy buena forma.
—No me gusta cómo esa mujer mira a nuestros hombres —comentó Rosy.
Aquí íbamos de nuevo con los temas triviales.
—¿Qué? —pregunté riendo.
—¿No ves? Casi siempre se acerca a ellos, sobre todo a tu Antonio.
—Les da indicaciones.
—Y aprovecha para tocarlos.
—¿Ah?
—A veces le toca el brazo.
Suspiré. No me había dedicado a observar eso, me había preocupado más por lo que pasaba y porque esas personas no delataran su presencia ahí, aunque Max juraba que todos eran leales ya que habían hecho un juramento. Pero Rosy, como siempre, con sus cosas. De todos modos me puse más observadora.
—Piénsalo —insistió—. ¿Antonio sabe cuándo una mujer le está coqueteando? No lo creo.
Reí un poco, pero me quedé pensativa. Sin embargo, mis pensamientos se fueron esfumando mientras me distraía mirando a Sirio. Esa camisa azul marino contrastaba a la perfección con su piel, sus felinos ojos verdes destellantes y su cabello oscuro... su forma de ser conmigo, su promesa... Me quedé embobada hasta que recordé otro asunto importante.
—Es verdad —dije— debería tratar de hablarle al gobierno sobre el uso de la toxina, decirles que deberíamos dejar de atacarnos, tratar de acabar con esto.
—Sí, si gustas vamos mañana.
Asentí. Me percaté de que Sirio estaba conversando con la amiga de Max, las otras mujeres observaban a un par de metros. Fruncí el ceño al darme cuenta de pronto de que él estaba rodeado de chicas. Al parecer ella quería que peleara y él se negaba intentando ser amable. Ella rió un poco y le dio un leve toque en el hombro para animarlo.
Caramba, ¡Rosy no estaba del todo exagerando! Resoplé algo frustrada. Además, a Sirio le gustaba pelear, era algo que no podría hacer conmigo por diversión.
La chica dio media vuelta y luego giró sorpresivamente intentando darle un puñetazo. Él la detuvo sosteniendo firmemente su puño, en ese mismo instante ella intentó darle otro golpe por el estómago con su puño libre pero también fue detenido. La vi reír un poco, al menos Sirio no lo hacía, solo la miraba confundido. Ella se alejó rindiéndose, y de repente volvió a intentar golpearlo, esta vez con una patada, pero él la esquivó retrocediendo enseguida. Max se acercó a ellos, acabando con ese momento.
—Gracias Max —susurré.
Me había molestado la insistencia de la chica, y ver que al parecer Rosy tenía razón. No bastaba mucho para que alguien más se diera cuenta de lo especial que era Sirio, eso me preocupó.
Ácrux, que había estado cerca, quiso ofrecerse a pelear con ella mientras Max se alejaba con mi esposo. Miré a Rosy y ella solo observaba, quizá no le importaba.
Ácrux y la joven se involucraron en un duelo ficticio. Ella atacaba y claro, él la detenía o la esquivaba, pero también respondía con golpes ficticios. Al final ella pudo haber muerto por costillas rotas, fractura de cuello o mordida en la yugular.
Recordé cuando Sirio hizo eso conmigo, pero, ahora que veía a Ácrux hacerlo con la chica, me di cuenta de que Sirio lo hizo con mucha dulzura aquel dia. Sonreí levemente como boba otra vez.
Moría por tenerlo a mi lado y abrazarlo. Otro pensamiento corrió por mi mente. Quizá él no había querido pelear con la chica por ser amable, sin embargo, conmigo sí lo hizo, eso significaba que no había pensado en ser «amable» conmigo.
Sacudí la cabeza. Esos pensamientos eran dignos de una adolescente celosa, además, esa vez yo había insistido, y pude notar como él olfateaba discretamente mi cuello cuando me atrapó. Sonreí ante la nueva idea de que quizá lo había hecho por sentirme entre sus brazos.
—Marien, pareces loca. A veces arrugas la frente y luego sonríes —murmuró Rosy sacándome de mis tontas ensoñaciones.
Solté una corta carcajada.
—Es el amor.
Debía dejar de pensar en tonterías y relajarme, ya estaba bastante grande para esas cosas. Notamos que ya iba a terminar el entrenamiento, así que nos acercamos. No esperamos a que todos se retiraran y nos cruzamos con varios hombres y el grupo de las mujeres.
—Tienen unos ojos aterradores pero son muy guapos —comentaba una, y alenté el paso casi sin darme cuenta, solo para escuchar un poco más.
—Sirio se ve más joven, aunque es el más veloz y eso en ellos es letal —dijo otra.
Tensé los labios. Así que estaba en lo cierto, él daba de qué hablar, y yo las entendía. Él también me había deslumbrado incluso desde que se veía como humano. Alcé la vista y le vi viniendo hacia mí con una dulce sonrisa.
Me di cuenta de que me flechaba una y otra vez cada vez que le veía.
—Hola.
Me empiné y le di un beso en los labios.
—Hola, amor —respondí casi susurrando.
Miré de reojo, nadie nos había visto, y la verdad no me importó, ya no me iba a sentir avergonzada. Ellos estaban enfrascados en su conversación. Hum... Aunque en parte... en parte, quería dejar en claro que él era todo mío, solo por si acaso...
—¡Ah, hola! —exclamó Max al vernos.
Se acercó a nosotros y los demás lo siguieron.
—Bueno, nos vemos más tarde —se despidió Ácrux, le dedicó otra fugaz mirada a Rosy y siguió su camino.
Ella lo siguió con la mirada. Max nos atrajo la atención nuevamente.
—Los evolucionados se están hospedando aquí, igual que Tania y yo —comentó—, así que estábamos pensando en que Sirio también podría quedarse aquí.
¿Qué?, no. Ya lo veía bastante poco como para soportar eso, pero me congelé, quizá él sí lo querría. Lo miré y él enarcaba una ceja.
—¿Por qué? —preguntó.
—Vamos —insistió Tania—, así podrías entrenar en estas instalaciones, a tiempo completo, sacar más músculos de los que tienes, ser más fuerte.
El tonito tentador que usaba para hablarle no me gustó, además, me gustaba Sirio tal y como estaba, su cuerpo ya era escultural. Pero una vez más me congelé, quizá él sí quería ser más fuerte y ser tan enorme como Orión. Tensé los labios.
—No gracias, estoy bien así. Mi ventaja es la velocidad, eso es algo muy útil en cuanto a pelear contra los de mi especie. Además ya tengo dónde quedarme —respondió con su bonita voz grave. Sentí alivio de pronto.
—Bueno —aceptó Max.
—Hum —se lamentó Tania—, veré si luego te convenzo.
Se retiró luego de sonreírle y despedirse con un movimiento de la mano, a mí ni me miró, genial. ¿Qué tenían los militares de hoy en día? Recordé que Rosy me preguntó si no me preocupaba que Sirio dejara de amarme algún día, después de todo, esas cosas pasaban casi siempre. Sin embargo, lo que me había dicho Marcos cambiaba la perspectiva.
Claro que solo era una suposición después de todo, una teoría. En el mundo de Sirio, nosotros estábamos unidos, pero Max había alegado que eso no valía aquí, así que, según él, yo seguía libre y él también. En ese momento no pareció importarme mucho, estaba distraída, pero ahora la inseguridad había vuelto a atacarme. ¿Qué pasaba si en verdad un día se aburría de mí?
Antonio tomó mi mano haciéndome volver a la realidad.
—¿Vamos?
Asentí con una leve sonrisa. Quería oficializar lo nuestro también aquí, para sentirme más segura quizá, para callarle la boca a todos. Pero hacer eso solo por el hecho de que estaba insegura y temía que me dejara un día no era muy justo ni lógico... Ni maduro.
Ya no pasaba tanto tiempo con él, me pasaba la mañana en el laboratorio mientras él pasaba casi todo el día aquí, con ellos... con ella.
Solo tenía la noche para estar un rato a solas. Las que tampoco había podido aprovechar mucho porque algo sucedía o ambos terminábamos cansados. Él no parecía estarse preocupando por cosas como estas, tal vez yo era la única, tal vez al final yo sería la que llegara a pedirle más de lo que podía darme y terminar aburriéndome.
El corazón se me estrujó ante la idea.
No, ¡jamás!
—¿Estás bien? —preguntó. Me miraba detenidamente, parecía preocupado.
Genial, más problemas para él causados por mí.
—Sí, perdón.
—Andas algo pensativa —murmuró volviendo a mirar hacia el frente.
Ya habíamos entrado a la cafetería del hospital. Bajé la mirada. Sí, quizá yo era la del problema.
Cenamos en silencio, salvo por Rosy, que no paraba de parlotear con Marcos. John también escuchaba, él no se involucraba mucho con sus cosas, y Tania estaba ahí gracias a que Marcos la había invitado a cenar con nosotros al parecer.
Suspiré frustrada, de haberlo sabido, no hubiera venido.
Intentaba hacerla entender con mis miradas que no me agradaba que se comiera a Sirio con los ojos ni que intentara hacerle conversación. Pero no parecía entender, de todos modos yo tampoco era capaz de distraerlo lo suficiente como para que solo me prestara atención a mí. Estaba tan preocupada por lograrlo que no conseguía hacerlo.
Entré frustrada a mi habitación. El único momento que tenía a solas con Sirio y ahora estaba atormentada con tantas cosas, a pesar de que en la mañana me encontraba de buen humor. Me estaba portando como una niña y así no era yo.
Un celular sonó, no era el mío, volteé y vi a Sirio mirando al suyo con confusión.
—¿Qué significa esto? —preguntó, mirando al aparato con intriga—. ¿Lo puedes ver?
Reaccioné.
—Uh, claro —me acerqué—. Descuida, te enseñaré a usarlo...
Me lo entregó, pude ver que tenía un mensaje. Quizá no era adecuado leerlo, pero al ver que era de Tania mi dedo lo tocó casi de forma impulsiva.
«Hay que salir de aquí, te espero en el edificio de Max si gustas venir - Tania». Apreté los labios.
—¿Es un mensaje? —preguntó Sirio—. Ella ya me había enseñado cómo verlos pero no presté atención.
Asentí un poco de mala gana. Rosy había tenido razón de nuevo, al decirme en susurro mientras cenábamos, que si yo no le enseñaba las cosas a Sirio, alguien más lo haría.
—Tania quiere saber si quieres salir... —Aunque no especificaba si saldrían con más personas y eso me incomodaba, pero, ¿debía dejar que se relajara?—. Así que si gustas ir...
Arqueó una ceja.
—Si gustas vamos —dijo en tono casual.
Sonreí, pero no lo suficiente.
—No es así como funciona, solo te lo están pidiendo a ti. No será lógico que yo vaya.
Frunció el ceño.
—Dile que no entonces. Igual tengo cosas que hacer.
Sacudí la cabeza.
—Hey, no. Si gustas ir no te detengas por mí...
—No quiero ir —me interrumpió mirándome preocupado—, quiero estar contigo. No te veo en casi todo el día.
Me sorprendí, él también sentía lo mismo.
—Bueno, está bien...
—Te noto rara.
Me miraba de forma seria ahora. «Oh-oh». Intenté sonreír pero no pude. Quizá lo que me estaba cruzando por la cabeza eran cosas que se podían conversar en pareja y tratar de ver una solución. Pero él no era un hombre humano, no sabía si debía guardarme mis conflictos internos o contarle, ¿qué pensaría?
—¿Estás... celosa? —volvía a mirarme de forma preocupada—. Sé que tu compañera puede ponerse celosa si te ve cerca a otra mujer, es por eso que no interactúo con ella.
Me avergoncé por completo, pero otro sentimiento se instaló en mí.
—No es eso. No creas que soy una celosa empedernida, puedes tener amigos y salir. Además... estás diciendo que si yo no te viera, sí lo habrías hecho.
—¿Qué? No, tampoco, no necesito nada de eso, te quiero cerca solo a ti, te amo.
Y adiós cordura.
Lo besé mientras rodeaba su cuello con mis brazos, y volví a estremecerme al sentir sus ricos labios. Me di cuenta de que parecía que en meses no lo había besado así. Abría mis labios con pasión contra los suyos, fundiéndolos entre los míos. Sus colmillos me hincaron haciendo tensar mis cejas unos segundos, pero me aguanté el dolor. Lo besé de forma más lenta, pasé la punta de mi lengua por su labio inferior y sonrió.
El celular sonó, al parecer otro mensaje, pero no se detuvo ni a mirarlo. Hizo lo mismo que yo, pasando suavemente la punta de su lengua por mi labio. Me atreví a más. Pasé la punta de mi lengua por sus colmillos, por la parte interior de su labio, mientras me embriagaba con su aliento. Lo apreté contra mí, jugueteando con su boca y él pareció congelarse un momento.
Quise sonreír. Si esto le sorprendía así, ¿qué pasaría cuando me lanzara a querer hacerle el amor?
Le mordí el labio inferior con algo de fuerza y continué besándolo de forma lenta e intensa. Pasé mis manos por su pecho y sus manos recorrieron mi cintura, adentrándose un poco debajo de mi blusa. La electricidad me recorrió.
Quise despojarme de la blusa, pero, ¿qué pensaría él? Además moría de ganas de que él lo hiciera y no yo. La electricidad me volvió a recorrer haciéndome estremecer cuando pasó su lengua por mi cuello, gemí bajo en mi garganta sin querer. Abrí los ojos y me sentí avergonzada por mi reacción, ¿y ahora qué pensaría? Pero mi mente voló de nuevo.
Besaba mi cuello y fue subiendo, besando mi mejilla. Dejé de estar empinada poco a poco mientras besaba su cuello también y desabrochaba su camisa, bajando hasta su pecho, mis manos recorrieron su abdomen desnudo. Quería poseer cada centímetro, besar toda esa suave y cálida piel.
—Eh, espera... —murmuró algo corto de aliento tomando mi rostro con suavidad—. Debo darme una ducha.
—No —reclamé como niña pequeña queriendo besarlo de nuevo.
—Estoy cubierto de polvo y sudor, y...
Lo tomé y seguí besándolo con intensidad, mordí su labio inferior.
—¿Crees que me importa? —susurré.
Sonreí traviesa y rodeé su cintura para pegarlo más a mi cuerpo, introduje parcialmente mis dedos debajo de su pantalón y sentí que se estremecía mientras recorría su vientre bajo.
Cuando me di cuenta estaba sobre la cama con él sobre mí, robándome la cordura con un intenso beso. Mis manos recorrieron su pecho desnudo una vez mas, quería deslizar esa camisa por sus hombros y quitársela.
Mi mano se coló por debajo de la tela hacia su espalda y la otra se aferró a su cabello cuando bajó besando mi cuello. Me curvé contra él, entrando más en calor, completamente ruborizada. Quise más, y mi mano bajó de nuevo hasta su vientre bajo, y más abajo, sintiendo algo ahí, la evidencia de que él me deseaba tanto como yo lo estaba deseando a él.
Él se aclaró la garganta de pronto, deteniéndose.
—Eh... eso... —Se apartó, había un leve rubor en sus mejillas—. Lo siento. —La decepción me golpeó. No, no, ¡¿por qué se detenía?!—. Eso... a veces pasa —dijo algo avergonzado—. Según mi padre es... tensión —agregó mientras se retiraba. Jadeé, quise reclamar y tirar de él para volver a besarlo y tocarlo pero continuó—. Tú me pones tenso, pero de una muy buena forma.
Se encogió de hombros con una leve sonrisa de culpa, aunque también algo traviesa, y se rascó la nuca. Respiré hondo y reí entre dientes, vaya explicación, pero estaba decidida a enseñarle.
—Perdón si te asusté, esto es...
—No, no, tranquilo —le calmé y me senté.
—No es algo que pase de forma voluntaria.
Reí entre dientes de nuevo.
—Hey, lo sé.
Para él, enseñar su completa desnudez de seguro era romper muchas reglas que le habían inculcado desde pequeño, por su leve vergüenza pude darme cuenta. Pero yo no duraría mucho tiempo conteniendo mi deseo de hacerle el amor.
—Algo me dice que sabes algo más sobre eso. —Me miraba confundido.
Mordí mi labio y me acerqué para darle otro suave beso.
—Te mostraré. No tienes que tener vergüenza conmigo, ¿sí?
—Lo sé, es solo que... —Negó—. Lo siento. En verdad... En verdad quiero que me toques mucho, pero le temo a estas ganas desmedidas.
—Descuida —susurré dándole otro beso, rodeando su cuello—. Es normal, yo también quiero tocarte, tocarte todo. —Su leve rubor se acentuó y mostró su hermosa sonrisa traviesa—. Esta sensación tan fuerte también es nueva para mí, sé que crees que te va a cegar, que vas a perder el control de algún modo, pero no lo harás, vas a querer estar atento a cada roce con mi piel. —Rocé mi nariz con la suya.
Me encantaba su aroma, el olor y el sabor de su piel.
Si él sentía de forma más intensa, podía entender su temor a perder el control, si me amaba como yo lo amaba a él, con este fuego que amenazaba con quemarme y llevarme al cielo al mismo tiempo.
—Me agrada esa idea —dijo con el deseo volviendo a brillar en sus verdes ojos.
Reí en silencio.
—Oh, es verdad, ¿dijiste que tenías algo que hacer?
—Bueno, vi que la ropa se ha juntado en esa cesta, así que pensaba lavarla. —Se encogió de hombros.
—No te preocupes, te ayudaré, al final del pasillo hay una máquina que lava, seca y desinfecta.
—Oh, ¿en serio? ¿No quieres que lo haga aquí en el lavado?
Le di otro beso más y tomé su mano con diversión para guiarlo. Al parecer a ellos les habían enseñado a lavar todo a mano.
—Mañana iré a ver si puedo sacar una cita para hablar con el gobernador —comenté mientras apoyaba la espalda contra la pared en la estrecha habitación de la lavandería.
—¿Ah sí?, ¿por lo de los de seguridad? —dijo él mientras hacía lo mismo frente a mí.
—No, por lo de la toxina, ¿recuerdas?
—Ah —soltó una leve risa.
Ambos nos deslizamos hacia abajo para terminar sentados. Estábamos bastante cerca, nuestras piernas se entrecruzaban. Su mano rozó la mía sobre mi rodilla. Me miró y sonrió, deslizando su dedo por el dorso de mi mano como un gesto travieso y juguetón. Me ruboricé.
—Te amo —susurré, haciéndole sonreír mas.
—Te amo —me susurró en respuesta.
Bajó la vista unos segundos, y volvió a verme, estudiando mi rostro con esos bellos ojos.
—Algo más te pasaba hoy, ¿no me lo dirás? —preguntó suavemente.
Me tensé un poco, no pensé que se acordaría después de todo. Me acarició la mejilla y pasó a mi cabello. Suspiré.
—Tuve miedo...
—¿A qué?
—No tiene sentido ahora, solo estaba estresada, ya pasó.
—Puedes decírmelo de todos modos. No recibí la clase sobre los núcleos, pero no importa, confió en ti, somos dos partes de uno solo, ¿verdad? Siento que debe ser así, quiero ser así contigo. —Sonreí, y volví a suspirar—. Ven aquí.
No dudé en acomodarme entre sus piernas y recostarme en él. Era una gozada tenerlo cerca, sentir su calor, su aroma, sus fuertes brazos a mi alrededor. Mi hogar.
—Tuve miedo de que quizá un día te aburras de mí. Descuida, son tontos pensamientos que se me cruzaron, al ver que tu forma de ver la vida es algo diferente a la mía. Si pasa lo entendería, porque... bueno, esas cosas pasan...
—Te equivocas, mi unión contigo es indestructible. Veo que en tu mundo no es así, así que entiendo por qué dudaste desde el primer momento, pero ya lo irás comprobando con el tiempo.
Me separé un poco para estar más frente a él y besé sus labios.
—No dudé... bueno, no lo sé, es que no todos los días un sexy chico de veinte años te dice que quiere unirse a ti para toda su vida. —Sonreí con vergüenza.
Él también me ofreció su dulce sonrisa.
—Tú eres mi vida —murmuró—. No necesito más edad para entender eso.
Me recosté de nuevo, acomodando mi rostro por su cuello.
—También... me sentía triste porque no paso mucho tiempo contigo, prácticamente todo el día.
—Sí... también me duele eso. Había pensando... —Se apartó para poder verme a los ojos—. ¿Saldrías conmigo uno de estos días? Me escaparé de Max, no importa.
Mi corazón dio un brinco de felicidad.
—¿Me quieres llevar a una cita? —pregunté con emoción.
—Sí, bueno, así lo llaman ustedes. Pensaba decírtelo mañana pero ya que estamos hablando de ello...
Le di un beso.
—¡Sí, sí! —Le di otro beso, haciéndole reír de forma suave. Volví a besarlo, deleitándome con esos labios que me volvían loca—. Nunca me dejes —le rogué.
—No lo haré... —susurró apenas antes de que volviera a callarlo con otro beso.
Las estúpidas dudas se habían disipado, había sido muy tonta, pero entendía que los celos eran muy poderosos y también eran algo nuevo para mí. Nunca los sentí de esta forma, pero confiaba en Sirio ciegamente, así que su veneno ya no me afectaría.
Solo quedaba deshacerme de las otras preocupaciones, Orión y mi propio gobierno.
Aunque ya nadie pasaba por ahí a esa hora, corrí la puerta para encerrarnos con la lavadora mientras me devoraba esos deliciosos labios que me provocaban demasiadas cosas.
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Copyright © 2014 Mhavel N.
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