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Capítulo 22: Juego sucio

—¡Hey! ¡Puede ser peligroso! —exclamé.

Corrí tras él pero me era imposible alcanzarlo, era sumamente veloz. Corrí con todas mis fuerzas al ver cómo los hombres de la muralla parecían preparar sus armas. No podían disparar a matar por ser ellos también humanos y estar protegidos bajo ley, pero ahora ya no sabía qué pensar después de haber visto tantas irregularidades. Si empezaban a disparar también le dispararían a él. La adrenalina me invadía.

Quedé con los brazos extendidos, interponiéndome entre ellos y la vista de los rifles.

—¡Deténganse! —grité tratando de hacer señales, sabía que me veían desde esa distancia.

Bajaron sus armas, al parecer completamente sorprendidos. Estaba agotada por correr y me permití recuperar aliento al ver eso.

—¿Estás bien? —preguntó Sirio, preocupado.

—Sí, descuida —respondí a duras penas—. No pueden atacarnos.

Se acercó a su papá a ver qué tenía, parecía inconsciente y estaba completamente herido y sangrando. Se parecía a su hijo, salvo por la edad y algunas canas, me preocupé más por su estado.

—Un conocido nuestro nos atacó sin dar razones —dijo uno de los H.E.

Lo miré, también parecía tener la edad del padre de Sirio y también estaba herido, pero no de gravedad.

—Necesita atención médica, pero no sé si llegaremos a tiempo a nuestro pueblo —dijo el otro.

—Lo llevaremos al hospital de esta ciudad —avisé señalando a la muralla.

—Imposible, es de humanos.

—Ya verán que sí, síganme.

Fui corriendo hacia la muralla.


—¡Déjenos pasar! —exigí, nuevamente tratando de recuperar el aliento.

Una puerta pequeña se abrió y salieron los tres guardias.

—Son monstruos, no pueden pasar —respondió uno, confundido por mi petición.

—Son tan humanos como nosotros, ¡ignorante! Debes dejarnos pasar, están conmigo, ¡trabajo en el hospital central!

—Usted puede pasar, pero ellos no. Total, si se muere mejor, uno menos —dijo otro guardia.

Me enfurecí más y lo tomé del cuello, los guardias exclamaron nuevamente y ordenaron que me detuviera mientras yo sacudía al hombre.

—¡Está loco! ¿Ve esto? —Le mostré mi anillo—. Ese hombre es el padre de mi esposo, ¡así que por ley tienen derecho a pasar!

Los guardias se mostraron perplejos.

—¿Qué habla, señora? —cuestionó el guardia, sin ocultar su horror—. ¿Está usted en drogas?

Le mostré mi identificación.

—¿Lo ve? Trabajo en el hospital y ellos están conmigo. Soy parte de la investigación de la toxina para el gobierno.

El otro guardia, mayor que los otros, la escaneó. Al revisar la información en la pantalla me miró de arriba abajo.

—El gobierno y sus cosas —murmuró—. Es verdad... Es del gobierno. Dejen que pase.

Los guardias se miraron y resoplaron resignados. El principal hizo señas para que abrieran la puerta.

Los dos evolucionados cargaron al padre de Sirio. Al entrar a la ciudad lo primero que hice fue usar mi mochila para romper la ventana de un auto cercano para usarlo de movilidad.

—¡Oiga! —gritó un guardia.

—¡Lo devolveré! —le respondí mientras subíamos.

Los dos evolucionados subieron al asiento posterior cargando al señor y Sirio subió a mi lado en el asiento del copiloto. Arranqué el motor y aceleré.

—¡Recibirá una multa por esto! —escuché que gritó el guardia.

Aceleré más, debía encontrar el hospital en donde estaban mis compañeros. Aunque ellos no estuvieran en la zona de emergencia no me importaba, también conocía a los médicos de ahí.

—¿Quién los atacó? —preguntó Sirio a los dos hombres.

—Orión —respondió uno.

Me congelé. ¿Orión? Miré a Sirio y él tenía los puños apretados, estaba lleno de ira y frustración.

—Apenas pudimos escapar —continuó—, no sabemos por qué lo hizo.

—Yo sí —murmuró Sirio, conteniendo su rabia.

Se me formó un nudo en la garganta, sentía culpa de algún modo, aunque no sabía si la tenía o no. Orión había ido a buscar venganza en otra parte mientras nosotros huíamos de él.

Entré a la carretera principal.

—Estará bien —le dije para tranquilizarlo.

Cerró los ojos relajando levemente su rostro.

—Es mi culpa —afirmó susurrando—. Pero no entiendo, no tenía por qué atacarle a él, eso no está permitido, su problema es conmigo.

—Es obvio que a Orión le gusta jugar sucio.


Al llegar al hospital, entramos por emergencia. La gente empezó a gritar y a salir corriendo despavorida por la puerta, un joven médico volteó a verme sorprendido y espantado. Era un conocido mío.

—Marien, ¡qué! —exclamó mientras corría a esconderse detrás de un mostrador.

—Este hombre necesita atención médica urgente —dije angustiada.

—¿Qué? —salió de su escondite—. ¡Es un evolucionado! —exclamó incrédulo y con desdén.

—Lo haré yo entonces —respondí de forma tosca.

Lo aparté y me dirigí hacia la sala de urgencias.

—Hey, ¡pero espera! —reclamó y nos siguió.

Los enfermeros me miraron con pánico.

—Necesito que lo lleven a rayos X y luego lo traen aquí. Tú —señalé a un enfermero—, trae una unidad de sangre tipo O, ahora. Traigan suero también.

Todos corrieron a hacer lo que les ordenaba al instante después de que terminé de hablar.

—¿Qué es todo esto, Marien? Acabas de espantar a los pacientes... —replicaba mi compañero.

—Bueno, lo siento, pero eso significa que están sanos, ¿no? —respondí mientras me ponía los guantes estériles.

Mi compañero suspiró pesadamente.

—Te ayudaré —dijo al fin.

—Gracias —respondí mientras me dirigía a buscar instrumentos.

El hombre pareció quejarse apenas y volteé a mirarlo.

—Estoy aquí —murmuró Sirio.

—Qué... ¿Qué hiciste ahora? —logró decir el hombre, quizá molesto, quizá preocupado.

Sirio tensó los labios, y podía ver culpa en su rostro. Yo no aguantaba eso, él no tenía la culpa.


Una enfermera empezó a mostrar las radiografías.

—Tenemos rotura de hueso húmero, y dos costillas: novena y décima, del lado izquierdo, también contusión en el cráneo...

Respiré hondo. Orión era un salvaje, había que tener mucha fuerza para herir así a un evolucionado, aunque había visto a Sirio romper una articulación con mucha facilidad. Me estremecí.

Mi compañero se preparó también para ayudarme y nos pusimos en acción.


***

Al cabo de unas horas terminamos.

Salí a ver a Sirio, quien se encontraba esperando en la sala que ahora estaba completamente vacía, seguro todos habían huido. Los otros dos evolucionados estaban a su lado.

—Estará bien —le dije.

Me sonrió y la preocupación se esfumó casi por completo de su bello rostro.

—Gracias.

—¿Y ahora qué hacemos nosotros? —preguntó uno de los H.E.

—Tranquilo Phoenix, esperaremos aquí —le dijo el otro.

Me sorprendí por el nombre, pero concordaba con sus ojos medio naranjas.

—Pueden quedarse todo el tiempo que gusten —les dije—. Mi compañero ya le habló a los guardias de que no avisen a seguridad ni nada por el estilo. De todos modos todos los pacientes huyeron o fueron reubicados.

—Gracias.

Era de noche, y era tardísimo, necesitaban descansar.

—Llamaré a Rosy, conseguiré que pasen la noche aquí. Mañana en la mañana él estará recuperado casi por completo. —Pensé unos segundos—. Será mejor que esperen escondidos, primero debo explicarle a Rosy todo antes de que los vea.

Ellos asintieron.

Mi teléfono llevaba muerto días, así que fui al pasillo y llamé a la zona de investigaciones, seguro ahí se encontraban mis amigos. Me contestó una voz femenina.

—¡Rosy! —exclamé.

Ella gritó de emoción desde otro lado de la línea.

—¿Ya estás aquí? —exclamó—. ¡Voy a verte!

—Sí, sí. Pero espera un segundo.

—¡Dime dónde estás! Escuché que unos evolucionados irrumpieron en el hospital.

—Eh, no es nada, descuida. Estoy en la zona de emergencias, en la sala de espera.

—¡Voy ahora mismo con Marcos! —colgó.

Eso fue más rápido de lo que esperé. Los dos evolucionados se fueron hacia los ventanales a mirar al exterior mientras yo llamaba a mi tía a avisarle que ya había llegado a la capital.

Al rato Rosy y Marcos aparecieron de golpe y nos quedamos quietos.

Rosy continuó corriendo hacia mí y me abrazó, pero Marcos estaba petrificado. Rosy se dispuso a abrazar también a Antonio pero al darse cuenta de su apariencia gritó y se tapó la boca. No sabía si estaba horrorizada o sorprendida, quizá ambas cosas.

—¡Lo sabía! —exclamó Marcos mientras se acercaba acusándonos con el dedo índice—. Oh, mierda, ¡lo sabía! ¡¿Pero cómo?!

Reí entre dientes.

—Disculpen —dijo Sirio con su suave voz grave—, esta es mi verdadera apariencia, siento haberles mentido.

—¡Oh... por... Dios! —exclamó Rosy.

—¿Y cuándo fue que cambió de forma? —preguntó Marcos.

—Tenías razón en tu teoría —le dije, haciéndole recordar que él había dicho que quizá era un evolucionado en su pubertad, lo cual en ese entonces era algo desconocido.

De todas formas no dije más, Sirio apenas me lo había contado, y como estaban yendo las cosas con la humanidad no creí que fuera bueno decirlo a todos.

—¡Sí! —exclamó satisfecho—. ¡Lo sabía!

—¿Te asustaste cuando te lo dijo? —preguntó Rosy emocionada—. Dios, ¡debes contármelo todo!

Sonreí.

—Bueno, no me enteré de la forma más tranquila, pero... luego te contaré, por ahora necesito que alojen a estos dos hombres —señalé hacia el ventanal donde estaban.

Ambos voltearon y Rosy volvió a asustarse.

—Son... son... —murmuró apenas.

—Pero, solo tenemos dos habitaciones más —interpuso Marcos.

—Descuiden —dijo Sirio—. Voy a cuidar a mi padre durante la noche.

Volteé, él miraba hacia la sala de recuperación. Suspiré con tristeza.

—Bueno, les daremos una de las habitaciones —respondió Marcos—. Síganme por favor.

—Gracias, son los mejores —les dije a mis amigos.

Marcos se fue con los dos evolucionados a enseñarles la habitación, y Rosy me quedó mirando ansiosa.

—Las dejaré solas si gustan —propuso Sirio.

—No —respondí.

—¡Sí! —respondió ella.

Antonio sonrió y se alejó. Miré a Rosy avergonzada.

—Ay por Dios, había olvidado lo guapo que era —dijo tratando de contenerse y mantener un tono bajo de voz—. Pero como H.E. se le ve... aterrador.

Suspiré.

—Estamos metidos en un lío, amiga.

—¿Un lío? ¿Por qué?

—Antonio traicionó a un salvaje y peligroso evolucionado por salvarme y este está buscando venganza. Casi mata a su padre, acabamos de intervenirlo hace unas horas con John.

—Oh no —dijo preocupada.

—Y bueno, ¿cómo va lo de la toxina?

—Nos la quitaron, el ejército está pidiéndola.

—¿Qué? ¡No!

—Están haciendo papeleos para que les den permiso de atacar y deshacerse de todos.

Me horroricé.

—¡No! No pueden hacer eso. Son una gran nación, es toda una cultura y han avanzado casi tanto como nosotros.

—¿Segura? Aquí en televisión no sale así. Salen noticias de ataques de ellos hacia nosotros, y que prácticamente viven en estado salvaje. Hasta dicen que cometen canibalismo y esas cosas.

—Claro que no, es un engaño. El gobierno manda a atacarlos y al parecer hacen experimentos con ellos. Créeme, son muy civilizados, lo he visto. Mira a Antonio, es como cualquier hombre.

—Sí... —dudó ella—. Si no fuera porque tiene colmillos, garras, mucha fuerza, y unos ojos de espanto...

—Vamos, sabes a qué me refiero. Además, para mí sus ojos son hermosos.

Me miró con sorpresa.

—Oyeee —dijo con picardía—. ¿Acaso tú...?

—Mira, sé que antes los veíamos con otros ojos, pero hemos sido engañados. Ellos... ellos incluso tienen su propia economía.

—Te creo, pero el gobierno manda aquí, ¿no?

Tensé los labios. El gobierno estaba ocultando las cosas y mostrando otras. No quería que destruyeran a todos los evolucionados, eran grandiosos.

—¿Vamos a sentarnos? —me preguntó nuevamente emocionada—. Debes contarme todo.

Suspiré por la capacidad que tenía de distraerse de un tema. Seguíamos estando lejos de Sirio. Lo miraba de vez en cuando, a veces él atrapaba mi mirada y sonreía. Pasé mi mano por mi cabello y Rosy gritó, asustándome. Tomó mi mano para ver mejor el anillo.

—Ah... eso —murmuré.

Ella se puso de pie de un salto y corrió donde Sirio, le tomó del brazo para verle la mano con el anillo y volvió a gritar. Vino corriendo de vuelta y me abrazó.

—¡Felicidades! —exclamó eufórica—. Espera —se detuvo—. ¿Es acaso eso legal?

Reí levemente. Miré a Sirio, él mostraba una espléndida sonrisa, le mandé un beso volado haciendo que se sorprendiera y volví a reír.

—¿Así que no pensabas contarme eso? Eres una tramposa —me acusó ella.

—Pensaba hacerlo luego.

—Eres esposa de Antonio —dijo tratando de aplacar su euforia.

Me ruboricé.

—Sí, creo. Esto pasó en su ciudad, bajo sus leyes.

—Oh, vaya. Debes contarme cómo son.

—Aunque ahí... Antonio no es su nombre, se llama Sirio en realidad.

Me miró sorprendida.

—Vaya... quién lo diría. P-pero que... ¿Sin fiesta? ¿Sin nada?

—Es una muy larga historia —dije sonriente.

Puso una pícara sonrisa.

—Y... ¿Ya lo han hecho? —preguntó en susurro, impaciente.

Me ruboricé más.

—N... no...

—¿Qué tal es? —insistió.

Reí avergonzada.

—No, aún no... Él no sabe de esas cosas, luego te explicaré. Además, esto es una especie de locura juvenil que a él se le ocurrió, apenas llevamos unos días de relación... O lo que sea que puedan tener una humana y un evolucionado.

Marcos entró en la sala y quedó mirándonos, se dirigió a Sirio.

—Así que... —suspiró—. Eras un H.E., ¿no? Interesante. —Podría jurar que se le oía satisfecho. Sirio sonrió—. Aquí al lado unos hombres de seguridad han creado una especie de campo de entrenamiento. A ver si un día de estos haces una exhibición de tus habilidades, quiero investigarte.

—Estás loco, Marcos —repuse—. No te dejaré experimentar con él.

—No, está bien —respondió Sirio—. Le demostraré lo que quiera, con tal de quedarme aquí sin que quieran abrirme la panza.

Suspiré algo frustrada.

—Tranquila, amiga —comentó Marcos en tono casual—. Son cuestiones con fines científicos.

Me reí.

—Excusas, excusas. Igual vigilaré por si te quieres pasar de la raya —le amenacé.

—Ya, como sea —terminó Marcos, riendo—. Es tardísimo, a dormir, ven te enseño tu habitación.

—Sí, solo denme un segundo —pedí yendo a hablar con Sirio—. Me quedaré contigo si gustas —le murmuré.

Sonrió con dulzura.

—No, ve y descansa, estaré bien. —Acaricio mi mejilla y yo tomé su mano y le di un beso—. Ve, te veo luego.

Asentí.


—Okey, eso fue raro —dijo Marcos cuando fui con ellos—. ¿Acaso ustedes...? —Rosy sonrió con picardía y yo solo suspiré mostrando mi anillo. Él se alarmó—. ¡¿Pero qué mier-acaso eso es legal?!

—Oh Diosss —dije con cansancio aunque con diversión.


Suspiré al quedar sola en mi habitación. Quería estar con mi recién esposo, pero también estaba demasiado agotada después de tanto correteo en el día y haber atendido a su padre. Me aliviaba saber que pude hacer algo para ayudarle, y no ser la que tenía que escapar esta vez.

Me alisté para descansar un poco y procuraría despertar luego de unas horas para ir a verlo.


***

Desperté por una alarma de un reloj que no era mío pero que estaba en la habitación. Me espanté, eran las siete de la mañana, ¡y yo que había querido dormir solo unas dos horas!

Me duché y alisté de inmediato y corrí buscando a Sirio. No debí dejarlo solo. De algún modo un tonto miedo se introdujo en mí, pensando que quizá todo había sido un sueño, que nada de eso había ocurrido, que yo trabajaba aquí, y que él no estaba en mi vida. Pero el anillo en mi dedo me dio felicidad.

Entré a la sala y él estaba observando una de las máquinas de snacks.

—Lo siento, lo siento —dije yendo a él, tomando su rostro y dándole un beso que él correspondió, abrazándome y juntándome a su cuerpo.

—¿Por qué te disculpas?

—Quería venir antes —me lamenté dándole más besos—, pero me dormí.

—Está bien, me alegra que hayas descansado.

—¿Tienes hambre? Te traeré algo de la cafetería.

—No te preocupes... —Suspiró y meditó unos segundos, preocupándome—. He estado pensando... Si Orión fue contra las reglas y atacó a mi padre... Tengo que ir y asegurarme de que mi mamá está a salvo.

Me entró pánico de pronto.

—¡No! No. Es obvio que Orión quiere que salgas para atraparte, ¡es una trampa!

—Sí, pero si le digo esto a los ancianos líderes, puede que me perdonen.

—¿Y tú crees que Orión va a respetar eso?

—Pero...

—Me preocupa tu madre pero sé que ha de haber otra solución, por favor...

—Sabes que debo ir.

—No me dejes. —Lo abracé fuerte—. Orión te mataría, no llegarías a tu pueblo, por favor, tiene que haber otra forma. No lo hagas. Te amo... —dije al final, de forma casi inconsciente—. Te amo —susurré cerrando los ojos.

—Oigan, chicos... —dijo alguien más. John, mirándonos confundido—. Despertó.

—Oh... —Vaya, la vergüenza me quiso atacar.

Sirio tomó mi mano y fuimos a la habitación.

Era normal, los H.E. se recuperaban rápido. Al entrar el señor estaba parpadeando confundido. Sirio se acercó a él.

—Padre —murmuró apenas.

El hombre volteó a mirarlo, seguía confundido. Pude ver que sus ojos eran de un verde similar al de su hijo.

—Sirio —dijo frunciendo el ceño—, ¿qué hago aquí, qué haces tú aquí?

Él apretó los puños.

—Orión te atacó, ¿no recuerdas? —dijo suavemente.

—Ah —respondió con pesadez—. Sí, verdad. Por causa tuya.

Oh no.

—Perdón padre, hice algo que lo ha hecho enojar. —Su papá lo miró de forma seria y luego me lanzó una fugaz mirada, Sirio lo notó—. Ella... la salvé traicionándolo, eso es lo que hice. Pero es porque ella lo es todo para mí ahora. No pensé que él haría esto. Sé que estas decepcionado de mí, como siempre, yo ya había aceptado pagar mi traición con mi vida, pero...

Él notó el anillo en su mano y abrió mucho los ojos.

—Por favor —murmuré—. Yo quise traerlo aquí para que estuviera a salvo y Orión no lo matara, en parte es mi culpa que haya querido vengarse, lo siento...

Vio mi mano, notando el anillo también. Bajé la vista, me dolió mucho saber que de algún modo solo había empeorado un poco más su relación con su hijo. Iba a decir algo más, pero pronto empezó a reír bajo.

Lo miré sorprendida mientras el hombre continuaba tratando de dejar de reír. Sirio también estaba pasmado.

—Tranquilos —dijo calmándose, y miró a su hijo—. Aprecias a los humanos, tienes buen corazón, no has hecho nada malo, y lamento haberte hecho sentir que siempre he estado decepcionado de ti, no es así —aseguró, su voz se parecía también a la de su hijo, pero modificada por la edad, haciéndola un poco más pesada—. Mis colegas llegaron a tiempo... no quiero que Orión y sus hombres te toquen ni un solo cabello —agregó con tono severo—, así que olvídate de querer pagar lo que hiciste con tu vida, él es el que está equivocado. —Sirio seguía con la misma expresión de sorpresa—. Estaré bien, ve a descansar —le ordenó con suavidad—. Es mejor que haya sido yo.

—Pero él busca hacer que yo salga, ¿qué pasa si ataca a mamá?

—No lo hará, créeme, yo sé lo que te digo —dijo muy seguro. Sonrió apenas—. Le arruinaste el plan, vaya, qué satisfecho me siento. —Volvió a reír bajo.

—Padre —Sirio parecía confundido todavía.

—Nunca me agradó, y creyó que podía moldearte a su modo a pesar de no haber sido su hijo. Pero no cabe duda de que eres como tu madre, y eso me llena de orgullo. —No pude evitar sonreír con alivio—. Ella siguió a su corazón y no a las reglas, y les dio la espalda a todos al unirse a mí. Ahora tú te has unido con una humana siguiendo tus sentimientos. Así que quédate aquí, yo me encargaré de hablar con los líderes en el pueblo.

Oh vaya, ¡¿acaso eso quería decir que la madre de Sirio iba a unirse a Orión?! ¿Acaso eso era lo que estaba queriendo decir? ¿Y por eso él sabía que no iba a atacarla a ella? El hombre me miró con esos ojos felinos y supe que sabía que yo lo sabía, pero al mismo tiempo, pedía que no dijera más. Quizá para no atormentar a Sirio.

Quedé sin aliento un segundo.

—Pero, lo conozco y sé que no se va a rendir —insistió Sirio—. Si logra dar conmigo...

—Te ha entrenado para matar, ¿no?

—Sí, pero...

—Sabes a qué me refiero, él busca eso, busca matarte o que lo mates. Conoces cómo funciona su mente... Así que si llega el momento solo hazlo, es nuestra naturaleza, no puedes intentar ser humano en todo.

Me sorprendí yo también. Cuando los evolucionados peleaban así, usualmente buscaban la muerte. Lo había comprobado. Suspiré, Orión quería eso: matar o morir.


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Copyright © 2014 Mhavel N.

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