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Capítulo 42: Un mensaje

***Advertencia, este cap tiene un poquito de +18 nuevamente, solo un poco, jeje***


La luz del sol se cuela por entre las cortinas. He despertado a mi amada con besos y caricias. Lamentablemente debo volver, y sé que ella también. No quiero que se meta en problemas o algo.

Ella sale de la cama y va desnuda hacia su cartera. Mis latidos aumentan y siento el calor en mis mejillas. ¿Cómo es que una mujer tan hermosa está conmigo?

Toma un par de pastillas que no sé para qué son, y nota que la observo. También veo su reflejo en la pared del costado que tiene un espejo. No resisto más y voy hacia ella, que se ha quedado mirándose en esa superficie.

Rodeo su cuerpo, pegando mi pecho a su espalda, y la observo despacio. Admiro, mejor dicho, sus hermosas curvas, su piel, sus senos, esas caderas anchas y esos muslos que me hacen querer agarrarlos. Quiero agarrarla toda, ya debo estar loco...

—¿Aún sientes dolor?

Ella sonríe.

—Sí, pero estaré bien. Acabo de tomar la pastilla, y es la mejor que hay.

Oh, entonces para eso era. Me inclino y rozo mi nariz por su cuello, olfateando su delicioso aroma, sin embargo, me doy cuenta de que además huele a mí. Mi ego está volando por las nubes ahora mismo. Ronroneo del puro gusto, apretando a mi chica contra mi cuerpo.

—Creo que olemos igual...

Ella alza la vista y reacciona.

—Quiero ducharme junto contigo. Así además ahorramos tiempo, ¿vamos? —pide apartándose y extendiendo la mano.

—Como gustes, señorita —digo más que expectante, sintiendo de nuevo ese calor.

Nos cepillamos los dientes en el doble lavado que hay, aunque yo casi no lo necesito por lo de mi saliva especial, pero da igual. Tampoco es que quiera arriesgarme. Le ayudo a acomodar su cabello que se está yendo por su rostro y ríe entre dientes.

Sacude sus manos y voltea para colgarse de mí, dejándome sentir sus formas contra mi cuerpo de nuevo, cosa que termina por disparar esa temperatura que ahora ya sé a dónde va a dirigirme.

Me besa. Sus labios son tan suaves, carnosos, me elevan. Mis manos quieren bajar para tocarla, pero solo la aprieto más para sentirla. Me gusta esta nueva intimidad. Es algo que solo podía existir con ella. La beso con ansias, solo quiero nunca irme. Quiero que todo dure para siempre...

Ella jadea y me empuja fuera del baño, bajando una de sus manos y agarrándome ahí.

Gruño, presa de la fuerte sensación. Ese de ahí abajo ya estaba más que listo sin que siquiera me diera cuenta. Sonrío liberando aire y continúo besándola.

Caigo sentado sobre algo, el sofá, pero no tengo tiempo de pensar más porque ella sube a este y desciende sobre mí. Quedo como tonto con los labios entreabiertos y vuelvo a recibir los suyos. Me quejo ronco en mi garganta mientras siento que entro en ella de nuevo y mis manos aprietan su carne.

De pronto estoy en el frenesí de besarla, comerme sus senos de nuevo, y gruñir bajo mientras ella se mueve de forma deliciosa sobre mí. Jadeo y muerdo su mentón, ella enreda mi cabello, gime suave con cada movimiento suyo y me fascina. La veo tan bella, tan mujer, tan ella...

Lamo su cuello y entonces pega su frente a la mía, abre la boca y pareciera que se le corta la respiración un segundo, para luego soltar un quejido que me suena a gloria. Toda ella late y acelera sus movimientos, guiándome a esa misma explosión de la noche anterior, solo que esta vez, en mi afán de verla gozar, me controlo mejor.


Queda jadeante contra mi mejilla. Yo sigo absorto y perdido en ese ensueño de haberla escuchado gemir y disfrutar de esa forma... Similar a lo que escuché aquella vez en ese hotel... Entonces...

Marien junta su frente a la mía y ríe entre dientes. Aprovecho y le doy un par de besos.

—Uhm —ronronea a su modo, sonando satisfecha—. Lo siento... Es que eres delicioso.

Sonrío.

—Hey... te hice feliz.

Ríe y asiente.

—Mi Sirio, mío, solo mío —jadea.

—Y tú eres mía también.

La dejo recuperar el aliento todavía sobre mí, pero al rato respira hondo.

—Vamos, no quiero que te hagas tarde. —Me da un beso más.

Se levanta despacio y mis ojos vuelven a recorrerla. Noto la piel enrojecida que le he dejado por los muslos y las caderas y aprieto los labios. Mi vista se dirige hacia la cama y logro ver una muy pequeña mancha de sangre.

Siento que me congelo.

—¿Qué sucede?

—¿Tan tosco he sido...? —murmuro sintiendo la amargura.

Ella nota lo que yo estoy mirando y ríe entre dientes.

—Tranquilo, a veces pasa, pero es solo porque... Bueno, ya sabes, también ha sido mi primera vez. —La miro con algo de duda e insiste sonriéndome y tomando mi mano—. Estoy bien, vamos. Me ha encantado. ¿Dudas eso?

Lo pienso un segundo y niego, volviendo a sonreír levemente. No, no dudo que ha disfrutado, y solo por eso mi ego se ha vuelto a subir hasta el espacio.

Abre la ducha y siente el agua. Entramos y noto que le gusta que esté tibia, al contrario de mí, que estoy acostumbrado al agua fría por lo que en mi pueblo solo hay de esa. Tira de mí y me doy cuenta de que sentir su piel bajo el agua es otra nueva sensación.

Es un hecho, creo que de ahora en adelante la quiero desnuda conmigo cada vez que estemos solos... Claro que solo son sueños porque probablemente no es posible, tampoco quiero que se enferme.

Creo que estoy muy caliente, puedo sentir el agua tibia ser algo fría en contraste con mi piel, aunque cuando ella se pega a mí, se siente de igual forma.

Se pone de espaldas contra mí y lleva mis manos a su cuerpo, volviendo mi mente en blanco de nuevo. La toco, la aprieto un poco porque simplemente no puedo no hacer eso por alguna razón. Toma mi mano y la hace bajar por su suave abdomen, y baja más, más.

Tira el rostro hacia atrás y besa mi mentón, ya que yo estoy algo inclinado. Trae mi cabeza más abajo con su mano y me besa mientras puedo sentir su suave intimidad.

Me preocupo por un detalle y retiro mi mano. Sonrío y ella ríe traviesa. Voltea y toma el jabón en gel.

—Lo siento, no quiero lastimarte con mis uñas —me disculpo.

Ella me mira y encoge los hombros.

—Está bien, sé que te sabes controlar.

Ah, yo no estaría tan seguro de eso...

—Las cortaré en cuanto pueda... Luego, claro.

—Las voy a extrañar contra mi piel —murmura empinándose para darme otro beso.


Luego de la ducha, nos apresuramos para recoger todo. Ella ríe y me doy cuenta de que su sujetador no cierra.

—Oh, lo siento... —pido recordando que simplemente lo abrí y ya.

Ella lo deja así y recoge su blusa para ponérsela, abrocha algunos botones, riendo en silencio y luego vuelve a soltar su risa.

—Creo que le faltan botones.

Hago una mueca de culpa y ella no deja de reír.

—Perdón, es que... —Ay, caramba, pero si también tiré de la prenda para abrirla sin cuidar de los botones...

—Felizmente no has roto mi panti —dice traviesa—, estuviste cerca solamente. —La separa de sus caderas y puedo ver que está toda estirada, que ya no se pega a su piel, que está por caerse.

Me preocupo.

—Marien...

—No, está bien. Vamos, se nos hace tarde.

Viene, me da un beso y va hacia su pantalón. Suspiro y me rasco la nuca sintiendo vergüenza todavía. Soy un salvaje...


Al ir al auto, ella solo mantiene su blusa junta y sobrepuesta, abrazándose a sí misma para que no se abra, y yo tratando de cuidar, no solo de que nadie la vea, sino que el viento o algo lo suelte. Para mi alivio, no pasa, ella lo sujeta bien.

Ríe mientras nos acomodamos en el auto y lo enciende.

—Lo siento en verdad...

Ella niega y me sonríe con dulzura.

—Bueno, podría decir que tuve la noche más loca de mi vida con el chico más caliente, y que rompió mi ropa. Algo que, de no ser porque eres tú, nunca le habría pasado a esta chica tímida y estudiosa, sin vida social. —Muerde su labio inferior con diversión.

Resoplo y sonrío aliviado finalmente, recostándome en el asiento al entender que ella no está molesta, no está triste ni nada por el estilo, en realidad está disfrutando. Ha disfrutado mucho y eso es lo que importa.

Cierro los ojos manteniendo mi sonrisa y me doy cuenta de que todo mi cuerpo late recordando. Por supuesto que mi ego sigue bien lejos por las nubes, y ahí abajo parece celebrar una fiesta.

La miro conducir. Contemplo su hermoso perfil. Sus labios rojos a causa de tantos besos, sus mejillas sonrosadas. Brilla de una nueva forma, mantiene una linda sonrisa, la satisfacción impregnada en su rostro.

Su arete cuelga con gracia de su oreja y nuevamente me permito jugar con él un rato, acentuando la sonrisa de mi hermosa dama.


***

Después de despedirme de ella en el hospital con otro suave e intenso beso, me dirijo al campo de entrenamiento. Max me recibe un tanto molesto y me dice que me prepare para irnos a atacar otra instalación. Se aleja sin decir más y Ácrux llega.

—Gracias por lo de ayer —le digo—, por explicarles lo del anillo.

—Por nada —se encoje de hombros.

Continúo hacia donde fue Max, ya que tengo que hablarle, y me detengo cerca de la puerta al escucharlo hablar con Tania.

—...Nah, se cansará de él. Es un H.E, ¿qué le puede dar? Yo opino que es algo muy pasajero.

—Sí tal vez —ríe Tania—. Es probable que lo que le guste de él sean sólo las noches ardientes de sexo. Debe ser algo exótico hacerlo con uno de ellos.

—Pervertida —se burla él y ríe—. Nada que ver, ¿no escuchaste lo que dijo el otro? Es obvio que no tienen experiencia en eso. Y como dije, es un H.E. No son expresivos, no muestran afecto...

—¿Estás diciendo que es virgen y está listo para corromper?

—¿Me estás escuchando?

—Podría seducir a cualquiera de los dos —medita mientras escucho que cargan algunas armas—. Si no tienen experiencia, con más razón caerían. La tentación es algo con lo que no han lidiado, por más fieles que digan ser a sus principios.

—Eres una enferma —le reprocha Max entre risas.

—Sólo piénsalo. La curiosidad les va a picar algún día, incluso a Sirio. Cuando Marien lo deje, o incluso antes, se dará cuenta de la libertad que tiene y de lo que se ha estado perdiendo.

Me doy cuenta de que tengo el ceño fruncido. Está loca, jamás me entregaría a otra que no fuera Marien. ¿Qué clase de acto sucio sería? Se me hace repulsivo de sólo pensarlo, jamás le haría eso a mi dulce dama.

Bueno, ya sé que Orión no estaba del todo equivocado de todas formas, así que casi ya no me sorprende. Algunos humanos no conocen el respeto ni la buena moral, tal vez porque no los educan como a nosotros. Ya no sé, pero de nada me sirve intentar cambiar eso.

—¿Todo bien? —susurra Alpha al verme tan tenso.

Asiento y me dirijo con ellos a cargar algunas armas y ponerme los guantes negros. Max sale junto con Tania y respiro hondo para calmarme, ya que lo que debo hacer no es por mí, sino por mi amada.

Lo veo solo así que me acerco.

—Ayer descubrí algo junto con Marien.

—¿En serio? —me entrega sedantes—. ¿Aparte de andar escapándote, anduviste de investigador?

—Los cuerpos de sus padres no están en su tumba.

Su rostro se torna serio de pronto y frunce el ceño.

—Okey, eso sí es raro. Descuida, lo averiguaremos. —Se aleja y llama la atención de todos— Es hora, ¡muévanse!


***

Nos dirigimos del mismo modo que la vez pasada, en camionetas y con cascos, hacia la edificación, mientras escuchamos la repetición de las noticias sobre el ataque que hicimos por rescatar a Marien y a Rosy.

Mencionan que aún no sabe quiénes fueron y de qué escuadrón, Max ríe por eso. Yo, por mi parte, dejo de atender y cierro los ojos, logrando ver a mi hermosa mujer desnuda sobre mí. La siento, la escucho, hasta la saboreo.

Sonrío a labios cerrados, dejándome arrastrar por las sensaciones que todavía laten en mi cuerpo. No quiero salir, quiero volver, quiero estar en ella.

Pero luego recuerdo lo que dijo Tania, que Marien puede aburrirse de mí y dejarme. Frunzo el ceño y abro los ojos.

—Llegamos —dice Max y reacciono—. ¿Ya nos podemos mover, señor? Cuando guste, yo espero...

Gruño bajo.


Dormimos a todos con los sedantes y vamos hacia donde tienen a los de mi especie. Nosotros guiamos a los hombres con nuestro olfato, hasta que reconozco el aroma de alguien en particular.

¿Qué? ... N-no, no puede ser...

Corro veloz, esperando que solo me haya parecido, y quedo contra una pared. Escucho a los humanos alborotados por no tener armas así que aprovecho. Me asomo y les disparo, caen dormidos al instante. Los que me seguían me dan alcance.

Me acerco a la camilla y la veo, Sinfonía. Hace muchísimo tiempo que no la veía, su cabello oscuro ahora lo lleva a la cintura al parecer, ha crecido un poco, pero sigue igual de pequeña para mí.

—Le están drenando la sangre —murmura Max.

Lo veo retirándole una vía del brazo, que llevaba su sangre a una especie de tanque. Trago saliva con dificultad. ¿Cómo llegó aquí? Palpo su rostro y abre los ojos apenas, sigo con el casco puesto sin embargo sé que me ha reconocido.

—¿Sirio? —susurra con dificultad.

—Tranquila...

Solloza con una leve sonrisa.

—Estará bien —asegura Max—. ¿La conoces? Llevémosla a nuestra instalación, ahí se recuperará. Apenas empezaban, así que va a estar bien.

La tomo en brazos, cierra los ojos manteniendo su sonrisa, y salimos del lugar.

Nuevamente se ha dormido, la recuesto en el asiento posterior de la camioneta y partimos. La miro, tiene tristeza en su rostro. No puedo evitar preocuparme, ya que es mi amiga desde hace mucho también, igual que Ursa, y es todavía una niña a vista de mi gente, con dieciocho años.

Estoy seguro de que los ancianos líderes han de estar culpándome por esto, si saben que ella ha venido a donde posiblemente estoy, ya lo han de haber ligado a mí. Caramba...

Pero vuelvo a cerrar los ojos y, luego de unos segundos, los latidos en mi piel vuelven a traer la imagen de Marien, sus senos rozando mi pecho, sus ricos movimientos, poseyéndome todo por completo...


Siento que frenan, así que me veo obligado a regresar a la realidad.

La camioneta de adelante se ha detenido afuera de una pequeña tienda así que Max nos dice que bajemos también si queremos. Suspiro.


Entro a la tienda y veo a algunos soldados comprando. Seguimos con los cascos y los guantes de cuero negros así que la que atiende no sospecha de nosotros, y menos con los uniformes de seguridad. En el mostrador algo llama mi atención, un dulce que dice: "chocolate", y que es cien por ciento cacao.

Sonrío. Marien.

—Deme uno de estos, por favor —le pido a la señora.


***

Al regresar, Max me guía hasta una habitación en el segundo nivel, en donde dejo a Sinfonía recostada en la cama para que descanse y se recupere.

—Te espero abajo, tengo una sorpresa para ti y los otros. Quiero que me demuestren si ahora son más hábiles.

Me aseguro de que Sinfonía sigue descansando y salgo también.


Al salir al campo de entrenamiento, me reúno con los de mi especie y encuentro con que una nueva pista de obstáculos improvisados nos espera. Max nos da indicaciones de lo que debemos hacer.

Detecto el aroma de mi dulce dama y volteo a verla, ya está ahí. Esbozo una de las sonrisas más amplias que le he dado, y la veo ruborizarse. Los recuerdos de la ardiente noche me invaden.

Max se aleja y me posiciono tratando de no quedar atrapado en esas hermosas visiones. Pero entonces recuerdo lo que dijo Tania de nuevo...

¿Estoy siendo poco expresivo? Si Marien me deja... No. No voy a dejar de amarla. La siento y la amo con todo mi cuerpo. Amo el sonido de su voz, su aroma, su personalidad, su sola imagen. Mi cerebro se ha dedicado a ponerla en cada rincón.

Suena la señal y salimos disparados.

Tomo ventaja con mi velocidad, sonrío levemente y solo puedo pensar en que falta cada vez más poco para estar con Marien y abrazarla, pero Ácrux me sorprende dándome un empujón. Choco contra Alpha y rodamos de manera estrepitosa.

Me quejo y hasta trago tierra por tonto. Gruño y me pongo de pie de un salto, muerto de vergüenza porque Marien acaba de ver todo eso.

Tomo ventaja de nuevo. Ácrux está por subir a la red, salto aferrándome a ésta antes que él, y trepo con prisa.

La grúa empieza a moverse, moviendo la red consigo, pero eso no me detiene. Llego al final y corro de bajada por el brazo metálico del aparato.

Cometo el error de sentirme confiado de nuevo y los pensamientos de Marien gozando, debajo de mí esta vez, me envuelven, como lo hacían sus piernas...

Estuve en ella dos veces, y si esto es para tener hijos... ¿Van a ser dos entonces? Tiene lógica para mí. O bueno, no lo sé, porque... Ugh, si tan solo nos lo dijeran los ancianos...

No tengo tiempo de avergonzarme por mi propia ignorancia porque el brazo metálico de la grúa se mueve con algo de brusquedad y pierdo el equilibrio.

Logro sostenerme del metal y Ácrux se me adelanta. Gruño de nuevo mientras subo y vuelvo a la carrera.

—Andas muy distraído, ¿eh? ¡Chico altanero y enamorado! —grita Max por medio de un megáfono.

Gruño otra vez.

Ácrux llega al suelo y le cae un disparo, está fuera. Toco suelo también y ruedo, esquivando el disparo. Corro cubriéndome con los obstáculos que hay y me acerco a Max, pero otro disparo me cae antes de que pueda llegar.

Me pongo de pie y me sacudo el polvo mirando con molestia a todos.

Max empieza a reprocharnos por nuestro aparente mal desempeño, pero no lo escucho, mi vista y atención están en mi hermosa chica, que me observa desde afuera. Max se da cuenta y las llama para que entren.

—Ahora pelea con Ácrux —me ordena.

Ácrux se encoge de hombros y se me acerca. Resoplo porque yo lo que quiero es ir y estar con Marien, pero no tengo opción por ahora. Lanza un puñetazo, me agacho esquivando y hago un barrido en el suelo, golpeándole los tobillos y tumbándolo. Se levanta de un salto y golpea mi estómago. Ugh.

Continuamos dando y esquivando o recibiendo golpes, hasta que logro atraparlo y gruñimos.

Echo un vistazo hacia el lado del que viene el aroma de Marien y recibo un codazo en la sien por parte de mi contrincante. Lo suelto y Marien viene hacia mí.

—Hey, no interrumpas —le reclama Max.

—¡Tú cállate! —le responde y toma mi rostro—. Perdón, te distraje.

—Descuida —sonrío—. Hace falta más que eso para herirme, lo sabes.

—Ayer se fugó —reniega Max, acercándose—, ¿creías que no me desquitaría con él?

—¡Yo le pedí que me acompañara a ver un asunto! —responde molesta.

—Ah, por cierto —sigue hablando él—, no sé si el distraído te dijo que al parecer no llegaron a sacar nada de información de sus celulares... —Abro mucho los ojos un par de segundos tratando de recordar en qué momento me dijo eso, sé que lo hizo, pero lo he olvidado—. No, ya veo que no te ha dicho porque me dejaste hablar sin interrumpirme.

Resoplo de nuevo.

—Iba a decirle, pero pasaron cosas y lo olvidé —me excuso con seriedad.

—¡Ah! En cuanto a lo de tus padres... —Le da un par de palmadas en el hombro, mirándome de reojo, y arqueo una ceja—. Averiguaremos qué es lo que pasa. —Se aparta—. Por cierto, esta mañana atacamos a la otra edificación de los de seguridad, la que estaba más cerca, ¿la recuerdas? Necesito pedirte un favor.

—¿Eh?

—Sígueme...

Marien recorre su vista por mi cuerpo y va detrás de Max. Seguro quería asegurarse de que estuviera bien, se preocupa mucho. Max le mostrará lo que encontramos, incluso tal vez a Sinfonía, y tiene lógica, ya que ella es doctora, mientras que no creo que aquí alguno sepa de medicina.

Los otros me llaman para hablar sobre los obstáculos, aunque los escucho de manera superficial, ya que mi mente sigue en otro lado. Los hermanos quieren ser tan veloces como yo y Ácrux. Ellos por ser mucho más musculosos, tienen menos velocidad, pero claro, aún siguen siendo más veloces que la gran mayoría de humanos.

Max regresa.

—¿Y Marien?

—Quiso cuidar de tu amiga un rato a ver si se ponía mejor. —Se encoge de hombros.

Después de poco tiempo, volteo a verla aparecer por el umbral de la puerta. Me acerco al verla algo tensa, dejando a los otros hablando solos. Igual no me interesa nada si la veo a ella así.

—¿Pasó algo? —pregunto.

—Tu amiga quiere verte... —comenta un tanto intranquila.

Ladeo el rostro, confundido. Max tose de forma rara pero no me interesa tampoco. ¿Quiere verme? Quizá está muy asustada al encontrarse en un lugar extraño. ¿Le habrá dicho algo a Marien?

Avanzo para ir, y no es necesario que le pida que me siga, pues lo hace, aunque con Max. Subimos las escaleras y caminamos por el pasadizo hasta la habitación.

Mi amiga sonríe apenas al verme, aún está débil.

—Sinfonía...

—Qué bueno que te encontré... —dice aliviada.

—Creo que fui yo el que te encontró —le corrijo.

—Gracias. —Recuesta la cabeza y mira al techo—. Orión... —Escuchar su nombre me estresa por completo—. Lo escuché decir que quería que te entregaras o él vendría por ti, el día y de la forma que menos esperaras. —Vuelve a verme con preocupación—. Dijo que estabas en esta ciudad y no pude hacer más que escapar y venir a buscarte... preocupada por ti. Era muy probable que supiera que yo estaba escuchando entre la multitud, pero no me importó.

—Sí, y también era muy probable que lo haya hecho sabiendo que al menos alguien vendría a buscarme —le reprocho tratando de no ser muy duro—, sabiendo que quizá morirías y de algún modo yo me enteraría. Y en caso de que no, como acaba de ocurrir, me dieras ese mensaje.

—¿Cómo es que ahora te está buscando?

—No debiste venir. Si no hubiéramos intervenido ese local, justo hoy, estarías muerta. —Esta vez ya no he sonado tan complaciente.

—¿Cómo quieres que no venga a advertirte? Tú siempre cuidaste de mí —aprieta las sábanas con sus garras—, hasta que Ursa empezó a decirle a todos lo suyo contigo y ya no pude verte más.

—Creo que deberíamos salir —le murmura Max a mi Marien de pronto—, esto se está poniendo algo candente.

—No tienes que irte, Marien —aclaro mirándola sobre mi hombro.

Max levanta las manos y se aparta.

—Señal de salida.

Arqueo una ceja al verlo irse. ¿Cree que no estoy atento a Marien o qué?

Como sea... Vuelvo a ver a Sinfonía.

—No me debes nada —continúo explicándole a mi amiga—, quiero que te recuperes y vuelvas a casa.

—¿Por qué? ¿Hay algún problema si me quedo? —Mira de forma fugaz a Marien y luego a mi anillo—. Te uniste a Ursa entonces.

—No...

—¿No?

—Estas son cosas que no incumben —le pido que deje el tema, ya que sé que a mi amada le incomoda un poco saber sobre Ursa y yo—. Ahora debes ser buena niña y descansar —agrego retrocediendo para quedar al lado de Marien.

—Ha sido bueno verte después de todo, Sirio. Después de tanto tiempo. Ver que ya eres alguien realizado... No deshagas tu núcleo entregando tu vida a Orión, no la hagas sufrir, quien quiera que sea. Además, yo también sufriría.

Me angustia el solo pensar en Marien sufriendo por causa mía, pero no solo ella, Sinfonía me ha hecho recordar que también hay otras personas que sufrirían. Ella, mamá, papá... Incluso Ursa. No quiero eso.

La idea de pagar con mi vida el honor que he perdido se ha ido de mi mente. Ahora me doy cuenta. Quiero vivir por todos ellos, pero sobre todo para estar al lado de la mujer que amo y hacerla feliz.

No pienso dejarme morir como castigo, no después de que Marien me rogara que no lo hiciera, llena de angustia. No después de que mamá me dijera que no le importa su honor, sino yo. No después de que papá dijera que está orgulloso de mí por seguir mis ideales.

No voy a hacerles eso...

—Ya estoy advertido, descuida y gracias. —Le sonrío apenas por hacer que me diera cuenta de ese cambio en mi forma de pensar—. Pasaré viendo cómo estás luego. —Veo a mi amada—. ¿Vamos?

Ella asiente. 


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