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Capítulo 37: Promesas

—¿Almorzaste hoy? —pregunta mi Marien.

Vamos hacia la habitación a descansar finalmente. Ha sido un día largo. Papá ya se fue. El hermano de Max los ha llevado al pueblo.

Me sentí mejor con eso, ya que me preocupaba que Orión pueda estar por ahí, pero movilizándose en una de esas cosas de humanos, sin duda es más seguro ahora.

Entonces recuerdo que no, no he almorzado con todo lo que paso. Le sonrío a Marien sintiendo algo de culpa, pero es que no he podido evitar no acordarme para nada. Solo me acuerdo de que ella parecía pensativa, también recuerdo que dijo que puedo tocarla... Pero soy un tonto porque, precisamente, luego de todo lo que ha pasado, eso ha de ser lo último en lo que ha de pensar.

—Debes almorzar, o me preocuparé mucho por ti —regaña de forma dulce como a veces lo hacía mamá—. Felizmente ya cenamos.

—Lo haré, perdón. Como verás, hoy no pude.

—Sí... lo sé.

Baja la vista. Sí, sin duda está afectada. No quiero que esté así, quiero que tenga paz. Quisiera simplemente llevármela de este lugar tan problemático. Es lo que quiero en verdad.

Le abro la puerta de nuestra habitación para que pase y entro después, preocupado porque quiero que se relaje. Cierro y, al parecer, la puerta se asegura sola. Uhm...

De pronto Marien tira del cuello de mi camisa y se apodera de mis labios.

Wow. Sí.

Sonrío de forma fugaz y la pego a mi cuerpo, ansioso por sentirla, olvidando todo lo demás. Terco, vuelvo a recordar lo de tocarla al mismo tiempo en el que mis manos, sin permiso, ya se colaron debajo de su blusa.

Su calidez quema en mi piel, su suavidad... solo me hace querer más.

—Hey —se separa unos centímetros, sonriendo—. Espera.

—¿Por qué?

—Estás herido.

—¿Y eso qué tiene que ver?

Le doy un par de besos mientras el dorso de mis dedos recorre su cintura y ella reacciona de nuevo.

—Sabes que puedes tocarme, eh, pero no en público, ¿okey?

Parpadeo un par de veces, confundido.

—¿Crees que no lo sé? Por supuesto que no en público, esto es solo entre tú y yo —vuelvo a besarla—. ¿Por qué dices esas cosas? —susurro apenas sin ser muy consciente, queriendo seguir y nada más.

—Lo siento, justo recordé que no te había explicado.

Tenso los labios un segundo, recordando las interrupciones de la mañana, y asiento para calmarla.

—Descuida, lo sé, y besarte en público tampoco.

—Por supuesto que sí —reclama de forma tierna.

—Hoy pareciste incómoda cuando Marcos nos vio.

—Sí... bueno, es que...

—Descuida, te entiendo. En mi sociedad no existe muestra de afecto alguna casi.

—Pero yo no quiero que lo nuestro sea así —insiste tomando mi rostro para darme más de sus dulces besos—. Te amo, y te adoro.

—Y yo a ti... —aseguro y vuelvo a besarla sin perder tiempo, mientras mis manos empiezan a subir un poco más por su cintura—. Tu piel es tan suave...

Ella jadea.

—Hey —vuelve a reaccionar—, estás herido, y adolorido, debes descansar.

—Puedo soportar el dolor —respondo de forma casi automática y beso su bonito mentón.

—No quiero que estés aguantando ningún dolor cuando hagamos esto —susurra al tiempo en el que sus dedos enredan mi cabello, disparando corriente en todo mi cuerpo.

Pero lo que ha dicho, me hace reaccionar ahora a mí.

—¿Cuando hagamos esto? —quiero saber de pronto—. ¿"Esto" qué? —Mantengo una sonrisa a causa de las ideas de lo que puede ser, que vienen a mi mente.

¿Volver a besarnos mientras nos quitamos la ropa? ¿Es eso?

Ella da una corta risa y muerde su labio antes de responder mirándome con cierta travesura cruzando por sus ojos.

—Ya lo verás. —Me da un beso en la punta de la nariz—. Ahora quiero que descanses. Voy a darte un masaje en la espalda, así que dúchate.

Suspiro.

Bueno. Está bien. Tiene razón, estoy herido y, como lo deduje, han pasado cosas feas hoy, estoy seguro de que quiere descansar y dejarlo atrás.

—Bueno, te espero.

—No, tu primero, yo lo haré luego, no quiero terminar dormida.

Eso me emociona de cierta forma y acepto. Acaricio su mejilla y tomo su mentón con suavidad, mirando profundo a sus inocentes ojos.

—Como usted diga, señorita. —Me inclino para darle un beso más, porque nunca son suficientes, y me aparto para hacer lo que ella pide.

Tomo uno de esos pantalones de tela suave, y me doy cuenta de que la cesta con ropa usada está algo llena. Recuerdo que el otro hospital me indicaron echarla por una compuerta pequeña, e imagino que luego la lavaban o algo. En el pueblo lavamos a mano con plantas y sustancias que supuestamente no contaminan el agua. Ahora que lo pienso, no sé cómo lo hacen los humanos...

"Ugh. ¡¿Pero qué importa?! ¡Apúrate que Marien te espera!"

Me doy prisa, me baño con el agua fría, a pesar de que ellos tienen agua tibia a disposición, pero estoy acostumbrado al agua fría así que no hay problema.

Salgo y quedo con los ojos muy abiertos al ver a Marien envuelta solo en una toalla. Entreabro los labios, pero ella me sonríe y entra rápido, cerrando la puerta antes de que yo pueda reaccionar.

Quedo mirando a la nada y volteo a ver el colchón por lo menos.

"Bueno, Sirio, si te hubieras dado prisa..." reclama ese animal interior que se quiere salir de control solo para lograr explorarla más de lo debido.

Sacudo la cabeza gruñendo sin querer, queriendo desaparecer esos pensamientos indebidos.

Dejo la toalla a que se seque. Como los humanos tienen aire corriendo entre las paredes que sale y tempera el ambiente, termina secando rápido las cosas húmedas.

Veo el teléfono que me dieron, en la mesa en donde lo dejé, apagado, así que lo tomo para curiosear un rato. Apenas lo enciendo, empieza a sonar, espantándome tanto que lo dejo caer en la cama.

Resoplo y lo tomo para responder como he visto que Marien lo hace con el suyo.

—Sí, ya me avisó que lo has encendido. Mantenlo así —habla Max—. Por cierto, me llegó la aprobación para un auto para ti, así que está en camino.

—Uh... Bueno...

Se acaba la llamada y quedo viendo los íconos en la pantalla.


Termino boca abajo poyado en los antebrazos mientras trato de poner las piezas en su lugar en una especie de juego virtual de esta cosa. Mis uñas en punta no dejan hacerlo bien, pero es cuestión de práctica. Igual, quisiera poder cortarlas para no lastimar a Marien ni siquiera por casualidad, pero me sirven para atacar, así que no puedo hacerlo, por ahora.

Marien sale del baño y ríe en silencio al verme tratando de descifrar esta cosa. La veo con su pijama suave, viéndose fresca y hermosa.

—Max llamó, dijo que ya estaba en camino un auto para mí, no sé si lo dijo en serio o qué, pero es una de esas cosas que ustedes conducen ¿verdad?

—Puede ser, los de seguridad nacional tienen todos uno. Ahora quédate en donde estás, en esa posición... —avisa viniendo a la cama.

No le retiro la vista, expectante, pero cuando sube al colchón y quiero voltear para verla, me detiene y termina subiendo a horcajadas sobre mí.

—Wow. ¿En serio debo estar de espaldas a ti? —lamento, ya que me encanta verla sobre mí, y así no puedo.

—Quédate tranquilo, mi amor. —Su voz es como una tonada suave y pacífica—. Relájate.

—Mi amor... —murmuro, me ha llamado así, como lo que sentimos. Es verdad, es lo que ella es para mí también—. Sí, amor —acepto repitiendo lo que dijo.

Sus finas manos se pasean por la piel de mi espalda, haciéndome cerrar los ojos y sonreír levemente, y presionan mis músculos cerca de los hombros, haciéndome fruncir el ceño y quejarme, pero no de dolor, sino por otro sentimiento bastante extraño y nuevo.

—¿Te gusta?

—Oh sí —susurro—. ¿Puedo probar hacértelo a ti? —Todo lo que tenga que ver con tocarla es bienvenido.

—Tal vez después, quiero que tú te relajes y descanses.

Vuelve a apretar y ahogo otro gemido bajo. Pongo la frente contra el colchón unos segundos cuando vuelve a hacerlo por mis costados y respiro hondo. Sonrío y acomodo el rostro de costado, relajándome y ahogando una corta risa luego de otro quejido ante la fuerte corriente que barre conmigo.

Ella ríe en silencio y suspira.

La siento recostarse sobre mí y sus labios dejan su calidez por mi nuca, para luego pasar recorriendo mi piel desde ahí hasta mi hombro.

Ella me encanta. La amo. Tengo que decirle, pero no es suficiente, nunca va a ser suficiente. Hay tantas cosas que quiero hacer... Solo ruego ser capaz de lograrlo.

—Marien...

—¿Sí?

Recorre la punta de su nariz hacia mi mejilla, en donde planta otro suave beso.

—Cuando todo esto acabe... yo... —Abro los ojos. Ella está echada sobre mi espalda, veo su mano sobre el colchón así que la tomo, entrelazando nuestros dedos—. Quisiera llevarte a mi ciudad, darte una casa, y asegurarme de que vivirás tranquila siempre, no angustiada como te vi hoy... Te voy a dar todo de mí... lo prometo.

Puedo sentir el pulso de su corazón acelerar y empezar a golpear en mi espalda.

Entonces siento una gota caer en mi mejilla y se aleja. Reacciono y me reincorporo para verla, y la encuentro limpiando sus lágrimas, sonriendo con culpa.

—Perdón.

—¿Estás bien? —tomo su rostro y limpio sus últimas lágrimas. No. ¿Qué hice ahora?—. Lo siento, si no quieres irte lo entiendo...

—No, no —interrumpe con la voz quebrada, pero sonriendo ampliamente, para mi sorpresa—. Todo lo contrario, me has hecho muy feliz. ¡Te amo! —Se me lanza y caemos en el colchón.

Río, en parte por alivio, y en parte porque ha logrado tumbarme por lo desconcertado que estaba. Me abraza fuerte y acaricio su cabello. Acaricia mi pecho con su mejilla manteniendo esa sonrisa soñadora, y me llena el alma verla feliz.

Sí quiere todo eso conmigo, y no puedo estar más agradecido. Mi hermosa mujer elige permanecer a mi lado.

Continúo acariciando sus cabellos, dejando que ella se relaje, ya ha hecho bastante por mí.

—¿Ya no sientes dolor en tus heridas? —pregunta con los ojos cerrados, algo adormilada.

—No, ya no mucho —susurro.

Sonríe y respira hondo.

—¿Sabes...? Cuando no podía dormir, mi mamá pasaba suavemente su mano por mi rostro, apenas, sin tocarlo casi, y eso me relajaba. Pero también me relaja que me acaricies... Las puntas de tus uñas pasan por mi piel de forma suave y me relaja bastannnnte —dice extasiada, estirándose un poco y haciéndome reír.

—Me alegra, entonces no voy a cortarlas...

—No, no. No las cortes. —Suspira y abre los ojos, mirando su dedo que juega sobre la piel de mi pecho—. La última noche que pasé con mi mamá, ella hizo eso que te conté... No podía dormir. Pero es lo usual, siempre he tardado en dormirme, hasta que conocí tus caricias —susurra al final, y parece entristecer—. Cómo es... Yo no tenía ni idea de que después no la iba a volver a ver... A veces te pintan la creencia de que uno sabe que es la despedida, que uno puede "adivinar", pero no es así... A veces el adiós más descuidado, es el último. —Tenso los labios y me preocupo al ver nuevas lágrimas en sus ojos. Limpio una con cuidado y ella ríe, apartándose—. Vaya, creo que estoy sensible hoy —ríe entre dientes y suspira—. Perdón.

—¿Por qué pides perdón? Yo entiendo... —Detesto que llore, detesto que sufra, pero no siempre se puede evitar que pase—. Prometí cuidarte todas las noches, también me refería a esto...

Ella asiente y sonríe más, volteando y quedando boca arriba, mirando al techo.

—Bueno, verás... Supongo que me asusta que pienses que lloro por tonterías, o que te incomode y moleste...

—Jamás. Y no pienso eso.

Suspira.

—Hace mucho... digamos que estuve con alguien a quien sí le molestaba, y supongo que me quedó esa idea. A veces sí lloro mucho, no es algo que pueda controlar con facilidad. Y pues... esa persona se molestaba y me exigía que no llorara, lo cual, para colmo, me hace llorar más. —Resopla y me apoyo en el antebrazo para acariciar su rostro con mi otra mano—. Yo era más joven y ansiosa que ahora, pero de todas formas... —Sonríe y apoya su rostro contra mi mano que lo acuna—. Sé que contigo es diferente...

Niego sonriéndole con dulzura.

—No lo aviento al río solo porque no lo conozco. —Ella ríe y vuelve a recostarse contra mí—. Mi Marien —susurro—. No te preocupes por eso. Si quieres llorar, solo llora, jamás te diría que no lo hagas. No me agrada verte triste, pero es parte de la vida, así que nunca sientas vergüenza por llorar —le pido—. No conmigo. Si un día sientes que quieres llorar, solo ven a mí, te tendré entre mis brazos todo el tiempo que quieras...

Me da un beso en el pecho y sonríe.

—Extrañamente, el sentir que tengo la libertad de llorar me calma y me ayuda a parar. Mi mente funciona de maneras misteriosas.

Río entre dientes.

—Yo admiro tu mente. —Y eso la hace reír más.

Suspira más relajada, manteniendo su sonrisa, y se acomoda contra mí, pasando su brazo por mi costado y subiendo su pierna parcialmente sobre las mías. La abrazo con fuerza y vuelvo a acariciar sus cabellos para que descanse. 


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Nota: paciencia, les aseguro que las cosas se van a ir calentando poco a poco por aquí :v si saben a lo que me refiero 7u7

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