Capítulo 27: Complacer a mi dama
La cena transcurre más amena. Marien les agrada a los gemelos y ellos no temen en ponerlo en evidencia. Le dicen que piensan que es linda. Yo solo arqueo la ceja un segundo por su atrevimiento, pero al ver a Marien más relajada por sus comentarios, solo sonrío.
¿Cómo es que fueron más valientes que yo y decirle lo que pensaban? Aprieto los labios preguntándome qué habría pasado si le hubiera confesado lo que sentía antes...
Al terminar, empiezan una guerra de almohadas entre los chicos y Marien lo ve con diversión.
—Hombres —murmura Ursa.
—Bueno —dice mi madre—, me retiro a dormir. Si te vas mañana por favor házmelo saber, Sirio.
—Sí.
—Cuídalo —le susurra a Marien.
Parpadeo algo confundido mientras ellas cruzan miradas por un largo instante.
—Sí, lo haré... —responde ella.
¿Eh...?
—¡Hey, Sirio! —me llama Rigel—. ¿Qué tal un desafío?
Eso no lo puedo rechazar. Voy al jardín con ellos luego de ofrecerle una sonrisa a mi dama, quien se queda tranquila.
Sin embargo, al llegar al jardín, recuerdo que Ursa sigue ahí. ¿Irá a molestarla? Quiero regresar, pero el gemelo me embiste. Gruño y lo boto a un lado, pero vuelve a lanzarse.
—Sirio, no me digas que Rigel es más fuerte ahora —se burla Deneb.
—En tus sueños —respondo riendo.
Me levanto y lo embisto también, terminamos forcejando. Estamos en ver quién hace caer primero a quién, cuando Marien aparece en la entrada del jardín.
—¡Vamos Sirio! No te dejarás ganar por un transitorio, ¿verdad?
—Marien, después de que Sirio se muera, ¿vendrías conmigo? —pregunta Deneb, que me trata de empujar.
¡¿Pero qué...?! ¡Irrespetuoso!
Gruño y lo empujo con fuerza de pronto, haciéndolo caer.
—No vuelvas a decir eso —advierto—, y jamás podrías ganarme.
Empieza a reír. Al parecer solo buscaba molestarme y lo ha conseguido.
—Deneb, perdedor —le reprocha su hermano.
Discuten por quién perdió y se retiran, no sin antes preguntar por Ursa. Marien dice que ya se fue, y no me sorprende, esta vez no volví para disculparme. Se despiden y salen de casa. Me acerco a mi dulce dama, tomo su mano y la adentro en el jardín.
Se separa y se va hacia el árbol Ceiba. Me le acerco mientras lo observa, gira y queda viéndome tan cerca, que vuelve a provocarme bonitas sensaciones.
—Conocías la flor de este árbol.
—Sí, siempre pensé que era especial. Acumula líquido en su tronco que tiene esa graciosa forma de gota y florece todo rosa en ciertas épocas. Siempre me pareció raro, diferente a los otros, pero hermoso.
Ella lo observa un rato manteniendo su sonrisa. Ella es tan especial... Me mira con dulzura.
—¿Vamos? —pregunta sonriente.
—Claro.
Después de que recoge su mochila de la sala, quedando pensativa, la dirijo a mi habitación. No voy a dejarla dormir en ningún otro lado, claro. Observa el lugar mientras yo no puedo creer que la tenga en mi habitación, aunque no sé por qué ese pensamiento extraño surge.
No quiero incomodarla, no sé bien si me ha perdonado, y no quiero que mamá piense mal, así que iré al sofá o la otra habitación de las de atrás.
Marien toma uno de los libros de mi estante y se sienta en mi cama para observarlo con calma. Voy y me siento a su lado.
—Habla sobre nuestros supuestos orígenes —le cuento.
—Interesante... ¿Lo has leído?
—Claro.
—¿Es tu habitación? —pregunta de pronto.
—Sí. —Creí que lo sabía... pero claro, no tiene mi olfato. Qué tonto soy.
—Oh —se aclara la garganta, algo le preocupa—. ¿Y qué cuenta el libro?
—Es más como una leyenda, habla de que los seres luminosos del cielo vinieron y crearon a los primeros evolucionados a partir de los humanos, copiaron su proceso en distintas partes del mundo y vigilaron que la raza se extendiera en secreto. Los dejaron viviendo aquí, estableciéndose, hasta que ya no pudo ser secreto, claro. Pero es una leyenda, como dije.
—Woah... pareciera un relato similar al de los orígenes humanos. —Cierra el libro y va a devolverlo a su lugar. Mis ojos recorren su bonito y curvilíneo cuerpo sin darme cuenta, hasta que gira para verme y reacciono—. ¿Dónde dormiré?
—Aquí. Yo iré al sofá, no te preocupes —me apresuro a aclarar.
—Pero... no... es tu casa, yo debo ir al sofá. Debo respetar las reglas de tu sociedad estando aquí.
Me pongo de pie también con algo de preocupación al ver que le ha afectado lo que dijo Ursa.
—No tienes porqué, no es tu obligación respetar las reglas de mi sociedad y no quiero que lo hagas. Solo quiero que seas tú misma, que actúes como te plazca. Me gustas así, me gusta todo lo que haces.
Sus mejillas se vuelven sonrosadas y baja la vista unos segundos.
—Sirio... no, escúchame. —Me mira—. Eres joven, algo rebelde a tu sociedad... Es por eso que estoy segura de que no lo entiendes. Estás cometiendo un error...
—No, para nada. —Ella es mi invitada, así que va a dormir en una de las mejores habitaciones.
—No puedes dejarte morir. —Ah... era eso—. Y no voy a estar tranquila en la capital si sé que no volveré a verte.
—Vas a estar a salvo —le recuerdo.
Su mirada de enojo me confunde.
—Dijiste que soy tu amiga, ¿verdad? Huye, hazlo por mí.
Frunzo el ceño al sentir que las ideas sembradas en mi mente desde que soy niño quieren que las obedezca esta vez.
—No voy a huir como un cobarde.
—En mi mundo puedes elegir lo que quieres ser —se me acerca—, con quién estar, y todo, en mi mundo serías libre, no un cobarde.
Aprieto los labios. Es tentador, pero es su mundo, no el mío, no puedo negar lo que soy.
—Es lo que debo hacer, lo merezco por traicionar y por haber dejado que Orión me transformara en una bestia salvaje.
—¿En verdad quieres morir?
Resoplo.
—Por supuesto que no —confieso en voz baja—. Pero he traicionado y ese es el castigo, que ya acepté desde hace mucho. ¿Acaso no recuerdas que te pedí que no te angustiaras si yo moría?
—¡Sí bueno, no pensé que te referías a esto!
Suspiro y niego.
—Bien, te lo vuelvo a pedir entonces. Por favor, no te angusties. —Sin embargo, sigue muy molesta. Quizá entiendo. Primero que nada, le mentí. No, no voy a vivir con la vergüenza de haber traicionado no solo a mi especie sino también a ella. Se aleja y me doy cuenta de que ha hecho eso todo este tiempo, querer mantenerse lejos de mí, al caminar, durante la danza, en mi jardín...—. No quieres que esté contigo —murmuro—, quería hacerte feliz estos últimos días, pero no funciona...
—Solo sería feliz si te quedas conmigo en la capital —responde de pronto volviendo a verme con cierto brillo en los ojos—. O mejor aún, quiero que me dejes y te vayas a decirle alguna excusa a Orión, miéntele aunque sea. —Niego en silencio, aunque me conmueve que crea que es posible razonar con gente como él—. Sirio. Ya veré cómo llegar a la capital, no tienes que preocuparte más por mí. Pero por favor, vive, piensa en tu madre, en tu prometida...
—¿Mi qué?
—Sirio.
—No, no quiero. Ya soy mayor, ya decidí abandonarlos, y decidí salvarte. Quería la vida que tú me estabas mostrando, te quería a ti a mi lado. —Me acerco, ya que es lo que quiero desde hace mucho, tener contacto con ella, contacto físico—. Siento que tenemos algo, algo especial.
Y aunque mi corazón vuelve a latir frenético temiendo que ella se aleje, la rodeo despacio por la cintura para tenerla contra mí, y me inclino para olfatear su dulce aroma que me calma.
—Me gusta tenerte cerca y olfatearte... Hueles muy bien —susurro y ella ríe entre dientes. Vaya, qué bien se siente decirle todo—. Solo me provoca hacer estas cosas contigo. —Respiro hondo cerrando los ojos—. Tenemos algo, ¿verdad? ¿Lo sientes? —Entonces recuerdo que ella ha estado alejándose y me aparto con preocupación—. Quizá no lo sientes...
Un fuerte sentimiento aplastante me quiere devorar al pensar en eso, pero ella me abraza fuerte, suspirando.
—No podré perdonarte ni pensar en lo que siento si sé que vas a morir, así como tú dijiste que si algo me pasaba tú no ibas a soportarlo... ¿Por qué no te pones en mi lugar? —Su voz se quiebra apenas, volviendo a preocuparme—. Me duele demasiado que alguien especial para mí muera, me vas a dejar desolada como lo hicieron mis padres, pero intencionalmente...
Había olvidado que, para ellos, las muertes por honor no son comunes, de hecho, creo que no pasan en su sociedad. La rodeo en brazos también, inclinándome y enterrando el rostro por su cuello. Respiro hondo de nuevo.
Se siente sola, cree que quiero abandonarla cuando es todo lo contrario. No puedo creer que le haya hecho sentir eso.
—Lo siento... Ya no quiero lastimarte.
—Quédate conmigo entonces —susurra insistente. Sonrío apenas y acaricio su cabello. En serio me quiere con ella—. Quiero estar contigo y mostrarte tantas cosas... —Nuevamente es tan tentador, y ella me lo pide con tanto fervor, que siento que mi lealtad ya no está con las reglas de mi gente, sino con los deseos de mi dama—. Recuerda que estás vivo, ve qué vas a hacer con lo que tienes ahora en lugar de aceptar castigos que no solucionarían lo que está pasando.
Es verdad, no soluciona nada, solo queda escrito en el código de honor del pueblo. Eso sería todo. Es verdad... No tiene mucha lógica. En cambio, si escapo, sí, será una vergüenza para mí, pero no significa que no voy a volver tampoco. Si logro algo con los humanos traeré honor a mi pueblo.
Pero lo más importante es... que voy a estar con ella, porque ella me quiere a su lado. Mi dama me lo está pidiendo y yo voy a complacerla.
—Bueno —acepto. Voy a escapar por ella. Suspira y aprieta su agarre a mi alrededor, haciéndome feliz. Me aparto un poco para ver su dulce rostro—. Ahora a dormir. Debemos llegar a esa capital tuya a detener una especie de guerra, ¿no? —La hago reír y me siento mejor conmigo mismo por eso—. Bueno, voy a sacar mi ropa y te dejo descansar, ¿está bien?
Me apresuro en sacar un par de prendas para cambiarme, noto que no deja de mirarme con una muy leve sonrisa y correspondo ese gesto, pensando en cómo mis ojos también la siguen, cómo recorren su cuerpo sin que siquiera pueda controlarlo.
—Buenas noches, señorita —me despido.
—Descansa. —Estoy por salir, pero me llama de nuevo.
Volteo al tiempo en el que ella viene a mí y toma mi rostro. Quedo mirándola con algo de sorpresa, sus mejillas están rojas y nuevamente solo quiero abrazarla, olfatearla y darle besos.
Le sonrío sintiendo tanto por ella, así que me guio por instinto y me inclino pegando mi frente a la suya. Su respiración flanquea, me hace saber que la alboroto tanto como ella a mí. Tomo su mentón y beso su cálida mejilla. Quiero continuar con lo que llegué a pensar antes de todo, el unirme a ella, ser suyo eternamente.
He cerrado los ojos disfrutando de tenerla cerca, de su aroma, del calor de su piel... sus suaves labios que rozan los míos. Sí tenemos algo muy especial. Esto no lo haría con cualquiera, no cabe duda, y mi deseo de sentirla entre mis brazos, de acariciarla, no disminuye nunca.
El calor de sus labios cubre los míos y me estremezco de esa tan buena forma. Sonrío apenas y le correspondo, entregándome a ella. Rodea mi cuello y la sostengo contra mi cuerpo mientras tira de mi labio inferior con los suyos. Aprendo a seguirle el ritmo enseguida, poseo sus bonitos labios con urgencia cuando se aparta, quejándose apenas.
—Ouch.
—¿Qué?
—Tu colmillo —dice riendo suave.
Me enfrío de pronto.
—Oh, rayos, ¡lo siento...!
—Está bien —vuelve a rodear mi cuello y me da un suave y corto beso, endulzándome de nuevo—. Está bien... —susurra besándome más.
Mi amplia sonrisa de tonto no se hace esperar, pero se me borra al instante de recordar lo que dijo la última vez.
—No te estás despidiendo, ¿verdad?
Ríe y sigue dándome cortos y dulces besos.
—No. —Otro beso.
Esto empieza a gustarme demasiado. El aroma de sus labios húmedos es adictivo.
—¿Me darás más? —quiero saber con la esperanza a flor de piel.
—Uhmm... —parece meditar con sus ricos labios contra los míos—. No lo sé, descúbrelo.
—Solo te bastaba hacer esto para convencerme de cualquier cosa, ¿sabes?
—Eso sería tomar ventaja.
Una ventaja que pienso otorgarle, sin duda.
—Sirio —dice mi madre desde su habitación. Como la puerta está abierta, la he escuchado.
—Voy, mamá —le aviso.
—Lo siento —murmura Marien alejándose de pronto.
—¿Por qué te disculpas? Solo me ha llamado —la calmo al verla preocupada—. Veré qué necesita. Descansa. El baño está ahí al final por si necesitas algo. Eh, pero cuidado, tenemos pollos en el otro jardín, te mostraré...
—Oh. No te preocupes —me detiene—. Gracias. Descansa.
Le sonrío y asiento. La dejo finalmente y voy a donde mamá. Me doy cuenta de que las prendas que tenía para cambiarme medio que se arrugaron al tenerlas en mi brazo mientras abrazaba a mi chica, pero no importa.
Las dejo en un mueble antes de entrar a ver a mamá. Para mi sorpresa, ella tiene una leve sonrisa.
—Entonces, ¿te vas con ella?
Oh, bueno, la puerta estaba abierta...
—S-sí...
—Qué alivio —susurra. Suspira y acerca hasta quedar con su frente contra mi pecho, así que la abrazo—. Ella te convenció finalmente. Pudo más que tu terquedad.
Sonrío con culpa.
—Mamá, no sabía que a ti también te angustiaba. Lo siento.
—Pero por supuesto que me angustias —reclama y me mira con algo de enojo y felicidad al mismo tiempo, una extraña combinación—. Eres mi hijo. No me importa mi honor, no me importó desde que te tuve. Obviamente yo tampoco quiero que te entregues a Orión y a los viejos.
Me sorprende.
—Madre, qué manera de referirse a ellos.
Ella ríe en silencio, apartándose.
—Lo sé, lo siento.
—Está bien, yo también les digo viejos.
—Sí, te he oído —comenta con su sonrisa.
Me alegra saber que he hecho feliz a las mujeres más importantes de mi vida. Es verdad, concuerdo con mamá, a veces el honor no puede ser más importante que las personas.
Suspiro y sonrío tonto de nuevo.
—Mamá... Quiero unirme a ella...
Lo medita un segundo.
—Pero es humana.
—Nosotros también, ¿o no?... Y lo que siento por ella es...
Suspira de nuevo.
—Sé que siente algo por ti. —Sus labios forman una leve sonrisa—. Y tú también. Vas a descubrir cosas muy bellas gracias a eso... Pero sabes que los humanos no tienen uniones, y el unirse a alguien no es así de simple como los ancianos aquí lo hacen ver.
—Quiere estar conmigo y yo con ella, ¿no es eso lo que amerita una unión?
—Sí, bueno. En parte.
—Es lo que debo hacer.
Resopla sonriente.
—Otra vez un nuevo capricho. Primero te encaprichas con morirte porque sí, y ahora esto. —Río y me rasco la nuca con algo de vergüenza—. ¿Puedes ayudarme con el desayuno mañana?
—Por supuesto.
—Bien, a primera hora iré a hablar con Ganímedes para que los una. Es el único de los viejos al que le agradamos.
Sonrío ampliamente.
------------------------------
Página en facebook: https://www.facebook.com/ojosdegatotentador
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro