
Capítulo 25: Hacia mi hogar
Me mantengo entre el sueño y la vigilia, pensando en su beso, en lo que el futuro tiene para mí después de mi traición, aunque sin arrepentirme ni un segundo. En cierto momento de la madrugada, su llanto me pone alerta al cien por ciento. Esta vez es peor que las anteriores. Me acerco enseguida y la muevo al ver que está intentando gritar.
Ella despierta llorando, su angustiada mirada se planta en mí y me abraza fuerte llamándome Antonio, como solía hacerlo cuando se sentía en peligro. Que me busque me hace pensar que todavía me ve como alguien que va a cuidarla y no lastimarla, y aunque me alivia, me concentro en calmarla.
—Tranquila, todo está bien —le susurro—. Estoy aquí, no te dejaré. Nada va a poder hacerte daño.
—No me dejes, no me dejes, no me dejes... —sigue sollozando.
No, mi dulce dama, no voy a dejarte.
La alzo y la llevo para tenerla entre mis brazos mientras sigo en vigilia. La aprieto contra mí y acaricio su cabello, calmándola poco a poco. Ella observa el oscuro bosque y trata de respirar entre sus temblores por el llanto, se acomoda contra mi pecho y se deja tranquilizar luego de un profundo suspiro.
Ya se ha dormido otra vez. La observo. Su rostro todavía expresa angustia, sus finas cejas están casi juntas. Mis labios forman una línea al saber que su pesadilla consistía en ella todavía atrapada, viviendo un tormento.
Niego con decepción conmigo mismo y los planes de Orión. Retiro con suavidad un mechón de su cabello que estaba en su mejilla y mi mano queda acunándola. Sin resistirme, le doy un beso en la frente, acaricio su dulce rostro y le beso la mejilla.
Toco con delicadeza sus labios, tan bonitos... Me llaman, pero no me atrevo a más. Quisiera repetir lo que ocurrió, pero solo quedo observándolos durante minutos, y los minutos se vuelven algo más de una hora.
Ya casi amanece y no podemos seguir por aquí por mucho tiempo. Otra vez me dejo guiar por el fuerte impulso, este fuerte sentimiento hacia ella, y vuelvo a acariciarla. La despertaría así toda la vida.
Jugueteo con su cabello y ella finalmente se mueve, enterrando el rostro por mi pecho.
—Debemos continuar —le digo con tono suave y tierno, ese que me nace solo cuando está conmigo.
Suspira y se reacomoda, girando para ver hacia el frente.
—Perdón por lo de anoche, fue una pesadilla —murmura—, no volverá a pasar.
La rodeo en brazos y deslizo mi nariz por su cabello, disfrutando de su suave aroma, quedando cerca de su oído.
—Perdóname tú, esto es mi culpa.
Estando tan cerca, me parece sentir que su pulso se acelera de algún modo.
—No estás perdonado aún —susurra.
—Está bien. —No importa, soy feliz con tenerla a mi lado. Recuesto mi mejilla en su hombro. Ahora que le he dicho lo que siento, soy más libre de demostrarlo, y quisiera seguir haciéndolo por mucho tiempo—. Creo que no quiero salir de tu vida.
—Te entregaré a los de seguridad entonces —responde, y eso me hace reír en silencio.
Si la dejo a salvo me basta, soy feliz al poder tenerla entre mis brazos.
No tarda en apartarse y alejarse, así que solo la dejo.
***
—¿Qué tan lejos estaremos de la capital? —quiere saber luego de suspirar con algo de impaciencia.
Veo que me sigue odiando, pero está bien...
—Estamos bastante cerca, quizá un día.
—Vaya, ¡al fin! —Eso la anima, aunque yo miro hacia el costado. Estamos muy cerca de casa, quisiera despedirme de mamá...—. Entonces... tu plan siempre fue llegar al laboratorio donde estaba yo, y protegerme durante el camino para llevarme con vida hasta tu prisión.
—Suena bastante mal si lo dices así... Pero sí, mi objetivo era el laboratorio.
—Entonces al principio fingiste que te agradaba...
—No.
—Bueno, para acortar las cosas... dime qué cosas fingiste y cuáles no.
Arqueo una ceja con incertidumbre, aunque lo que dice me hace sonreír. ¿Quiere que se lo repita? Lo haría con gusto si así me cree finalmente.
—Todo lo que tenías que saber ya te lo dije. Nunca fingí contigo, solo con ellos.
—Por lo que oí, si no hubieras sido tú, Altair sí me hubiera matado.
—Probablemente.
—Supongo que gracias. —Parece entristecer.
—No creas que todos son crueles... Quizá pienses que estoy defendiendo a mi especie, pero no, simplemente están dolidos. Aun así, no tienen por qué actuar de esa manera. Orión es conocido en mi ciudad por hacer esas cosas, supuestamente preocupado por prevenir un ataque de parte de los humanos. Además de recibir reconocimiento por ser uno de sus hombres, podría conocer humanos y saciar mi curiosidad. Ya sabes, caprichos míos.
—Ya veo...
Doy una muy corta risa entre dientes al recordar cómo solo verla cambió todo mi plan de vida, literalmente.
—Cuando te vi por primera vez fue un duro golpe. Porque enseguida me di cuenta de que quizá no iba a poder hacerlo, ese no era yo. Había dejado a mi madre en peligro, y a todo lo que conocía, me había metido en un buen lío. Y si me iba me matarían, castigarían a mi madre, y mandarían a otro por ti.
—Así que te quedaste.
—Por eso y porque me gustas. —Ahora sin duda es más fácil decírselo—. Aunque al inicio no quería creer que fueras buena, y trataba de convencerme de que solo fingías como Orión me había advertido y yo hacía lo mejor para mi pueblo si te llevaba.
—Ahora igual serás perseguido a muerte... —murmura sin mirarme.
—Sí. Bueno, primero él tiene que hablar con los ancianos lideres, ellos por supuesto van a aprobar mi muerte...
Suspira y alza la vista hacia el frente.
—Así que... Sirio, ¿eh? —Me mira con su dulce sonrisa y eso me hace corresponderle de igual forma, cosa que la hace retirar la vista de nuevo.
—Lo sé, los nombres que escogen los H.E. son raros.
—Sirio es el nombre de una estrella, Sirius del latín. Es una de las más brillantes del cielo nocturno, me gusta...
El escucharla decir eso me mantiene una sonrisa de tonto en el rostro. Le gusta mi nombre, eso es nuevo. Ese nombre no parecía agradarle a papá.
—Orión me dijo que venía de la palabra griega «Seirios» que significa cruel, y también le agradaba que esa estrella estuviera cerca de la constelación de Orión. Como si fuera casi su hijo. Vaya ironía.
—Hum... interesante.
Esas no son buenas memorias, así que sacudo levemente la cabeza.
—Pero... olvídate de eso, ya dije que puedes seguir llamándome Antonio, anoche lo hiciste y me gustó...
—Pero no eres tú...
Resoplo con algo de frustración.
—Soy yo.
—Sí, entiendo que eres tú, pero... acepto tu verdadero nombre...
—Solo quiero que sientas que sigo siendo yo, que no he cambiado ni soy otra persona, por eso...
—Lo sé, no te he perdonado por haberme engañado, pero... eres tú, ¿no? Dices que no fingías conmigo, entonces sigues siendo tú, entiendo por qué lo hiciste.
La observo para ver si puedo saber si miente, o si no lo dice en serio, pero parece estar segura de ello. Sonrío apenas de nuevo y asiento.
—Bien, bien... Si así estás feliz.
—Lo estoy. —Aunque luego agrega algo más—. ¿Puedo llamarte de las dos formas? No es que te sienta alguien diferente, solo que no sé... solo por costumbre, me gustaría llamarte de las dos formas. Claro, si gustas.
—Me gusta.
Ella me sonríe sin retirarme la vista esta vez, y me siento feliz. Siento un peso enorme liberándose. No por completo, pero lo suficiente para aliviar mi corazón.
Reviso en la mochila y saco ese reproductor de música, ya que siento que, de algún modo, ayuda a tranquilizar. Claro que no toda la música, pero poder hacer esto con ella me alegra. Ella viene más cerca, aunque no sea necesario pues esas cosas que van al oído no están conectadas mediante cables, y me hace muy feliz.
Al caminar, su mano roza la mía y mi corazón late de emoción. Toda una sensación me recorre. Ella entonces entrelaza sus dedos con los míos y me mira de forma dulce, con ese leve rubor en las mejillas. Hermosa.
Caminamos así, algo también nuevo para mí. Se siente bien, íntimo, algo solo nuestro, como ese beso que me dio, las caricias y los toques de antes también. Todo nuestro.
Quiero compartir lo que me queda con ella. Darle muchos más besos, incluso en sus bellos y suaves labios, pero... no quiero que eso signifique una despedida...
Podría preguntarle si quiere darme otro beso así, pero no de despedida, sino de... ¿"reencuentro"? No, qué tonto soy...
—¿Todo bien? —pregunta manteniendo su sonrisa.
Aprieto los labios unos segundos y asiento correspondiendo a su gesto.
—Sí...
Tengo que llevarla a casa. Tengo que hacer que mamá conozca a esta hermosa mujer, el motivo por lo que he hecho todo lo que hice. Que vea que no lo hago por puro capricho, sino por algo que sí vale la pena.
Además, ella quería conocer mi pueblo. Es mi ultima oportunidad, mientras Orión consigue tramitar todo eso de mi condena, tengo tiempo.
—Vamos por aquí —le pido deteniéndome, ella no suelta mi mano—. Es territorio de venados y ya va a ser hora de comer. —Mi hermosa dama queda mirándome—. Lo juro —agrego mirándola con fervor a esos inocentes ojos—. Jamás, jamás te haría daño, lo sabes.
Ella asiente.
—Sí... —Y vuelve a dejarse guiar.
--------------------------------------
Página en facebook: https://www.facebook.com/ojosdegatotentador
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro