Capítulo 18: Remordimientos
Narra Rosy.
A pesar de que le lloré mucho casi toda la noche, luego fue cólera lo que me acabó de tumbar. Lo sentí mío y a la vez no. No hallaba forma de evitar que se fuera de mi lado, que dejara de sentir rencores y ganas de venganza, lo quería conmigo y en tranquilidad, ya que nada parecía ser más importante que su odio, nada, ni siquiera yo. Pero lo empeoré.
Abracé mi almohada. Solo quería verlo volver, solo quería eso, verlo volver y quedarse aquí a mi lado. Tuve cólera porque me había juzgado así de mal, solo porque había sido criado de forma diferente, esa sociedad toda anticuada. Aunque era lógico, ahora estaba ofendida pero también dolida y demasiado triste.
Tenía miedo de que se fuera, y al ver a esa chica con la que una vez se comprometió, se olvidara de mí. Después de todo, ella era como él, y yo era seguramente la sucia humana.
Le di sus semillas al pajarito, le había puesto "Amarillito", no era un nombre muy creativo pero me gustaba. A él le gustaba estar en su planta y cantar, le había puesto un pequeño vendaje en su ala. Sonreí al pensar en que mi Ácrux me lo había traído, así como un gato a veces conseguía "regalos" para una persona. Mi sonrisa se borró al recordar que justo después peleamos.
Suspiré. Me arrepentía como nunca creí que lo haría en la vida, el haberme entregado a ese chico. Estaba loca con las hormonas, como siempre, y él era encantador y sexy. Estaba en forma, iba a entrar a seguridad nacional y eso lo hizo más atractivo para mí. Aunque mi primera vez fue dolorosa, había quedado satisfecha luego.
Y ahora me sentía mal por haber disfrutado, no solo eso, hasta sucia. La mirada de Ácrux me había hecho sentir así, y saber que seguramente eso pensaba de mí lo había empeorado. No había podido mentirle cuando me preguntó, y tampoco era lo que merecía. Tuve que decirle, a pesar de que luego me arrepentí, era lo que debía hacer.
Si hubiera estado en mis manos, hubiera retrocedido en el tiempo, pero ya nada podía hacer. Ahora solo quería verlo antes de que se fuera. Pensar que quizá otra mujer totalmente virgen lo esperaba, me carcomía el alma.
No debía ser egoísta, aunque él hubiera dicho que quería estar conmigo, no sabía qué encontraría ni cómo reaccionaría. Si al final terminaba no volviendo, iba a tener que entenderlo.
Cuando llegué al hospital respiré hondo y saqué una de mis mejores sonrisas fingidas. A las personas les gustaba verme sonriente, les gustaba que les atendiera así, y también me gustaba brindarles esa seguridad. Ver a alguien sonriendo y seguro de sí mismo te daba fuerzas cuando estabas enfermo y mal, la sensación de que todo pasaría y que iba a ir bien, que las cosas iban a mejorar.
Estando en una de las habitaciones del segundo nivel, cuya vista daba al campo, sentí algo muy, muy leve. Esa sensación que surgía que te hacía creer que alguien te observaba. Miré al exterior, pero solo estaban los árboles y una leve neblina.
Sin duda quizá me estaba volviendo loca. No. Negué y salí.
***
Saliendo del trabajo, fui a encontrarme con Marien en un café cercano. Apenas la vi, corrí y la abracé volviendo a soltar lágrimas como adolescente inestable.
—¿Qué ocurrió? —preguntó preocupada.
—Él me odia —sollocé. Limpié mi rostro y respiré hondo, tratando de recobrar la compostura—. Se enteró que... pues... —miré a los costados— ya no soy virgen —susurré.
Ella arqueó una ceja.
—¿Por qué susurras?
—Es que me siento tan mal y avergonzada a pesar de que no tiene sentido —me quejé otra vez como adolescente inestable—. ¡Y estoy tan enojada ahora con él por no abrir su mente terca y entender!
Soltó un suspiro.
—Bueno, su mentalidad es otra.
—Y retrógrada.
—Solo son estrictos. Sabes que si un hombre hubiera roto sus reglas en su sociedad el castigo y el rechazo es el mismo que para una mujer, para ellos no hay diferencia. Ya sabes que cuando a alguien le siembran formas de pensar, valores, creencias, o etc, desde la infancia, pues se le queda grabado... —Limpié una última lágrima—. Me contaste que sentían algo muy fuerte el uno por el otro, así que estoy segura de que se lo está replanteando. Mmm... Es solo que tal vez apresuraste un poco las cosas, no le dejaste asimilar primero lo que es el amor... —Entrecerró los ojos—. Salvo que tus intenciones con él hayan sido solo lograr...
Puse cara de sorpresa y negué asustada, luego pensé un segundo. Me conocía a mí misma, y podía decir que era algo pervertida, él despertó lujuria en mí en más de una ocasión, no era del todo mi culpa.
—Bu-bueno, me encanta él como es, todo inocente y sensual al mismo tiempo... pero también me imaginé en varias oportunidades... tú sabes, cómo sería... hacerle cosas... —Rió de forma leve—. Ni te burles que no me puedes decir que tú no deseaste a Sirio de forma carnal.
Se ruborizó.
—Eh... Ay, pero... —Reí—, pero no tan pronto... o, bueno, quizá sin ser consciente...
Suspiré y volví a sentir esa angustia.
—No quiero que se vaya.
—Ya, tranquila, vamos a tomar algo.
Ya más relajada gracias a la manzanilla, jugueteaba con la cucharita.
—Ahorraré para estudiar una especialidad, y estar en mejor categoría, como ustedes... Marcos está bien, le ha echado ojo a Tania, ¿sabes? Qué mal gusto. Aunque tú le gustabas un poquito, todavía no te olvida del todo. —Soltó una corta risa—. Quién como tú que ya no tienes que trabajar.
—Estoy ayudando en un hospital de ellos, aunque muy rara vez alguien se enferma.
—Sí, me imagino... La vida ha de ser diferente con ellos, saludable y tranquila. —Supiré—. Y... ¿Cómo es él como esposo? —Sonrió mirando su taza—. Bueno, eso responde. Imagino que pusiste en práctica lo que te mostré esa vez en el móvil. —Volvió a reír.
Tomó un profundo trago del té, bastante ruborizada.
—Qué puedo decir —dijo extasiada—. Lo amo en todas sus facetas. Dulce, inocente, caliente, apasionado, atento, curioso...
Asentí.
—Son especiales en cierto modo, está claro que no solo en el aspecto físico. Pueden llegar a sentir de manera genuina. Y pensar que nunca nos detuvimos a verlo, incluso les tememos, resulta que ellos también nos temían.
—Yo veo que pueden sentirse atraídos hacia el amor, pero con la inocencia de un niño, luego ya las hormonas hacen lo suyo, pero al inicio es así. Como dije, quizá no le dejaste asimilar, él estaba descubriendo lo que siente, con la ilusión y todo eso...
—Jooiii. Le rompí la ilusión —me lamenté. Medité unos segundos removiendo otra vez la manzanilla—. ¿Crees que si se va y la encuentra, volverá a quererla? —murmuré con desgano.
—Deberías buscarlo, si él no viene a ti por andar confundido, no tiene nada de malo que vayas tú. Por otra parte, si ya había olvidado lo que sentía, y a pesar de que ha recordado fragmentos con el tiempo, no ha vuelto a sentir algo por ella, no creo que lo haga ahora.
—Pero ella ha de estarle esperando.
—¿Cómo sabes? No supongas nada. No sé... Insisto, deberían arreglas las cosas antes de que se vaya, así al menos te quedas más tranquila.
—Sí —dije con determinación, poniéndome de pie—. Vamos. —Tiré de su brazo.
—Ah... Ah, claro. —Alcanzó a agarrar su pastel para terminarlo en el camino.
***
Íbamos en su auto, a pesar de que no estábamos lejos. Era uno de los que les dieron a los evolucionados esa vez. Ya veía que ellos no acostumbraban a usarlos.
Estaba feliz y me sentía apoyada, ya que Marien me dijo que se quedaría un par de días, hasta que Sirio viniera a verla, porque estaba realizando un trabajo en su pueblo o algo así.
Hablando de visitas, ya venía siendo hora de que visitara a mis padres...
Apenas llegamos al fuerte de Max, bajé casi corriendo para ir por mi Ácrux. Max me vio con sorpresa pero no me detuve ni a saludarle, subí y fui a las habitaciones.
Toqué, pero el fastidio me dominó a la segunda vez. O no estaba, u obviamente me había olfateado y no quería verme. Mis labios formaron una sola línea.
—Rosy —me habló Marien desde las escaleras—, Max dice que se ha ido.
Solté un quejido de frustración y bajé de prisa.
—¿A dónde se fue? —pregunté interrumpiendo a Tania que le estaba comentando algo con diversión.
—Eh, pues a su vida, se fue. —Se me bajaron las ansias de golpe. Marien quedó a mi lado—. Dijo que si lo necesitaba o encontraba algo antes que él, le avisara y lo viera afuera de la ciudad, pero que aquí no iba a volver. —Se me contrajo el estómago... Mi Ácrux—. Vaya, ¿te hizo algo?
—Más bien, ella hizo algo —se burló Tania de forma disimulada.
Max arqueó una ceja, quiso hablar, pero fue distraído por su hermano Jorge. Tania me sonrió fingiendo pena.
—N-no hice nada —me defendí con la cólera ardiendo en mi garganta.
¿Por qué me acusó así? Ni siquiera sabía... No podía...
—Puede decirse que así como tú al parecer buscaste a alguien más para descubrir cosas, él vino y me buscó a mí... ya sabes, para sentir que quedaron a mano. —El corazón se me estrujó, mis lagrimales quemaron, amenazando con soltase ante ella, el frío y vacío me golpearon—. En fin, no es importante, total, ya se fue...
La vista se me nubló finalmente, no escuché qué preguntaba Marien, ni qué quiso saber Max. Di media vuelta y caminé, alguien me siguió pero tampoco atendí. El dolor me consumía. Mi Ácrux lo había hecho con ella... ¡Con ella! ¡Por qué!
Sollozando, me encontré en el auto tratando de limpiar y detener las lágrimas que salían sin parar. Marien subió.
—No llores...
—¡Se acostó con ella! —exclamé soltando a llorar con amargura.
—Que no, a ella le gusta molestar... no ha dicho eso exactamente...
—No necesita especificar. —Mi voz quebrada casi ni se entendió.
Suspiró con tristeza y encendió el auto.
***
Marien dejó que me encerrara a llorar en mi habitación. Otra vez me dejaría perderme en esto como anoche.
Abracé mi almohada luego de sacudirla con rabia y caer al colchón. Soltando uno que otro insulto a Tania, porque sabiendo lo que había entre él y yo, no le importó en lo absoluto y se aprovechó de que estaba molesto. ¡Tonto, impulsivo y celoso evolucionado!
Gruñí y volví a golpear la almohada tras chillar. Enterré la cara en ella y seguí llorando.
¿Qué haría?
La respuesta era obvia: olvidar y seguir con mi vida.
Marcos al final tuvo razón, nada bueno salió de esto. No me quedé con el evolucionado atractivo, no pudo darme el amor que quería, por más de una razón. Y ahora me había quedado vacía por haberme ilusionado tanto. Si algo logré hacer bien, fue hacerle más daño del que ya le habían hecho. No iba a poder con la culpa por eso.
¿Cómo iba a seguir sin siquiera saber cómo estaba? Bueno, con Max como intermediario, podría un día preguntarle qué sabía sobre él... y si un día quizá lo veía... ¿Qué haría?
No, no. ¡No! Me negaba a dejarlo ir, me negaba. Quería a mi gatote dorado de vuelta, no era justo. Aunque hubiera hecho cosas con otra, al final qué importaba, lo quería conmigo, y no porque mi lado lujurioso lo pedía. Mi corazón lo pedía, lo amaba.
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Copyright © 2014 Mhavel N.
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