Capítulo 7
Como la primera vez que viajé entre dimensiones, comencé a girar en el vacío. Pasé un largo tiempo así, hasta que apareció una luz en la lejanía.
¡Ya estoy cerca!
La luz comenzó a ampliarse hasta que caí sobre el suelo.
—¡Demonios! ¡Eso dolió!
Abrí mis ojos y me levanté. Mi cabeza dolía, por lo que me senté sobre mi cama.
Al menos estoy en mi habitación.
Estaba exhausta por la gran aventura que viví, y fue asombroso notar que aún era de noche. Un desagradable olor se sentía en el aire y, al oler mi sudadera, comprobé que era yo.
¿Por qué a mí?
Decidí tomar una ducha y, tras lavar mis dientes e intentar cepillar mi cabello, me puse el pijama. Me acoste rápidamente en mi cama, pero antes de dormir decidí hacer algo. Toqué mi marca pensando en Nico, Cora y Deo.
—Buenas noches, chicos.
—Es de día.
—Eres un amargado, Deo. ¿No sabes que existe la diferencia horaria? —respondió Cora y comencé a reír.
—¡Hicimos reír a Ágatha! Que descanses —dijo Nico.
—Adiós —dijo Deo.
—¡Hasta mañana, amiga! —dijo Cora.
—Nos vemos —respondí.
Por primera vez en mucho tiempo, la felicidad me inundó y, por primera vez, tenía amigos.
Amigos... ¡que maravillosa palabra!
🖇🌙🖇
—¡Vamos, hija! No debes llegar tarde a la academia.
Dirigí mi mirada hacia el reloj situado sobre mi cómoda, el cual marcaba las 6:30 hs.
Hoy sí que desperté temprano.
Con toda la pereza del mundo, me levanté de mi cama y me dirigí a mi armario. El clima estaba cálido, por lo que hoy vestiría unos jeans y una remera blanca, acompañado de mis confiables zapatillas negras.
Salí del cuarto hacia la cocina, donde encontré a mi madre haciendo el desayuno.
—¿Dormiste bien, cariño?
—Sí. Perdóname por no esperar a que regresaras del trabajo.
—No pasa nada, fue una larga jornada.
Juntas llevamos el desayuno a la mesa y comenzamos a comer.
—Cariño...
—¿Sí, mamá? —pregunté con el brazo extendido, sujetando la miel para mis panqueques.
—¿Desde cuándo tienes ese tatuaje?
Oh, shit. Here we go again.
No es necesario ser adivino para saber que mi cara fue de total sorpresa.
¿Qué le contesto? ¿Que conocí a unos magos y me tatuaron con magia?
Nadie, ni siquiera mi madre, creería aquello. Me guste o no, debería mentir sobre la existencia de Acantha-Ophelia.
—Pues... quería tatuarme —respondí evitando la mirada de mi madre.
—¿Puedo verlo detalladamente?
Acerqué mi brazo hacia ella con gran temor.
—¡Es hermoso! Si no tuviera fobia a la agujas me haría uno igual.
Esperen un minuto... ¿de verdad acaba de decir eso mi madre?
El mundo está más loco cada día.
Sonreí nerviosa ante el comentario, y agregué:
—Será mejor que me vaya a la academia, no quisiera llegar tarde.
—Nos vemos en la tarde —se despidió mi madre.
Tomé mi mochila y salí del departamento. Afortunadamente, el ascensor funcionaba y pude salir del edificio sin ningún inconveniente.
Al llegar a la academia, me dirigí hacia mi salón. Como era habitual, me senté en un lugar alejado del resto de los estudiantes presentes. Todo parecía normal, hasta que Zander entró.
—¿Hoy sonó tu alarma, Diomidis?
—No quiero problemas contigo —respondí sin elevar la mirada de «Historia de los ojos violetas». Había decidido llevarlo conmigo para estudiarlo detalladamente.
—El único problema aquí eres tú. ¿Qué clase de persona normal tiene ojos violetas?
¿Qué clase de persona normal tiene tu nivel de estupidez?
Al ver que no respondí ante su comentario, Zander arrebató el viejo libro de mis manos.
—Suéltalo.
—¿«Historia de los ojos violetas»? —preguntó ignorando mi pedido.
—Suéltalo ahora —repetí intentando recuperar el libro, pero el chico se alejó.
—¿Lo ves? Eres tan extraña que debes leer un patético libro para sentirte querida.
En aquel momento, mi nivel de enojo era alto.
—¡Por todos los demonios, regrésame el libro!
Lo que sucedió a continuación fue increíble, pues una fuerza extraña se apoderó de todo mi ser. Tras quitarle el libro a Zander, lo fulminé con la mirada y este salió volando por los aires. Sin saber qué hacer frente a la atemorizada mirada de mis compañeros de clase, escapé hacia mi refugio: la biblioteca.
«¿Qué acaba de suceder?» me pregunté, pues nunca experimenté algo igual. ¿Acaso tengo poderes sobrenaturales?
Al fin y al cabo, soy una bruja...
Lo más certero en aquel momento era pedir ayuda. Tocando mi marca, pensé en Nico.
—¿Estás disponible?
—Claro, ¿sucedió algo?
—Lo habitual: elevé por los aires a un chico.
Nico tardó en responder.
—Ven a Acantha-Ophelia.
Me preguntaba porqué el chico me pidió que fuera a la ciudad con tono preocupante. ¿Acaso sería algo malo lo que acabé de hacer? Ignorando a mis pensamientos, recité las palabras para volver a la ciudad mágica y, otra vez, me vi envuelta en la absoluta oscuridad.
Deberé acostumbrarme a esto...
Inesperadamente —como siempre— llegué al otro lado del portal cayendo sobre una calle de piedra.
—¡Eso debió doler! —dijo Nico mientras me ayudaba a levantarme.
—Deberás acostumbrarte a mi torpeza —respondí arreglándome el cabello—. ¿Quieres hablar sobre lo que ocurrió?
—Sí, pero no aquí. Nos reuniremos con los demás en el castillo.
Supe que con respecto a «los demás» se refería a Deo y Cora, pero no entendía porqué iríamos al castillo.
¿Sería grave mi incidente o simplemente Deo no podría salir de su hogar?
Al llegar al castillo con el treemor de Nico, unos guardias nos escoltaron hacia el interior del lugar. Allí nos esperaba Deo.
—Hola, amigo —saludó Nico con un apretón de manos a Deo.
—Hola a los dos — respondió mirándome, y pude notar que tenía grandes ojeras bajo sus ojos violetas.
Apuesto que pasó la noche leyendo.
—Mi padre nos espera en su despacho. Pasen —indicó y lo seguimos.
Al entrar, Cora me recibió con un gran abrazo. Mientras tanto, el rey estaba serio.
Ay, caramba.
—Me alegra que estés aquí, Ágatha —dijo él —. Nico me contactó para contarme una situación peculiar que te sucedió hace unos instantes.
Cora y Deo estaban confundidos ante el comentario del rey. Es probable que no se hayan enterado de lo sucedido.
—Así es, majestad. Me encontraba en mi instituto cuando un compañero comenzó a molestarme. Me enojé con él y, de un momento a otro, el chico voló por los aires.
—¡Vaya! Eso sí es algo que no sucede todos los días — respondió Cora.
Si todos aquí son magos, ¿por qué no habría de ser común que suceda algo así?
—¿Estabas usando una varita? —preguntó el rey.
—No, solo lo miré fijamente.
Todos en el cuarto se mantuvieron pensativos analizando la situación. Yo, en cambio, no comprendía nada.
—Tu caso es algo inusual, Ágatha, porque los magos usamos varitas para hacer magia —dijo Nico.
—Pero, en tu caso, no tenías una —agregó Cora.
—¿Y eso qué significa? —pregunté.
—Significa que no eres una bruja, eres una hechicera —respondió Deo.
Es asombroso todo lo que puedes descubrir en un día. Ayer descubrí una nueva dimensión y hoy descubrí que soy una hechicera.
Universo, ¿tienes más sorpresas para mí?
Sin embargo, seguía sin comprender cuál es la diferencia entre ser mago y ser hechicero, y no dudé en preguntarlo.
—La diferencia entre ambos —respondió Demetrius— es que un mago goza de realizar magia solo si tiene en su poder una varita. En cambio, un hechicero puede realizar magia con la presencia o no de una varita. Y, como podrás deducir, un hechicero es más poderoso que un mago.
—¿Hay muchos hechiceros?
—Muy pocos. En este reino solo hay dos: el rey Demetrius y Deo —respondió Cora.
—Mi difunta esposa también era hechicera, y Deo está entrenando el manejo de sus poderes para ser un hechicero calificado.
Observé a Deo y él mantenía la vista hacia el suelo. ¿Qué pasaría por la cabeza del chico en aquel momento?
—Lo extraño de todo esto es que la madre de Ágatha no es mágica, ¿por qué ella tiene poderes tan avanzados?
—Eres un bobo —respondió su hermana—. Claramente Ágatha no es hija biológica de su madre.
¡¿Qué?! ¡¿Mi mamá no es mi mamá?!
—¡Por todos los dioses del Olimpo, el Universo va a matarme con sus sorpresas! —la información que se estaba revelando sobre mí se estaba yendo de control.
—Lamento decirlo, pero lo que dice la señorita Lander es cierto. Deberás averiguar tu identidad, y para eso tu madre deberá decirte la verdad. Con respecto a tus poderes, entrenarás junto a Deo para controlarlos. Ser hechicero es muy útil, pero también peligroso.
—De acuerdo, majestad.
—Pueden retirarse.
Los cuatro salimos de la oficina del rey y nos dirigimos al exterior del castillo.
—¡Vaya día de descubrimientos! —dijo Cora para romper el silencio que se había formado entre nosotros.
—Sin dudas. Jamás pensé lo que ocasionaría descubrir a Deo espiándome en la biblioteca.
—Yo no te estaba espiando. Solo hacía...
—¿Una investigación secreta? —completó Nico. Su amigo rodó los ojos y el resto de nosotros estallamos en carcajadas.
—Será mejor que despejemos la mente. ¿Qué les parece si comemos algo?
—Nico, ¡esa es la mejor idea que has tenido hoy! —respondió su hermana.
—Tendremos que ir caminando hacia el café. Mi padre utilizará los transportes reales para una junta importante.
—No hay problema. Si caminamos, podremos admirar el paisaje —respondí emprendiendo el paso hacia la ciudad.
Pero mientras estaba caminando, Nico me llamó:
—¡Ágatha! ¡La ciudad se encuentra hacia el otro lado!
🖇🌙🖇
—¿Falta mucho? —preguntó Cora, quien estaba agotada.
—Un par de kilómetros —respondió Deo.
—¡Maldita sea! ¡Deberíamos haber viajado en mi treemor! —dijo Nico malhumorado.
Nos encontrábamos agotados por la caminata, la cual era más larga de lo que creíamos. Sin embargo, el lugar donde estábamos era maravilloso: el sol nos iluminaba, la brisa soplaba suave y los pájaros cantaban melodiosamente. La naturaleza estaba intacta, con sus altos árboles y sus extraordinarias flores por doquier. Todo parecía tranquilo mientras seguíamos caminando, hasta que escuché un ruido extraño.
—¿Escucharon aquello? — pregunté a mis compañeros mirando hacia todos lados mientras detenía el paso.
El ruido volvió a escucharse, pero ahora notamos que este era un grito.
—Creo que alguien está pidiendo ayuda —dijo Cora.
Durante varios segundos prestamos atención al ambiente en donde estábamos: árboles, árboles y más árboles. ¿Quién podría estar pidiendo ayuda en medio de un bosque? Nico comenzó a adentrarse en él.
—No creo que sea buena idea —comentó Deo—. Podría ser algún engaño de un hombre lobo.
—¡Oh, vamos! Tú siempre estás preocupado por los hombres lobos —dijo Nico—. Relájate, ellos están vigilados por las quínobas.
El chico comenzó a adentrarse al bosque y, sin otra opción, lo seguimos. Cada vez se volvía más dificultoso caminar debido a la abundante maleza.
—Chicos, ¿ustedes tienen varitas? —pregunté de repente.
—Sí —respondieron al unísono.
—¿Y por qué no las utilizan para que podamos caminar sin lastimarnos con estas espinas?
Dicho esto, los tres chicos sujetaron sus varitas y, apuntando hacia el piso, lograron que la gran vegetación se redujera para poder caminar mejor.
—A veces olvidamos que las tenemos —dijo Nico rascándose la nuca.
Si tuviera una varita, haría que Shawn Mendes apareciera en mi cuarto.
Pero antes que pudiera responderle, el grito se volvió a oír.
—¡Miren, por allí! —indicó Cora y pudimos divisar a una criatura atrapada en un árbol.
—¡Señores, señoras! ¡Ayúdenme, por favor!
La criatura era baja, de color azul y sin pelos. Tenía una enorme cabeza, al igual que sus ojos, y sus orejas eran largas y puntiagudas, caso contrario a su diminuta nariz.
—¿Cómo llegaste hasta ahí? —preguntó Cora.
—Estaba escapando de los hombres lobos, señora.
Nuestra cara cambió a total preocupación cuando escuchamos aullidos.
—¡Demonios! ¡Si no salimos rápido de aquí, nos van a devorar!
Deo intentó alcanzar a la criatura, pero estaba demasiada alta. Nico se subió a los hombros de su amigo, pero tampoco alcanzaban.
—No era necesario que hicieras aquello, Nico. Tenemos varitas.
—Olvidé ese detalle... otra vez —respondió el rubio dirigiendo su varita hacia la criatura, la cual se elevó por los aires hasta llegar a sus brazos. Los aullidos volvieron a oírse.
—¡Corran!
No dudamos en obedecer a Cora, y corrimos velozmente fuera del bosque.
—¡No te detengas, Ágatha! ¡Están detrás nuestro! —dicho esto, Deo sujetó mi mano para que corriera a la par de él.
Cuando nos aseguramos de que los hombres lobos ya no nos seguían, nos detuvimos.
—Este ha sido el susto de mi vida —comenté tocando mi corazón, el cual latía fuertemente.
—¡Ni lo digas! —dijo Cora respirando profundamente.
—¿Qué importa el susto? ¡Estamos todos sudados! —agregó Nico, quien estaba secando el sudor de su frente con su remera.
—Estuvimos a punto de ser devorados por hombres lobos, el sudor es lo de menos —agregó Deo.
Frente al gran susto y el calor que ahora teníamos, habíamos olvidado la presencia del chinchiná.
—Señoras y señores, como ustedes han salvado mi vida, Munchik será su sirviente —dicho esto, realizó una reverencia.
Los cuatro nos miramos entre sí, preguntándonos entre miradas qué hacer ante a la situación.
—Agradecemos tu propuesta, Munchik, pero no queremos tener un sirviente —dijo Nico.
—¡Pero, señor, debo cumplir con la ley de mi pueblo! Déjenme ser su sirviente, por favor.
¿Quién en su alocada vida querría ser un sirviente? Sin embargo, aceptamos su propuesta.
—Pero recuerda que no eres nuestro sirviente, eres nuestro amigo —aclaró Cora, y el chinchiná comenzó a saltar de la alegría.
—Chicos, ¿cuándo llegaremos a la ciudad? —pregunté. Mi estómago rugía del hambre.
—Sigamos caminando, estamos cerca.
Volviendo a emprender el paso, finalmente llegamos al café. Nos sentamos en una mesa y aguardamos a ser atendidos.
—Queremos una docena de spanakopitas*, por favor —dijo Nico a la camarera.
—Enseguida —respondió y se fue.
—¡Vaya, Nico! ¡Sí que tienes hambre!
—Panza llena, corazón contento.
Compartimos risas y, al volver la camarera, comimos lo pedido.
—Creo que es hora de partir.
—¿Tan pronto, Ágatha? —preguntó Cora con gesto triste.
—Perdonen, pero no puedo quitarme de la cabeza el posible hecho de que mi madre no sea mi madre.
No mentía sobre esto, de verdad tenía miles de dudas en mi mente.
¿Mi madre es bruja? ¿Acaso me adoptó? ¿Acaso me robó?
—Tienes razón; además, nos facilitará saber el verdadero origen de tus poderes.
Asentí ante el comentario de Nico y los cinco nos levantamos de la mesa para salir.
—Les avisaré lo que descubra.
—¡Ánimos! Te esperaremos —contestó Cora y sonreí.
Muy bien, es hora de partir.
La oscuridad del portal me invadió otra vez.
🖇🍝🖇
*Spanakopita: empanada de espinaca y queso feta.
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