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Capítulo 6

—Hola, padre.

Esperen un momento. Si Deo Bemus es hijo del rey, eso significa que...

¡¿Deo es un príncipe?!

Estaba muy sorprendida ante mi descubrimiento, y mi expresión facial lo demostraba.

—Jovencita, tiene la expresión como si hubiera visto a un fantasma —bromeó el rey, y no pude evitar avergonzarme.

Siempre arruino todo...

—Lo siento, alteza. Me sorprendió saber que Deo Bemus era su hijo —respondí sincera.

Todos en la habitación, exceptuando Deo —naturalmente—, soltaron una carcajada.

—Su trabajo aquí es ser el heredero de Acantha-Ophelia —dijo Cora guiñándome un ojo, y comprobé que Deo es un príncipe.

Sorprendente, ¿no?

—Me gustaría saber el motivo de tu visita, hijo. También puedes contarme dónde conociste a tu nueva amiga.

—Ella vino de otra dimensión, es la chica.

La expresión del rey fue de absoluta sorpresa.

—¿Podrías contarme, jovencita, cómo fue que llegaste hasta nuestro reino? —me preguntó el rey.

—Me hallaba leyendo en la biblioteca de Atenas e, inesperadamente, mis ojos comenzaron a arder y brillar. Noté que a un chico le estaba sucediendo lo mismo, el cual era Deo. Cuando nos miramos el ardor y el brillo cesaron, pero al intentar hablar con Deo, él escapó atravesando un librero. Al imitarlo, choqué contra dicho librero y un libro cayó en mi cabeza. Este contaba la historia de los ojos violetas, y decidí llevarlo a mi casa. Una vez allí, leí un hechizo en voz alta...

—Y acabaste aquí —finalizó el rey, a lo que asentí.

—Nuestra visita es para preguntarle si sabe el origen de su brillo, majestad —dijo Nico.

El rey se mantuvo pensativo. Al cabo de unos segundos, se levantó de donde estaba y caminó hacia la gran biblioteca. De su manga sacó una varita mágica y, haciendo leves movimientos con ella, fue sacando libros de los estantes. En un instante, la habitación estaba abarotada de libros flotantes. Demetrius comenzó a leer los títulos de estos, pero los devolvía a su lugar. Finalmente, se quedó con uno, el cual apoyó en su escritorio.

—Reconozco que no es un libro atractivo —opinó sobre el enorme y sucio libro—, pero la información aquí puede ser útil. Deo se encargará de leerlo, ¿no es cierto?

El joven estaba sorprendido y hasta podría decir que enojado; sin embargo, asintió.

—Será mejor que Ágatha vuelva a su dimensión. ¿Ya tiene tatuada la marca?

—¿Un tatuje? —pregunté sin comprender porqué debería tener uno.

—Todos los magos de este reino tenemos uno que permite comunicarnos entre nosotros —respondió Nico.

—Está ubicado en nuestra muñeca derecha y, al tocarla, podemos hablar con quien deseemos —agregó Cora, mostrando su marca en forma de mandala.

Observé que las muñecas de Nico y Deo tenían una idéntica.

¿Cómo no me fijé en ella antes?

Sin embargo, no deseaba tatuármela, pues mi terror a las agujas era enorme.

—Landers, por favor, acompañen a Ágatha hacia el Colorsario —ordenó el rey y muchas dudas surgieron en mí.

¿Qué es un «Colorsario»? ¿Es realmente necesario tatuarme?

—Sí, es necesario —respondió Deo mirándome fijamente. Sus ojos brillaban levemente, al igual que la marca en su muñeca.

—Te aseguro que no dolerá —me dijo Nico esbozando una sonrisa.

—Está bien —dije, finalmente. ¿Qué es lo peor que podría pasar? ¿Que el tatuaje sí sea doloroso? ¿Que la comunicación que este da falle y solo pueda comunicarme con Shawn Mendes?

Esperen... eso sería genial.

—Espero volver a verte pronto, Ágatha —se despidió Demetrius cálidamente—. Y bienvenida a casa.

La gran puerta del despacho se abrió, y los hermanos Lander emprendieron el paso para salir de donde estábamos. Los imité, pero, cuando estaba por salir, me dirigí hacia Deo.

—¿Nos acompañas?

—Debo leer el libro. Los acompañaré en otra ocasión —y, por primera vez desde mi llegada a esta ciudad, pude notar una pequeña sonrisa en la cara del chico.

Asentí como respuesta, para luego salir del lugar. Nico y Cora me esperaban fuera del castillo, en donde tenían un artefacto nuevo.

—¿Qué es esto? —delante mío se hallaba una especie de motocicleta, fabricada con la mismísima naturaleza.

—Es un treemor, uno de los vehículos más utilizados aquí —explicó Cora.

—Súbanse —dijo su hermano—. Hay suficiente espacio para los tres.

La primera en subir fue Cora, detrás de ella fui yo y, por último, Nico.

—¡No olviden los cascos! —dicho esto, Cora nos dio uno.

Con la protección puesta y todos bien sujetados, el treemor comenzó a andar. Rápidamente, estábamos viajando a gran velocidad por las calles del reino, y pronto nos detuvimos frente a una tienda.

—¡Llegamos! —informó Cora quitándose el caso, e imitamos su acción.

La construcción era ancha, tenía tres pisos de alto y en un cartel estaba escrito en letras grandes «Colorsario». Pero lo más fascinante de la tienda eran los coloridos dibujos por todo su frente.

—¿Te gustan las pinturas? —preguntó Nico.

—¡Me fascinan! —respondí.

—Aquí realizan los tatuajes más maravillosos y mágicos del mundo. Entremos para que puedas tener el tuyo —dijo Cora emprendiendo el paso con su hermano hacia el interior de la tienda; sin embargo, me quedé inmóvil.

—¿Qué sucede? —preguntó Cora.

—Le tengo temor a las agujas —respondí sincera.

—A mí me asustan las arañas —comentó Nico.

—¡Hablo en serio! —¿Acaso me estaba tomando el pelo? ¡No es momento para bromas!

—¡Yo igual! ¿No viste sus múltiples ojos y sus aterradoras mandíbulas?

—Eres un exagerado —dijo Cora—, y un bobo. ¿No te das cuenta que Ágatha cree que los tatuajes se realizan con agujas?

—¿No es así? —pregunté incrédula.

—Estamos en Acantha-Ophelia, ¡aquí todo se realiza con magia!

Las palabras de Cora me tranquilizaron, por lo que entramos a la tienda. Un señor pelirrojo, robusto y con varios tatuajes nos recibió.

—Bienvenidos al Colorsario, ¿quién será el próximo en tatuarse?

—Soy yo —respondí casi en un susurro.

—Síganme por aquí.

Dicho esto, el señor caminó por un pasillo hasta dirigirse al interior de una habitación. Una vez que todos estuvimos dentro, cerró la puerta.

—Siéntate y cuéntame qué quieres tatuarte —me dijo gentilmente.

—Quiero tatuarme la marca.

—Muy bien —dicho esto, el señor comenzó a sacar varios objetos de un cajón.

Una varita, tres frascos de tinta, un libro... ¡que extrañas cosas para tatuar!

Una vez que terminó de sacar objetos del cajón, el señor pidió que extendiera el brazo derecho, pero no podía hacerlo. Mi cuerpo estaba tenso y lleno de temor. De repente, Nico sujetó mi mano izquierda y sonrió, haciendo que mi miedo se disipara.

Jamás imaginé la extraña forma en la que tatúan aquí. El señor abrió su libro y memorizó unas líneas. A continuación, pegó una hoja en blanco sobre mi muñeca y sujetó su varita.

Pero esto no fue lo extraño.

Todo el cuarto se iluminó con una tonalidad azul cuando el señor comenzó a cantar un hechizo. Con su varita en mano, tocó el papel que estaba en mi muñeca e hizo varios movimientos con ella. De un momento a otro, el papel desapareció y en reemplazo apareció un mandala azul.

¡¿Qué demonios sucedió?!

Al terminar todo esto, miré asombrada mi nuevo tatuaje.

—Eso es todo. Pueden irse —dijo el señor.

«¿Acaso no debo pagar?» me pregunté.

—Al ser la marca, es gratis —respondió el señor, como si hubiera leído mis pensamientos.

¿O acaso lo hizo?

Al estar aún sujetados de la mano, Nico ayudó a levantarme. Una vez de pie, nos soltamos y salimos de la habitación. Cuando estuvimos fuera de la tienda, Cora sujetó mi brazo.

—¡Es genial! ¿Qué te pareció el proceso?

—Inesperado —respondí sonriendo—. ¿Qué se supone que haga con él?

—Como te dije en el castillo, es un comunicador entre magos—explicó Nico—. Para activarlo, debes tocarlo y pensar en la persona con quien quieres hablar.

Seguí sus instrucciones y en la primera persona que pensé fue en Cora.

¡Muy bien, Ágatha! Lo lograste—dijo Cora en mi mente.

—¡Es asombroso!— exclamé sorprendida. Deberían hacer esto en Atenas.

—No olvides que solo puedes hablar con quien tenga tatuada la marca.

—Entendido —respondí—. Y ahora, ¿qué haremos?

—Creo que deberías regresar a tu hogar —y antes que pudiera protestar por esto, Nico siguió—. ¡No te enfades! ¡Puedes volver cuando quieras!

—Para hacerlo, debes decir el hechizo con el que viniste hacia aquí —agregó Cora.

Y saltar en el portal...

—¿Debo decir un hechizo para irme de aquí? —pregunté.

—Repite esto: «Mi misión cumplí, ahora debo volver al lugar en donde nací para que el tiempo corra otra vez».

—Regresarás al lugar de donde partiste y notarás que el tiempo no habrá pasado —dijo Nico.

—¿Es decir que volveré a Atenas y aún será de noche?

—Así es. ¡Ten cuidado de no caer sobre nadie, por favor! —reí ante el comentario de Nico.

—Muchas gracias por todo. De verdad los extrañaré.

—¡Nada de lágrimas aquí! Puedes contactarnos y visitarnos en cualquier momento —dijo Cora.

—Mañana te esperamos, ¿de acuerdo?

—Lo prometo —respondí y me preparé—. Mi misión cumplí, ahora debo volver al lugar en donde nací para que el tiempo corra otra vez.

Un enorme portal apareció frente a mí y, saludando a los dos hermanos, entré en él.

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