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Capítulo 4

Y por primera vez desde mi aparición por el portal, pude observar el lugar en donde me encontraba. Este era un amplio parque, y el más bello que visité. Su césped era el más verde y fresco que haya visto; por todos lados se deslumbraban árboles muy altos y con frondosas copas de todos los colores: rosas, violetas, rojas, verdes, naranjas... Un largo camino de piedras se extendía a lo largo de todo el parque y, a medida que caminábamos por él, las maravillas no acababan. A costados del camino, habían hermosas flores jamás vistas por mí, y sus colores y aromas me fascinaron. La brisa soplaba suave, y a mis oídos llegaban el encantador canto de los pájaros.

—Por tu expresión facial puedo deducir que el Parque de los Colores te parece maravilloso —asentí al instante ante el comentario de aquel chico con ojos como yo.

—¿Cuál es tu nombre? —le pregunté mientras caminábamos, pues desde que llegué –mejor dicho, desde que caí sobre él– no pudimos presentarnos.

—¡Oh, había olvidado ese detalle! Soy Nico Lander, mejor amigo del chico
misterioso que ya conoces. Y tú ¿cómo te llamas?

—Ágatha Diomidis, ¡y vaya amigo que tienes!

Nico dejó escapar una carcajada: —Siempre dicen eso, pero Deo es un buen chico, solo que es muy reservado.

«Y descortés», pensé.

Mientras salíamos de aquel parque, pude observar a la gente de Acantha-Ophelia. Eran personas muy distintas unas a otras: algunas altas, otras bajas, delgadas, con un poco de panza, cabello largo, corto... Pero a pesar de estas diferencias, todos coincidían en su color de ojos. Y tal vez fueron los años de ser totalmente excluída por los demás, pero la sensación de sentirme en casa estaba presente a medida que caminaba por el reino.

Fueron varios minutos de caminata junto a Nico por el reino. Las calles por las que caminábamos eran de piedra, y a sus costados se presenciaban casas bajas y negocios. Sus habitantes caminaban con rumbo decidido y habían varios niños jugando sin preocupación alguna. El ambiente era armonioso, hasta que comencé a ver extrañas criaturas.

—¿Acaso me volví loca o aquello que está volando es un dragón, Nico?

—¡No estás loca! Aquí es bastante normal que los dregmons vuelen sobre el cielo. Acantha-Ophelia es un reino completamente diferente a tu ciudad, y ya lo comprobarás.

Y mi acompañante tenía razón, pues mientras más nos adentrábamos al reino, más criaturas fantásticas podía ver. Además de dregmons, por el cielo volaban caballos alados con un hermoso pelaje blanco, y unos peculiares pájaros grandes y de color dorado. Volviendo a tierra, pude observar que algunos magos estaban acompañados de unas criaturas enanas con piel morada y ojos grandes. Aparentemente, aquellas criaturas debían ser sus sirvientes o algo cercano a ello. Asimismo, por las calles caminaban unos seres rosados, con cabello azul y su contextura física era similar a la humana. Noté que por algún motivo observaban detenidamente a ciertas personas, y la única conclusión que pensé fue que los seres rosados estaban vigilándolos. Pero sin dudas mi sorpresa fue mayor cuando un centauro –la conocida criatura mitad hombre y mitad caballo– pasó por mi lado y me sonrió amablemente.

Sin dudas, esta ciudad contiene y esconde mucha magia.

—Ágatha, imagino que debes tener hambre por tu viaje —me dijo Nico—. Siempre que cruzo portales se me apetece un buen trozo de pastel. ¿Te gustaría visitar la mejor cafetería de aquí?

—¡Nunca niego la propuesta de un pastel! —respondí sonriente.

—Empiezas a agradarme mucho. Sígueme, la cafetería está a mitad de calle.

Y siguiendo los pasos de Nico fue como llegamos a la entrada de aquel lugar, que tenía una fachada de madera y detalles pintados con tonalidades oscuras. El chico abrió la puerta y me invitó a entrar. El interior de la cafetería era muy acogedor; sus paredes estaban forradas con madera y casi todos los muebles eran del mismo material. Por todo el lugar se distribuían varias mesas y sillas, exceptuando una barra que se hallaba en el fondo del lugar. Cuando entramos, una chica comenzó a agitar los brazos en nuestra dirección.

¿Acaso me conocerá? Eso sería imposible, pues nunca estuve aquí. Lo más probable es que sea conocida de Nico, y pude comprobar mi suposición cuando el chico le devolvió el saludo.

—Ella es mi hermana —susurró Nico en mi oído —. Ven, vamos a sentarnos con ella.

Asentí y lo acompañé hacia la mesa en donde se hallaba la chica. Cuando llegamos, ella nos recibió con un abrazo. No tenía que conocerla demasiado para saber que era una chica carismática y alegre. Medíamos lo mismo en estatura, pero ella no era tan delgada como yo; vestía un vestido rosa, un par de borcegos y su cabello era rojizo.

—Nico, creo que deberías presentarme a tu amiga —dijo la chica con una sonrisa muy amigable.

—¡Si no abrazaras a la gente todo el tiempo, estoy seguro de que las presentaciones serían más rápidas! —respondió él, a lo que su hermana rodó los ojos.

—Me llamo Cora Lander, ¿y tú? Nunca te había visto por aquí.

—Soy Ágatha, y estás en lo cierto. Es la primera vez que visito este lugar.

—¡Pues este chico te trajo al lugar correcto! Antes de seguir hablando, debes probar los postres de aquí. Te recomiendo el baclavá* junto a un café caliente.

—Suenan deliciosos —respondí, temiendo sonar más hambrienta de lo que estaba.

—¡Excelente! Iré a realizar el pedido —dijo Nico—. Cora, ¿podrías ayudarme a traer
la comida?

—Yo puedo ayudarlos.

—No es necesario, Ágatha. Es mejor que cuides la mesa, este lugar es muy
concurrido —respondió la chica, a lo que yo asentí.

Mientras los hermanos se dirigían hacia la barra, me senté en una de las sillas. La mesa en la que estaba se hallaba cerca de la ventana, por lo que podía mirar la
maravillosa calle del reino. Mi mente era un gran caos; aún no podía creer todo lo que sucedió en este tiempo.

Pues sí, boba. No todos los días te brillan los ojos, encuentras a un chico que atraviesa libreros, te llevas un libro de magia antigüa a tu casa e invocas un portal hacia un reino repleto de criaturas fantásticas.

Y tan inesperadamente como lo fue en un principio, mis ojos nuevamente comenzaron a arder y a brillar. ¿Por qué me sucedería esto? ¿Acaso era un método de alerta ante algo? El dolor era mayor que la primera vez, y no pude evitar soltar un gemidode dolor.

—Eres demasiada exagerada, no creo que este dolor sea para tanto.

¿Quién diablos se atrevió a decirme eso?

Y al alzar la vista me encontré con un chico: Deo Bemus.





🖇🍝🖇

*Baclavá: Postre hecho a base de hojaldre, miel, nueces y almendras. Es muy dulce y poco empalagoso.

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