Capítulo 2
Cuando la academia finalizó, caminé no muy lejos hacia una tienda de comida rápida para almorzar. Al entrar, ordené un gyro* y un zumo de naranja. Cuando recibí mi orden, me dirigí a una mesa vacía y me dispuse a comer. Al rato, un niño pasó frente de mí y, cuando me vio, le sonreí. El niño comenzó a llorar y a llamar a su mamá.
Ahora no, por favor.
—¿Qué pasa, tesoro? —le preguntó una mujer con cabello negro.
—¡Mamá, ella es una bruja!
En ese momento mi cara estaba roja como un tomate. Era habitual que los niños me llamaran «bruja», pero seguía siendo muy incómodo.
—Cariño, las brujas no existen —le respondió su madre sujetando su mano.
—M-mira sus ojos.
La madre miró mis ojos y se horrorizó. Comenzó a insultarme e inmediatamente alejó a su hijo y a ella misma de mí. Pude notar que todos los clientes estaban mirándome sorprendidos y aterrados. Decidí ponerme mi capucha e irme del lugar.
Odiaba todo el ataque que recibía de las personas de la ciudad por el inusual color de mis ojos. En más de una ocasión maldecí al creador de que «las brujas tienen ojos violetas».
Mis pasos me llevaron hacia la Biblioteca Nacional de Atenas, pero no me sorprendió ya que aquel lugar es mi refugio de las demás personas. Ingresé al edificio tras subir los escalones y me sentí en paz.
El lugar era amplio y con arquitectura de estilo neoclásica. Las paredes del edificio estaban ocultas por cientos de estantes con libros que llegaban hasta el techo; habían columnas y mesas agrupadas en línea para que el lector pudiera leer con tranquilidad.
Tras entrar, comencé a buscar un libro para leer en esta ocasión. La literatura que tenía este lugar era maravillosa. Además de la basta cantidad de libros que el establecimiento prestaba al público, se hallan textos homéricos y de mil doscientos años de antigüedad guardados en los archivos de la Biblioteca para que nadie pueda destruirlos.
Cuando encontré mi próxima lectura, fui hacia mi mesa favorita y me dispuse a leer. Últimamente, la biblioteca se encontraba muy concurrida debido a que era una gran atracción turística, junto a la Academia y la Universidad. Juntos, estos tres edificios forman la «trilogía de Atenas». Decidí concentrarme en mi lectura, pero por algún motivo no podía.
Alguien me estaba observando. Y ese alguien era un chico.
No le presté atención y seguí con mi lectura, pero mis ojos comenzaron a arder. Y no solo ardían, sino que comenzaron a brillar.
¡¿Qué diablos estaba sucediendo?!
Levanté la vista —aún con mis ojos adoloridos y brillando— y noté que el chico también tenía sus ojos como yo. Cuando nuestras miradas se cruzaron, estos dejaron de brillar y de arder.
No entendía nada, todo lo que sucedió fue muy extraño. Pero, como soy demasiado curiosa, decidí acercarme al chico para obtener respuestas. Y como si el chico hubiera leído mi mente, él también se levantó de su asiento y estuvimos cara a cara.
Era más alto de lo que aparentaba. El chico debía medir más de un metro setenta, era delgado y de piel pálida. Vestía unos jeans negros un tanto gastados y una remera azul. Tenía cabello negro, ojos violetas y sobre su cara unas cuantas pecas...
Esperen... ¡¿Tiene ojos violetas?!
Volví a mirar sus ojos y comprobé que estos eran del mismo tono que los míos. Estaba muy sorprendida, y pude notar que él también.
—¡Tienes los ojos como yo!
—No me digas —respondió con gran sarcasmo y todo se derrumbó.
¿Cómo podía responderme aquello con tanta naturalidad? ¿Acaso él no fue tratado como un fenómeno debido a sus ojos? ¿Acaso no vivió toda su vida esperando encontrar a alguien como él?
—¿Cómo te llamas? —le pregunté.
—Deo Bemus —respondió.
—¿Eres de aquí?
—No.
—¿Siempre tuviste los ojos de ese color? ¿Fue heredado por una mutación genética? ¿Por qué nuestros ojos brillaron? Y ¿por qué estabas observándome?
Me quedé sin aire debido a tantas preguntas que realicé, pero quería que el chico me respondiera.
—Yo, ehm, debo irme —y, tan inesperadamente como su respuesta, Deo salió corriendo.
Muy bien, Ágatha. Siempre espantas a las personas.
Pero no iba a dejar que el chico se fuera así sin más dejándome con mil preguntas en la mente, por lo que decidí perseguirlo. Pasando por debajo de una mesa, esquivando libreros y apartando al gentío de mi camino fue como conseguí localizar a Deo, quien estaba corriendo hacia un librero ubicado sobre una pared.
¿Acaso está loco el chico? Si sigue corriendo, ¡va a estrellarse contra el librero!
—¡Cuidado! —pero el chico no hizo caso a mi advertencia y, corriendo a toda velocidad, lo atravesó.
«¿Cómo fue que lo hizo?» fue la pregunta que rondó por mi mente. Me detuve en seco en donde Deo Bemus desapareció y tuve la idea de atravesarlo, al igual que él. Retrocedí unos pasos, tomé impulsó y... ¡paf! Ahora me hallaba en el suelo con las miradas de todas las personas sobre mí.
—¿Tienes otra desgracia para mí, universo? —y al parecer este me escuchó ya que un libro cayó directo en mi cara. A pesar de tener mi cara adolorida, tomé el libro —el cual era muy viejo— y leí su título: «Historia de los ojos violetas».
¿Acaso el universo me estaba enviando una señal?
No lo dudé, y decidí llevar aquel viejo libro a mi casa.
🖇🍝🖇
*Gyro: comida típica de Grecia. Contiene carne de cerdo, pollo o ternera, acompañada de yogurt y patatas fritas, envuelto por un delicioso pan de pita.
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