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Capítulo 15

Dedicado a chicanerd7

🖇🌙🖇

Ágatha

Ha pasado una semana desde que vivo en el castillo de la familia Bemus, y he pasado la mayor parte del tiempo encerrada en mi habitación leyendo los libros que Deo me entregó.

Adoro leer, pero... ¡aquello es demasiado!

Mis párpados comenzaban a cerrarse cuando estaba por la mitad del capítulo setenta y tres de «Ventajas y desventajas de su varita» cuando noté que alguien golpeaba mi puerta.

—Adelante —dije elevando mi tono de voz para que la persona que estuviera afuera me pudiera oír.

—¿Qué tal, come libros? —preguntó Nico.

—¿Nos extrañaste? —preguntó Cora y sonreí.

—Demasiado —respondí sincera, dejando de lado el libro que estaba leyendo.

—Los chicos y yo planeamos un día de campo para que puedas distraerte del estudio —informó Cora

—Y no aceptaremos un «no» como respuesta —agregó el rubio cruzando sus brazos.

—¿Un día de campo hoy? ¡Debo terminar de leer tres libros! —respondí agobiada. Realmente necesitaba un descanso, pero debía acabar con lo que comencé.

—Habrá comida —y aquellas palabras cambiaron por completo mi opinión.

Por comida, haría cualquier cosa.

Me levanté de mi cama y despejé de mi mente todos los conocimientos que leí; hoy tomaría un descanso. Seguí a los hermanos Lander hasta la salida del castillo, en donde nos aguardaba Deo en una carroza.

Que elegancia la de Francia.

—Hola, Ágatha. ¿Las ojeras son la última moda?

Sin embargo, el comentario de Deo no me enfadó. Supimos aprender a convivir con nuestro sarcasmo y nuestras pequeñas bromas.

Al menos, eso intentábamos.

—¡Buenos días, señorita! —saludó Munchik, nuestro amigo chinchiná.

—Munchik nos trasladará hasta un prado cercano —informó Deo.

—¿Sabes conducir? —preguntó Cora al chinchiná.

—¡Los chinchiná nos entendemos muy bien con los grifos, señorita!

Y es que las grandes carrozas debían ser conducidas por grandes animales, como los grifos, los cuales tenían cuerpo de león, y cabeza, garras y alas de águila. Subimos los cuatro al interior de la carroza, la cual comenzó a andar dirigida por Munchik. Durante el viaje hablamos sin parar de las actividades que hemos realizado en los últimos días.

Un par de horas más tarde, nos detuvimos en un campo despejado. Algunos árboles imponentes destacaban, ubicados alrededor del inmenso lago.

—¡Empezaré a preparar la comida! —informó Nico, quien colocó una manta sobre el césped y varios platillos encima de este.

Lentamente me alejé de la carroza y me sumergí en la calma del lugar. Al observar el cielo, podía disfrutar del vaivén de las hojas. Algunas caían sobre el traslúcido lago y quedaban allí, flotando. Las nubes de tonalidades grisáceas se movían lentamente por el cielo provocando en mí una gran satisfacción de encontrarme allí. El canto de los pájaros llegó a mí, al igual que el sonido de la suave brisa que soplaba. Mi cabello volaba como mi mente en aquel lugar.

—Estás muy poética —comentó Deo con sus violetas pupilas sobre mí.

¿Alguna vez dejará de leer mis pensamientos?

La suave brisa que antes nos deleita en un instante se convirtió en un feroz viento. Observamos que las aves volaban en busca de refugio, y el cielo se cubrió por densas y oscuras nubes. Estruendos se comenzaron a escuchar y pronto nos vimos envueltos en el caos.

—Una tormenta —dijo Nico mirando las nubes.

Estábamos perplejos ante el clima. Pronto, nuestra visión se hizo escasa cuando gruesas gotas comenzaron a caer violentamente.

—Debemos regresar al carruaje —indicó Deo.

—¿Dónde demonios está? —pregunté.

—No lo sé. No puedo ver nada —respondió Cora, intentando en vano proteger su cabeza con sus brazos de la violenta lluvia.

—¡Cora! ¡Ágatha! ¡Deo! —gritó Nico—¡Deben ver esto!

Tomé la mano de Cora y Deo tomó la mía para caminar por el lodo hacia Nico. Al estar los cuatro reunidos, el rubio señaló con su brazo hacia el cielo para mostrarnos algo que nos atemorizó: una mujer se elevaba por los aires junto a nuestro carruaje y...

—¡Munchik! —exclamamos al unísono.

—¿Qué planea hacer esa loca con Munchik y el grifo? —preguntó Cora. No podía distinguir sus lágrimas de la lluvia.

Pero antes de que pudiéramos dar alguna respuesta, fuimos golpeados por un rayo rojo, y caimos al suelo.

🖇🌙🖇

Al despertar, me hallaba en el suelo con lodo cubriendo todo mi cuerpo. La lluvia se había dispersado.

—Levántate —ordenó una voz familiar.

¿Podría ser aquella la voz de la hechicera que vi en mi sueño?

Al incorporarme, noté la presencia de una atractiva mujer. Estaba frente a mí.

—¿Quién eres? —pregunté.

—¿Aún no lo sabes? ¡Oh, claro! Hace años que no nos vemos.

Las palabras de aquella mujer solo consiguieron confundirme, y esta confusión aumentó cuando no vi a mis amigos por ningún lado.

—¿Dónde están? —exigí.

—No te preocupes por ellos, están dando un reconfortante vuelo.

Al elevar mi cabeza, los vi: todos estaban inconscientes, flotando por el cielo gris.

—¿Qué quieres de mí? ¿Qué piensas hacer con ellos? ¡Habla ya, desgraciada! —la mujer solo sonrió con satisfacción.

—¡Vaya! Tienes la boca tan sucia como tu padre.

—¿Mi padre?

—¿Aún no lo descifraste? Esperaba que fueras tonta, pero no tanto.

—Explícate de una vez.

Todo lo que decía aquella mujer me confundía aún más. ¿Boca sucia como mi padre? ¿Aún no logré descifrar qué?

—Soy Drucilla Urania, la asesina de tus padres.

¿Drucilla Urania? ¿La hechicera que supuestamente asesinó a los reyes de Acantha? Eso solo significa que...

Yo soy Galatea Scruse.

Una gran ira me invadió, y pronto derribé a la hechicera.

—¡Eres despreciable! —le grité tras darle un golpe con mi puño, pero pronto recibí un golpe mucho mayor.

Dejé escapar un grito de dolor y caí nuevamente al suelo. Drucilla se acercó hacia mí e inmovilizó mi rostro con su pie.

—Las fuerzas del mal han vuelto y no podrás evitar la destrucción de tus seres queridos. Si te atreves a enfrentarme, pagarás las consecuencias con la muerte.

Al quitar su pie de mi rostro, deshizo el hechizo que mantenía a mis amigos flotando.

—Para que no olvides lo que dije, te dejaré un recordatorio —dicho esto, el cuerpo sin vida de Munchik estuvo a mis pies.

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