Demetrius

Al cruzarme en el pasillo con Ágatha, observé su varita y miles de sensaciones reinaron en mí.

—¡Vaya! Sin dudas, tu varita es hermosa —dije cortésmente.

—Gracias, su majestad. Yo también opino lo mismo —respondió.

—Espero que las clases de mi hijo estén dando resultados.

—Es un gran maestro. Sé que lograré dominar mis poderes muy pronto.

—Eso espero. Si me disculpas, debo retirarme —dicho esto, emprendí el paso hacia mi despacho.

Al entrar en él, medité lo que acababa de ocurrir. Lo creyera o no, aquella mocosa niña tenía la misma varita que Saphira Scruse.

Esto no me indica nada bueno.

Cuando me aseguré de que la puerta estuviera completamente cerrada, tomé mi varita y, tras pronunciar un conjuro, abrí un portal. Al entrar en él, llegué a un castillo en completas ruinas, en donde solo abundaba la oscuridad y la humedad.

—Espero que me traigas noticias alentadoras, Demetrius.

—Me temo que no, mi señora.

La mujer se acercó a la escasa luz del lugar, en donde aprecié su desordenado cabello y su vestido que remarcaba su figura.

—No te detengas, dime lo que sabes.

—Galatea está viva.