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Capítulo 13

Deo

No sabía cuánto tiempo dormí, pero supe que fue bastante cuando pequeños rayos de sol entraron desde mi ventana hasta mi rostro.

Que molesto es el amanecer.

—Amo Bemus... —escuché desde el pasillo.

—Adelante.

Por la puerta entró una de las tantas empleadas que hay en el castillo. Llevaba la cabeza agachada, evitando cualquier contacto visual conmigo.

—Lamento molestarlo, pero quería informarle que el desayuno será servido en breve.

—Gracias, Marille —dije y, tras una reverencia, la joven se fue.

Detestaba el miedoso comportamiento que las personas tenían ante mí. ¿Acaso no notarán que solo soy un simple adolescente? Dejando mis pensamientos de lado, decidí vestirme y bajar a desayunar. Di una ojeada a mi armario, pero solo hallé camisas bordadas, pantalones finos y capas.

¿Quién creen que soy, la reina del Universo?

Finalmente, me vestí con una simple remera oscura, pantalones negros y mis gastadas zapatillas. Al salir de mi habitación para ir rumbo al comedor, me crucé con mi padre.

—¿Nunca usarás ropa decente?

—Con un simple «hola» era suficiente —respondí cortante.

—Tienes que entenderlo, hijo. Eres el príncipe, no puedes andar por ahí luciendo ropa tan gastada.

—Pues encárgale a la costurera el tipo de ropa que a mí me gusta, no la que tú quieres que use.

—Sabes que eso no sucederá.

—Lo sé —bufé.

Al llegar hacia el primer piso, mi padre se dirigió hacia su despacho. Yo, en cambio, me dirigí al comedor, en donde hallé a Ágatha.

—Buenos días, Deo —saludó y noté que todavía no había tocado su comida.

—No era necesario que me esperaras.

—Con un «hola» me conformaba —respondió y no pude evitar sonreír al notar nuestras similares respuestas sarcásticas—. ¿Amaneciste nostálgico?

—¿Por qué lo dices? —pregunté tras probar un bocado de pastel.

—Por tu ropa emo.

—Dejaré de usar negro cuando inventen un color más oscuro —respondí y Ágatha comenzó a reír.

Pasamos el resto del desayuno en silencio, pero mi mente estaba llena de pensamientos. Observaba a Ágatha disimuladamente, tratando de analizarla mejor. Cabello castaño, ojos violeta oscuro, nariz y labios pequeños, al igual que un lunar encima de su labio. Todo en ella era tan delicad...

—¿Por qué me observas tanto?

Maldición.

La castaña estaba mirándome confundida por mi comportamiento, y yo estaba muriéndome de la vergüenza. Ignorando aquello, aclaré mi garganta.

—Deberíamos comenzar con las lecciones de magia. Mientras podamos controlar tu poder lo antes posible, estaremos bien.

—¿«Estaremos bien»? —inquirió.

—Tienes que emplear la magia con sabiduría, no puedes precipitarte a atacar a alguien solo porque te molestó.

Pero cometí un error en mencionar aquello.

—Lamento dejarme influenciar por mis emociones, pero Zander es un verdadero dolor en el trasero.

—Tienes que pensar en frío, no en caliente.

—¿Estás diciendo que soy caliente? —preguntó levantando una ceja.

¡Esta chica es una pervertida!

—Vamos a la biblioteca. Empezaremos con tus lecciones.

🖇🌙🖇


Ágatha

Deo seguía provocando muchas preguntas en mí, pero sabía que debía ganarme su confianza si quería obtener respuestas. Tras salir del comedor, nos dirigimos a la biblioteca. Al llegar, cerró la puerta y despejó el lugar usando su varita.

—Lo primero que debes aprender es a utilizar una varita.

—¿Cómo obtengo una?

El pelinegro se dirigió hacia un baúl que se hallaba en un rincón del espacioso lugar. Allí se encontraban cientos de varitas: largas, cortas, de roble, de cedro, con grabados o lisas...

—Tienes que extender tu mano y pronunciar un conjuro. De esa forma, tu varita te escogerá.

—De acuerdo —respondí.

—«La magia del destino nos han encontrado; con este conjuro haré que estés a mi lado» —susurró Deo en mi oído. Pude sentir su cálido aliento.

Al repetir el conjuro, el baúl comenzó a brillar. Noté que este también se agitaba, y de él salió flotando una varita. Tuve la sensación de que me estaba analizando y, tras su aprobación, se dirigió hacia mis manos. Sentir su tacto fue agradable, pues sentí que era parte de mí. Al observarla, noté que debía medir un poco más de veinte centímetros; su madera era de acebo, y tenía grabados de flores con pequeños brillos en sus pétalos.

—¡Es hermosa! —logré decir, pues no lograba salir de mi asombro.

—Debes tener una buena comunicación con tu varita y no sobreexigirla —indicó Deo.

—¿Sino qué podría ocurrir?

—Podría destruirse o destruirte.

Tragué saliva ante la respuesta de Deo.

Sin dudas tener una varita es peligroso.

—Lo segundo que debes saber es cómo sujetar tu varita. Te parecerá sencillo, pero debes resistir los golpes de los hechizos.

Sujeté fuertemente mi varita con toda mi mano; sin embargo, cuando Deo lanzó su hechizo, esta salió disparada al aire.

—No tienes que emplear la fuerza física, solo tienes que sujetarla de esta manera.

Deo tomó mi mano y acomodó la varita entre mi pulgar, mi índice y mi dedo medio. Tras esto, el chico volvió a lanzar un hechizo, pero esta vez la varita se quedó inmóvil.

—¡Vaya! Voy progresando bastante bien.

—En eso estoy de acuerdo. Lo tercero que debes aprender es cómo lanzar hechizos, pero antes debes aprender los conjuros básicos —y, entregándome varios ejemplares de antigüos libros, siguió:—. Estos libros te serán de ayuda. Espero que puedas leerlos lo antes posible.

—¿Esto es todo por hoy? —pregunté desilusionada.

—¡Hey! Aprender magia toma su tiempo —respondió Deo sonriendo.

Mientras salía de la biblioteca, Deo comenzó a acomodar la biblioteca como estaba antes. Y sin oportunidad de poder analizar lo que estaba apunto de decir, solté:

—Tienes una linda sonrisa.

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