25
La familia Park era bastante tradicional, de un modo anticuado y tóxico. Conforme Jimin crecía se topaba con un sinfín de choques respecto a las tradiciones que seguían otras familias, pero no podía hacer mucho al respecto más que seguir conociendo el mundo fuera de la casa de su infancia a escondidas. Otro factor importante del porqué muchas festividades no tenían lugar en su familia era el ámbito económico.
Como cualquier muchachito, Jimin creció con el anhelo de festejar los festivales, el Año Nuevo lunar, o las fiestas de navidad y el Año Nuevo del calendario universal como veía en la televisión, o como hacían sus compañeros de la escuela. Era toda una bella cultura de la que él había sido privado.
Luego de mudarse con Deokjung, cayó en cuenta de que su primer celebración de Año Nuevo sería a su lado, y nada pudo emocionar más a su enamorado y joven corazón. Estaba seguro de que forjarían nuevas costumbres entre ambos, costumbres que repetirían anualmente y que pasarían a sus hijos. Se avecinaban un montón de primeras veces a su lado, y para él, en aquel entonces, era lo mejor del mundo.
Sin embargo, nunca imaginó que el ambiente fuera más o menos igual de hostil que en su familia.
En un principio trató de convencerse de que no todas las familias celebraban igual, y que cada casa era un mundo. Después de todo, no podía juzgar algo que él apenas estaba experimentando, tal vez las cosas así debían ser. Aún así, no pudo evitar desilusionarse poco a poco, hasta que el ambiente tan similar al de su familia le hizo envolverse en una discusión con su suegro que le dejó completamente indignado y decepcionado.
Los rumbos por los que se encontraban no se veían igual de concurridos que en el centro de la ciudad, hacía un rato que los edificios altos dejaban de aparecerse por la ventana. Aún así, se podían encontrar varios establecimientos acompañando a las casas ahí asentadas y edificios de departamentos. Las luces navideñas daban un toque alegre y cálido en contraste de la fría nieve tapizando por donde cayera.
Cómo desearía hacer oídos sordos a su alrededor, perderse en la imagen de la ventana.
—¿Qué nunca te enseñaron a respetar a tus superiores? ¿Cómo se te ocurre ser tan imbécil? ¿Qué acaso no razonas?
No estaba gritándole, pero su voz estaba muy alta y su tono gutural por poco rozaba la voz de mando. El alfa realizaba un montón de ademanes, chocando su mano contra el volante, incluso presionándole las sienes con sus dedos.
—Deok... tu padre dijo que... él dijo...
—¿Mi padre dijo qué? ¡Habla de una puta vez, Jimin!
—¿Por... por qué no me defendiste? —intentó seguir hablando de ello, la decepción confusa empujando tras sus palabras.
En un momento de la velada, el ambiente igualó por completo su casa de la infancia, y la sensación le había hecho sentir náuseas.
No supo cómo había llegado a eso la situación, pero de repente tuvo al intimidante alfa Kim resoplando en sus cara, burlándose de él o reclamándole molesto. Jimin no lo sabía con exactitud. Se escandalizaba de que su hijo, siendo el licenciado que era, hubiera dejado que un omega sin chiste como él se le metiera en la cama en busca de su dinero. Le había insultado por la carrera que en su momento estudiaba, jactándose de que gastronomía no podía ser un estudio verdadero, puesto que era una tarea que los omegas siempre debían cumplir con sus alfas e hijos en casa.
"¡Já, ahora me dirás que lavar la ropa también es una carrera! No me hagas reír".
—¿Por qué demonios habría de defenderte? ¿Insinúas que mi padre no tiene educación, acaso? ¿Que fue criado como un abusador?
—¡N-no, no es eso! —intentó aclarar rápidamente—Deok, dijo que me había metido en ti por conveniencia, que mi carrera era una estupidez.
—¿Y?
Jimin sintió su corazón saltar a su garganta al ver a su alfa encogerse de hombros con indiferencia, ni siquiera le daba la cara. Era como... él no parecía encontrar lo que estaba mal.
—¿Có-cómo que y? —comenzó a escandalizarse—Deokjung, ¿por qué dejaste que me dijera eso? No me defendiste, se comportó como es-...
—¡Cuida tu boca, que es mi papá de quien hablas! —Le soltó un manotazo en la pierna, fuerte, dejando arder su piel bajo la mezclilla.—Cuida lo que dirás porque es un alfa de quien ni siquiera mereces el derecho de mencionar, y no cualquiera, el padre de tu alfa. Le debes completo respeto y sumisión, ¿cómo te atreves?
—Deokjung... —murmuró, pasmado por la sensación de la huella en su pierna, por lo que le oía decir, y a punto de expresar su indignación.
—¡¡Completo respeto y sumisión he dicho!!
Dentro del pequeño carro, con el sonido de su gruñido rebotando ahí, Jimin escuchó un pitido en sus oídos. Su omega se escondía, retrocediendo.
—¡No te atrevas a faltarme al respeto y sumisión que me debes! ¡Suficiente tengo para meterte tus cachetadas con el papelito de idiota que hiciste en casa de mis padres! ¡Deberías agradecerme por no hacerlo! —Jimin sintió que su corazón ya no solo latía con fuerza, sino que también aumentaba su velocidad.—¡Aquí se hace lo que yo te diga, y si quiero irme de casa de mis padres a las putas cuatro de la mañana, pues a esa hora nos vamos! ¡No cuando al idiota sensible se le antoje! ¿Qué es esa mierda de salir dando de portazos y subirte al coche sin más? ¿Estás tonto de la cabeza? ¿Tu estúpido cerebro omega no razona?
Antes de sentir los dedos clavándose en sus sienes de nuevo, Jimin le aventó un manotazo para evitarlo. Un segundo entero el mundo se detuvo y hubo silencio, y en ese segundo el omega no pudo descifrar lo que el castaño planeó hacer ni lo que pensó.
—¡¿Qué putas te crees?! ¡¿No te quedó claro lo que te enseñó mi padre?! ¡Dime quién mierdas eres para faltarme al respeto! ¡Yo soy un alfa, tu alfa, un licenciado hecho y derecho! ¡¿Tú qué eres?! ¡No eres nadie a mi lado! —Kim dio un frenón, si Jimin no hubiera metido las manos, se habría golpeado.—¡Bájate!
El de labios pomposos le miró, su cerebro sin comprender lo que le habían dicho. Nada parecía ser real.
—¿Qué no me escuchas? ¡Bájate! —gritó. Para este punto, Deokjun se veía colérico, rojo y agitado de coraje, irreconocible—. ¡Que te bajes!
Sin esperárselo, Jimin tembló con miedo cuando el alfa se le encimó para quitarle bruscamente el cinturón de seguridad, aventándolo y golpeándolo con éste en el pómulo. El mismo broche había chocado contra la ventana a su lado, escuchó el impacto al vidrio en su oído y se encogió con los ojos apretados por el golpe en su cara. Su aroma comenzó a demostrar miedo cuando la mano del castaño abrió la puerta y trató de empujarlo fuera, sus feromonas escaparon tan rápido que su propia nariz cosquilleó.
—¡Bájate, omega!
Bajando la cabeza por instinto, con toda su existencia temblando, Jimin descendió del auto, apenas logrando ver a Deokjung estirarse a cerrar la puerta para después irse de ahí con velocidad.
Sin poder diferenciar si era la realidad o una mala fantasía, el omega miró a su alrededor cuando el carro se perdió en el fondo de la calle. Por completo aturdido. El cielo estaba obscuro, pasaban ya de las cuatro en punto, la nieve crujía bajo sus pies y el aire helado se apresuraba para tragarse su cuerpo. El sonido de los pocos vehículos cercanos le envolvió, escuchándolos ridículamente alto, y entonces su cerebro disparó sus niveles de cortisol y adrenalina.
Todas las luces brillantes y acogedoras no eran suficientes, cada desolado vehículo que se atravesaba en la calle le generaba terror. Todo él se encontraba alerta, temblando. Su respiración se aceleraba. ¿Ahora cómo rayos regresaba a casa? Estaba demasiado lejos. ¿Por qué Deokjung no volvía, qué acaso no sentía lo aterrado que se encontraba por medio del lazo? ¿Por qué ignoraba el llamado de su omega?
El corazón le latía con locura, sentía que su ritmo le estaba ahogando. Iba a vomitar o a dejar de respirar, definitivamente una de las dos cosas iba a suceder pronto. Le dolía el golpe en la cara y sus ojos desbordaban lágrimas de dolor y de miedo.
El pecho le dolió cuando escuchó una camioneta descender su velocidad para ir a la par de su paso.
—Oye bonito, ¿no quieres que te llevemos? —una voz masculina salió por la ventana del copiloto.
Jimin miró de reojo, no quiso voltearse, y siguió caminando. Hasta su posición podía encontrar el olor del alcohol y el cigarro.
—Ah, ¿qué pasa, precioso? No nos ignores —ahora otra voz masculina sonó en las ventanas traseras.
—¡Anda! ¿Por qué no vienes con nosotros y te diviertes? Es año nuevo, ¡hay que divertirnos!
El muchachito se mordió los labios para no sollozar, aterrado. Una corriente de viento frío casi le vuela el gorro, pero alcanzó a sostenérselo por suerte, escuchando las risas de aquellos sujetos.
—¡Nosotros te cuidamos, bonito!
—¡Seremos buenos contigo, mi amor!
Jimin continuó caminando, sin saber cómo es que su cuerpo podía seguir moviéndose. Escuchó comentario tras comentario, uno cada vez más desagradable que el anterior, hasta que parecieron hartarse. Otros tres carros pitaban tras ellos con molestia por su bajísima velocidad en el carril de alta. Antes de irse, se encargaron de insultarlo cuanto pudieron.
Irónicamente, las frases tatuadas en su alma fueron las primeras, no los insultos.
Con el resto de vehículos pasando rápidamente a su lado, Jimin finalmente volvió a sollozar, lleno de desesperación. A estas alturas, no veía posible aparecer en casa a salvo.
Su mano estaba apretada en torno a su celular, como si de algo pudiera servirle el aparato. No traía saldo en su celular, la batería estaba a nada de terminarse, y definitivamente no cargaba con dinero. De todos modos, ¿a quién demonios llamaría por ayuda? ¿A sus padres, acaso? Ya no tenía a nadie.
Y continuó su camino, escondiéndose en las sombras y saliendo hacia las luces más brillantes, inseguro, tembloroso. No pudo evitar mirar hacia la carretera de vez en cuando, no solo por mantenerse alerta de otras personas, sino también manteniendo la chispa de esperanza de que Deokjun regresaría por él.
Así hizo hasta que llegó a un pequeño hospital de la zona. Las luces blancas le parecieron la llegada al cielo.
Una enfermera le vio llegar, y le hizo unas cuantas preguntas para cerciorarse de que estuviera bien de salud. Actualmente, Jimin no recordaba en absoluto nada de lo que le había preguntado aquella mujer. En su mente solo está presente el recuerdo de ella permitiéndole dormir en el almacén de medicamentos luego de decirle que apestaba, que podría estar a nada de entrar en celo.
Deokjung nunca preguntó qué había hecho aquella madrugada, incluso le ignoró por completo al día siguiente cuando le vio llegar a casa. Tres días después le compensó con una rosa que no eliminaría el dolor aún persistente en su pómulo morado.
Y claro, apenas entró en calor, Deokjung se convirtió en el alfa más dulce y atento, esperando la recompensa que Jimin, sin darse cuenta de la realidad, le otorgó.
Las siguientes festividades, el alfa se iba a solas a casa de sus padres a celebrar, o al menos eso decía. Argumentaba que Jimin era un omega sin modales que le hacía pasar vergüenza en las cenas, que no sabía comportarse en las mesas, o mantener charlas amenas y prudentes, y que comía como un cerdo hambriento.
Desde entonces, el omega no había vuelto a pensar en celebrar algo en absoluto.
Había cierto sentimiento extraño en su pecho mientras se alistaba frente al espejo, su mente haciéndole revivir una y otra vez los desagradables recuerdos. No se pensaba merecedor de pasar Año Nuevo con la familia de la señora Minsung, no cuando la primera vez que alguien había planeado celebrar algo con él, de todo corazón, lo había arruinado.
No podía dejar de culparse de todo lo que rodeaba a Yoongi. Seguro había sido una tremenda molestia para él, todos los días. Aquellas veces en las que el alfa cocinaba, cuando ponía de su dinero al inicio para los insumos del departamento, cuando no dormía velando por CheonMoon, o todas esas veces que se tomó la molestia de llevarla consigo al hospital. Por su causa el alfa había gastado en decoraciones navideñas, en gasolina, en dinero, en tiempo, en sentimientos y emociones.
Jimin se sentía egoísta, quizá lo era. Nada era claro en su mente. Sin embargo, esbozaba una sonrisa cuando recibió a Hwasa con su niña y a Jungkook. La señora Minsung había estado encantada con la idea de tenerles en la velada del treinta y uno, escandalizada con la mención de que la pasaran a solas.
Jeon se integró muy bien, teniendo en común la pasión por la cocina, no se separó del horno. Cada dos de tres se escuchaban un montón de halagos de la mujer hacia él, celebrando lo educado, talentoso y atractivo que era, pintando de rosa sus cachetes.
Este fin de año las cosas eran diferentes. Jimin nunca se imaginó pasar el día con tantas personas, y si hace unos años le dijeran que su hermano mayor le desearía un exitoso nuevo comienzo, respondería que dejaran de decir estupideces. Si bien su corazón estaba roto por varios motivos, esta vez, no se sentía completamente desesperanzado y atascado en su propio cuerpo. Tal vez era una alucinación provocada por las buenas personas a su alrededor, pero quería seguir sintiéndose así de bien un poco más.
Poco a poco iba a comenzar su vida de nuevo, y de todo corazón le pedía a la sagrada diosa que iluminara su camino para ello.
Para cuando la música llenó el lugar y los señores Tae se levantaron de la mesa para bailar, Jimin se sentía un poco agotado de las voces y aromas a su alrededor. Luego de que Hwasa le pidiera un espacio para dejar dormir a su hija, pensó que era buen momento para tomar distancia. La llevó a la habitación que él ocupaba ahí, donde la música en la sala no invadía.
—Voy a salir un rato —le avisó cuando la mayor estaba quitándole los zapatitos a su cachorra.
—¿Quieres que te acompañe? —Jimin solo negó con una ligera sonrisa.
Al abandonar la habitación cerró con cuidado la puerta para no interrumpir el sueño de la chiquilla, y se encaminó a la cocina. Usó la salida que había ahí, así no tendría que atravesar el camino entre los demás presentes y repartir explicaciones. Únicamente se aseguró de cerrarse bien su abrigo, observando el vaho frente a su cara.
El jardín en la casa de la señora Minsung era muy bonito, lástima que el frío borrara temporalmente la vista. Jimin siempre ha pensado que, cuando tenga su propio hogar, lo quiere tan lleno de plantas y árboles como la señora Minsung.
Se sentía débil y cansado, así estaba siendo todos los días, así que optó por sentarse. Antes de poder hacerlo, escuchó ruido, las plantas secas siendo removidas por alguien. Su piel se erizó dentro de su ropa cálida, sus sentidos alerta.
Luego, reconoció un aroma alrededor. Sintió frío el pecho.
Se puso de pie justo cuando Kim Deokjung apareció frente a sus ojos. Una temblorosa exhalación sacó vaho de su boca.
—Qué haces aquí —fue lo primero que dijo, caminando tembloroso hacia él.
Traía un bulto entre sus brazos. Jimin sabía perfectamente que ese era Sabyeol.
—Eres difícil de encontrar, Jiminnie —habló el alfa castaño—, te mueves de un lugar a otro, vas de cama en cama.
El pelinegro dejó de avanzar, rígido en su sitio ante sus palabras. Sus ojos no se despegaban de la bolita de mantas que cargaba el otro hombre.
Deokjung miró al cachorro en sus brazos y luego a él.—¿Mmh? ¿Quieres sostenerlo?
Jimin lo miró y avanzó otra vez, rápido.—Dame a mi bebé.
El alfa retrocedió.—¡Wow! Es mi bebé, ¡ten más cuidado! —Lo balanceó suavemente, apartándolo del omega.—¿Por qué lo abandonaste, mmh? Eres un insensible.
—¿Aban... abandonarlo? No... —negó de inmediato, intentando acercarse de nuevo, sus ojos aguándose y sus manos temblorosas alzadas hacia el cuerpecito—. T-te fuiste y yo...
—Complicaste las cosas, eso hiciste —replicó el más alto—. Solo tenías que esperar por mí.
—Deok... déjame cargarlo.
—Mh, ¿por qué te dejaría hacerlo luego de que nos dejaras?
—Por favor... —rogó Jimin. Su respiración no parecía ser suficiente para sus pulmones en esos momentos.
Deokjung lo miró fijamente en silencio por unos instantes que parecieron eternos, luego, lentamente, comenzó a extender sus brazos. Jimin se movió de inmediato, con la abrumadora necesidad de arrancarle a su pequeño bebé de su agarre. Cuando lo tuvo contra su pecho, nada parecía ser real.
Apenas una lágrima se deslizó fría por su pómulo, sintió la mano de Deokjung en la parte trasera de su cuello, tratando de someterlo mientras lo jaloneaba.
Jimin ni siquiera tuvo tiempo de gritar, automáticamente apretó a su hijo contra su pecho, sacudiéndose para liberarse.
Sintió una patada en la parte trasera de sus rodillas y soltó un quejido.—¡Déjame! ¡N-no!
Ahora el alfa lo jaloneaba de los brazos, mientras él oponía toda la fuerza posible para evitar que él los descruzara y su niño cayera de ellos. Con tanto movimiento y gritos repentinos, el bebé no tardó en llorar.
—¡Suéltame! ¡Suéltame! —encontró aliento para gritar—¡Lo tirarás!
—¡Cállate, por una mierda! —gruñó Deokjung, soltando su diestra para tratar de golpearle la cabeza.
Jimin esquivó el golpe, haciéndose aún más pequeño para tratar de proteger a Sabyeol en medio de un chillido. Entonces, pudo comenzar a gritar, lleno de desesperación.—¡Noona! ¡¡Noona!! ¡Ayuda, por favor! ¡¡Ayúdenme!!
El tiempo que la familia demoró en salir de la casa mientras él forcejeaba contra el alfa, para Jimin, pareció interminable.
Deokjung intentó llevárselo unos segundos más, pero cuando vio la cantidad de gente que había en el lugar, lo soltó y se escabulló entre los arbustos secos. Eventualmente, mientras los demás corrían por atraparlo, se escuchó cómo arrancaba su carro y quemaba llanta al huir.
Jimin vio a Jungkook tratar de alcanzarlo inútilmente en medio de la calle, lo vio correr tanto como sus piernas pudieron, hasta tropezar y caer sobre el helado pavimento.
Cuando Hwasa se acercó para intentar auxiliarlo, Jimin gruñó y chilló aterrado. No reconoció que estaba en el suelo incluso cuando se arrastró lejos del resto. Cuando el esposo de la señora Minsung encendió su camioneta y salió a la calle, por el estruendo del motor y el rechinido de las llantas girando de inmediato con velocidad, él comenzó a hiperventilar.
—Amor, está bien —la señora Minsung se acercó a él, intentando calmarlo. Sus palabras parecían inútiles, ocultas por el llanto estridente del cachorro.
Jimin, a través de su borrosa visión, distinguió su mirada preocupada, las arrugas marcándose en su ceño fruncido. El vaho lo rodeaba, producto de su errático respirar. Su cuerpo estaba duro, no podía moverse; sentía que todo daba vueltas a su alrededor, podía encontrar el latir de su corazón acelerado en todo su cuerpo y su pecho ardía. El terror seguía corriendo por sus venas, su campo de visión ennegreciendo.
—Jimin-ah —la vieja omega se arrodilló con él—Cariño, tienes que respirar más lento.
Jimin verdaderamente lo intentó, temblando y sintiendo que se ahogaba.
La mujer siguió en el suelo con él unos minutos más, soplándole el sudor del rostro y tratando de marcarle el ritmo ideal, hasta que el aire logró entrar adecuadamente en su pecho.
Entre Hwasa, la señora Minsung y uno de sus hijos levantaron al menor del suelo y lo llevaron dentro de la casa, sentándolo en un sillón. La música seguía sonando y las luces navideñas parpadeaban sobre ellos sin inmutarse.
Hwasa quiso hacerse cargo del niño para calmar su llanto por su amigo.
Jimin no soltó a Sabyeol.
No fue hasta que Jungkook, el señor Tae y una de sus hijas regresaron a la casa, derrotados, que se llamó al oficial Namjoon.
Y cuando él llegó junto a otra patrulla, Jimin no se levantó de su puesto, y siguió aferrándose a su bebé, tratando de arrullarlo.
Para Jimin fue complicado explicar lo sucedido, sus pensamientos simplemente no lograban conectarse en su cabeza, pero hizo lo mejor que pudo. Aún así, luego de que la policía charlara con el resto de los presentes para obtener toda la información y descripción posible, Namjoon solicitó acceso al par de cámaras que había en la casa y poder hablar con los vecinos alrededor de la misma para pedirles lo mismo.
Cuando todo el embrollo se calmó, con un llamado a otro grupo de patrullas en las calles para buscar el auto de Deokjung, Namjoon se acercó de nuevo. Jimin seguía sin moverse, sin soltar a Sabyeol.
—Lo están buscando, Jimin-ssi.
—Gracias.
—¿Estás bien? —Namjoon sabía que ya le había hecho la misma pregunta hace una media hora, y sabía que iba a recibir la misma respuesta.
—Sí...
—¿Qué tal tu cachorro?
—No lo sé... —el pelinegro miró el bulto en sus brazos—No logré calmarlo pero... se cansó de llorar.
Namjoon ya lo sabía. Alguna vez experimentó lo mismo con su hija, ya sabía lo que era no poder tranquilizarla y verla caer exhausta por el incontrolable llanto.
—¿Quieres que llame a Min por ti? —le preguntó luego de unos instantes de mirarse las caras en silencio.
Jimin solo asintió.
Jungkook y Hwasa se quedaron en la casa, y durmieron con él, apretados, uno de ellos en el suelo, pero incapaces de dejarlo solo.
El omega pelinegro estuvo recostado en su cama, las horas pasando en el reloj, sus ojos despiertos, y sus brazos aún sin soltar a Sabyeol. No durmió, tampoco lloró, ni habló al respecto con sus amigos, simplemente lo sostuvo en sus brazos.
🪁
Al ver el contacto de Kim Namjoon brillando en la pantalla de su celular, Yoongi tuvo un presentimiento pesado en su corazón. Cuando escuchó el nombre de Deokjung a través de la llamada, entendió la razón de ello.
Su cuerpo de inmediato abandonó el estado somnoliento habitual de las seis de la mañana y se alistó rápidamente para salir de su departamento. Tomó el bolso que tenía listo para emergencias de padres solicitándolo y subió al elevador para llegar al estacionamiento subterráneo y entrar en su auto.
Todo el tiempo que se llevó recorriendo las calles hacia la casa de la señora Minsung, su lobo gimoteó ansioso, correteando en círculos dentro de los interiores de su alma y alzando el hocico con desesperación. Cualquier amenaza a Jimin y su hijo se traducía a una amenaza hacia él.
Al estacionarse frente a la casa y bajarse del auto casi se olvida de su bolso, demasiado apurado por ver a Jimin. Solo logró dar venia a la señora Minsung y disculparse por la hora de su llegada antes de pedirle ser guiado a Park.
Dentro del hogar se apresuró a repartir venias hacia cualquiera que estuviera o no presente, para evitar detenerse de nuevo y perder tiempo hablando. Jungkook, Hwasa y la pequeña Myeonjin no se inmutaron cuando pasó de ellos sin siquiera mirarles, el resto de la familia solo alzaron una ceja ante su apuro, pero rápidamente lo dejaron pasar sin pensarlo de más.
—¿Jiminnie? ¿Se puede? —Minsung tocó la puerta con sus nudillos, la preocupación no había abandonado su voz desde anoche.
—Estoy aquí —Yoongi no pudo esperar más para anunciarse.
Cuando escucharon una afirmativa, Minsung miró fijamente al alfa, como si estuviera pidiéndole que tuviera cuidado, y se retiró. Apenas la mujer le dio la espalda, el doctor abrió la puerta y se adentró a la habitación.
Jimin estaba de pie en medio de la pieza y Yoongi dio un par de amplios pasos hacia él, con toda la intención de abalanzársele para abrazarlo; excepto que no lo hace.
Él permanece inmóvil, temiendo haber vuelto las cosas terriblemente incómodas para Jimin, pero nada importa, porque es él quien por su cuenta se clava en su pecho. Es cuidadoso por Sabyeol en sus brazos, y aún así trata de fundirse en él tanto como es posible. Su cabeza apoyada solemne contra su hombro, su nariz cosquilleando en su glándula de aroma, aspirando como si fuera una necesidad para seguir con vida. Yoongi lo envuelve, lleno de gentileza y cariño, y dentro de sus corazones, todo está en su lugar. Así es como tiene que ser, esta es la forma en la que sus cuerpos deben encajar siempre.
Yoongi emite un ronroneo bajito y grave, buscando consolarlo mientras sus manos soban con fuerza amable su espalda, se turnan para acariciar su cabello negro más largo, y ahí mismo se acurruca contra él para apoyar su nariz en su cabello y tratar de llenarse de su aroma. Ya no existe desesperación ni ansia, no hay ruido en sus cabezas. Estaba por pasar una semana desde la última vez que se vieron, la última vez que se tocaron y abrazaron, y de todos modos lo habían extrañado tanto.
Jimin suspiró, entrecortado, en calma, sintiendo que podía derretirse tranquilamente contra su cuerpo.
El alfa, luego de un rato así, separó un poco a Jimin del rincón de su cuello y con zurda acunó su mejilla.—¿Estás bien? —Algunas aves comenzaban a escucharse tras la ventana, despertando.
Esta vez, Jimin negó.
—Perdona que hayas sido llamado a esta hora y molestarte pero... estoy asustado —admitió, sin poder despegar sus ojos de los contrarios finos, tratando de bañarse en la gentil preocupación con la que le miraban—. Estoy muy asustado, hyung. N-no puedo dejar que a-alguien más toque a Sabyeol, mi omega no quiere... y no confío en nadie más que tú para que lo revise.
Yoongi asintió en entendimiento, en sus primeros años tuvo un caso similar donde un omega se rehusaba a soltar a su bebé. Tenía una idea de cuán asustado y nervioso estaba.
Deshicieron su abrazo, fingiendo que no anhelaban seguir cerca del otro, y Yoongi miró por vez primera a Sabyeol en persona. Seguía teniendo sus grandes cachetes de bebé de las fotos, y sus labios eran tan pomposos como los de Jimin. El pequeño parche permanecía en su ojo izquierdo y su cabello se veía un poco más espeso. Era un bebé precioso como cualquier otro, pero los pequeños detalles que le recordaban a Jimin lo volvían más lindo a su mirar.
El omega acomodó la manta en la que lo mantenía envuelto por el frío del primer día del año. Era obvio que, en ese momento, debía ceder a su bebé para que fuera revisado, pero parecía estar alargando la situación.
—Jimin... Sabyeol está a salvo.
El omega no lo miró, asintiendo como si eso ya lo supiera. Por supuesto que estaba a salvo, lo tenía de vuelta.
—Jiminnie, puedes soltarlo y no pasará nada malo —habló suave y gentil, buscando su mirada mientras su aroma se expelía por su cuenta—. Yo lo sostendré, porque sé que es lo más preciado de tu vida... —El menor conectó sus miradas. Era incapaz de no creerle, si Yoongi decía que nada malo pasaría, así tenía que ser.
Cuando el neonatólogo menos lo esperó, el omega finalmente le cedió a su cachorro en brazos, lento, y él se mantuvo casi inmóvil para no ponerlo nervioso. Y al ver a Sabyeol siendo sostenido con tanto cuidado y fragilidad por Yoongi, Jimin no sintió que el mundo se iba a terminar, sino, todo lo contrario.
Estoy viva 👹
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