Capítulo 9
Después de que estuvo lista, ayudada por Regina, Julieta bajó al primer piso para encontrarse con Aurelio, no sabía cómo explicarlo, pero cuando Mercedes le dijo que era él, sintió una emoción recorrer su cuerpo y una necesidad de volver a escucharlo que olvidó su amargura y descendió sin miedo pues estaba segura de que no sufriría otra humillación como la de ayer, Aurelio sería incapaz de tratarla así, estaba segura.
Aurelio, quien esperaba sentado en una silla se levantó al verlas y se acercó, quedó embelesado, Julieta estaba muy bella con su pelo castaño y ondulado que bajaba hasta los hombros, un vestido azul amoldado a su cuerpo y lo más importante, tenía un semblante mucho mejor que el día anterior, antes de pronunciar una palabra, Julieta dijo:
—¿Aurelio?
—Sí soy yo Julieta, ¿cómo estás?
—Muy bien gracias
—Buenas tardes doña Regina, ¿cómo está?
—Bien gracias a Dios Aurelio, me alegra verte de nuevo por aquí –dijo Regina
—Vine para saber cómo estaba Julieta, ayer cuando me fui quedé preocupado
—Mucho mejor gracias, yo también quería encontrarme contigo para agradecerte lo que hiciste por mi ayer, me quedé dormida y no pude hacerlo como debía
—No tienes nada que agradecer Julieta, lo hice con todo gusto y me alegra verte bien
—Al menos tú sí puedes verme –dijo con una media sonrisa –disculpa, es que me cuesta no hacer ironías sobre mi condición
—No te preocupes, entiendo, no debe de ser fácil perder la vista –dijo con un suspiro -estábamos a punto de almorzar, ¿quieres acompañarnos?
—Julieta es una gran idea –dijo Regina –¿puedes hacerlo o te esperan en casa?
—Me esperaban pero puedo enviar un mensaje avisando que me quedaré, ¿al señor Manuel le importará?
—Mi marido está igual de agradecido contigo y si no le parece déjamelo a mí, yo me encargo de manejarlo
—Está bien, entonces acepto
—Mercedes -–dijo llamando a la sirvienta, cuando se presentó añadió –manda poner un lugar extra en la mesa, tenemos un invitado
—Por supuesto señora, con permiso
—Vamos a sentarnos mientras está listo el almuerzo, ¿está bien?
—Claro
Regina notó la forma en que Aurelio miraba a Julieta y la emoción que ella sintió al saber que estaba ahí, la hicieron recordar ese viejo anhelo de ella y Victoria de unirlos, entonces, con el pretexto de buscar a su marido, los dejó solos.
—No esperaba que vinieras tan pronto
—¿Por qué? ¿Te molesta mi visita?
—No, claro que no, pero es solo que pensé que al haberme traído ya te despreocuparías
—Pues, no, aquí estoy muy interesado, no todos los días tengo la oportunidad de rescatar una damisela en peligro
—¿Eres un caballero andante?
—Solo cuando es necesario –dijo provocando la risa de Julieta, que para Aurelio fue música para sus oídos
—Ay sí, eso debes de decirles a todas
—No, yo no soy un seductor, pregúntale a mis padres y amigos
—Te creo, no sé pero ayer cuando nos conocimos tuve la sensación de que podía confiar en ti y en Basil, aunque me asustó al principio, pero después descubrí que era un buen perro
—Te lo dije, tanto él como su dueño
—Me di cuenta, Aurelio, ya que mi mamá se fue, quiero darte las gracias por ayudarme ayer, estaba hundiéndome en una depresión y fuiste mi salvavidas, eso nunca lo olvidaré
—Ni yo, porque como te dije, podrían pasar años y jamás te olvidaría
—Gracias
No lo sabían, pero estaban siendo observados por Manuel y Regina, el señor Sampaio, quien estaba en el comedor, se mostró sorprendido cuando Mercedes llegó y arregló un espacio nuevo en la mesa, al saber que la visita era Aurelio se dirigió a la sala para saludarlo, pues como Julieta estaba agradecido por ayudar a su hija, pero cuando salía del comedor, apareció su esposa, pidiéndole que esperara un momento mientras Julieta y Aurelio hablaban
—¿Regina, cómo pudiste dejarla sola con Aurelio?
—No veo el problema
—Es un hombre y no debería quedarse a solas con Julieta
—Aurelio ha dado pruebas de que es un buen hombre y sé que jamás lastimaría a nuestra hija, escucha, antes de que supiera que Aurelio estaba aquí, Julieta no quería bajar a comer, pero en cuanto se enteró quiso
—Julieta está sensible Regina, por lo ocurrido ayer, es obvio que quiera estar con quien la ayudó, pero tengo miedo de que se ilusione y vuelva a deprimirse
—Yo confío en Aurelio
—Lo haces porque es el hijo de tu amiga, pero en realidad no lo conocemos, ¿qué pasa si en este momento está intentando besarla?
—Manuel por Dios, ellos solo conversan
—No me quedaré aquí a imaginar lo que estén haciendo, voy a saludarlo
En ese momento, escuchó un sonido que calentó su corazón y el de su esposa: la risa de Julieta, hacía más de un mes que no se reía de nada, siempre con su semblante serio, sin ánimos, apenas viviendo por complacerlos, lentamente se acercaron y contemplaron la escena, hasta que Mercedes apareció y anunció que el almuerzo, asustándolos un poco y llamando la atención de Aurelio y Julieta, Manuel saludó al joven y después los cuatro se dirigieron al comedor, donde ya estaba todo dispuesto para disfrutar una deliciosa comida, se posicionaron en sus lugares, Manuel en la cabecera, Regina y Julieta a la derecha y Aurelio frente a ellas, él no estaba seguro de cómo reaccionaría Julieta en la mesa, los pacientes que conocía eran alimentados por sus cuidadores, al ver a Regina pasándole su comida, supuso que también, pero se equivocó, en cuanto terminó de servirle, Julieta extendió sus manos y tomó el tenedor y el cubierto y comió como si pudiera ver dejando a Aurelio sorprendido
—¿Por qué me miras Aurelio? –preguntó después de un momento
—¿Cómo sabes que te estoy viendo?
—Lo percibo, ¿qué pasa?
—Nada es que me sorprendió verte comiendo sin ayuda
—Aprendí lo más pronto posible, quería ser independiente a pesar de mi condición
—Y eso está muy bien, aunque no debería sorprenderme, ya quedó muy clara tu fuerza de voluntad
—No te imaginas cuánto –dijo Manuel
—¿Cómo pude olvidarme de ti? –pensó mientras la veía comiendo
—Aurelio, tu madre me comentó que estabas estudiando antes de venir al valle, ¿qué carrera escogiste?
—Estudié medicina
—¿Medicina? Vaya, ¿de casualidad estudiaste veterinaria?
—Una rama de la medicina, pero nada relacionado con animales
—¿Entonces?
—Aurelio, ¿puedes venir a mi estudio?, necesito hablar contigo –intervino Manuel
—Claro señor –dijo confuso
—Papá, estamos hablando
—Descuida mi amor, solo será un momento, ¿me acompañas Aurelio?
—Sí señor, con permiso –dijo levantándose de la mesa
Aurelio siguió a Manuel hacia el estudio que estaba contiguo al comedor, no muy seguro de lo que deseaba hablar con él y preguntándose por qué lo había citado tan abruptamente, cuando llegaron, Manuel cerró la puerta y caminó hacia el escritorio.
—¿Qué pasa señor?
—No quiero que le digas a Julieta que eres oftalmólogo cirujano, al menos por ahora
—¿Por qué no? ¿Qué tiene de malo?
—Nada, es que no quiero ilusionarla y que después no pueda recobrar la vista
—Es una posibilidad no lo negaré
—Quedaría destrozada y no estoy dispuesto a permitir que ocurra
—Señor Sampaio, con todo respeto no considero conveniente ocultarle a Julieta mi profesión
—Será mientras investigas si puedes operarla
—No basta con investigar debo examinarla, realizar estudios, constatar si es posible
—Y si no que se deprima
—Julieta es fuerte, sabrá sobreponerse
—Claro y que se escape de nuevo como ayer y cometa una locura al sentirse miserable, por favor Aurelio, ten compasión de ella
—Señor Sampaio, no me gusta decir mentiras
—Solo mientras tanto
—Pretende decirle cuando la lleve a mi consultorio
—Si es necesario sí
—Lo siento señor Manuel cuando volvamos a la mesa y si Julieta me pregunta le diré la verdad que soy oftalmólogo cirujano
—Aurelio, si no cambias de opinión solo volverás siempre y cuando haya noticias buenas y trataré de convencer a Regina que no vaya a tu casa
—¿Por qué me tratas como una niña papá? –dijo Julieta que en ese momento entró con su madre al estudio
—Manuel, espero que sea broma lo de no ir a casa de Victoria porque no te haré caso
—Regina, Julieta, no me malentiendan
—Te entendimos muy bien
—¿Por qué no querías que supiera la profesión de Aurelio? –le preguntó Julieta
—Hija no es eso, no quería esperanzarte
—Papá, estoy ciega, pero no tonta ni mucho menos frágil, no me trates así por miedo de lo que hice ayer, si mi destino es vivir en sombras lo aceptaré pero no sin intentar remediarlo
—¿Y si Aurelio descubre que no hay cura?
—Lidiaré con eso, como todo lo demás, papá, sé que quisieras protegerme de todo pero no puedes
—Lo sé –dijo suspirando –pero soy tu padre, ¿qué puedo hacer? Quiero verte feliz
—Y lo seré, pero por favor no intentes ocultarme nada, tarde o temprano lo sabré
—Tienes razón mi amor discúlpame, los instintos protectores me cegaron, también te debo una disculpa a ti Aurelio
—No se preocupe señor
—¿Aurelio? –dijo Julieta dando un paso al frente
—Aquí estoy
—¿Puedo hablar contigo a solas?
—Claro que sí
—Mamá, papá, ¿pueden volver al comedor? Iremos en cuanto terminemos
—Claro que sí, con permiso –dijo Regina, llevándose a su esposo literalmente a rastras del estudio
Cuando se fueron, Aurelio guio a Julieta hasta un sillón y se sentó a su lado
—¿De qué querías hablar?
—Primero, pedirte una disculpa por la actitud de mi papá
—No te preocupes, yo entiendo, eres su única hija, su princesa
—Sí, pero eso no le daba derecho a querer obligarte a mentir, ¿o lo habrías hecho?
—Claro que no Julieta, iba a decírtelo, no me gustan las mentiras
—Aurelio, sé sincero conmigo –dijo ansiosa buscando sus manos –¿crees que pueda volver a ver?
—Como le dije a tu papá, debo practicar estudios, analizar el caso con colegas y revisar la situación, contestando a tu pregunta, existe igual posibilidad de que puedas o no, ¿en serio quieres asumir el riesgo?
—Dime cuándo puedo ir a tu consultorio
—El lunes comienzo a dar consulta, hoy vi mi consultorio, es un sitio grande y lindo, me siento muy contento
—Me alegro por ti Aurelio, estoy segura de que llegarás muy lejos
—Gracias por el voto de confianza Julieta, no te fallaré –dijo colocando un mechón de cabello detrás de su oreja, después tomando valor continuó –Julieta, quisiera invitarte
—¿Invitarme? ¿A dónde?
—A un picnic en mi propiedad, mañana, ¿aceptas?
—No sé Aurelio
—¿Por qué? ¿No confías en mí?
—Sí, pero es que no te conozco
—¿Cómo que no? Soy Aurelio Cavalcante, hijo de Victoria y Afranio Cavalcante, tengo una hermana llamada Christine y soy recién graduado de la carrera de medicina, ¿qué más necesitas?
—Eso no basta para conocer a una persona
—Escucha, volvamos a la mesa, piénsalo y antes de que me vaya, me das una respuesta, ¿te parece?
—No puedo creer que quisieras ocultarle a Julieta que Aurelio era oftalmólogo –le dijo Regina a Manuel mientras seguían comiendo
—Ya dije mis razones y me disculpé
—Julieta está ciega pero no inválida, es adulta y puede decidir por su cuenta, si quiere seguir el tratamiento que le impondrá Aurelio, debemos apoyarla, sea cual sea el resultado, la apoyamos cuando quiso ser pianista y ahora también en este proceso
—¿Siempre vas a decirme cuando esté fallando verdad?
—Sí, y espero que tú hagas lo mismo
—Por supuesto
—Ya estamos de vuelta –dijo Julieta
—Bueno, siéntense antes de que su comida se enfríe –dijo Manuel
—Antes, Aurelio quisiera pedirles un favor –dijo Julieta
—¿Favor? –preguntó Regina
—Eh, sí –dijo después de que camino al comedor Julieta decidiera –me gustaría llevar a su hija, mañana de día de campo, si ustedes lo autorizan
Los señores Sampaio se miraron sorprendidos con la pregunta, Regina admirada y Manuel receloso
—¿En dónde sería?
—En la hacienda Oro Verde, si gusta puede pedirle a mis padres que nos vigilen prometo cuidar muy bien de su hija señor Manuel y devolverla sana y salva y si no puede castigarme
—Aurelio no es necesario ser extremista –lo regañó Julieta –no quiero que mueras
—Admiro tu sentido de responsabilidad por tus acciones muchacho, por mi parte puedes llevarla, ¿tú qué dices Regina?
—Yo también estoy de acuerdo –contestó la mujer -¿tú sí quieres ir Julieta?
—Sí –dijo sonriendo
—No se hable más, pero tráela antes del anochecer
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