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Capítulo 12

El lunes siguiente, Julieta fue a la clínica del valle con sus padres para realizarse los estudios, estaba un poco nerviosa pero confiada en Dios y Aurelio de que todo saldría bien y que podría recuperar la vista, Aurelio los esperaba cuando llegaron y los guio hasta su consultorio

—Vaya Aurelio, tu consultorio es hermoso felicidades

—Gracias doña Regina, en realidad no pensé tenerlo tan pronto, soy recién graduado

—¿Y qué importa? Necesitas un lugar para recibir a tus pacientes

—Pensé que trabajaría en un escritorio cerca del doctor

—Vamos Aurelio, no te quites importancia, si lo tienes es porque te lo mereces

—Regina tiene razón –dijo Manuel –es solo el fruto de tu esfuerzo, debes estar feliz

—Y lo estoy –dijo mientras escribía en una libreta –trabajé muy duro para llegar hasta aquí

—Aurelio siempre quiso ser doctor –dijo Julieta sonriendo

—Lo sé, su madre me lo dijo –dijo Regina

—Ven Julieta, te guiaré a la camilla para comenzar el examen - sentó a Julieta en la camilla, pero antes de comenzar, ella dijo:

—¿Puedes darme un tour por tu consultorio antes de que me revises? Quiero conocerlo a través de ti

—Claro –dijo sentándose a su lado –al frente está mi escritorio, es café y encima tiene expedientes de los pacientes, lápices, fotos de mi familia y un bloc de notas atrás hay una ventana y por las tardes el sol alumbra

—Puedo sentir el calor

—A la izquierda hay una mesa donde están los utensilios que uso como jeringas, guantes, pinzas entre otros y donde estamos sentados, la camilla donde examino a mis pacientes

—Pude imaginar todo lo que me describiste, tu consultorio debe estar muy hermoso felicidades

—Sí

—¿Y de qué color son las paredes?

—Blancas, con un ligero color crema

—¿Tienes algún diploma colgado?

—No, aún no

—Debes hacerlo, tardaste años formándote y ese diploma es la prueba, un incentivo para que sigas haciendo tu papel de doctor

—¿Eres motivadora profesional?

—No, ¿por qué?

—Porque tus palabras llegan al alma y dicen verdades, podrías convertirte en una

—Ay Aurelio no sigas por favor que me sonrojaré –dijo bajando la cabeza al tiempo que sonreía

—Pues debes creerlo –dijo levantándose para buscar una linterna para examinarla–me imagino que tus padres te han dicho tus virtudes

—Por supuesto, conocemos la joya de hija que tenemos –dijo Manuel mirando a Julieta

—Gracias papá

—Bien Julieta –dijo Aurelio acercándose –levanta la cara y quédate quieta

—De acuerdo

—¿Ves esta luz? –dijo Aurelio acercándose al ojo derecho de Julieta

—No

—¿Y ahora? –dijo alumbrando el ojo izquierdo

—Tampoco

—En el tiempo transcurrido del accidente, ¿has distinguido algún color o luz?

—No, la última luz fue la del auto que nos impactó

—Y algún tipo de dolor interno, punzadas, dolor de cabeza

—No, a parte del emocional, aunque tuve unos dolor de cabeza unos días después del accidente pero ya no tengo

—Entiendo, bueno, mandaré que te realicen unos estudios y después me sentaré a evaluar con mis colegas

—¿Y dónde hay que ir para que realicen los estudios? –preguntó Manuel

—Aquí mismo, son cuatro, hay dos programados para hoy y los demás el viernes

—¿Aquí mismo?

—Sí, llamaré a una enfermera para que los lleve donde se efectúan y en cuanto estén listos los resultados le avisaré

—¿Y tenemos que volver después de los exámenes? –preguntó Julieta

—No, cuando hayas terminado puedes irte a la hacienda y regresas el viernes para las próximas pruebas, ¿está bien?

—Está bien –dijo sonriendo y fue correspondida por Aurelio, deseaba preguntarle si podía ir a su casa pero no quería parecer una interesada así que no dijo más y esperó a la enfermera para llevarla a hacer los exámenes pertinentes, pronto Julieta supo que Aurelio tenía razón al no organizar nada para ese día pues al salir casi a la hora de comer ya estaba cansada y lo que deseaba era descansar en su cama; sin embargo, quiso ir a despedirse de Aurelio, entonces Regina la llevó, como en ese momento no tenía consultas, pudo recibirla

—Descuida, no tardaré mucho solo quería agradecerte que me hayas atendido y por todo lo sucedido antes, rescatarme y el picnic

—No tienes que darlas, todo lo he hecho con mucho gusto

—Ojalá pudiera compensarte por todo

—No Julieta, no tienes que compensarme por nada

—Claro que sí, no sé cómo pero lo haré en mis posibilidades

—Escucha Julieta, no eres menos capaz porque estás ciega, puedes hacer lo mismo que todos

—¿De verdad?

—Claro, palabra de doctor

—Ojalá Dios me conceda volver a ver para conocerte, quiero saber cómo eres en realidad

—Lo conseguiremos

—¿Cuándo tendrás el resultado?

—En dos semanas, un mes máximo

—¿Qué? No quiero esperar tanto –dijo frustrada

—Deberás hacerlo

—Lo dices porque no eres el paciente

—Lo digo porque soy el doctor, ¿te cuento un secreto? Los pacientes que esperan más se curan rápido

—Ojalá ese secreto se aplique a mí –dijo suspirando

—Se aplicará, has sido muy paciente

Aurelio se acercó a Julieta y frotó sus hombros con cariño y la contempló con detenimiento, deseó recordar cuando se enamoró de ella y le dio la pelota, quizás si hubieran sido novios no se habría accidentado, pero jamás lo sabrían, Julieta tenía la mirada perdida pero su expresión era tranquila

—¿Cómo será ser visto por esos ojos?

—¿Qué pasa?

—Es que, eres muy bonita

De pronto hizo algo inesperado, tomó la barbilla de Julieta y lentamente fue acercándose a su cara, no sabía cuál era el propósito, pero se vio truncado al escuchar la puerta tocar

—Adelante –dijo al tiempo que se alejaba de Julieta

—Disculpe doctor, su próximo paciente está esperando –dijo la enfermera entrando

—Gracias, enseguida lo atendiendo

—Bien, será mejor que me vaya para que puedas continuar con tu trabajo

—Sí –dijo alejándose –hablamos después

—Por supuesto

Al marcharse Julieta con sus padres, Aurelio siguió la consulta, mientras seguía preguntándose qué lo impulsó a acercarse a Julieta con la intención de besarla, pero vio su boca tan cerca de la suya que de no ser por la enfermera la habría besado, Julieta también presentía que pudo pasar algo pero no sabía a ciencia cierta pues no veía, entonces decidió creer que Aurelio solo la alentaba a confiar, estaba tan concentrada en su reflexión que por poco no escuchó a Mercedes saludándola.

—Bienvenida señorita Julieta, ¿cómo le fue en la consulta?

—Bien gracias a Dios, Aurelio es muy optimista, me hicieron varios exámenes, el viernes deben hacerme otros y después a esperar resultados

—Me alegra escucharlo, el almuerzo está listo, ¿desean comer ya?

—Yo sí –dijo Manuel

—Y yo –dijo Regina

—Yo también, pero primero quisiera cambiarme de ropa –dijo Julieta –y bajo a comer

—Como diga señorita

Regina llevó a Julieta a su cuarto, donde tomó un baño y la ayudó a cambiarse de ropa para que se sintiera más cómoda después de todo un día en el hospital.

—¿De qué estaban hablando Aurelio y tú? –le preguntó Regina mientras Julieta se vestía

—Solamente quise agradecerle por todo antes de irnos

—¿No le agradeciste lo suficiente cuando te revisó?

—Sí, pero nunca hay demasiado agradecimiento

—Por supuesto –dijo Regina con una sonrisa divertida

—Aunque lo niegue quisiera compensarlo pero no sé cómo

—Descuida estoy segura de que se te ocurrirá

—Quizás si encuentro la pelota

—Mercedes y yo hemos buscado pero no la vemos, pero seguiremos buscando

—Ojalá pudiera ayudarlas

—Con que estés dispuesta a atenderse es suficiente

—Aurelio me dijo que los resultados estarán en un mes máximo pero que si espero me curaré

—Le has tomado cariño a Aurelio, ¿verdad?

—Sí mamá, es un buen amigo además de doctor –dijo y Regina vio un brillo en sus ojos y no podía explicar su origen

—¿Sabes? Me parece que sí puedes compensarlo –dijo cuando Julieta estuvo lista

—¿Cuál mamá?

—Tu talento mi amor

—¿Hablas del piano?

—Sí

—Mamá, no toco desde el accidente, además no tenemos un piano aquí

—Vi una tienda de pianos en el centro o si quieres traemos el piano de la casa de Sao Paulo

—No lo sé quizás me cueste por no poder ver

—Piénsalo y después me avisas

—Está bien

Volver a tocar, durante todo este tiempo no lo había considerado, parecía imposible hasta entonces quiso despedir a Olegario al pensar que no volvería a sentarse frente a un piano, debía reflexionar antes de hacerlo pues no quería traerlo y al final ser incapaz de tocar y sentirse inútil otra vez como en los primeros días donde solo quería estar encerrada en su cuarto y sus papás debían obligarla a comer.

El viernes volvió al hospital para realizarse que le faltaban, no habló con Aurelio pues debía estar ocupado entonces volvió a la hacienda pero en lugar de descansar en su cuarto, quiso ir con Soberano, su padre la llevó y se dirigió fuera de la caballeriza para que Julieta tuviera más privacidad con su caballo, sabía cuánto su hija lo amaba y disfrutaba estar con él.

—Hola Soberano –dijo abrazándolo –no voy a montarte, pero vine a compartir contigo, hace unos días conocí a Aurelio, es hijo de Victoria Cavalcante, una amiga de mamá, es simpático, amable y es oftalmólogo, me siento muy bien junto a él, mamá me contó que le gusté cuando era pequeña, quisiera saber si sentía lo mismo, no estaría mal, he podido ver que es un joven de buenos sentimientos, el otro día cuando estábamos en el picnic toqué su rostro, me hice una idea de cómo es, pero no es igual, estoy pensando en volver a componer para hacerle una canción pero no sé, temo no tener el talento de antes, ojalá pudieras orientarme, por lo pronto, voy a cepillarte en cuanto encuentre tu cepillo.

Julieta trató de recrear en su mente la caballeriza de Soberano para encontrar el cepillo, dirigió sus pasos a donde creía estaba el estante pero cuando llegó no lo encontró, por más que tanteó, seguramente el encargado de Soberano lo puso en otra parte, quizás en el piso.

Se volteó para comenzar a buscar cuando escuchó una pisada

—¿Quién es? ¿Papá?

—No, soy Aurelio

—¿Aurelio? –dijo sonriendo

—Hola Julieta, tu padre me dijo que estabas aquí, ¿cómo estás?

—Bien gracias, pensé que estabas en el hospital por eso no fui a hablarte

—Hoy no tengo consulta, sino turno nocturno y quise venir a verte para saber cómo te fue

—Muy bien, fue menos cansado que la primera vez

—Me alegro, descuida, todo estará bien –dijo extasiado observándola hasta que se deparó con el caballo negro –así que este es Soberano

—Sí –dijo sonriendo

—Tenías razón, es un caballo hermoso

—De hecho estaba buscando su cepillo, ¿lo ves por ahí?

—Está en el heno, ya te lo alcanzo –dijo agachándose para tomar el cepillo y luego se lo entregó a Julieta

—Gracias –dijo Julieta sonriendo -¿puedes acercarme a Soberano para cepillarlo?

Aurelio tomó a Julieta de la mano de la mano y la acercó a Soberano y juntos comenzaron a cepillar al caballo quien fue muy receptivo con el amigo de su dueña, lo que dejó sorprendido al doctor.

—Vaya, por lo general Emperador no deja que cualquiera se le acerque

—A mí sí me permitió acercarse

—Porque como dijiste los caballos reconocen la bondad y Emperador reconoció la tuya

—Ojalá las personas pudieran reconocerla y así no comprometerse con el hombre o mujer equivocada como me pasó a mí

—¿De qué hablas?

—Mi prometido me dejó porque quedé ciega, ni siquiera fue a verme al hospital cuando desperté del coma, le envié cientos de cartas que no respondió, vinimos aquí y un día apareció para decirme que no quería estar más conmigo, me sentí tan rechazada que quise desaparecer, perderme

—Justo el día en que nos conocimos

—Justo el día en que nos conocimos

—Con razón estabas así de triste

—Sí, aunque no lo culpo, él es un empresario importante y necesita una mujer a su altura

—¿Y por qué tú no eres una muer a su altura?

—Por favor Aurelio, ¿tú no andarías con una ciega?

—Claro que sí y no pienses que por mi profesión sino por amarla, la mujer de mi corazón será igual para mí ciega o no porque los ojos no constituyen a una mujer sino sus sentimientos

Julieta con cuidado se volteó y le preguntó a Aurelio

—¿Tú estarías conmigo si no volviera a ver?

—Sí, porque ciega o no, eres una mujer hermosa y cualquier hombre estaría feliz de presentarte como su mujer, decir con orgullo: "esta es mi novia o mi esposa" y no te sientas mal, si tu exnovio no supo valorarte, el problema es suyo no tuyo

Estas palabras calentaron el corazón de Julieta y una sonrisa se dibujó en su rostro:

—Pude tocar tu rostro, imaginarlo pero ahora me quedó muy claro

—¿Qué?

—Que tu alma es maravillosa –dijo dándole un beso en la mejilla a Aurelio

—No más que la tuya 

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