Capítulo 27: Decisiones sin sentido
De nuevo, muchas gracias a los nuevos seguidores. Este capítulo se lo dedico especialmente a Manuelatino.
Saludos a todos e inspiración.
Nessy :D
Regresé a casa exhausto en la noche, tanto física como mentalmente. Sin embargo, ignoré mi cansancio cuando nos reunimos en la cocina, intentando transmitir entusiasmo, porque francamente ninguno de nosotros estaba muy dispuesto a hablar sobre el tema de Aizea; se respiraba una cierta tensión en el ambiente. Y es que no es que no tuviéramos intenciones de hacerlo, sino que no teníamos ni la más mínima idea de cómo lograr nuestro cometido, ¿cómo la salvaríamos si ni siquiera sabíamos a quién nos enfrentábamos?
Mara llegó cuando yo apenas comenzaba a relatarle lo ocurrido a Aydan. Al entrar, se fijó en el pequeño que cabeceaba en los brazos de Helena.
Yo también lo miré por un momento. Intentaba tomar parte en una reunión de adultos... Aunque comprendía que a su corta edad había vivido tanto que se había visto obligado a madurar demasiadas cosas que pocos niños de su edad habían madurado ya, me seguía pareciendo que era demasiado pequeño.
Después la mirada de Mara se posó sobre mí.
—¿Me perdí de algo?
—No de mucho, en realidad Ian me estaba platicando lo que ocurrió con nuestra hermana de Aire —dijo Aydan recargado contra la ventana que daba al patio delantero.
Nadie se movió más que Hele, quien acunó a Itsmani en su regazo y le dedicó una sonrisa maternal.
La observé embelesado hasta que sus ojos se encontraron con los míos y no pude más que desviar la mirada hacia otro lado.
—¿Tienes algo más que informar, Ian? —me preguntó Aydan, sacándome bruscamente de mi ensimismamiento. Lo fulminé con la mirada antes de negar con la cabeza— Bien, entonces lo único que sigue siendo un hecho en este momento es que no hay manera de encontrarlos. Tendremos que esperar a que vengan a buscarnos.
—¡No! —exclamó Helena— No podemos quedarnos aquí sentados esperando a que decidan buscarnos. Aizea, donde quiera que esté, debe estar sufriendo.
—No tenemos otra opción —repuso Aydan cruzándose de brazos.
—¿Y si llamáramos su atención? Hay que hacer algo que los obligue a buscarnos antes. Si permitimos que nos capturen podríamos tener oportunidad de acercarnos a ella —dije yo lentamente.
Mara negó con la cabeza en desacuerdo y se sentó en su lugar habitual.
—¿Y dejar que esa esfera de energía los debilite? ¡Ian! ¿Sabes lo que les estás pidiendo? ¿Sabes lo que podría significar para un simple humano como tú? Un movimiento así podría llevarlos inmediatamente a la perdición sin siquiera darles oportunidad de salvar a Aizea. Yo digo que es demasiado arriesgado porque no hay manera de que sepan contra lo que se van a enfrentar, y si ellos son más fuertes que nosotros, entonces quedarán atrapados y no podrán ayudarla —repuso mi hermana.
Suspiré, porque sabía que tenía razón.
—¿Qué más sugerirías? —preguntó Sorem abriendo la boca por segunda vez en la reunión.
Ambos, en ese momento, intercambiaron una intensa mirada, como si debatieran silenciosamente.
—No todos llamen su atención —contestó Mara finalmente— ¿Qué tal y si solo uno de ustedes se pone como anzuelo? No sé qué tan posible sea seguirlos, pero ahora no se trata de uno contra ellos, sino de tres... creo que eso aumenta las posibilidades de éxito —contestó Mara.
—¿Qué es un anzuelo? —murmuró Helena confundida.
Mara se detuvo un momento a pensar en su respuesta.
—¿Has visto cómo los seres humanos pescan en el Mar? —Hele asintió con la cabeza— Hay varias formas de atrapar un pez, pero una de ellas es con un anzuelo... —mi hermana hizo una pausa cerrando una de sus manos en puño. Dejó el dedo índice curveado— es una especie de garfio del que cuelgas un cebo, una carnada...
—... es como una trampa —terminó Hele.
Mara asintió con la cabeza y relajó sus manos.
—Creo que eso podría funcionar. Algo que tienen en común todos los altercados es que estamos solos o en parejas cuando suceden, ello me lleva a pensar que su intención es atraparnos por separado —dijo Aydan incorporándose de su postura.
—Entonces... Fingiría alguno de nosotros que se aleja del resto, dándoles la oportunidad a los hombres de negro de tratar de atraparnos. Y así los seguirían —continuó Hele con un semblante pensativo. Los tres hermanos intercambiaron rápidas miradas—. Me parece viable —dijo Hele, levantando la vista—, ¡yo me ofrezco como anzuelo!
—¡No! —exclamamos Aydan y yo al mismo tiempo.
Ambos nos volteamos a ver con el desafío explícito en los ojos.
—No, Hele, mejor que lo hagan Aydan o Sorem —dije.
Ella frunció el ceño. Evidentemente estaba en desacuerdo con mi propuesta. Sin embargo, por una vez, Aydan pareció estar de acuerdo conmigo porque asintió con la cabeza.
—Tú te escabulles más fácilmente por tu elemento, te puedes deslizar con mayor rapidez para seguirlos —agregó.
— Por eso mismo debo ser yo la que los distraiga. Después podría escabullirme...
—¿Y si no? —la interrumpí— No podemos estar contando con eso.
—Además yo tengo más experiencia con los hombres de negro —dijo Aydan, una vez más, apoyando mi argumento.
—No los entiendo... ¿por qué no puedo ser igual de efectiva que Sorem o que Aydan? Al final será lo mismo quién de los tres vaya, porque si los seguimos, nos podremos salvar y también podremos salvar a Aizea.
Suspiré. Ella tenía razón, pero algo dentro de mí no estaba dispuesto a que se expusiera al peligro de esa manera. Mi única obsesión en ese momento era evitarlo a toda costa.
—Hay que engañarlos —dije lentamente—. Tal vez suene muy descabellado, pero así los tres tendrían oportunidad de estar juntos. Fingiremos que yo puedo controlar alguno de los elementos para llamar su atención, me dejo atrapar...
—¡No! —dijeron esta vez Mara y Helena al unísono.
—Ian, no seas estúpido, por favor —continuó Mara.
—¡Ey! Pareciera una locura, pero es viable —repuse tratando de calmarla.
—¿Y las esferas de luz? —preguntó Sorem abriendo la boca por tercera vez. Cada vez que salía alguna de sus preguntas sentía la verdad como si me hubieran tirado un balde de agua fría sobre la cabeza.
—Yo no tendría problema en llevar a cabo ese plan, pero les recuerdo que ellos ya saben quién controla qué —concluyó Aydan tirando mi plan por la borda.
Helena le lanzó una mirada asesina antes de incorporarse aún con el niño en brazos.
—Voy a llevarlo a la cama —informó saliendo de la cocina con aire molesto.
Aydan se dispuso a ir detrás de ella, pero rápidamente me interpuse.
—Déjame a mí —le pedí intercambiando miradas desafiantes.
Él soltó un hondo suspiro y me dio el paso.
Caminé por el oscuro pasillo, subí las escaleras y me la encontré abriendo la puerta.
—Espera... —murmuré lentamente acercándome para ayudarle.
Ella guardó silencio.
Al entrar prendí la luz y destendí la cama para poder arropar al pequeño.
Observé cómo lo depositaba con cariño y lo arropaba con cuidado hasta que por fin se volvió hacia mí.
—Ian, lo que dijo Aydan allá abajo... Arriesgar tu vida... —suspiró bajando la mirada— Por favor no te lo tomes en serio. El no aprecia la vida humana y no mide las consecuencias, pero no por eso tú tienes que actuar irresponsablemente contra tu vida. Solo tienes una, así que mejor no la desperdicies.
La miré sorprendido por sus palabras.
—Oye... —la tomé de la barbilla para que me mirara a los ojos— Yo no arriesgo mi vida irresponsablemente —sonreí levemente recordando el día que conocí a Aizea—, bueno, tal vez de vez en cuando sí, pero quiero que entiendas algo —sus ojos destellaron hermosamente—. Las decisiones que yo tome respecto a mi vida serán mías y solo mías. Y yo decido interceder por ustedes y por ti. Sé que no tengo las mismas habilidades ni poderes, pero también sé que daré lo que sea porque estén bien.
Ella se sentó sobre el borde de la cama con los brazos cruzados. La contemplé por un momento antes de sentarme a su lado.
—Genuinamente no lo entiendo, ¿por qué si tienes esta oportunidad de vivir decides desperdiciarla con nosotros?
Mi vista se fue automáticamente hacia el armario, donde estaba la foto de Lu.
—Hace tres años perdimos a nuestros padres y a nuestra hermana menor en un accidente de coche —me sinceré con ella—. La muerte de mamá fue inmediata, pero mi papá y mi hermana todavía alcanzaron a vivir unos minutos más en el hospital... No me pude despedir de ninguno... —suspiré pesadamente— Hele, tú y tus hermanos se han vuelto como una familia para mí, y desde ese día entendí que vale la pena arriesgar la vida con tal de pasar hasta el último minuto con las personas que amas.
Noté de reojo que sus ojos se anegaban en lágrimas, así que le pasé un brazo por los hombros y la estreché suavemente.
—No entiendo... —murmuró con la voz quebrada— ¿qué es esto que siento pesado en mi pecho? ¿Qué significa?
Reí conmovido por su inocencia... ¿qué significaba eso que ella sentía en su pecho?
—Empatía, Hele. Sientes dolor por mi pérdida, porque te importo.
—¿Esto es el dolor? —murmuró sorbiendo con la nariz.
—Estoy seguro de que ya lo habrás experimentado antes...
Ella asintió con la cabeza con la vista perdida en un punto fijo.
—Cuando se destruyó la comunidad... la casa de Itsmani... Lo que siento ahora se siente muy similar a ese día —hizo una pausa regresando su mirada a mis ojos—, ¡Ian! ¿Tú cargas con este peso todo el tiempo?
Me di el tiempo para responder a su pregunta, tratando de recordar cómo se sentía antes de que mis padres y mi hermana fallecieran, pero era como si el antes del accidente nunca hubiera existido. Todo lo relacionado con ellos siempre terminaba por empaparse de aquel dolor, y en los momentos que me distraía, cargaba con él, como si trajera un pesado costal sobre los hombros todos los días.
—Sí.
Ella me escrutó con la mirada.
—¿Y cómo lo curas? ¿Disminuye con el tiempo?
¡Vaya! Deseaba tanto tener una respuesta satisfactoria para aquellas preguntas, pero yo cargaba siempre con las mismas dudas.
—Entiendo... —murmuró al no recibir una respuesta por mi parte.
Guardamos silencio.
—Bueno, ¿qué plan alternativo tienes para que ninguno de nosotros nos arriesguemos? —le pregunté rompiendo con el silencio.
Sus ojos brillaron de emoción al escuchar mis palabras. Al verlos, una cálida sensación recorrió mi cuerpo entero haciéndome sonreír.
—Yo pienso que la mejor opción es hablar con nuestros padres. Necesito acercarme a Mar de nuevo. Si no nos da la respuesta, al menos tendrá algo que decir que pueda ser de ayuda —soltó finalmente.
Sopesé las posibilidades y asentí con la cabeza.
—De acuerdo, entonces no actuaremos hasta que no hayas hablado con tu madre —concluí.
Ella sonrió y me alegré de haber borrado sus lágrimas.
—Necesito Agua, Ian, ¿bajamos de nuevo?
Y antes de que yo pudiera decir algo, alguien tocó a la puerta. Acto seguido Mara la entreabrió mirándonos alternativamente con el ceño fruncido.
—Los estamos esperando...
Hele suavemente se deshizo de mi abrazo, me dedicó una sonrisa y se incorporó.
Yo me incorporé y con una sonrisa pícara en el rostro me acerqué a su oído.
—¡Me alegra que estés usando tu falda nueva! —le susurré.
Ella se volvió levemente.
—Gracias, Ian —repuso sonriente.
Esa falda era la que habíamos comprado el día que desapareció.
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