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Capítulo 14: Mar y las semillas

Quise tocar el Agua, pero cada vez que me acercaba, ella se alejaba. Hice el intento continuamente hasta que me di por vencida. Al final las dos continuábamos sin siquiera rozarnos.

Miré a Aydan detrás de mí con la interrogación dibujada en el rostro, pero él, cruzado de brazos, sólo me indicó con la mirada que lo intentara nuevamente.

Suspiré volviéndome hacia mi madre una vez más.

Entonces las Olas se arremolinaron creciendo en altura hasta que sobrepasaron dos veces mi estatura. Miré maravillada cómo de la corriente circular empezaba a formarse una figura en espiral, hasta que frente a mí quedó un ser de ocho patas, de torso y cabeza humanos, que me miraba con dos grandes ojos azules. Su cabello negro y lacio se agitó con una cierta fluidez que asemejaba al Agua.

Me sonrió con unos labios sonrosados y silenciosos.

"Bienvenida, hermana" escuché una voz dentro de mi cabeza.

Me incliné ante ella en señal de respeto.

"Puedes incorporarte"

Miré su boca y me percaté de que sus labios se movían, pero no salía ninguno sonido de ellos. Nunca en toda mi existencia, había visto nada igual.

"No te sorprendas, somos espíritus guardianes de los que pocos conocen su existencia. Pero Mar me envía para socorrerte en lo posible. Siempre que necesites ayuda, busca la vereda que más haga latir tu corazón de Agua y acércate a las Aguas intocables para que pueda yo escucharte"

—Hermana... —¡Había tantas cosas que deseaba decir! Pero eran tantas palabras que se atropellaban en mi boca.

"No hace falta que digas más. Sólo háblame de tu propósito y yo te auxiliaré"

Lentamente me incorporé, mirándola por primera vez a los ojos. Eran tan cristalinos que parecían dos ventanas que daban a un mundo brillante y escondido.

—Es sobre la gente que vive no muy lejos de aquí. Sus condiciones no son óptimas. Sufren hambre y falta de techo. Aydan, mi hermano de Fuego, sugirió que viniéramos a pedir tu ayuda.

"Hermano de Fuego..." su mirada se volvió hacia él, quien no pareció alegrarse mucho de ser el centro de atención.

"Agua y Fuego se complementan"

Negué con la cabeza.

—Lo dudo.

"Los contrarios crean balance. Ese es su fin en este mundo"

En ese momento aquellas palabras no tuvieron sentido para mí, porque era casi imposible que Aydan y yo nos lleváramos bien. Ni siquiera coincidíamos en principios. Los dos teníamos ideas totalmente distintas sobre el respeto a la vida y, sobre todo, sobre los seres humanos.

"No lo comprenderás ahora. Pero el tiempo te hará abrir tu mente. Agua apacigua el calor de Fuego y Fuego derrite el Hielo"

¿Abrir mi mente? Estaba a punto de decir algo, cuando dos de sus patas se extendieron hacia mí.

Retrocedí asustada, pero ellas sólo pretendían darme algo que guardaban recelosamente.

Observé atentamente las dos semillas que me entregaba, parecían medias lunas.

"Siémbralas antes de que los últimos rayos de padre Sol desaparezcan"

Ambas semillas cayeron sobre mis manos, que las acunaron con extremado cuidado.

"Enséñales" fueron sus últimas palabras, antes de que su cuerpo se volviera una espiral de Agua, que conforme transcurrían los segundos, adquiría altura.

Corrí hacia ella como si de esa manera pudiera pararla, pero era absurdo, porque de cualquier manera el Agua se alejaba de mí como si el gran depredador huyera de su pequeña presa. Y cuando cayó el Agua y recuperó su estado normal, todo lo que pudo haberme salpicado pasó por encima de mí como si tuviera un techo encima.

—Espera... —dije en vano.

Mar recuperó su ritmo normal, y de repente sentí nostalgia por hablar con ella, aunque nunca en mi larga existencia lo hubiera hecho. Mar nunca hablaba...

Suspiré mirando las semillas que tenía en la mano.

—No esperes más de nuestros padres. Ellos no fueron creados para hablar —dijo Aydan detrás de mí.

—¿Cómo sabes si nunca lo has intentado? —repuse volviéndome lentamente hacia él.

—No lo diría si no lo hubiera intentado ya.

Sus pasos silenciosos sobre la Arena pronto se encontraron con los míos, y los dos quedamos frente a frente.

—¿De verdad ya lo has intentado? —pregunté curiosa.

Sonrió aparentemente divertido con lo que decíamos. Yo seguía sin comprender por qué me sacaba tanto de mis casillas que lo hiciera.

—Tal vez sí...o tal vez no y tú tienes razón. No es algo que me haya interesado nunca. Sólo te diré que somos como los ángeles caídos.

¿Ángeles caídos?

No quise preguntarle a qué se refería con aquello, porque significaba perder ante él y yo no quería tal cosa. Si de por sí ya perdía todos los días ante él y siempre me lo restregaba en la cara como si de eso dependiera su existencia.

—¡Cuidado! —exclamó de pronto, sacándome de mis pensamientos. Me tomó por el brazo salvándome de una caída inminente a un lecho de lodo— Fíjate en tu camino — murmuró.

Él iba unos pasos detrás de mí, así que tuve que volverme un poco.

—No soy una niña, pero gracias por tu consejo.

De nuevo estábamos metidos entre la maleza. Los sonidos de los animales eran tan maravillosos. Otro día se extendía ante nuestros ojos. El padre Sol por fin mostraba su brillante rostro.

—No comprendo por qué me acabas de salvar —dije, rompiendo el silencio.

—No hay mucho que comprender. A pesar de que eres terca y berrinchuda, y obviamente vas en contra de mi Naturaleza, el padre Sol es hermano de la madre Agua. Aunque vengas de una dinastía inferior.

Su respuesta no me gustó en lo absoluto, empezando por ciertas palabras como "terca y berrinchuda" o "dinastía inferior" ¡Qué alguien le bajara esos humos!

—Yo no soy ter... —pero antes de que pudiera protestar ¡Cómo no! Mi pie se atoró con alguna raíz del suelo y mi cuerpo se propulsó hacia delante.

Mi rostro cayó de lleno en el lodo, pues apenas tuve tiempo de sostenerme con las manos. Escuché las risas estridentes de Aydan detrás de mí y maldije por un momento a la madre Tierra, ¡esto era degradante y sólo reafirmaba las malditas palabras del altanero que tenía atrás!

Ni siquiera lo pensé cuando rápidamente cree una esfera de lodo y se la lancé. No sabía si mi puntería había sido atinada, porque a penas lo había visto de reojo. Sólo deseaba con todas mis fuerzas que se hubiera tragado todo el lodo, ¡a ver si así se seguía riendo a carcajadas!

Dejé de escucharlo cuando me incorporé y me volví hacia él aguantando la risa. Estaba lleno de pies a cabeza y no había necesitado tropezarse como yo.

Entonces me percaté de que las semillas ya no estaban en mis manos, ¡seguramente habrían volado cuando caí! ¡O estarían metidas hasta el fondo del charco de lodo!

—Aydan...

No necesité decir más cuando sus ojos se posaron en mis manos vacías. El lodo sobre su ropa y su piel empezó a evaporarse o a volverse tierra agrietada...

¿Estaba molesto?

Rápidamente me hice a la búsqueda, ¡no debía ser tan complicado!

Suspiré al tiempo que me hincaba, ¿a quién quería engañar? ¡Era como contar estrellas en el cielo! ¡Nunca acabaríamos!

—Dime que las metiste en tu bolsillo —musitó, su tono había descendido unas octavas.

—No, no lo hice. Las traía en la mano y debieron haberse perdido cuando caí.

—¿Sabes cuánto nos vamos a tardar en encontrarlas? ¡Ni siquiera sabemos si salieron volando hacia adelante, si algún animal ya se las llevó o si el lodo ya se las tragó!

—¡¿Crees que no pensé en eso ya?! —grité agitada— ¡No soy estúpida! ¿Sí? ¡Fue un accidente! ¡Así que en lugar de gritarme ayúdame!

Se hincó a mi lado y buscó con la mirada.

—Me sorprende, de verdad —dijo entre dientes—, ¿cómo puedes ser tan descuidada?

La rabia se encendió dentro de mí.

—Las hubieras llevado tú, si tanto te impacienta el hecho de que yo las haya cuidado mal.

—¡Eran lo más importante que traíamos y es lo primero que pierdes! —repuso conteniendo la rabia que su mirada no podía esconder.

Aquello me hizo enojar a mí, ¡¿quién se creía?! ¡Las semillas me las habían dado a mí! ¡En todo caso quien debería estar enojada era yo!

—Las vamos a encontrar —dije con fiera determinación.

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