Capítulo 16.
AHORA
Lo que tendría que decirle a Charlotte era bastante escaso. Excepto que ella me dejó claro ahora que quiere que vuelva con Thea. Tal vez piense que enamorarse de mí otra vez haga que me devuelva los poderes que eran míos. Si es que eso es posible. Aunque según Eric la idea de Charlotte no es tan alocada.
-Piénsalo-dijo desde su sillón de cuero marrón-tal vez si la parte de ella que está siendo deprimida es por culpa de tu desaparición, que vuelvas a conquistarla la ayudará.
Revoleé los ojos.
-No tiene sentido. No era como el de antes. Ella se enamoró de Apolo con poderes.
Eric rió.
-Por favor, mucho antes de que ella conociera de que tenías poderes gustaba de ti. Tal vez con el tiempo ese amor se afinó. Pero no me digas que ella no sentía algo antes de que todo se fuera a la mierda, porque no lo creo.
Se levantó, tomó una copa y se sirvió vino tinto.
-Estoy seguro-dijo luego de darle un trago-que a pesar de que tus poderes están tomando más de su cuerpo, la parte que te ama sigue ahí.
Entonces la imagen de sus labios sobre los míos vino a mi mente. La forma en que me sacó la remera, como si necesitara tener mucho más que mi cuerpo. Me imagino como se debió sentir, porque... yo uve la misma sensación al besarla cuando tenía mis poderes. Es esa carga eléctrica que te hace querer apartarla pero al mismo tiempo la deseas. Es una cuerda floja la verdad. Luche mucho contra eso, porque Thea despertó esos sentimientos en mí.
¿Pero eso quiere decir que ella luchará? Eso espero.
La noche del sábado fue más fría que el resto de la semana. Y una llovizna casi invisible me acompaña camino a la casa de Thea.
No tuve que hacer muchos malabares para saber dónde vivía. Will me lo dijo sin problemas. Su apartamento estaba en el centro de la ciudad, y quiero decir centro, cerca del puente, donde hay edificios altos, mucha gente, pocas cosas baratas... era la clase de lugar donde te mudas para no estar en silencio.
Pasé por un restaurante chino que me dio la idea de llevarla ahí. Era su comida favorita, o espero que lo siga siendo. Aunque, según Max no era bueno ir sin una reservación ante, o alguna idea de donde podría llevarla. El tema es que no la conocían como yo. La noche que estuvimos juntos por primera vez, no tenía idea de donde llevarla, sé que suena feo, pero lo que quiero decir es que quería que sea especia, y no encontraba ningún lugar exacto. Hasta que la casa del árbol apareció en mi vista. Lo improvisado va conmigo.
Llegué a su departamento. Alto como de siete pisos, un portero... tal vez le pagan bien en el gimnasio. O sacó el dinero de otro lugar.
Presioné la combinación B5. La espera me mata, es como si estuviera nervioso de salir con alguien la primera vez.
Su voz sonaba ronca.
-¿Hola?
-Apolo...
Dije lo más convincente que pude.
Un suspiro.
-¿Qué haces aquí?
-Es sábado y tenemos una cita.
Otro suspiro.
-Pensé que había quedado claro con el "no".
Está bien, no entremos en pánico. Revoleé los ojos.
-Por favor Thea, solo abre.
Un último suspiro, y el ruido que indicaba que podía abrir la puerta llegaron a mis oídos.
Sonreí y entré. Saludé al portero. Subí al ascensor, y me paré enfrene de su puerta.
Antes de poder siquiera levantar la mano, su cara apareció.
Despeinada, con una remera larga hasta arriba de sus rodillas, y ojos semi abiertos. Estaba durmiendo. No podía sentirme más patético. Pero si quiero tenerla de vuelta, tendré que soportar estas cosas. Ella lo hizo por mí.
-¿Vas a dejarme pasar?
Revoleó sus ojos y se hizo a un costado.
Su casa es muy... ella. La primera vez que entré a su cuarto parecía el cuarto de una persona que no salía mucho. Pero este lugar tiene luces, cuadros, cosas decorativas divertidas, que eran de la antigua Thea. O la Thea que tal vez está volviendo a salir.
Empecé a recorrer con la mirada el lugar, casi todos los muebles eran de color azul, había rojo...y blanco. Pero lo primero que veías era un cuadro enorme de una sirena en una roca, su pelo era de un color rojo fuerte, y a lo lejos, pintada en tonos grises y negros, una tormenta.
-Estaba pensando...-dije dándome la vuelta- que podemos ir a ese restaurante chino.
Sus cejas se elevaron.
-Como veras-empezó, dejándose caer sobre la muralla que separaba la sala de la cocina-no te esperaba y lo menos que quiero hacer es cambiarme.
Se cruzó de brazos, haciéndome saber que esa era su última palabra.
-Está bien... pediremos.
-no sé su teléfono.
-Yo sé uno.
Mentira. Tendría que buscar algo en google. Esto se parecía mucho a una cita fracasada.
Me di la vuelta, haciendo que veía la decoración, mientras buscaba un número.
-Me gusta como decoraste.
Escuché una risita.
-supongo que cuando entraste a mi cuarto no esperabas que sea así mi casa.
Pasó junto a mí, y se dejó caer en el sillón de color rojo.
Encontré un número, y llamé. Pedí lo que sé que le gusta, y corté.
-Espero que... haya dicho bien.
Asintió. Sin dejar de sacarme sus ojos de encima.
-A pesar de estos años-dijo despeinándose todavía un poco más su pelo-te acuerdas de mis gustos. Increíble.
Por alguna razón noté un dejo de sarcasmo en su voz que me hizo sonreír.
El timbre sonó. Thea se levantó casi sin ganas y salió a abrir.
Seguí observando algunas cosas que tenía sobre unos estantes en el living. Eran fotos, la mayoría con Emma y los chicos. Pero había una que no había visto nunca. DE nosotros. No me acuerdo bien donde la tomamos, pero ella sonreía como nunca, y yo no, solo la miraba con una mini sonrisa, que viéndome ahora, lo decía todo.
Escuché la puerta cerrarse, así que me alejé y miré como Thea empezaba a tomar platos, tenedores y vasos. Los colocó sobre el desayunador, y se sentó.
-¿Vas a venir o no?
Me acerqué, y senté.
Como si lo estuviera esperando, Thea abrió el paquete de inmediato y al oler el aroma de la comida sus ojos se cerraron solo un poco.
-Dios... que hambre.
La miré mientras abría mi paquete.
-Menos mal que no me esperabas.
Sus ojos volaron hacia mí, mientras llenaba su boca con arroz.
-Comí, hace como... dos horas.
Contestó luego de tragar.
Revoleé los ojos.
-Claro.
Al levantar la vista, vi el paquete de cigarrillos arriba de la mesada.
Hice una mueca.
-No era que... el humo cuando hacíamos las fiestas, ¿te molestaba?
Thea tomó un sorbo de agua.
-Bueno, ya que te ausentaste durante tanto tiempo... Por alguna razón que no podemos explicar, me volví inmune a varias cosas...
Levanté las cejas.
-Como por ejemplo, no puedo sentir el cambio de clima. Ya no me afecta si hace calor o frío. Para mí todo es igual. Y con eso, también afectó mis... sentidos-miró su vaso, como si no estuviera completamente segura de si eso es lo que realmente pasaba- en fin. Eso. No siento ya varias cosas, y el humo de cigarrillo no tiene ningún efecto malo. En mí.
Siguió comiendo.
-¿Entonces por qué empezaste?
-Para parecer sexy. Dah.
Reímos.
-Entonces-dije antes de que se rompiera su buen ánimo-¿Cómo es que empezaste a trabajar en un gimnasio?
Dejó su tenedor a un lado y miró hacia el techo, en una postura pensativa.
-A principios del año pasado. Mis papas.... Me vieron muy mal por meses, y... tuve que terminar más tarde el colegio. Así que para pensar en otras cosas, los hermanos dueños del lugar me ofrecieron un lugar. Avancé bastante rápido. Y no es nada complicado, me gusta.
Terminé de comer, tomé lo que quedaba de agua.
-Está bien.
Supongo que ese algo que la tuvo mal fui yo.
-Entiendo...
Sus ojos se quedaron mirando su plato. Se quedó así por unos minutos, luego sin decir nada se levantó tomando los platos y se puso a lavarlos.
Suspiré.
-Thea... yo...
-No, Apolo. Déjalo. No dijiste nada... pero, aun así, me... enojas de una manera que no puedo controlar en estos momentos.
Me acerqué.
-Sé que quieres que volvamos a salir, que estemos más tiempo juntos.
Se dio vuelta.
-Y... una parte de mí también quiere eso. Pero...
Sus ojos estaban calmados, eran sus ojos color tormenta.
Me acerqué y dejé salir un suspiro al estar a solo unos centímetros de distancia.
-Pero estos días las ganas de herirme están ganando.
Sonreí de costado. Por más que mis gestos daban una impresión, el miedo que sentía de que me diga que sí, o me pregunté por qué se sentía así, hacía que mi corazón latiera de miedo.
Dejó escapar un largo suspiro.
-Ya no lo sé... no sé qué pasa conmigo. Pero desde que llegaste, comencé a sentir una sensación rara en mi pecho, como si estuviera dejando salir algo que estuve guardando hace mucho tiempo.
La razón por la que no le podía decir que es lo que le estaba pasando, es porque Charlotte me lo pidió. Ella quiere que trate de sacar a flote sus poderes originales de esta forma. Haciéndola sentir como antes.
Y parece extraño que ella misma venga, la ate, se la lleve y trate de hacerlo a la fuerza. Pero un día Charlotte dijo: "Las mejores cosas salen cuando es con amor".
Irónico viniendo de ella.
-¿Entonces...-dije acercándome más, rozando mis labios con los suyos-por qué no dejas que ese algo que sientes gane? Sé que sabes que es la verdadera tú.
Coloqué una mano en su mejilla, y ella cerró los ojos, dejando descansar su cabeza suavemente sobre mi palma.
-Porque... tengo miedo Apolo.
-¿De que?
La miré y ella a mí.
-De perderte otra vez.
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