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¡No podía dormir!

No sabía si era por aquel café que había bebido antes de dormir o por… esos ojos cafés…

Era una completa tortura. Por más que cerraba los ojos su cerebro transmitía imágenes de aquel chico desconocido; de aquel cabello castaño, de esa bella sonrisa y de esos ojos cafés tan hermosos…

Gracias a que su tálamo transmitía aquellas imágenes no podía dormir.

¡Gracias tálamo!

Realmente quería dormir, pero no podía. Intentó de todo, leer, tomar té, hacer ejercicio e incluso poner música relajante. Frank Sinatra siempre lo ponía a dormir y no porque su música fuese aburrida, al contrario, se trataba de uno de los mayores exponentes del jazz y eso, Kim NamJoon realmente lo apreciaba. Su música lo relajaba a tal grado que de inmediato lo transportaba al mundo de los sueños…

Sim embargo, esta vez no funcionó. Por más que lo intento, falló en su intento de dormir.

La incógnita de saber el nombre de aquel empleado rondaba por su cabeza una y otra vez. Cómo si su cerebro en lugar de ayudarle a olvidar aquel tema de una buena vez, jugara con él, repitiendo las imágenes una y otra y otra vez en su cabeza e incluso su voz…

Lo único que quería era relajarse, cerrar sus ojos y que el proceso del sueño comenzara cuánto antes. Pero no podía, no al menos con aquella incógnita en su mente.

¿Quién era ese chico? ¿Cuál es su nombre? ¿Sunhoo? ¿Junmin?

¡¿Julio?!

No lo culpen, para él aquel chico lindo podría tener cara de Julio y al estar tan desesperado, comenzaba a creer que tal vez ese era su nombre…

Cómo sea, no lo sabría hasta averiguarlo por si mismo…

Pegó un brinco de su cama y las cobijas salieron volando. A pasos apresurados se dirigió hacia la puerta de la entrada, donde tomó su abrigo, se colocó su bufanda y continúo con sus zapatos.

En cuanto abrió la puerta, el viento frío golpeó su cara con brusquedad, sin embargo, pronto se pudo acostumbrar al clima en cuanto se colocó correctamente su bufanda.

Su mirada viajaba de un lugar a otro mientras emprendía camino hacia la panadería-cafetería.

—Esto es una locura…—se dijo a sí mismo una vez que se percató de lo que estaba haciendo.

Estaba caminando en medio de la noche en un clima frío, con el fin de saber el nombre de aquel chico que había captado su atención. Algo que no le había sucedido desde hace muchos años…

—¿Y luego que?—se preguntó a sí mismo—. ¿Qué le diré?

Comenzó a entrar en pánico al estar cada vez más cerca del local. No sabía que decirle o que hacer. Había pasado tanto tiempo en que alguien le había llamado la atención que ya no sabía que hacer y que no hacer.

Tenía miedo de arruinarlo. Tenía miedo de decir algo erróneo que terminara por hacerlo ver como algún tipo de acosador y que debido a eso no pudiera volver más a su panadería favorita… porque quería volver, quería conocerlo…

Fue así que antes de poder llegar, sus piernas se detuvieron en un movimiento seco. Las manos se mantenían en sus bolsillos mientras su vista se perdía sobre la acera.

Debía regresar…

No importaba lo mucho que ansiaba conocer la identidad de ese chico. No importaba lo amable que había sido con él ni lo atractivo que era… Nada de eso importaba, ya que al fin y al cabo, él no era más que un solitario escritor que sufría y entendía el dolor de los personajes ficticios que se encontraban plasmados en las hojas de sus libros.

De ninguna manera aquel chico podría fijarse en él…

En un movimiento automático sus piernas se dirigieron de vuelta a casa. Y agradeció tanto que sus piernas hubieran sido sensatas y hubieran tomado aquella decisión por él, porque continúaba sumido en su mente y confuso por aquellas emociones nuevas que estaba experimentado en ese momento.

Bajo la luz tenue de la luna aquel otoño, caminó en dirección hacia su casa con un millón de sensaciones que no sabía de dónde habían salido.

Tan sólo había visto a aquel chico una vez, sólo una mirada de sus ojos cafés bastó para hacerlo rendirse a sus pies, sólo una mirada bastó para destruirlo y no volver a ser el mismo…

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