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Si pudiera describir su vida en una sola palabra sería: monótona.
Una vida completamente solitaria sin contar aquellos libros que decoraban su gran estantería. Libros de misterio, fantasía, religión, romance, entre otros, eran sus únicos amigos.
Pasaba horas y horas leyendo hasta el punto de sentir su sien palpitar a causa de tantos desvelos provocados por la literatura.
Leer era esencial para NamJoon, pues cada vez que lo hacía, sentía como se transportaba hacia aquellas desgastadas páginas a vivir una vida diferente a la suya. Leer le permitía escapar de su triste realidad, de su triste mundo...
Justo como lo estaba haciendo ahora...
La noche era perfecta para esa taza de té que se posaba a su izquierda, sobre una pequeña mesa. Entre sus largos dedos se posaba la exhilarante novela de "Los Amores De Werther".
Una novela epistolar escrita por Johann Wolfgang von Goethe en 1774. La historia sigue la vida de Werther, un joven sensible y apasionado que se muda a un pueblo rural en busca de inspiración artística y tranquilidad.
Werther conoce a Lotte, una joven bella y encantadora que está comprometida con un hombre mayor, Albert. A pesar de saber que Lotte está prometida, Werther se enamora profundamente de ella y comienza a frecuentarla.
La relación entre Werther y Lotte es intensa y emocional, pero también es platónica. Werther se debate entre su amor por Lotte y la realidad de que nunca podrá estar con ella.
Aquella novela es una crítica a la sociedad de la época, que no permitía la libre expresión de los sentimientos y la individualidad. Werther es un símbolo de la lucha por la autenticidad y la libertad emocional.
Tras haber terminado su lectura en aquel libro por tercera vez, se limitó a cerrarlo de golpe, para después dejarlo sobre su regazo mientras admiraba la portada de su novela favorita.
Mentiría si dijera que estaba en contra de las decisiones que había tomado el joven Werther con tal de estar con Lotte. Pues él, al ser un alma enamorada del amor daría lo que fuera con tal de estar junto a su amado, si tan sólo tuviera...
Dirigiendo su mirada hacia la ventana que daba hacia el exterior, pudo percatarse que era de noche. El tiempo se había pasado demasiado rápido que incluso había olvidado comer.
Al ser las ocho de la noche optó por cenar nada más un que un pan dulce con una pacífica taza de café negro.
Después de ponerse de pie, se dirigió hacia el perchero que se encontraba a la entrada de su casa. Tomó su saco negro de invierno y su bufanda café con rayas para después emprender su camino hacia la panadería cerca de su casa que ya conocía.
Caminaba por el pavimento de esa calle poco transitada, admirando por segundos los faroles que alumbraban y decoraban aquella calle. Disfrutaba como aquella brisa de Octubre golpeaba con delicadeza su rostro, llegando a congelar su nariz, mientras mantenía sus manos a salvo del frío dentro de sus bolsillos.
No faltaba mucho para que el invierno llegara. Las hojas comenzaban a caer de los árboles hasta terminar sobre el pavimento. Y a pesar de que muchas personas encontraban esto poco agradable, NamJoon amaba el otoño, amaba sentir crujir las hojas de los árboles bajo sus zapatos y amaba el hermoso paisaje que les regalaba la repentina estación de otoño.
De pronto, sin percatarse del tiempo, se dio cuenta que había llegado a su destino. A la panadería local llamada "Delivaguette", la cual instantáneamente se había convertido en la más famosa de la ciudad por su delicioso pan recién horneado y la pequeña cafetería que formaba parte del establecimiento.
La cálida luz de la panadería lo envolvió al abrir la puerta, y un dulce aroma a pan recién horneado le dio la bienvenida, llenándolo de una inesperada calidez.
Una vez adentro, NamJoon caminó en dirección hacia el mostrador, donde un joven empleado estaba acomodando cuidadosamente el pan fresco en las bandejas.
Por un momento NamJoon se extrañó, pues a pesar de visitar continuamente la panadería, nunca había presenciado al joven ahí. Fue tanto su sorpresa que sin poder evitarlo se quedó de pie en medio del local por unos segundos. Después de esos segundos, se percató que el local estaba solo, como nunca antes lo había presenciado, aumentando aún más su tímidez cuando procesó el hecho de que la atención del chico había recaído sobre él apenas atravesó por la puerta.
-Buenas noches, ¿en qué puedo ayudarte?-preguntó el empleado con una voz suave y un tono cálido que de inmediato captó la atención de NamJoon.
No supo cómo reaccionar al principio; la amabilidad y la dulzura con la que el chico lo había recibido le resultaban inesperadas, pero sumamente cautivadoras. Aquellos ojos brillantes color café parecían reflejar una sinceridad que era difícil de encontrar en una noche común de octubre. Y esa sonrisa... Esa sonrisa iluminó el lugar como ninguna luz artificial podría hacerlo...
-Uh... M-me gustaría un pan dulce, por favor...- respondió NamJoon, algo tímido, intentando disimular el ligero rubor que sentía en las mejillas.
-Claro, tengo justo aquí los que acabo de hornear. Tienen el toque perfecto de azúcar-contestó el chico mientras tomaba cuidadosamente un pan y lo colocaba en una pequeña bolsa de papel.
Mientras el joven realizaba cada movimiento con esmero, NamJoon no pudo evitar sentirse atrapado en la escena, como si fuera parte de una novela romántica. Observaba en silencio la manera en que aquel chico preparaba su pedido, cada gesto lleno de una elegancia inesperada. Parecía que aquel castaño ponía cariño en cada cosa que hacía, incluso en algo tan simple como envolver un pan.
-G-gracias...-dijo NamJoon al recibir la bolsa, para luego entregarle el efectivo.
Justo en ese instante sus manos se rozaron brevemente, y NamJoon sintió un ligero cosquilleo, una especie de electricidad que nunca antes había experimentado...
El joven le dedicó una última sonrisa para después volver a su trabajo, mientras que el escritor salió de la panadería con el corazón latiendo al mil por hora, sin poder sacarse la imagen de aquel chico de ojos cafés de la cabeza.
Mientras caminaba de regreso a casa, con el pan aún cálido en sus manos, una idea rondaba su mente: tenía que regresar a esa panadería... y tenía que admitirlo, no solo por el pan...
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