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Capítulo V. Anhelos insaciables

Año 24 del emperador Jungwoo.

5° mes. // Día 12 // Primavera.
Por la tarde.

Es un honor y un privilegio trabajar para la familia del emperador en el palacio. El emperador es benevolente en ofrecer protección e identidad a sus siervos. No por nada, los jóvenes sangmin cruzarán largos caminos desde sus viviendas hasta el palacio para rendir la prueba de selección que puede darles la oportunidad de forma parte de la servidumbre del palacio; es tanta su determinación que las mujeres comprueban su castidad y los varones se someten a una castración de la que solo una de cada ocho personas sobrevive.

Y para los desdichados cheonmin, quienes se atormentan por la incertidumbre de poder ver una vez más el amanecer, tienen la opción de ganar una importante suma de dinero si acceden a convertirse en nobi por ello.

«Deberías sentirte afortunado de que el emperador sea benevolente contigo. Tienes el privilegio de servir en el palacio, por ello deberías evitar ser el foco de problemas», eran las palabras que Seojoon constantemente repetía a Taehyung.

Sin embargo, y aunque cuente con el privilegio de trabajar en el palacio real y goza del favor del príncipe, Taehyung se pregunta: ¿cómo obtener comida?

Hace tres meses que se cosecharon los huertos, así que no puede recurrir a estos, y salir al mercado que suele mirar desde lo alto del palacio es demasiado arriesgado, además de que no tiene dinero para comprar ahí.

¿Robar? Lo ha hecho un par de veces, si es que cuenta como robar el haber entrado a hurtadillas a la cocina. En su defensa, su jornada laboral había terminado una hora después de la cena y solo tomó un poco menos de lo que le hubieran servido.

El cuchillo que guarda entre sus prendas tampoco se lo dieron, pero lo conserva por una buena razón, al igual que los remedios que tomó de la clínica para cuidar del zorro.

De acuerdo, tal vez ha robado más veces de lo que le gustaría admitir, y hacerlo una vez más no sería tan complicado. No obstante, el cuerpo le pesa al imaginar que le quitará algo a un sangmin que vive en el pueblo. Le es fácil ver la diferencia: la familia real posee tanto que no llegan a darse cuenta que sus pertenencias desaparecen, y si da la casualidad de que lleguen a hacerlo, solo buscan al ladrón para mantener su honor y no porque les sea difícil reemplazarlo.

A Taehyung solo le queda una opción para conseguir comida: la cocina. Pero tampoco será tan fácil acceder a esta, mucho menos a esta hora en que las cocineras preparan la merienda.

Permanece escondido debajo de la ventana de la cocina; el aroma de los pastelillos de arroz que se cuecen en la vaporera hacen a su boca saliva y  que su estómago duela.

El agobio del hambre nubla su mente y lo hace delirar que tiene la posibilidad de pedir un poco de comida. Quizás no se lo dé por su bonita cara, pero puede que alguien se compadezca de él si alega que ha estado en ayunas desde el día anterior.

Taehyung negó ante su propia ingenuidad, por un momento se olvidó de a quién tendría que enfrentar si quería conseguir algo de comida. Se asomó discretamente por la ventana; frente a la vaporera estaba una  mujer regordeta que emitía órdenes con firmeza. Su nombre es Chanmi, pero Taehyung la bautizó como "La dragona", ya que adopta la apariencia de una bestia legendaria cuando se trata de defender su territorio: la cocina. La compasión era una cualidad ajena a ella, y ni hablar de la poca empatía que tenía hacia él.

¿Y si le dijera que es para alguien más? En varias ocasiones, Taehyung ha ido a la cocina para pedir que se cumpla el antojo del príncipe; y dado a que este no se encuentra, podría decir que la princesa Eunha es la remitente de la orden.

A pesar de que la idea parece prometedora, Taehyung permanece oculto, devorado por la duda. Le asalta la sospecha de que los pastelillos en proceso son destinados a la princesa. Ante la reciente disputa con su padre, es posible que Eunha haya solicitado algo que pudiera endulzar su paladar.

En ese preciso instante, avistó a Sowon descendiendo por el sendero. La hermosa dama, ataviada en blanco con un pechera y mandil en esmeralda, avanzaba con gracia, como si flotara, irradiando una energía y calidez inigualables.

En ese preciso instante, avistó a Sowon descendiendo por el sendero. La luz del sol descendía a sus espaldas, otorgándole un aura casi celestial. Su vestido blanco resplandecía, y el mandil esmeralda destacaba como un símbolo de que pertenecía a la servidumbre del palacio.

Los ojos grandes y almendrados de Sowon se abrieron con sorpresa al descubrir a Taehyung oculto bajo la ventana. Una sonrisa juguetona iluminó el rostro del joven eunuco, quien con un gesto cómplice le indicó a Sowon que mantuviera silencio. Taehyung había asumido una actitud infantil y traviesa, que únicamente aparecía con la encantadora dama.

Sowon respondió con un asentimiento sutil, al tiempo que alzaba la barbilla con gracia, demostrando su naturalidad ante la situación.

—Señora Chanmi, ¿ya está lista la comida para la princesa Eunha?

La dragona alargó un ruidoso suspiro. La vaporera fue abierta y un humo blanquecino se elevó en espirales, envolviendo la cocina con un aroma celestial a jazmín y ginseng. Chanmi extendió sus garras para tomar uno de los manjares.

—La princesa debería considerar una dieta; no querrá lucir rechoncha  el día de su boda.

Las palabras mordaces detonaron jadeos entre las doncellas más impresionables que trabajaban en la cocina. Era bien conocido que había temas que podrían alterar la sensibilidad de la princesa, y el más peligroso entre ellos era hablar acerca de su apariencia física.

Desde que las hijas del emperador fueron asumiendo títulos como la más astuta, la más virtuosa y la más diplomática, Eunha se aferró a convertirse en la más bella: un gran castigo aguardaba a quien la alejara de esa fantasía.

Sowon respondió con una ligera risa. Un sonido que resultaba encantador para Taehyung y que lo hizo cubrirse la boca para no unirse a ella.

—No importará: el prometido de la princesa es tan joven que sus rasgos todavía están hinchados —respondió Sowon, y los cotilleos dentro de la cocina se dispararon.

Sowon jamás hubiera expresado aquello frente a la princesa; ni siquiera se podría afirmar que aquello fuera su verdadero pensamiento. Conocía la importancia de formar alianzas, siendo experta en esto gracias a su habilidad para controlar sus pasiones y renunciar a sus propios deseos.

Al contrario de Taehyung, que lamentaba la disputa que había tenido con el noble Jung tras haber superado el asalto emocional. De haber callado su orgullo, no estaría en esta situación, tendría comida para alimentar al zorro y su peculiar dinámica con Hoseok estaría en buenos términos (o al menos no tendría la duda de haber ganado un nuevo enemigo). Su arrepentimiento era tanto que no se percató de la persona que se acercaba hacia la ventana.

Al poner la bandeja de pastelillos sobre el marco de la ventana, Chanmin notó la cabellera oscura de quien se ocultaba ahí. Su reacción fue de total injuria.

—¡Rata miserable! ¿Qué crees que haces aquí? ¿Eh? —Chanmin inhaló con tal brusquedad que pareció ahogarse—. Venías a robar comida, ¿no es así? Oh, Seojoon se va a enterar de esto, y ten por seguro que yo misma me aseguraré de que tu castigo sea tortuoso.

Taehyung se puso de pie entre tropiezos, una mezcla de sorpresa y temor cruzaba por su rostro. El fuerte martilleo de su corazón ahoga los murmullos de las doncellas en la cocina.

—No, por supuesto que no —respondió Taehyung, entre balbuceos que delatan su nerviosismo—. Tan solo quería pedir que me adelantaran mi ración, ya que el hambre que tengo es insoportable —insiste con tristeza, sus ojos buscan comprensión.

La mujer lo ignora, firme en su posición.

—¿Por qué debería tener consideración hacia tí si tú condición es la misma que la de los demás? Espera a la cena como todos los demás. —No hay piedad en su palabra, ni la menor cabida a negociar.

La mirada de Taehyung se endurece; en la punta de su lengua yacía la frase «porque soy el predilecto del emperador». Sin embargo, las palabras terminan muriendo en su boca al caer en cuenta de que, hasta que el príncipe asumiera el trono y cumpliera su promesa, él solamente era un eunuco.

—Chanmin, ¿no crees que estás siendo demasiado cruel con él? —Sowon, con su habitual tranquilidad, hizo presencia en la disputa—. El chico ha estado trabajando hasta tarde con el médico; ¿no merece alguna recompensa?

—No me intentes persuadir. Sé muy bien lo que este bribón hace: llega al final del día y saquea la cocina. Compasión es lo que he tenido con él al no haberle cortado la mano, que es lo que merece por usurpador.

Los pasos de Chanmin resonaron en el lugar, y uno de sus ojos parecía temblar por la tensión en su rostro. En un repentino impulso, Taehyung se colocó al lado de Sowon, dispuesto a defenderla si fuera necesario.

Chanmin reaccionó con desagrado ante la presencia de Taehyung. Su fastidio había llegado a tal punto que prefirió ignorarlo y dirigirse hacia Sowon.

—¿Por qué te empeñas en defender a este eunuco astuto? ¿No ves que solo busca aprovecharse de la situación? —comentó con disgusto—. Es preferible que guardes silencio y te limites a llevarle la comida a la princesa, es preferible a esos indecorosos espectáculos que haces.

Chanmin reaccionó con desagrado ante la presencia de Taehyung. Su fastidio había llegado a tal punto que prefirió ignorarlo y dirigirse hacia Sowon.

—¿Por qué te empeñas en defender a este eunuco astuto? ¿No ves que solo busca aprovecharse de la situación? —comentó con disgusto—. Es preferible que guardes silencio y te limites a llevarle la comida a la princesa, lo que es preferible a esos indecorosos espectáculos que haces.

El rostro de Sowon mostró un leve rastro de enojo ante las palabras de Chanmin. Sin embargo, prefirió no entrar en confrontación y asintió con serenidad.

Chanmin se dió la vuelta e ingresó al interior de la cocina, esperando que Sowon la siguiera. Antes de adentrarse en la cocina, Sowon y Taehyung intercambiaron miradas, en las que ambos afirmaban que estaban bien. Eso era lo que más importaba.

En medio de un suspiro, Sowon ingresó a la cocina, mientras que también tomó un rumbo hacia el oeste, sin destino ni comida, solo una lúgubre sensación de vacío.

En algún punto de su camino, Taehyung se detuvo para alzar la vista al cielo, midiendo la distancia entre el sol y el horizonte con cinco dedos, calculando que aún le restaban cuatro largas horas hasta la cena.

Rendido, se dejó caer en el borde de la terraza trasera de un edificio. Sus pies pulsaban horriblemente; incapaz de soportarlo más, se despojó de sus zapatos, revelando la piel hinchada y los pequeños pero dolorosos cortes en las plantas de sus pies.

Las piedras cayeron al suelo con un tintineo sordo; en un arrebato, Taehyung lanzó los zapatos contra el suelo con demasiada furia, mientras una inquietante sensación crecía en su interior. Pero, como si fuera una llama que podía extinguirse con un simple suspiro, Taehyung consiguió cortar con el flujo de sus pensamientos.

Enderezó su espalda y alzó su rostro, rígido y completamente inexpresivo, como una jícara que, más que de ser hermosa, buscaba ser práctica y soportar.

Sus dedos se envolvieron alrededor de borde de madera, al presionar el suelo de madera con las manos, experimentó una extraña sensación de “ya haber vivido lo mismo antes”. Fue entonces cuando dedicó un par de segundos a descifrar dónde estaba, descubriendo que había regresado a la parte trasera de la oficina del capataz Seojoon, donde apenas unos minutos antes había estado con Hoseok.

Una marea de emociones encontradas lo envolvió, tan arrolladora como un maremoto. Taehyung se sintió como si estuviera siendo arrastrado por la corriente.

En ese instante, apareció Sowon; un rayo de luz en el horizonte, tan resplandeciente como el sol mismo. Con solo su presencia, era capaz de barrer todos los pensamientos de la mente de Taehyung.

—He de admitir que quedé gratamente sorprendida al pasar por el patio principal y ver el piso resplandeciente.

Una sonrisa tímida apareció en el rostro de Taehyung. Él sabía que Sowon solo decía aquello para animarlo, pues había abandonado la explanada antes de terminar de limpiar, y lo que hizo fue arruinado por el agua derramada.

No obstante, aceptó el cumplido como si fuera una verdad irrefutable, únicamente por la persona que lo pronunció.

Sowon continúa, su expresión cambia a una más dramática.

—Chanmin puede ser implacable, terca y desconsiderada. ¿Cómo era que la llamabas?

—Dragona —contestó Taehyung entre dientes, y Sowon abrió sus ojos como si hubiera encontrado el tesoro más grande.

—¡"Dragona"! ¡Eso era! Aunque yo digo que tiene más apariencia de una lagartija. Una lagartija muy gorda.

Sowon ríe con gran gracia. Taehyung intenta hacer lo mismo, pero la comisura de sus labios apenas sufre un espasmo. La pesadez que lleva consigo es insostenible, baja la mirada y su gesto se contrae ante la imagen de sus pies descalzos.

La imagen del noble Jung aparece en su mente, se pregunta si él todavía tendrá los zapatos mojados. Espera que sí, y que sea muy incómodo, tanto como le resulta pensar en él.

—Me aflige verte de esta manera —Sowon llama su atención con voz suave—. Me gustaría ofrecerte algo para animarte, por favor, toma uno de los pastelillos.

Una ceja en alto y una mirada cargada de desconcierto fue la reacción de Taehyung.

—No puedo, son para la princesa. Podrías meterte en problemas si falta uno.

Sus mejillas se sonrojan al ser testigo de la ternura con la que Sowon lo miraba.

—No te preocupes por eso: la princesa ha ordenado un pastelillo extra para mí, una consideración que suele tener cuando nos reunimos a charlar. Tómalo sin recaer en mi apetito, que yo también debería considerar iniciar una dieta.

—Noona, no diga eso, usted es bella sin necesidad de hacer dieta.

—Eso ya lo sé. Sin embargo, el éxito de mi trabajo está en una talla; no te entrometas en ello y mejor hazme el favor de quitarme la tentación del medio. ¿Cuántas veces tendré que pedirte que tomes el pastelillo? ¿O acaso es mejor para ti el usurpar que recibir?

Taehyung se estremece por la pena.

—Sonare como un sinvergüenzas al decir esto, pido una disculpa de antemano —hace una pausa y suspira—. Robar no es algo que me resulte fácil, cada vez que he tomado algo es porque la necesidad me orilló a ello. Es bien sabido que soy liberado de mis labores tarde, tan tarde que las cocineras ya se han retirado de sus responsabilidades. Le juro que jamás he tomado más de lo que es la ración para todos.

—¿Y respecto a lo otro?

La pregunta de Sowon sacude el interior de Taehyung. El eunuco llevó su mano al pecho, presionando su palma contra el cuchillo que escondía entre sus prendas. La necesidad le orilló a guardarlo como suyo, y en cuanto el príncipe volviera, devolvería el cuchillo a su puesto.

Al percatarse de la mirada curiosa sobre su gesto, Taehyung actuó con rapidez para desviar la atención de Sowon.

—En todos estos años que he estado al lado del príncipe, jamás he recibido comida de su parte. En cambio tú, en el escaso tiempo que compartes con la princesa Eunha, te has ganado su complicidad.

Sowon sonríe con una pizca de arrogancia. —¿Qué decirte? Es la recompensa por ser una buena compañía, y ser una buena compañía es todo un arte.

—Me sería bueno aprenderlo, sobre todo si eso me garantizara la comida —admitió Taehyung, pensando en voz alta.

Sowon insiste en que tome el pastelito rápido, ya que sus manos se están cansando y le queda un largo camino hasta el jardín rojo. Taehyung aceptó de una vez por todas, tomó uno de los manjares y le agradeció a la doncella por esto.

Taehyung miró a Sowon alejarse, mientras se pregunta: ¿por qué aceptó el obsequio de Sowon y rechazó el de Hoseok? ¿Cuál era la diferencia entre lo que ambos le ofrecían?

Por alguna razón, es más cauteloso con el erudito, incapaz de confiar plenamente en él. Lo opuesto a Sowon, que su compañía desprende una sensación protectora con la que puede  bajar sus defensas; ¿podría contarle a ella acerca del zorro?

No es necesario tomar una decisión en este momento. Escondió el pastelito en su jeogori, y apresurado se dirigió a la casa de su madre, en donde su pequeño inquilino lo esperaba.

Taehyung toma más precauciones al adentrarse en la residencia de las doncellas debido a que es día y más personas podrían verlo. Una vez dentro, su mirada se posó en el montículo de tela a mitad de la habitación.

Se acercó con pasos ligeros y una pequeña sonrisa sobre los labios, mientras sacaba la bola de masa de arroz y relleno dulce.

—He regresado. Conseguí comida, sigue un poco caliente, espero que te guste.

Tiró de la sabana y su corazón dio un saltó al notar que debajo de estas no había rastro alguno del zorro. Sus pupilas corrieron de un lado a otro por la habitación, en espera de encontrar al animal. Notó que la tabla de su escondite estaba levantada y la ansiedad aumentó.

Se asomó por el hueco en el suelo y alcanzó a ver una cola rojiza. Mete la mano por el agujero, pero apenas siente que está a punto de tocar algo.

Salió apresuradamente de la casa y se agachó en el suelo para mirar debajo de la plataforma que la sostenía. El zorro, que lo recibió con gruñidos, estaba despierto y visiblemente alterado; le dolía pensar en cuánto tiempo llevaba confinado en ese estrecho y oscuro lugar. Taehyung intentó sacarlo, pero solo recibió un gruñido amenazante a cambio.

Una idea surgió en su mente: tomó un trozo de pastelillo y lo arrojó debajo de la casa. El zorro olfateó la golosina, dejando a Taehyung al borde de la incertidumbre hasta que finalmente se decidió a probarla.

Taehyung continuó arrojando pedazos de pastelillo, cada vez más cerca de donde él se encontraba, mientras el zorro se arrastraba para alcanzar la comida. Aunque el proceso era largo y tedioso, sabía que era necesario mantener al zorro calmado debido a las heridas que tenía.

De repente, escuchó voces cercanas. Al principio pensó que solo eran de una criada, sin motivo para preocuparse. Sin embargo, cuando reconoció la voz del capataz Seojoon junto a la de la doncella, se apresuró aún más, incitando al zorro a alcanzar el siguiente bocado.

Las voces se hicieron más claras, indicando que se estaban acercando. La tensión se apoderó de Taehyung, y en un rápido movimiento, agarró al zorro y tiró de él hacia afuera.

Un ardiente dolor recorrió su columna vertebral y se concentró en el dorso de su mano. El zorro lo había mordido y, por un impulso natural, Taehyung lo soltó. Un aullido de dolor atrajo la atención de las personas cercanas, incluyendo al capataz Seojoon y la criada Joohyun, que llegaron rápidamente al lugar.

El zorro, incapaz de huir, intentaba defenderse con gruñidos y amenazas de mordidas mientras Seojoon se acercaba con la vara de madera en mano. Taehyung, preocupado por la seguridad del animal, trató de intervenir para evitar que lo lastimaran aún más, pese a su propio dolor.

Se liberó del agarre de Joohyun, quien había intentado auxiliarlo.

—¡Deténganse! —exclamó Taehyung, con la voz temblorosa. Se arrastró por el suelo y alcanzó a sostener el torso de Seojoon, tratando de llegar a su brazo que se alzaba amenazante—. El zorro no puede huir, está herido. No merece más sufrimiento.

Seojoon no lo escuchaba, forcejeaba con él para quitárselo de encima. Taehyung era el único que mostraba compasión por la criatura mientras los demás la incitaban a su inquisición.

Taehyung cayó al suelo, incapaz de luchar contra el capataz, un hombre fornido y alto. La vara se alzó en alto y descendió amenazante, pero en vez de golpear al zorro, la madera resbaló de la mano de Seojoon.

El sonido de algo cayendo en dos tiempos resonó en el sitio: primero fue su torso y luego su cabeza que impactó contra el suelo. Taehyung se había lanzado sobre el cuerpo del capataz, enganchándose a su brazo y doblando su codo, desviando así su movimiento y recibiendo toda la fuerza del mayor sobre su abdomen.

La falta de aire comenzó a oscurecer su visión, todo se volvía borroso a su alrededor. A pesar de sus esfuerzos, Taehyung no podía levantarse; su cuerpo se negaba a responder.

El último sonido que Taehyung percibió fue el agudo chillido del zorro, antes de perder el conocimiento.

«Los recuerdos se desvanecen en mi mente, por más que me aferre a ellos, se deslizan entre mis dedos como arena. Imploro que alguien me escuche, que logre mantenerlos puros de la angustia que se apodera de mi mente. Sé que te escondes en la oscuridad, que estás ahí. Por favor, escúchame».

Año 24 del emperador Jungwoo.
2° mes.  // Día 16 // Invierno.

—¿Hay algo en lo que pueda ayudarlo? —cuestionó Taehyung, a pesar de sus esfuerzos por mantener la cortesía, cierto hartazgo se filtraba en su voz.

Llevaba tres semanas siguiendo el mismo protocolo: a la misma hora se encontraba con el noble Jung en la biblioteca y le hacía la misma pregunta, aunque ya ni siquiera trabajaba ahí. Hace una semana fue destituido y asignado a la clínica real. «Tu última oportunidad», le advirtió el capataz Seojoon; si fallaba, sería enviado a trabajar con los nobis.

Desaparecer cada día cerca del anochecer y tras las espaldas del médico Oh no favorecía en absoluto la conservación de su puesto.

—Te has comprometido conmigo. Puedes cumplir tu palabra, o decepcionarme y enfrentar las consecuencias —dijo el noble encogiéndose de hombros, volviendo su atención a su escritura.

Taehyung escuchó las palabras de Hoseok con una mezcla de frustración y desesperación. Acercarse al noble fue un gran error: se dejó maravillar por la imagen del "aprendiz rebelde", sin pensar en que alguien etiquetado como alborotador podría traerle problemas. Uno no recibía su nombre a la ligera; y eso también aplicaba para él, aunque le costara admitirlo.

¿Y para qué? Si al correr el riesgo solo se llevó una gran decepción: aquel noble de poderoso porte e inquebrantable espíritu, no era más que un bufón.

—¿Sabes cuál es el problema de mostrarse siempre cortés? —cuestionó Hoseok, y su expresión se cargó de regocijo al ver los ojos ambarinos llenarse de rencor—. Vamos, no te quedes callado. Si te equivocas, no habrá peor castigo que la ignorancia.

—Si me equivoco, usted se burlará de mí —murmuró Taehyung entre dientes.

Hoseok soltó una sonora carcajada, disfrutando del momento.

—¿Cómo no reírse si eres tan encantador? Actúas con tal confianza como si lo que dijeras o hicieras no fuera un completo disparate —dijo, mientras la punta de su lengua asomaba por la oscuridad de su boca, haciendo un recorrido lento sobre sus labios y dejando un singular brillo a su paso. Taehyung estaba atento a sus labios, los cuales se curvaron en una sonrisa depredadora—. Realmente divertido.

El calor subió al rostro de Taehyung. La vergüenza empujó su cabeza hacia abajo, y ante la tormenta emocional, su mente se llenó de amargura y reclamos hacia el noble frente a él. Por años ha soportado desprecios y humillaciones de las personas que se encuentran en lo más alto de la pirámide social; sin embargo, no encuentra punto de comparación con el reto que enfrenta hoy en día: lidiar con el noble Jung era algo que iba más allá de su paciencia.

Tragó saliva y se obligó a mantener la calma. En algún momento, Hoseok se cansaría y lo dejaría en paz, o eso esperaba; hasta entonces, debía acudir a él y soportar sus burlas y desafíos.

Tomó una profunda inspiración y dejó escapar el aire a través de las palabras que fue obligado a memorizar durante sus entrenamientos de eunuco.

—Si un noble considera que se le ha ofendido, puede acudir a un juez para levantar una demanda. El acusado, de encontrarse culpable, será castigado de acuerdo a la gravedad de la fechoría. De tratarse de una acción malintencionada, el castigo correspondiente oscila entre los 25 y 45 golpes con la vara, 50 a 69 si se trata de una calumnia y 80 si daña su moral. La cifra aumenta según la jerarquía del afectado; por lo que, si se tratase de un miembro de la familia real, la condena puede alcanzar la pena máxima.

Hoseok chasqueó la boca, en un sarcástico gesto de asombro.

—Tu respuesta fue mejor de lo que yo había contemplado. En mi ignorancia, lo peor de mostrarse siempre cortés es que era fácil notar cuando uno fingía. ¿Cómo no pensé antes en el castigo que conlleva el desobedecer las normas sociales? —El noble se encogió de hombros, para luego llevar sus manos hacia las citas de su sombrero que se amarraban debajo de la barbilla—. Supongo que este sombrero que llevó puesto a veces aprieta demasiado mis pensamientos —dicho esto, deslizó el sombrero de ala ancha tras su cabeza, renunciando a una de sus ornamentas como Yangba—. La corte no debería escuchar a alguien con la mente adormecida, hay que liberarlos de esa pena e ir directo a la condena. Extiende tus manos, eunuco, yo mismo te castigaré por la malicia mostrada hacia mí.

Taehyung lo miró con una ceja en alto, incrédulo ante lo escuchado. Hoseok dejó en claro sus intenciones al cerrar el encuadernado para alzarlo de manera intimidante.

«Soy mejor que esto», pensó Taehyung, forzándose a extender sus manos frente a su torso.

Un golpe sordo hizo eco en sus oídos. Su cuerpo se tensó; sin embargo, no fue el dolor lo que se apoderó de sus sentidos, sino una fría sensación que le recorrió la columna vertebral. Las manos de Hoseok se entrelazaron con las suyas con una delicadeza inesperada, como si estuviera tratando una obra de arte.

—Por lo visto, alguien se adelantó a mis intenciones —La punta de sus dedos delineaba las marcas y más cicatrices en las manos de Taehyung—. ¿Qué has estado haciendo para ser merecedor de esto?

El marrón y el ámbar se encontraron, como una oscuridad capaz de ahogar a la luz. Taehyung retiró sus manos y dio un paso hacia atrás.

—Lamento la descortesía que tuve con usted, no fue mi intención —balbuceó Taehyung, juntando torpemente sus manos y realizando una ligera reverencia como señal de disculpa.

—Por supuesto que fue tu intención —confirmó Hoseok, enviando una señal de alerta a Taehyung. El eunuco se enderezó, sintiéndose amenazado. Sin embargo, el noble desvió su atención hacia otro tema—. ¿Fue el médico Oh? ¿Es la forma en que te castigan por salir de la clínica?

Taehyung apretó los labios, reacio a revelar la verdad. Sus manos se deslizaron por sus brazos, entrelazándose nerviosamente.

De repente, la expresión de Hoseok experimentó una breve contracción antes de relajarse nuevamente. Había encontrado su propia interpretación a las preguntas sin respuesta; Taehyung perdió que se quedará con la versión de sus hechos.

—Ya no volverás a salir hurtadillas de la clínica, por lo menos, no por mi intervención —al decir esto, Hoseok se puso de pie, ajustando su traje y acomodándose el sombrero—. Acompáñame, tengo algo en lo que puedes ayudarme.

Taehyung, un tanto desconcertado, siguió obedientemente al noble por los pasillos, alejándose cada vez más de la zona común de la biblioteca. La situación se tornó inquietante cuando pasaron detrás del escritorio del bibliotecario, y empeoró aún más a medida que descendían hacia el sótano.

Los pasillos se redujeron hasta convertirse en un único camino por el que solo podía caber una persona. Taehyung tenía la sensación de que las paredes se cerraban sobre él, imaginaba miradas acechantes en donde solo había ladrillos. Finalmente, chocó contra la espalda de Hoseok, quien se detuvo frente a una imponente puerta de madera.

—No deberíamos estar aquí —murmuró Taehyung, nervioso.

Hoseok chasqueó la lengua, desinteresado.

—Si quisieran que esto fuera un secreto, no tendría esta apariencia —dijo mientras retrocedía y revelaba la ilustración—. Es una muestra ostentosa de lo que oculta y lo inalcanzable que es.

Se volvió hacia Taehyung, con una amplia sonrisa que adquiere un matiz macabro bajo la tenue luz de la lámpara.

—No puedo entrar ahí, por favor, no me hagas entrar —imploró Taehyung, nervioso. Ingresar al registro sería buscar graves problemas y, posiblemente, la muerte.

De un movimiento rápido e inesperado, Hoseok tomó las manos de Taehyung, volviéndolo consciente de sus uñas que se clavaban alrededor de su cutícula.

—Has estado reprimiendo tus emociones, pero han llegado a un punto de tensión que te resulta difícil de controlar. Recuerda esto: ninguna regla puede contener una revolución de esta magnitud, la revolución buscará una salida a toda costa —murmuró suave, como un susurro que debía permanecer entre los dos. Hoseok alzó sus manos entrelazadas, incitando a Taehyung a mirar las llagas y hendiduras sobre sus manos—. Tus emociones han encontrado una escapatoria al abrir escapes en tu piel. Has tomado venganza contra tus propias manos. Ansías alcanzar algo, tocarlo, pero te lo impides —soltó una leve risa—. Tu ambición es más grande de lo que imaginas.

Taehyung se sintió encantado por las palabras de Hoseok, su aliento y la cercanía entre ambos. Sin embargo, un temor se apoderó de él: ¿qué era eso que anhelaba alcanzar?

Podría ser la cordura de su madre, que cada día parecía más lejana. La preocupación lo embargaba, temía lo que su madre podría estar haciendo en su estado. ¿Un temblor que la hiciera caer? ¿un espasmo que se confundiera con una expresión de odio?

¿Cómo había llegado a ese estado?

Anhelaba desesperadamente un poco de aire fresco. El estrecho pasillo le resultaba incómodo, y la presencia de Hoseok despertaba sospechas sobre sus intenciones. Finalmente, retiró sus manos de las de Hoseok y desvió la mirada hacia un punto lejano. La imagen del dragón tallado en la puerta lo atrajo, una fuerza magnética que lo llevó a acercarse sin importar la presencia del noble.

Tocó la garra del dragón con sus dedos. El más feroz y el más sabio entre todas las criaturas, el que se alza sobre los suelos, mares y cielos; el gran emperador.

—¿Para qué me ha traído aquí, señor?

La pregunta de Taehyung, formulada con una mezcla de curiosidad y preocupación, quedó suspendida en el aire, como si el universo mismo aguardara la respuesta. Y entonces, la cercanía de Hoseok se hizo presente. Sus rostros quedaron a escasos centímetros de distancia, una sensación abrumadora, misteriosa y apasionante, tomó el control del cuerpo de Taehyung, impidiéndole alejarse del noble.

Hoseok parecía atrapado en el mismo hechizo, sus pupilas inquietas eran la ventana al esfuerzo que hacía por salirse de la situación. Un destello fugaz de confusión cruzó por sus ojos antes de que su mirada se endureciera nuevamente. Con una sacudida casi imperceptible de la cabeza, como si quisiera despejar sus pensamientos, retrocedió un paso, alejándose de Taehyung.

Hoseok que se acomodaba en la pared, comenzando a descolgar su flauta, como si nada hubiera pasado.

—Dime todo lo que sepas acerca del ministro Kim Kangho.

Taehyung reaccionó de manera tardía, todavía aletargado por lo sucedido. No respondió, estaba demasiado abrumado como para unir dos pensamientos de forma lógica.

—Si te confieso que mis intenciones no son malas, ¿estarás más cómodo? —cuestionó Hoseok, más atento al instrumento que a la conversación.

Taehyung buscó la misma postura que el noble, imitando sus acciones como un reflejo de empatía. Se apoyó en la pared, aparentando naturalidad, con la diferencia de que su voz temblaba:

—¿Tampoco me dirás si son buenas?

Hoseok, quien llevaba la boquilla de la flauta a sus labios, se detuvo para soltar una suave risa. ¿En serio iba a tocar en un momento como este?

—Tienes una promesa conmigo, no lo olvides —lo desafió Hoseok.

Taehyung quería salir lo más pronto de ahí, así que respondió sin más rodeos.

—Clan de Kim-Ho. Hermano mayor del gobernador de Busan, y tío del capataz Seojoon y el erudito Namjoon. Hace 4 años accedió a la corte superior, y antes de eso fue ministro de base por un largo tiempo. Es dedicado a su trabajo, apegado a la ética….

Hoseok lo interrumpió: —¿Cómo te trataba a ti?

Taehyung se revolvió incómodo en su lugar.

—No trataba a la servidumbre del palacio, él suele llevar a sus propios sirvientes.

La melodía de la flauta llenó el estrecho pasillo, un sonido ligero que parecía danzar entre las sombras. Taehyung se deslizó por la pared, sentándose en el piso al igual que Hoseok, y dejándose llevar por el suave ritmo.

Si alguien lo escuchara a lo lejos, creería que el clima estaba a punto de cambiar. Taehyung respiró pesadamente y cerró los ojos, sintiendo una agradable pesadez que lo transportaba a los días de verano en los campos de entrenamiento dentro del palacio.

—Recuerdo una vez que el príncipe tropezó con el ministro Kim Kangho. El ministro fue severo y llegó a alzar la mano contra el hijo del emperador. Su majestad se quejó con su padre, y el emperador consultó a Kangho, quien mintió sobre los hechos, afirmando un falso afecto hacia el príncipe. No tenía ninguna consideración por él; era voluble y solo aparecía cuando el emperador estaba cerca —contó Taehyung mientras la música de Hoseok lo envolvía.

La música se detuvo. Al abrir los ojos, Taehyung se sorprendió por la mirada intensa que caía sobre él.

—¿Cómo te trataba a ti? —repitió Hoseok, con seriedad.

Su insistencia era extraña, pero Taehyung no se atrevía a cuestionarlo. Agachó la cabeza y carraspeó antes de responder:

—Para el ministro Kim Kangho, yo era menos que una basura. Como le comenté anteriormente, él llevaba a sus propios siervos: demacrados en apariencia y completamente sumisos; temblaban ante cada una de sus órdenes. Yo sentía miedo de él, pero Kangho jamás volteaba a verme.

Hoseok asintió a cada una de sus palabras. Reflexionó sobre ellas, y después de un rato, se puso de pie.

—Ya no tienes que buscarme, me has sido de mucha ayuda.

Aquellas fueron las últimas palabras del erudito antes de retirarse, dejando atrás a un siervo desconcertado que, después de haber detenido sus manos antes de lastimarse, ya no sabía qué hacer con ellas.

Querer - Soltar.

Alcanzar -Liberar.

No poder decidir lo empuja al deseo de arrancarse las manos.

Su uñas clavándose sobre su piel. Los surcos que se abren. La sangre que brota.

«Ojalá tuviera su tacto para pedirle que se detenga». Es extraño anhelar lo que resulta ajeno.

Taehyung no volvió a saber de Hoseok después de ese día, incluso cuando iba a buscarlo a la biblioteca en el mismo horario de sus encuentros anteriores.

5 días después, se prolongó la noticia de que alguien entró al registro de la familia real y robó un documento importante.

La ciudad cerró sus puertas y los soldados tomaron las calles. Cada ciudadano debe someterse a un interrogatorio y a la revisión de sus viviendas. ¿El saqueo inmobiliario, los golpes e insultos, forman parte del procedimiento?

3 días después de que iniciará la investigación,  se descubre que fue un noble quien tomó los papeles. Las castas más bajas no recibieron una disculpa por el infierno que les hicieron padecer.

El 25 de febrero un noble fue capturado y enjuiciado. El juez determinó que era culpable de un crimen de traición y el emperador Jungwoo dió su aprobación a la pena máxima.

Taehyung no podía salir del palacio hacía la plaza principal, así que su única manera de ver el rostro del prisionero fue buscar la ruta y la hora en que sería escoltado.

Incluso en su último momento, Kangho, ex-ministro superior y despojado de su apellido, miró a Taehyung con desprecio.

Kangho fue ejecutado en la plaza de la ciudad, su cabeza colgó por el resto del mes, como un recordatorio a todo aquel que tuviera la osadía de desafiar a la familia real.

Otra inquisición se llevaría a cabo el siguiente mes, a una fémina por los mismos cargos. ¿Qué  le pasaba al pueblo de Joseon que olvidaba rendir respecto a sus soberanos?

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