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Capítulo IV. La fascinación del desencanto

Año 24 del emperador Jungwoo. 
1° mes.  // Día 26 // Invierno.

La complicidad entre Taehyung y Hoseok era inimaginable ante los ojos de la sociedad. Sus vidas debían seguir rutas separadas, marcadas por la rigidez de la jerarquía social. Sin embargo, a veces el destino se encargaba de tejer conexiones inesperadas entre personas de mundos aparentemente opuestos.

Taehyung fue el primero en notar a Hoseok, era una sombra que cruzaba por la periferia de su mirada, una enigmática figura que despertaba su curiosidad por su confianza solemne e inquebrantable. Conoció su nombre por los rumores que se extendían acerca de él: “un alborotador”, una etiqueta que conocía bastante bien.

Pero no fue hasta la pausa de sus actividades principales que su encuentro pudo darse de manera más profunda. En ese entonces, Taehyung cumplía sus labores provisionales en el centro de estudios del palacio, en donde fue limitado a llenar los tinteros y coser los cuadernos debido a su falta de conocimiento en lectura y escritura. 

Taehyung, peligrosamente, se preguntaba por aquel pensamiento que cruzaba la cabeza del noble cada vez que su mirada se fijaba en la lejanía: aguda y analítica, como si quisiera encontrar la esencia de las cosas. Una mirada similar a la que Taehyung mantenía sobre él.

El aburrimiento de su oficio fue el detonante de su actuar imprudente. En un impulso de atrevimiento sus pies lo llevaron frente a la mesa del noble. 

—¿Puedo ayudarle en algo? —se animó a preguntar, enmascarando su nerviosismo tras un tono servicial.

Ante su voz, la expresión de Hoseok pasó a mostrar un evidente desagrado: en su entrecejo surgieron surcos y su mandíbula se tensó. No volteó a verlo, «su presencia era insignificante»; en su lugar, sus ojos se mantenían sobre el balcón, vigilando a un grupo de ministros que charlaban alrededor de una mesa en la zona más exclusiva del centro. 

—No he oído que hayas ofrecido tu ayuda a alguien más, por lo tanto deduzco que soy el primero con el que empiezas tu labor, o el único al tienes la intención de acercarte. Cualquiera que sea tu razón, te deja mal posicionado, eunuco —la voz del noble es ligera, como un susurro que se pierde entre el aire que sopla. Apenas un cosquilleo para quien está más atento en detallar las facciones del rostro frente a él:

El cabello oscuro atado en un perfecto rodete, la cinta de cuero en su frente,  la curva de su nariz y el filoso ángulo de su mandíbula; sus rasgos en conjunto le daban un aire de poderío y elegancia; sin duda alguna Hoseok tenía la apariencia de quién está destinado a un puesto de alto mando.

Cuando Taehyung contemplaba la oscuridad en los ojos del noble, este volteo a mirarlo. Sus ojos puestos en él, con una intensidad que pareciera querer escrutar su alma, hicieron que el joven eunuco se sintiera débil, en un estado vulnerable. Queriendo resguardarse, Taehyung agachó la cabeza, lamentando haberse acercado sin antes cuestionarse si tendría la fuerza suficiente para plantarse cara a cara con el noble.

—Lamento si lo he ofendido, señor. Permita que explique mis acciones, decidí ofrecerle mi ayuda específicamente a usted porque tuve la impresión de que estaba buscando algo. 

Hoseok permaneció en silencio durante un momento, como si evaluara a Taehyung detenidamente. Finalmente, una pequeña sonrisa curvó sus labios, aunque su mirada seguía siendo penetrante.

—Vaya imprudencia la tuya, no cualquiera se atrevería a acercarse a un noble de esa manera. Vivir en el palacio te ha brindado una falsa valentía, una muestra más del deterioró de la administración de esta gubernatura. 

Las palabras de Hoseok hicieron que Taehyung torciera la boca con molestia. Era un acto audaz y, por ende, imprudente, que el noble juzgara el palacio desde dentro de sus muros. Sin embargo, fue inteligente al saber frente a quién decirlo: Taehyung mostraba un evidente miedo a la confrontación y aunque se animara a acusarlo ante los tribunales, ¿quién le creería? Era la palabra de un simple eunuco contra la de un noble.

La impotencia inundó a Taehyung; actuar representaba una posible amenaza para él, la cual no quería enfrentar. Hoseok tenía razón: su valentía era una simple ilusión

Ante su silencio, la sonrisa en el rostro de Hoseok se ensanchó. Si hubiera sabido que el noble tenía una actitud tan pesada, jamás se habría acercado a él. ¡Era un fastidio!

—Tienes mi atención. Ahora respóndeme, ¿quién eres? —cuestionó Hoseok, reposando su cabeza sobre la palma de su mano. 

Taehyung no pudo soportar la intensa mirada del contrario y agachó la cabeza.  

—Mi nombre es Taehyung, señor.

Al darse cuenta de que Taehyung no tenía la intención de decir más,  Hoseok alzó una ceja en un gesto arrogante.

—¿Te han desheredado de tu clan, o por qué me privas de conocer el nombre de tu familia? Si es el recelo lo que te mueve, ten por seguro que no tomaré venganza contra tus cercanos.

Taehyung negó enfáticamente.

—No tengo un apellido al cual responder, esa es la verdad.

—¡Un bastardo! —exclamó el noble entre risas—, así que esa es la maldición que escondes tras tu iris.

Hoseok se aproximó al joven, clavando su mirada en los ojos de Taehyung. La mirada intensa del noble parecía penetrar sus pensamientos, y Taehyung se sintió vulnerable, expuesto ante su escrutinio.

De repente, los ojos de Hoseok se desviaron hacia algún punto lejano. Curioso, Taehyung siguió su mirada, notando a un grupo de ministros levantándose para irse. De repente, su rostro fue tomado desde la barbilla y jaloneado de vuelta.

El firme agarre de Hoseok en su barbilla provocaba un hormigueo en su piel, una sensación eléctrica que recorría su mandíbula y se extendía por todo su rostro. 

La caricia inesperada de Hoseok descendió desde su barbilla hasta su cuello, desencadenando un escalofrío que recorrió toda su espalda en un estremecimiento involuntario. Mientras tanto, el rostro de Hoseok se inclinó ligeramente, como si estuviera buscando encontrar respuestas en las facciones de Taehyung con una determinación casi palpable. La cercanía y la intensidad del momento dejaron a Taehyung sin palabras, sumergido en una extraña sensación de expectativa y nerviosismo.

En ese instante, sus piernas temblaron ligeramente bajo él, incapaces de contener la oleada de sensaciones que lo abrumaban. El cálido aliento del noble se deslizó suavemente por el pabellón de su oído, enviando un escalofrío adicional por su espalda y haciendo que su corazón latiera con aún más fuerza.

—No creas que me será tan fácil perdonar tu atrevimiento. Has venido a mí por voluntad propia, ahora vas a acercarte a mi cada día para hacer la misma pregunta hasta que tu servicio sea realmente necesario.

Taehyung asintió, aceptando la extraña condición impuesta por el noble. Hoseok soltó su rostro con aquella sonrisa que se volvería una pesadilla en el futuro. Sin decir más, Taehyung se retiró de la habitación, con la sensación de haberse involucrado en algo incorrecto.

Año 24 del emperador Jungwoo. 
5° mes. // Día 12 // Primavera.
Mediodía.

Taehyung ha intentado descifrar quién era Jung Hoseok desde su primer encuentro; pero cada vez que piensa tener una idea, el noble hace algo totalmente diferente.

Tal como lo mencionó frente al resto de ministros, Hoseok lo encaminó hacia la oficina del capataz Seojoon. El viaje fue silencioso y tenso,  con la misma sensación que tendría una marcha fúnebre.  Taehyung iba cabizbajo, dando de vez en cuando una mirada hacia el noble: ojos grandes y llenos de arrepentimiento. 

Se ha dado por vencido, asumiendo que el repentino cambio en la actitud del noble era la consecuencias de los constantes deslices de su relación. Resignado, Taehyung subió los escalones y esperó tras la puerta.

Transcurrido un par de segundos, le sorprendió no oír ningún ruido dentro de la habitación. Llamó a la puerta para comprobar sus sospechas, pero nadie respondió. Entonces, giró sobre sus talones, esperando que el noble tuviera alguna solución para esto. 

Sus ojos se abrieron ampliamente al darse cuenta de que Hoseok desapareció de su vista. Confundido, bajó los escalones y se asomó por una de las esquina del edificio. Su cuerpo sufrió un asalto debido a una inesperada fuerza que lo jaló hacia los brazos de su protector. 

El impacto dejó a Taehyung momentáneamente desconcertado, su corazón latiendo con una mezcla de asombro y temor. Hizo un esfuerzo por recobrar la compostura mientras la voz sarcástica del noble jugaba en su mente.

—Luces aterrado —se burló Hoseok, trazando una sonrisa juguetona que se deslizaban hacia las esquinas de sus ojos—. ¿Qué te pareció mi actuación? Fui convincente, ¿verdad que sí?

Demasiado cerca; el aliento del noble impacta sobre su mejilla. El calor se acentúa en su rostro, mientras que su cuerpo se tensa y su rostro se ladea hacia un costado. Taehyung estaba tan sumido en la avalancha de emociones que lo asaltan que tuvo que hacer un esfuerzo extra para ajustarse a la realidad.

Poco a poco, la presión en su brazo disminuyó y Taehyung recuperó el control de su cuerpo. Con una sonrisa insolente y una actitud relajada, Hoseok se alejó de él y tomó asiento en el borde del edificio, dejando en claro el placer que le causaba molestarlo.

En ese instante, un rastro de enojo cruzó por los ojos ambarinos. Cada vez que Hoseok aparecía, también surgía en Taehyung un sentimiento de molestia y frustración que le resultaba difícil de sobrellevar, una incómoda sensación que lo impulsaba a resistirse. A pesar de ello, Taehyung avanzó hacia delante, tomando asiento en la misma viga que el noble.

—No debió de haberle mentido a los nobles respecto a que se haría cargo de mi castigo —murmuró Taehyung con voz grave, sintiendo una sensación incómoda en el fondo de su mente.

Una ligera risa llegó a sus oídos, aumentando su tensión.

—No levantes falsos en contra mío —respondió Hoseok, con la voz cargada de sarcasmo—. Mi palabra hacia el anciano Choi sigue intacta: mencione que te llevaría a la oficina del capataz, ¡y aquí estamos ahora! Mmm, en cambio el cascarrabias de Seojoon no está, bastante irresponsable de su parte, ¿no crees?

Taehyung asintió levemente, como si estuviera aceptando la sugerencia de Hoseok, cuando realmente estaba absorto en sus pensamientos. La incertidumbre se había apoderado de él y lo hacía preguntarse qué habría sucedido si el capataz Seojoon hubiera estado en su oficina, ¿Hoseok lo habría acusado ante él? 

Podía recibir obsequios e incluso protección por parte del noble, pero ¿podría mantenerlo impune ante la descortesía que mostró hacia sus maestros y colegas?

De reojo, Taehyung observó al noble. La tranquilidad en su semblante sugiere que él sabía que Seojoon no estaba presente. Por lo tanto, su sugerencia de llevarlo a la oficina de Seojoon parecían ser solo una manera de salvar la situación incómoda. “¿Por qué?”, Taehyung se preguntaba sobre el motivo detrás del comportamiento de Hoseok, aunque sabía que era una pregunta difícil de plantear.

Finalmente, se rindió y bajó la mirada hacia el suelo, donde observó un charco de agua que se formaba en el suelo de tierra batida.

—Debería considerar quitarse los zapatos —sugirió Taehyung, tratando de desviar la atención hacia algo más práctico—, lo deben de estar incomodando.

La sonrisa de Hoseok se amplió, adquiriendo un matiz burlón que no pasó desapercibido para Taehyung. 

—¿Vas a encargarte de retirármelos? Después de todo, eres experto en vestir y desvestir al príncipe heredero —dijo Hoseok con sarcasmo, acompañando sus palabras con una risa que resonó en el lugar apartado.

El comentario de Hoseok provocó que Taehyung frunciera el ceño, sintiendo cómo la molestia crecía dentro de él. Desde que el noble se enteró de cuál era su verdadera posición en el palacio, no paraba de burlarse de sus actividades, las cuales acusaba de triviales y sin sentido. 

Este tipo de comentarios eran los que más afectaba a Taehyung, y en varias ocasiones  tuvo que morderse el labio para no responder con palabras hirientes.

Por más que deseara hacer lo contrario, Taehyung estaba impuesto a tener cuidado con la forma en que se dirigía hacia un noble. Mantener el protocolo era aún más importante cuando trataba con Hoseok, quien parecía disfrutar de empujarlo hasta su límite. Aunque no entendía completamente las razones detrás de estas provocaciones, Taehyung se negaba a ceder. 

Con un suspiro resignado, Taehyung tuvo la intención de arrollarse frente a Hoseok, dispuesto a quitarle los zapatos. Sin embargo, antes de que sus rodillas pudieran tocar la tierra, el fuerte agarre de Hoseok en su brazo lo detuvo bruscamente, enviando una punzada de dolor a través de su piel. Taehyung se quedó atónito, observando la expresión de molestia claramente grabada en el rostro del noble.

La facilidad con la que su cuerpo delgado fue manipulado por el noble le recordó su propia debilidad y fragilidad en comparación con la fuerza de Hoseok. Una vez liberado, Taehyung se tambaleó ligeramente, sintiendo cómo una extraña sensación de desorientación lo invadía, mientras su corazón golpeaba con fuerza en su pecho, como un tambor en un ritmo frenético.

Sentado nuevamente en la viga del edificio, Taehyung luchaba por comprender lo que acababa de suceder. Estaba desconcertado por la reacción inesperada de Hoseok, preguntándose qué habría motivado tal comportamiento. Sin embargo, lo más desconcertante fue la expresión de frustración en el rostro del noble.

Ambos se sumergieron en un silencio denso, como si las palabras se quedaran atrapadas en el aire, buscando entender la situación desde sus propias perspectivas. El ambiente se cargó de una tensión palpable, mientras Taehyung luchaba por comprender el motivo detrás del repentino cambio en la actitud de Hoseok.

Finalmente, rompiendo el silencio con una calma inquietante, Hoseok formuló su pregunta.

—Es mi turno de preguntar: ¿era tu intención volcar la cubeta de agua?

Las palabras de Hoseok resonaron en el aire, y Taehyung se sintió momentáneamente atrapado en su mirada penetrante. Trató de mantener la compostura mientras respondía.

—Fue un accidente —murmuró Taehyung, aunque una sombra de duda se asomaba en su voz, cuestionando la validez de esa afirmación.

Sus manos buscaron refugio en el borde de su toga, entrelazándose con la tela en un gesto de ansiedad. ¿Realmente fue un accidente? ¿Podría considerarse un accidente incluso después de que se haya regocijado por los alaridos de los nobles?

Únicamente experimentó el arrepentimiento al pensar que Hoseok se había enfadado, pero después de que la actitud del noble se aclarara como una farsa, la pena se esfumó. 

—El accidente más conveniente —murmuró Hoseok, con un toque de alivio en su voz—. Me salvaste de una charla demasiado aburrida.

Una sonrisa fugaz se curvó en los labios de Taehyung, una chispa de complicidad entre ambos. Hoseok devolvió el gesto con una sonrisa de complicidad, y el momento de tensión pareció disiparse en el aire mientras los dos se relajaban, cada uno reconociendo la astucia del otro.

Hoseok comenzó a moverse, con la elegancia propia de su linaje noble, envuelto en un lujoso lino celeste que destacaba su estatus. Siempre llevaba consigo una bolsa que cruzaba su pecho, una especie de cofre de tesoros que guardaba secretos varios. Con una delicadeza casi ritual, sacó un recipiente redondo envuelto en una fina tela blanca.

Los ojos de Taehyung se ensancharon ante la expectativa, observando con curiosidad mientras Hoseok desataba el nudo con sus largos y finos dedos. La tela cayó con gracia, revelando un contenedor de bambú que Hoseok depositó en el regazo del joven, como si estuviera presentando un tesoro invaluable.

Taehyung se quedó aturdido, con la boca entreabierta en asombro.

—No debería… —tartamudeó, luchando por encontrar las palabras adecuadas para expresar su sorpresa y desconcierto ante aquel gesto inusual.

Por más que el noble le brindará obsequios, el joven eunuco estaba convencido de que nunca llegaría a acostumbrarse a estos. Por más simple que fuera, la gentileza y cortesía con las que Hoseok se dirigía a él se sentían como una trasgresión a las normas sociales, como si desafiara las barreras que separaban sus respectivas castas.

Taehyung todavía estaba asombrado por la ayuda que le había brindado el noble durante el  juicio de su madre. El recuerdo del lujoso traje de luto, ahora reducido a jirones para salvar al zorro herido, le provocó un doloroso remordimiento por ya no poder rendirle luto a su madre de la misma manera.

Entre estas memorias dolorosas, Taehyung se encontraba atrapado entre dos extremos: la aversión hacia la actitud de Hoseok y la gratitud que había surgido como respuesta a sus gestos de solidaridad

Para Taehyung, hablar del noble Jung era referirse a una paradoja, una combinación de burla y autenticidad que lo mantenía en un estado constante de incertidumbre, una dualidad tan severa que temía perder la cordura tratando de entenderla. Ya no sabe si tomar la comida que le ofrece, pues no desea seguir alimentando aquel círculo de contradicciones.

—No quisiera herir tu orgullo que considero tan exquisito —pronunció Hoseok con un tono que resonó entre el humor y la solemnidad—. Por tanto, te pido que aceptes la comida como una orden, considerando mi posición como tu superior.

Taehyung se contuvo por más que sintió el impulso de replicar. En silencio, abrió el contenedor, revelando la imagen de cinco Mandu humeantes. A través de la fina masa, se podía vislumbrar el relleno de col, cebolleta y tofu, una combinación reconfortante que despertó su apetito. 

Un suspiro de alivio escapó de sus labios mientras observaba el tentador manjar, sintiendo cómo se disipaba un peso que había estado sobre sus hombros. Aunque no fuera carne, era una bendición haber conseguido comida tanto para el zorro como para él. 

—¿Podría tomar dos en esta ocasión? —preguntó con cautela, descubriendo la mirada enternecida que se posó sobre él.

Hoseok accedió a la petición de Taehyung, decidiendo que no lo iba a presionar para que tomara más. Extendió un pedazo de tela sobre su regazo y seleccionó cuidadosamente los dos mandu más grandes, envolviéndolos hábilmente para entregárselos a Taehyung a cambio del recipiente.

Taehyung susurró un suave "gracias", inclinando ligeramente la cabeza. Con delicadeza, acercó el envoltorio que contenía los mandu hacia su pecho, demostrando lo valioso y preciado que era para él.

Aunque Hoseok intentó forjar una sonrisa, su buen humor ya se había desvanecido. 

—Incluso después de haber complacido tus peticiones, todavía percibo en tu semblante una sombra de malestar —observó Hoseok, su voz revelando una grieta en su usual fachada sarcástica, un destello de preocupación genuina—. ¿Ha ocurrido algo que te cause dolor o molestia?

Taehyung se movió ligeramente en su asiento, incómodo por la atención dirigida hacia él. Había atribuido en gran parte su tensión al carácter desconcertante de Hoseok, pero en lo profundo sabía que la raíz de su inquietud se remontaba más allá en el tiempo. Dejó que su cabeza descansara sobre la viga de madera y exhaló profundamente:

—Es raro que alguien me plantee este tipo de preguntas. Si me remonto a los hechos de hoy, puedo describir el rigor con el que el capataz Seojoon me ordena, el desafío de la princesa Eunha para demostrar mi lealtad hacia la familia real y el desprecio que recibo de otros nobles, como quedó evidenciado ante las amenazas del ministro Choi —resopló cansado, no estaba acostumbrado a extender diálogos tan largos, y todavía sentía que le faltaba mucho por decir, ¿qué clase de fiebre verbal era esta?

Taehyung tomó aire y continuó: —Pero también recibí complicidad y comprensión, e incluso comida —recobro ánimos, incorporándose con firmeza—. Sí, hay algo que me molesta, una pregunta que revolotea en mi mente: ¿por qué actúa de esta manera conmigo? 

Había una necesidad desesperante en su tono, una neblina que ahoga el nerviosismo y lo vuelve capaz de mirar a los ojos al noble. Taehyung estaba tan aletargado que reveló sin ninguna restricción su descontento ante la sonrisa de Hoseok.

—Las personas que mencionaste ejercen su trato con base a su propia escala de valores: el capataz Seojoon es un líder que persigue la disciplina, la princesa Eunha defiende el honor y el respeto a su familia, mientras que el ministro Choi, al igual que otros nobles, mantienen los ideales de jerarquía de clases —declaró Hoseok, llenó de convicción—. En mi caso, me dedico con firmeza a mi labor y a la defensa de la idea de justicia. ¿Comprendes la verdadera esencia de ser justo? No se limita simplemente a juzgar si alguien es virtuoso o malicioso, sino que también brinda lo que es adecuado para cada uno en cuestión de sus acciones: Si alguien inflige daño, debe enfrentar las consecuencias. Si alguien se comporta de manera admirable, merece una recompensa y si alguien se convierte en víctima, merece ser retribuido de manera adecuada.

Taehyung asintió a las palabras que le parecieron convincentes, digno de un hombre formal y dado a su trabajo como lo era Jung; pero de cierto modo, también le provocó cierto malestar, como si hubiera estado esperando algo más. 

Hoseok lo miró, no es la forma en que quisiera que lo hiciera. Tampoco sabe explicar qué espera de él.

—Y ahora que he respondido a la duda que te atormentaba, ¿me dirás por qué te aferras tan ferozmente a esa bolsa de comida? —inquirió Hoseok con una mezcla de curiosidad y perspicacia.

Taehyung se sobresaltó, como si el noble hubiera descubierto su secreto más profundo, y apretó aún más la bolsa entre sus manos. El malestar que lo acompañaba parecía estar anclado a la responsabilidad que había asumido con el zorro. La búsqueda de alimento para su peculiar inquilino se había convertido en una tarea ardua y desafiante.

Ilusamente, se había creído capaz de soportar la carga de cuidar de otro ser vivo cuando apenas podía mantenerse en pie él mismo. Pero ahora, enfrentado a la mirada inquisitiva de Hoseok, esa ilusión se desvanecía lentamente, dejando al descubierto su verdadera fragilidad. Levantó la mirada hacia el noble, encontrando en sus ojos una presión implícita para que confesara, como si Hoseok pudiera leer sus pensamientos y exigiera la verdad.

—Voy a compartirlo —susurró entre dientes, llevándose a sí mismo a una encrucijada. ¿Debería contarle a Hoseok acerca del zorro?

Era demasiado tarde para cuestionarlo. Sus palabras ya había elevado la intriga del noble, y difícilmente podría salirse de esta. 

—¿Compartirlo? ¿Con quién? —preguntó Hoseok con interés.

Taehyung aclaró su garganta, sintiendo un nudo en su estómago mientras se preparaba para revelar lo que estuvo guardando celosamente en su interior.

—Anoche ocurrió algo inusual. Un zorro herido entró al palacio, víctima de otro animal que le arrebató la pata. Lo encontré por pura casualidad y decidí llevarlo a la antigua casa de mi madre para cuidarlo.

Al finalizar  se humedece los labios, nervioso por la omisión de ciertos detalles y la modificación de otros. Era preferible mantener en secreto que a veces solía aventurarse fuera del palacio para no empeorar la expresión de desconcierto que crecía en el rostro del noble.

—Eso suena... inverosímil —comentó Hoseok con incredulidad—. ¿Por qué decidiste hacer algo así?

Taehyung negó lentamente. Despreció la palabra "decidiste", ya que insinuaba que había sido una elección casual y caprichosa. No podía explicar la razón real detrás de su acción, no sabía cómo poner en palabras el vínculo que había surgido entre él y el zorro. Lo único que sabía era que no podía permitirse perderlo, no hasta cumplir con su propósito.

Un sentimiento de inquietud lo recorrió de repente. Miró a Hoseok con ojos grandes y cristalinos mientras juntaba las palmas de sus manos en un gesto suplicante.

—Le ruego que no revele la presencia del intruso al que le he dado refugio en el palacio —imploró en voz baja, su voz cargada de genuina preocupación.

Hoseok soltó un suspiro, claramente frustrado.

—Me estás pidiendo proteja un caso que considero injusto, en el que una criatura está sufriendo, lo que va en contra de mi ética personal.

La impotencia se apoderó de Taehyung, sintiéndose atrapado en un dilema abrumador entre lo que consideraba correcto y la dura realidad de su situación. Se sintió agotado, todo lo que había vivido hasta ese momento parecía haberlo empujado hacia un punto de quiebre en el que estaba tentado a renunciar a todo.

Pero, renunciar a qué en específico.

—Y yo no tengo la autoridad para desafiar tus principios —respondió Taehyung con resignación y extendió el envoltorio con los mandu hacia el noble sin titubear—. La reunión está a punto de comenzar, tiene asuntos más importantes que atender.

Hoseok aceptó el envoltorio con una expresión sombría en su rostro. Un verdadero enojo, y no aquel que había fingido antes; era más intimidante, e hizo dudar a Taehyung por su decisión. Sin embargo, el eunuco se levantó con pesadez y se alejó. 

La aspereza de las piedras todavía en sus zapatos parecía recordarle constantemente su situación actual y su posición en ese mundo dividido por castas y deberes impuestos. Una idea fugaz cruzó su mente, tentándolo: podía quitar esas piedras ahora mismo, liberarse del dolor y la incomodidad. 

Pero no lo hizo, porque las piedras no solo eran una orden, sino un castigo para el alborotador. Y quizás, él merecía algo que lo ayudara a apagar sus pasiones y centrar su camino.

Mientras se distanciaba, la realidad de sus acciones lo alcanzó con una fuerza abrumadora. Había desafiado al noble, posiblemente hiriendo su orgullo en el proceso y ahora se encontraba sin comida tanto para él como para el zorro. Todo debido a haber cedido a sus emociones en ese momento de tensión.

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