Capítulo III: El cuenco que se desbordó
Año 24 del emperador Jungwoo.
5° mes. // Día 12. // Primavera.
Durante el dia.
Taehyung despertó con una angustiante opresión en el pecho. Abrió la boca, luchando por conseguir un poco de oxígeno. Un fuerte jadeó tiró de su torso, quedando sentado sobre el futón.
El violento sonido de su respiración se mezcló con los suaves chillidos de un animal. Sorprendido por esto, Taehyung volteó su mirada, observando al zorro que reposaba a su lado. Fue hasta ese momento que revivió el terror y la locura que lo hizo traer consigo a un zorro moribundo al palacio real.
Su cuerpo cayó bajo el peso de la incertidumbre, golpeando su espalda contra la pared. Sus manos cayeron de su regazo hacia el suelo, allí, una suave textura le hizo cosquillas en la punta de sus dedos, una sensación tan maravillosa que no pudo resistir la tentación de volver a acariciar el pelaje rojo.
El zorro gruñó y desplegó sus colmillos. Estas amenazas alarmaron a Taehyung, quien retiró su mano al instante. Sin embargo, y aunque sus colmillos se mostrarán filosos, ni siquiera el propio zorro podía ocultar su innegable vulnerabilidad.
Los gruñidos se transformaron en un suave lamento conforme el zorro se recuesta. La infusión de lúpulo y pasiflora mantiene un efecto sedante en su organismo, lo suficientemente fuerte para que le fuera difícil permanecer despierto.
—Incluso en ese estado tan vulnerable, tu orgullo permanece inquebrantable —susurro Taehyung, maravillado por la criatura.
Se detuvo un momento y observó con determinación la tela blanca que cubría la mitad inferior del animal. En un impulso de valentía apartó la tela, revelando las vendas empapadas de sangre que cubrían la pata del zorro. Un revoltijo de malestar recorrió su estómago, rápido apartó la mirada, incapaz de seguir viendo.
La imagen del zorro desgarró sus emociones; erizó su piel e hizo que su corazón se contrajera en sus pecho. Era su culpa que el animal se encontrará en tan desagradable situación, por lo tanto, era su responsabilidad.
Un impulso implacable lo llevó a enfrentar la náusea y el tabú que conllevaba manipular un cuerpo ajeno, abrazando el papel de un médico, al menos por un instante. Inspiró profundamente y dedicó unos minutos a reflexionar acerca de lo que el médico Oh haría en esta situación, decidiendo que su primera actividad sería limpiar la herida y cambiar el vendaje.
Sus piernas temblaron al ponerse de pie. Las secuelas del día anterior pesaban en su cuerpo, tenía que sostenerse de las paredes para avanzar por la habitación. Tomó una vasija y salió de la casa en dirección al grifo de agua. Antes de realizar cualquier otra tarea, bebió con avidez, sintiendo cómo el líquido calmaba su garganta reseca. Ingirió tres jarras de agua, buscando tener algo su estómago vacío.
De regresó a la casa, y con la jarra llena de agua, se arrodilló junto al zorro, poniendo el agua a un costado. Sabía que su siguiente paso era conseguir vendas nuevas; lamentablemente, se olvidó recoger vendas cuando estuvo en la clínica, así que tendría que volver a improvisar.
Dio un vistazo a su alrededor, detallando las diversas telas que tenía a su disposición. Sin embargo, su mejor opción era aquella que ya había utilizado. El traje de luto estaba hecho de cáñamo, una tela resistente y flexible, de mejor calidad que cualquier cosa que tenía. Todavía conservaba una prenda con ese material, que no dudó en sacrificar por el bien del animal.
Se despojó del pantalón ceremonial —quedando en su vestimenta casual de algodón— y sin titubear, lo desgarró en varias tiras. Procuró usar los rezagos más limpios para ponerlo en contacto directo con la herida y apartó el resto.
El momento crucial había llegado. Taehyung se preparó para enfrentar la inevitable oleada de náuseas. Se acercó con delicadeza, extendió su mano y sus dedos alcanzaron a acariciar el pelaje rojizo, sintiendo la textura suave y el ligero temblor que recorría el cuerpo del zorro. La criatura parecía tensa, mas no era hostil, por lo tanto podría continuar.
—No te causaré daño —susurró Taehyung con suavidad, dirigiendo sus palabras tanto al zorro como a sí mismo.
Con movimientos cuidadosos, pero firmes, empezó a retirar el vendaje viejo. Taehyung procedió con los ojos entreabiertos y sin aliento. A través de sus pestañas vislumbró la carne expuesta, el hueso sobresaliendo y el intenso color rojo de la herida; se aseguró de eliminar cualquier rastro de suciedad.
El zorro permanecía tranquilo, como si entendiera que Taehyung estaba ahí para ayudarlo. A medida que Taehyung trabajaba, la ansiedad que lo había embargado al inicio comenzó a ceder, reemplazada por una sensación de alivio temporal.
Después de limpiar la herida, procedió a cambiar el vendaje. Terminado esto, tomó la tela sucia y la escondió en un rincón; en cuanto tuviera la oportunidad procurará deshacerse de ella. En su camino de regreso, agarró las sábanas sobre el futón y las colocó alrededor del zorro, asegurando su comodidad.
Liberó el aire que retenía en sus pulmones al ver al zorro tan tranquilo. Quiso volver a acariciar al zorro como una recompensa de su gran hazaña, pero el animal gruñó ante su intención. Taehyung sonrió y soltó una suave risa. En algún momento se ganaría su confianza, está dispuesto a invertir el tiempo que sea necesario para lograrlo.
En ese instante, su estómago emitió un sonoro gruñido, en un recordatorio de que no había ingerido bocado alguno en un largo tiempo. Taehyung pasó la lengua por sus labios, ya era demasiado tarde para solicitar su ración de desayuno y tampoco quería acercarse a la cocina ni al resto de personal que, seguramente, ya habrá oído acerca de el accidente en el cuarto del emperador.
Con cuidado, Taehyung levantó una tabla del suelo. Metió sus brazos por el hueco y a ciegas escarbo la tierra hasta que la punta de sus dedos tocaron una superficie dura y fría. De un hoyo en la tierra sacó un recipiente de bambú. Colocó el contenedor en su regazo, roto ambas piezas e hizo a un lado aquella que tenía por tapa un tejido de fibra de bambú.
Al instante en que abrió el contenedor, su estómago le respondió con un agudo dolor. En el interior se encontraba un solitario bollo, hecho de harina de trigo y levadura, y relleno de arroz y frijoles
Dudaba acerca de tomar el bollo o no, ya que era lo único que guardaba en su reserva. A pesar de que Taehyung tenía la opción de ir a la cafetería, sabía que tener alimento extra era crucial para las ocasiones en que se le hiciera tarde o cuando el ambiente se volviera hostil en la residencia de los eunucos.
Aquella comida fue un regalo del noble Jung que, de un tiempo para acá, acostumbraba a traerle comida bajo una fachada de caridad. Pareciera un tanto lejano el momento en que este tipo de obsequios comenzaron; no por el tiempo, sino por la neblina en su mente que dificultan el rescate de sus memorias.
Imágenes del pasado asoman por su cabeza, escenarios borrosos y palabras difusas que provocan un escalofrío que lo recorre de pies a cabeza. El erudito siempre fue atento a los detalles, y ante su filosa mirada no escapó el hecho de que estaba adelgazando de manera drástica. En un principio mantuvo la incógnita de lo que pasaba; pero ¿de qué sirvió? Si de igual manera el noble Jung se enteró que guardaba sus reservas para su moribunda madre.
A pesar de su negativa, Hoseok seguía dejando comida en la casa de su madre. Taeyeon presumía con gran entusiasmo los alimentos que aparecían entre sus siestas, alegaba que provenían de la familia real como un gesto de benevolencia. Taehyung intentó hacerla entrar en razón, pero fue en vano; su demencia la había limitado a su propia verdad.
Al cabo de un par de semanas se dió la inquisición de Taeyeon en la plaza de justicia y posteriormente su muerte. La pérdida sumió a Taehyung en un estado de completa inmovilidad, en la que su cuerpo no reaccionaba y su mente permanecía en blanco.
Memorias difusas le hacen entender que Hoseok cuido de él durante aquella época. La vergüenza tiñe sus mejillas. Taehyung sacude su cabeza, como si eso pudiera alejar sus pensamientos.
Taehyung volvió a su debate interno sobre si debía comer el bollo o no. Miró al zorro malherido, cuyos ojos reflejaban el dolor y el agotamiento; seguramente que también tendrá hambre.
Con un largo suspiro decidió tomar su último recurso. Dividió el bollo con sus manos, casi sintiendo como se derretía al mirar el jugoso relleno que se mantenía fresco gracias al efecto conservador de la tierra.
Taehyung se llevó una mitad a la boca y la otra se la ofreció al zorro, presionando el bocadillo contra el hocico del animal, para luego soltarlo cuando tuvo el presentimiento de que lo tomaría; sin embargo, el bollo cayó al suelo. El zorro únicamente se relamió los bigotes y volvió a recostarse
En ese momento, el sabor del bollo se tornó amargo en la boca de Taehyung.
—Sé que estás acostumbrado a consumir carne, pero en este momento no tengo nada de eso. A nosotros, los trabajadores del palacio, rara vez nos brindan alimentos de esa nobleza. No obstante, si en la cena llegan a proporcionarnos un poco, aunque sea un trozo de cuero seco, te prometo que será todo tuyo. Por ahora, esto es lo que tenemos —expresó Taehyung en un murmullo.
El silencio fue su respuesta, ¿qué más podría obtener de un zorro moribundo? Decepcionado, Taehyung se puso de pie y se acomodó su ropa que estaba hecha jirones. Era tarde, demasiado tarde. Tenía que asearse y presentarse ante el médico, que esperaba que se encontrará de buen humor para pasar por alto su retraso.
¿"De buen humor"? ¡Sehun tendría que estar drogado para perdonarlo! Además de su retraso, también cargaba con la responsabilidad de haber provocado el incidente de ayer en la recámara del emperador.
Dejó pasar el temor con optimismo ciego. Sus palabras fueron: «Pasaré una noche más dentro del palacio» y, como si se tratara de un hechizo hipnótico, sus pasos recobraron fortaleza.
Antes de salir, Taehyung se dispuso a limpiar su cuerpo con una jícara dentro de la habitación. A pesar de que en la residencia de los eunucos disponía de un enorme baño comunitario, prefirió quedarse asearse en un rincón para mantener el secreto de la sangre que manchaba su piel.
Bajó la suciedad encontró varios moretones y raspones que no había notado antes. No obstante, reservó su admiración para aquellas heridas que ya sanaron o estaban en proceso de hacerlo.
Ya aseado se vistió con una nueva muda de ropa de algodón y complementó su vestimenta con la túnica esmeralda y el sombrero de doble copa que reflejaba su posición dentro del palacio. Su cabello lo llevaba amarrado en un moño descuidado, del cual sobresalen varios mechones.
Por otra parte, la ropa sucia la guardo para limpiar más tarde, esperaba poder recobrar el color blanquecino de la tela, de lo contrario tendría que pedir una muda nueva en la tienda de raya.
Suspiro frustrado; su deuda se hacía cada vez más grande. En su posición actual, su pagó era escaso ya que estaba cumpliendo con un acuerdo de vida: trabajaba en el palacio como compensación de haber nacido de una criada.
Pero en el momento en que se convierta en el predilecto de emperador su deuda quedará saldada y sería candidato de una paga que podría alcanzar el salario de un funcionario de 3er nivel, como sería el capataz Seojoon. Mihon, el actual predilecto del emperador Jungwoo, era el más rico entre las castas bajas.
Pero si quiere conseguir aquel mérito, no debería realizar acciones que pongan en riesgo su estancia en el palacio. Echó una última mirada al zorro antes de irse y sintió un nudo en la garganta a la hora de despedirse. Bruscamente se alejó y dió pasos apresurados a través del recinto.
La suerte estaba de su lado, ya que la mayoría de los siervos se encontraban en sus lugares de trabajo, permitiéndole avanzar con menos obstáculos en su camino.
En su camino a la clínica real, una voz profunda y escalofriante llamó su nombre. Sabía quién era, se dió la vuelta y la figura alta e imponente del capataz Seojoon lo recibió.
Una ola de nerviosismo lo recorrió. A pesar de su determinación por mostrarse optimista, esta confrontación no parecía augurar nada bueno debido a los asuntos que permanecían pendientes.
—Veo que finalmente has logrado salir de la trampa de conejos de la que te encontrabas, o de lo contrario no me explicó que hace empezado tus labores después de que la jornada ya hubiera iniciado, ni tampoco sabría decir dónde estabas anoche si no era en la residencia de los eunucos —inquirió Seojoon con una mirada fría y autoritaria bajo sus pobladas cejas.
Taehyung se sobresaltó por aquellas palabras. La posibilidad de que su salida del palacio hubiera sido descubierta lo invadió como un escalofrío repentino. Optó por el silencio, mientras sus ojos se deslizaban hacía la sombra del mayor.
Seojoon torció los labios y frunció la nariz, juzgando las acciones del eunuco como desagradables. Entre dientes pronunció:
—Apenas habían pasado unos minutos desde que abandoné la residencia de la familia real cuando me fui informado sobre el incidente que tuvo lugar durante la visita del médico Oh al emperador y tu inquietante implicación en el asunto. Fui a buscarte a la residencia de los eunucos, pero no te encontré allí. ¿De nuevo pasaste la noche en esa casa? Sabes que no puedes permanecer ahí; ese lugar está dentro de la residencia de las féminas, y ellas pueden sentirse incómodas. Además de que esa habitación puede ser ocupada por otra criada.
La satisfacción que Taehyung pudo haber sentido al asegurarse de que sus escapes del palacio seguían siendo una incógnita, se desvaneció tras una mueca de incredulidad. Ni siquiera el capataz Seojoon era capaz de decir el nombre de su madre fallecida; ese era un tema tabú que se rodeaba de un halo extraño. La gente que lo rodeaba era cuidadosa para no mencionar ese tema frente a él, no por compasión, sino para evitar malos ratos, en los que fueran testigo de una repetición de la reacción tan desagradable que tuvo el día del juicio.
Por esa misma razón, Seojoon no profundiza en los detalles sobre dónde Taehyung pasaba las noches. Simplemente lo reprendía, cumpliendo con su deber.
—Entiendo la situación, señor —murmuró Taehyung entre dientes. Esperaba que aquello no ocurriera pronto, mucho menos ahora que el zorro se resguardaba ahí.
Aquel pensamiento desató la idea de que el zorro podría ser descuidado; ante ello, su cuerpo se llenó de un carga asfixiante.
—Deberías sentirte afortunado de que el emperador sea benevolente contigo —comentó Seojoon—. Tienes el privilegio de servir en el palacio, por ello deberías evitar ser el foco de problemas.
Por supuesto que era consciente que trabajar y vivir en el palacio es lo mejor que podía tener, ¿verdad?
De no ser porque el emperador apeló por aquel acuerdo de vida, lo más seguro es que hace años hubiera fallecido en las calles de la ciudad. Y ahora, mostrando una vez más su compasión, su majestad perdonó su acto de torpeza.
Seojoon aspiró profundamente, y luego suspiro:
—No obstante, me niego a pasar tus acciones como impunes. Te quitarás los zapatos y me los entregaras.
Resignado, Taehyung entregó su calzado al capataz, y este a cambió se lo devolvió llenó de piedras que recogió del camino.
—Cargaras con estás por el resto del día, como un recordatorio constante de las asperezas de tus acciones.
Ponerse de pie fue una acción dolorosa. Las piedras, frías y ásperas presionaban contra la planta de sus pies. «No era tan malo», pensó Taehyung, después de reconfortarse con la idea de que en la clínica no tenía que moverse mucho, si es que le permitían estar ahí.
—¿El médico Oh ya comenzó su jornada? —preguntó Taehyung, tratando de centrar su mente en algo más y no en los bordes fríos y filosos de cuchillos ocultó entre sus prendas.
—Desde el amanecer, como es costumbre —respondio Seojoon, abrumado—. Y debido a qué no aparecías, se le asignó un nuevo asistente. Taehyung, fallaste una vez más en otro puesto, recuerdas lo que te dije si eso pasaba.
Taehyung alzó ambas cejas, otorgándole a su expresión un aire sarcástico.
—¿Iré a los establos con los caballos y los nobis?
Su actitud molesta a Seojoon, quien se da la vuelta para empezar a alejarse.
—Hoy estarás al servicio de la princesa Eunha. Mañana empezarás en los establos hasta el día que el príncipe heredero regrese.
Cuando la imagen del hombre desapareció, un fuerte desgano invadió a Taehyung. Estaba exhausto y desmotivado, tan solo quería regresar a la casa de su madre y recostarse junto al zorro. Cerró los ojos y respiró hondo; recordó que no tenía permitido ir en aquella dirección; y entonces, la frustración no tardó en llegar a él, un sentimiento familiar que en numerosas ocasiones ha experimentado.
Sin más opción que cumplir con su deber, se puso en marcha, soportando cada punzada de dolor. Fue directo a la residencia de la princesa Eunha; no encontró a la damisela ahí, pero sí a un grupo de criadas ocupadas en la ardua tarea de limpiar y ordenar el lugar.
Divisó a Yerin y Eunbi en el interior del recinto; ambas mujeres estaban de pie al lado de la puerta, luciendo como bellas estatuas envueltas en telas satinadas, observado al resto trabajar, con expresiones desconcertadas en sus rostros. Ellas eran damas de compañía, ajenas a las actividades domésticas. Su responsabilidad estaba en permanecer al lado de la princesa y atender sus necesidades.
Taehyung enfrentó el camino de miradas recelosas y murmullos de las criadas para acercarse al dúo de damas. Al igual que él, Yerin y Eunbi estaban realizando labores que no les corresponden; Taehyung esperaba que aquella similitud le otorgara algún grado de simpatía a su comunicación.
—Yerin-ssi, Eunbi-sii, lamento la interrupción —saludo a las mayores con una respetuosa reverencia, para luego pasar al tema principal—. El capataz Seojoon me asignó bajo la supervisión de la princesa Eunha, y tenía la esperanza de encontrarla en sus aposentos. No obstante, parece que la princesa no se encuentra aquí. ¿Podrían informarme sobre su paradero?
Las damas observaron a Taehyung de arriba abajo con desdén y disgusto en sus rostros. Taehyung frunció el ceño, tuvo que haber previsto la actitud desagradable de las damas al considerar lo cercanas que eran a la princesa.
—Resulta ilógico pensar que, con tu estrecha cercanía a la familia real, no estés al tanto de las preferencias de estos —comentó Yerin, manteniendo una actitud hostil.
Con tono despectivo, Eunbi añadió:
—Deberías saber que, cuando la princesa se siente afligida, suele retirarse al jardín rojo y expresar sus emociones a través de la caligrafía.
Taehyung asistió y mantuvo la calma a pesar de sentirse aturdido por los mensajes que se sienten amenazados por la forma en que son expresados. Y pensar que tendría que lidiar con el mal humor de la princesa, ¿hasta dónde llegaría su mala fortuna hoy?
—No he recibido información sobre ningún problema que afecte a la princesa o algún cambio en su rutina —hizo hincapié en el último punto, lo que pareció aumentar la hostilidad de las damas. Evitó sus miradas al agacharse para dar una reverencia—. Les agradezco por recordarme las preferencias de la princesa. Voy a retribuir su amabilidad cuando sea solicitada.
—Únicamente te pido que no alteres la ira de la princesa —advirtió Eunbi
Yerin rió con malicia, atrayendo la atención de su compañera.
—O mejor que sí lo haga, así la princesa desahoga su enojo en él y no con nosotras.
Taehyung dejó atrás las risas de las damas, poniéndose en marcha hacia El jardín rojo. Este jardín se encontraba en lo más remoto del palacio, oculto entre altos árboles de hojas caducas. Durante el otoño, las hojas de los árboles adquirían un vibrante tono rojo, camuflando el pequeño que reposaba a la orilla del estanque.
Sabía perfectamente que aquel rincón era el favorito de la princesa; sin embargo, las visitas de la fémina se hicieron más escasas a medida que sus hermanas se mudaron a otros territorios después de consumar su matrimonio. ¿Por qué en su desdicha recurriría a un sitio que le recuerda su soledad?
Conforme se acercaba, Taehyung pudo distinguir la figura de la princesa, inclinada sobre un pliego de papel extendido y absorbida en su caligrafía. Sin embargo, no estaba sola.
Taehyung se detuvo en seco al encontrarse con la mirada de Sowon, una de las pocas personas con las que tenía buena relación. Curiosamente, la fémina siempre estaba presente en los momentos cruciales.
Sowon lo observó por un momento y luego dirigió su mirada de manera natural de regreso a la princesa. Sabía que se enfadaría con él si se llegaba a interrumpir, por lo que Taehyung se escondió a las orillas del estanque y por debajo del pabellón.
—Mi padre permitió que mis hermanas participaran en la planificación de sus bodas, pero en mi caso, insiste en que la fecha no puede retrasarse. ¡Es una injusticia total hacia mí! —la princesa Eunha se quejó, evidenciando su frustración mientras hablaba sobre la reunión que había tenido con el emperador esa mañana.
—Tiene toda la razón, alteza. El matrimonio de una de las hijas del emperador merece ser un evento de gran índole, y eso requiere de tiempo para su preparación —intervino Sowon con su habilidad innata para endulzar los oídos de los demás y hacer que siguieran hablando.
—¡Exactamente! Fui demasiado considerada con la repentina salida de Namjoon del trato nupcial. ¿Sabe lo que este suceso ha hecho a mi reputación? La gente asegura que fui rechazada.
—En todo caso, el culpable de este embrollo sería el joven Namjoon. Es descortés aceptar un trato y luego salirse de este —comentó Sowon, escandalizada, para luego bajar la voz y hablar entre susurros—. ¿Cuál cree que sea la razón para esto? ¿y si el joven se está viendo con alguien más y por eso no puede unirse en matrimonio?
Eunha negó, cabizbaja—. Puede ser una opción, así como existe un millón más.
Taehyung comienza a sentir pena por la princesa. Sus hermanas se han ido tras casarse con hombres que poco o nada conocen, y en poco meses ella cumpliría el mismo destino. El joven Namjoon había sido un buen pretendiente, un hombre gentil y amable que saludaba cortésmente a los trabajadores del palacio durante sus visitas.
Taehyung suspiro pesadamente. Salió de su escondite y rodó la estructura, poniéndose a la vista de ambas féminas.
Eunha le lanzó una mirada severa—. Al fin decides hacer acto de presencia, pensé que planeabas esconderte allí todo el día.
—Lamento la intrusión, alteza. No vi el momento adecuado para intervenir.
Eunha se jacta de él.
—Lo que no encontrabas era la decencia para dejar de escuchar conversaciones ajenas.
Entre los miembros de la familia real, la princesa Eunha era la peor de todas; desde sus primeros días lo ha atormentado con tareas absurdas y aprovechándose que era incapaz de negarse a cualquier orden que se le diera.
Sowoon intervino:
—Princesa, si me permite expresarme, tal vez podría considerar la idea de obtener otra perspectiva. De igual modo, el eunuco ya nos escuchó —sugirió con delicadeza.
La idea tomó a Taehyung por sorpresa, y aunque una de sus futuras responsabilidades sería asesorar al emperador, rara vez se le pedía su punto de vista.
—Es lamentable que el joven Namjoon haya retrocedido en su palabra —empezó Taehyung con cautela—. No es adecuado faltar a una promesa tan significativa como un compromiso matrimonial. No obstante, su matrimonio sigue siendo beneficiado al mantenerse con la familia Kim.
A medida que Taehyung exponía su discurso, notó cómo la expresión en el rostro de la princesa cambiaba, levantando el mentón con mirada aguda. Por alguna razón, la situación comenzó a sentirse como una trampa.
—¿Y qué hay de la cuestión moral y ética del matrimonio? Kim Soobin, a quien pretende mi padre que lo considere mi prometido, ¿cómo puede asumir ese título si recién terminó sus estudios básicos? Es demasiado joven, ¡casi tiene la edad de mi hermano!
Taehyung apretó la mandíbula ante la exagerada expresión de la princesa; aguantó su desesperación y forzó a que su voz se oiga suave.
—Mi princesa, tenga en cuenta que el emperador está haciendo lo que considera mejor para usted. Debido a su condición de salud, desea asegurarse de que su presencia sea significativa en este compromiso.
Se detuvo en seco, comprendiendo demasiado tarde que hizo una elección de palabras incorrecta.
—¿Está sugiriendo que la prisa en el matrimonio podría llevar a la muerte de mi padre? ¡Qué horror!
Taehyung se apresuró a aclarar—. ¡Oh, no, por supuesto que no! Simplemente mencione una posibilidad que forma parte del curso natural de la vida.
La impotencia impulsa su cuerpo hacia enfrente. Tiene que hacer un gran esfuerzo para mantener sus pies plantados en el piso y no precipitarse hacia la princesa.
Eunha soltó una profunda risa, y desinteresada volvió a su caligrafía. Molestar al eunuco le resultaba placentero.
—Parece que alguien está ansioso por ocupar su lugar detrás del trono —El pincel se detuvo un momento, al igual que la sonrisa en su rostro—. Mi padre dejaría todo en un caos si muriera; Jungkook no está preparado para asumir el trono, y tú eres la última persona que debería ser su consejero—. Su mirada volvió a él—. Por cierto, ¿qué estás haciendo aquí?
Taehyung apretó los dientes con fuerza. Sabía que debía mantener la compostura, sin importar lo provocadoras que fueran las palabras de la princesa.
—El capataz Seojoon me envió, alteza. Estoy a su servicio —se inclinó ante la fémina, deseando no haber visto la forma siniestra en que una sonrisa se extendía por sus labios.
—¡Qué amable de parte del señor Seojoon mandar a uno de sus siervos para estar a mi disposición! ¿Qué habré hecho para merecer tal honor? Oh, cierto, ser la hija de mi humilde padre. Ahora, ¿qué puedo hacer contigo? Ciertamente, tenerte alrededor me produce un escalofrío, así que, tal vez debería enviarte con mi padre para que le cuentes acerca de tus ansias de que el tiempo pase y la naturaleza haga de las suyas.
Taehyung apretó los puños con fuerza, sus uñas cavando en sus palmas, una pequeña y dolorosa distracción ante la marea de emociones que lo embargaba.
Como una salvadora, y una anestesia para su compostura que se quebrantaba, Sowon intervino con voz cálida y divino carisma.
—Perdón por la intromisión, su majestad, pero si me permite una sugerencia o, mejor dicho, recordarle su incomodidad por la suciedad que se acumuló en su vestido mientras caminaba por el pasillo principal.
La princesa asistió con un pronunciado puchero—. El dobladillo de mi vestido se ensució de tierra, sin mencionar mis zapatos. Me encantaba ese conjunto y tuve que desecharlo. ¡Este día ha sido absolutamente terrible!
Taehyung resopló con indignación, un gesto inconsciente y merecedor de una dura mirada por parte de Sowon. La criada se apresuró a captar la mirada de la princesa antes de que fijara su atención en el insensato eunuco.
—Podría ordenarle al eunuco que limpie el camino —propuso Sowon, y a la princesa Eunha se le iluminó con un brillo casi malévolo.
—¡Sí, eso haré! —dijo con firmeza, dirigiendo una mirada a Taehyung—. Quiero que cada una de esas piedras brille como nunca.
La tarea, en su absurdo, cayó sobre los hombros de Taehyung. La realidad se volvía cada vez más irracional, como si la misma naturaleza se burlara de él. Estaba atrapado en un ciclo de obediencia, y lo único que podía hacer era aceptar, por más injusto que le pareciera.
Su suerte fue condenada al enterarse que gran parte del equipo de limpieza estaba siendo utilizado, solo un cepillo y un cuenco de agua quedó a su disposición. De este modo, y durante el resto de la tarde, se sumergió en la tarea de tallar las piedras, rasgando las impurezas de las piedras con movimientos enfadados. Lo peor era al levantarse a cambiar el agua, ya que las piedras se incrustaban en las plantas de sus pies con cada paso que daba.
En momentos de hastazgo, levantaba la vista y observaba su hogar desde la distancia, sintiendo una profunda tristeza en su interior. Ansiaba estar con el zorro, asegurarse de que estuviera bien, pero no regresaría hasta tener la comida que le prometió.
Mientras Taehyung estaba inmerso en su tarea de tallar las piedras, un golpe en su espalda lo sacudió de sus pensamientos. Giró la cabeza para ver lo que estaba ocurriendo, solo para descubrir que su camino brillante y ordenado estaba siendo invadido por una multitud de personas que entraban al palacio. El flujo constante de pisadas llenaba el camino, indiferentes a su presencia, arrojando su cuerpo a un lado como si fuera una mera inconveniencia.
Hacía su mejor esfuerzo en ignorar su alrededor y seguir en su trabajo; sin embargo, uno de estos empujones provocó que volcara la cubeta de agua. El líquido se derramó sobre los pies de los nobles y sirvientes que estaban cerca, lo que causó un alboroto de exclamaciones y molestias.
En un principio, Taehyung sintió una ligera satisfacción por este pequeño accidente, pero su alegría fue efímera. Expresiones enojadas y descontentas lo rodeaban, era de los más altos rango. Su mirada se detuvo en alguien en particular: el aprendiz Jung estaba entre el grupo de nobles.
Esperó ansioso por alguna señal de apoyo o incluso una sonrisa comprensiva, pero se sintió angustiado al notar que incluso el ministro Jung lo miraba con severidad. En ese momento, Taehyung se sintió como un verdadero insecto insignificante.
—Deberíamos reportar este comportamiento inaceptable a la familia real. No mereces estar aquí, ensuciando el suelo donde caminan los nobles. —Las palabras del ministro Choi se clavaron en el aire. Taehyung apretó los dientes, esforzándose por mantener la calma ante la embestida verbal.
—Mis más sinceras disculpas, excelencias —su voz apenas es un susurro—. No fue mi intención causar este percance, ha sido un lamentable accidente. Les suplico que lo consideren. Si me dan una oportunidad, demostraré que mi trabajo merece estar en este palacio.
Pero el ministro Choi no estaba dispuesto a ceder terreno, su mirada estaba llena de desprecio y desdén.
—No eres más que un simple eunuco. No tienes el derecho de pedir nada. Deberían desterrarte del reino por tu incompetencia.
La tensión aumentaba, y parecía que la situación se dirigía hacia un desenlace desagradable, cuando otro hombre se adelantó, interponiéndose entre Taehyung y el ministro Choi.
—No se moleste, ministro Choi. Yo lo llevaré con el capataz Seojoon, usted adelántese y prepárese para la reunión —propuso Hoseok, su rostro muestra una seriedad que contrastaba con su habitual personalidad.
El ministro Choi miró a Hoseok con sospecha, como si estuviera evaluando sus intenciones. Sin embargo, al final accedió con un gesto de resignación.
El noble le hizo una señal para que se pusiera de pie, a lo que Taehyung obedeció. Lo siguió por detrás, sumido en la incertidumbre
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Hola, muchas gracias por haber leído, espero que les haya gustado. Cualquier comentario, observación o sugerencia es bien recibido. 💜💜
A medida que vamos conociendo sobre la vida en el palacio descubrimos su dinámica y los secretos que esconde, además de la gente que ahí vive. Varios personajes aparecieron y fueron mencionados en esta actualización, ¿de quién les gustaría saber más?
Mientras tanto, a Taehyung le tocó cuidar del zorrito. Él está dispuesto a ayudarlo y seguir adelante en sus actividades que, como veran, no son de lo más gratificante.
¡También apareció Hoseok! Con una aura sería y la intención de llevar a Taehyung con el capataz Seojoon, ¿de verdad lo echara de cabeza?
¡Hasta la próxima actualización! 💜💜
PRINCESA EUNHA.
La cuarta hija de la unión entre el emperador Jeon Jungkook y la emperatriz consorte (Choi) Jeon Sojin.
Princesa Umji: 25 años.
Princesa Eunbi: 24 años.
Princesa Yuju: 22 años.
Princesa Eunha: 21 años.
«2 abortos».
Príncipe heredero Jeon Jungkook: 17 años.
Vestimenta casual: vestidos de seda y lino de colores claros y pequeños broches en el cabello. Para pasear por el palacio o la ciudad.
Vestimenta ceremonial: completamente de seda, consiste en varias prendas superpuestas y bordados finalmente confeccionados, en los cuales destaca la insignia de la familia real. Lleva varias ordamentas de piedras preciosas y accesorios en el cabello. Este tipo de trajes se usa en ritos formales, como puede ser rendir honor al emperador cada mañana, asistir a ceremonia o reunirse de trascendencia sociopolíticas.
CRIADA SOWON.
Vestimenta diaria: falda y jeorin de algodón
completamente blanco, representación de la casta sangmin. Por encima llevan una una falda de color azul-verdoso (más oscuro que el de la imágen). El cabello va atado en una trenza por detrás de la espalda y en el borde se amarra "un triángulo" de tela del mismo color de la falda.
Variaciones.
Criadas en entrenamiento - falda de color rosa y jeorin blanco.
Criadas de rango superior - túnica verde esmeralda (como el de la mujer mayor que se muestra en la imagen de la vestimenta ceremonial de la princesa).
Para escoltar y participar en ceremonias reales - Jeorin de un azul-verdoso poco matizado y una falda azul (así como se mira en las mujeres que aparecen en el fondo en la referencia de la vestimenta ceremonial de la princesa).
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