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Capítulo II. Huir de la asfixia y caer en la trampa

En un escenario envuelto en sombras, una pequeña llama danza con cautela, iluminando tenuemente la habitación. Su brillo se mantiene contenido para evitar revelar el escondite de aquel que se resguardaba allí. Taehyung se escabulló sigilosamente hacia la antigua casa de su madre, en donde se acurrucó en el mismo rincón donde cuido de ella hasta su último suspiro.

Un leve susurro surgió de sus labios, una melodía triste que intenta distraerlo de los lamentos fantasmales atrapados en el tiempo, mientras que en la penumbra se dejó llevar por los recuerdos que se reflejaban en su mente a través de sueños vívidos.

Frente a él aparece la imagen de su madre. Su frágil y delicado cuerpo sobre la cruz de madera: sus pies unidos sobre la viga más larga y sus brazos que se extienden como un par de alas, incapaces de alzar el vuelo por los grilletes que encadenan sus muñecas y talones. Ligeros espasmos responden a los golpes sobre su cuerpo. El verdugo alzó una vez más la vara de madera y en un movimiento rápido la dejó caer sobre la piel enrojecida de su espalda.

Los golpes atravesaron el tiempo; resonaron en su cabeza y lo aturden. A su alrededor escuchó los murmullos de la gente satisfecha, aquellos que se regocijaban de que finalmente se le aplicara un castigo a quién tantas veces permaneció impune.

El juez agregó un número más a la cuenta. Taeyeon había sido condenada a 99 golpes con la vara de madera, la pena máxima para una fémina. En el número 95 su expresión es tan tranquila que pareciera soñolienta.

Taeyeon no murió en el juicio, lo hizo en su hogar, arropada y en compañía de su único hijo, que cantó para ella hasta que su voz fue ahogada en lágrimas. Murió de manera natural, desgastada por la inanición y debilitada por una enfermedad que, tal vez, fue la causa de todo su sufrimiento.

Taehyung fue el único que sintió misericordia por aquella mujer, su madre.

«Lo que ves es solo un cascarón de lo que alguna vez fue ella, su alma abandonó este plano terrenal desde hace tiempo».

Y aún muerta, su cuerpo sigue siendo profanado.

Taehyung cubrió sus oídos con fuerza, desesperado por evitar escuchar el desgarrador grito que emerge del pasado. Su garganta se apretó en un nudo, sintiendo nuevamente la angustia que lo llevó a gritar hasta quedar afónico.

Desesperado por defender el cuerpo de su madre, Taehyung se precipitó hacia la explanada. Los soldados evitaron su llegada colocando sus espadas frente a él en un gesto intimidante. Ese día pudo haberse convertido en el caballero de la cicatriz, de no ser por el hombre que sostuvo su cuerpo y lo apresó entre sus brazos, evitando que cayera en un abismo de dolor y venganza. En aquéllos brazos, Taehyung encontró consuelo. La angustia que lo había atormentado disminuyó levemente, permitiéndole respirar más pausadamente.

Sus ojos se posaron sobre la vela y las gotas de sudor en su rostro brillaban como pequeñas estrellas fugaces bajo la tenue luz. Sus brazos rodearon su propio torso, como si tratara de imitar el cálido agarre de aquel noble que lo había rescatado, Jung Hoseok.

«Mantente fuerte. Eres el único que puede recibir su cuerpo y darle digna sepultura. Eres lo único que ella tiene».

Y ella era lo único que Taehyung tenía, arrebatada por aquellos a los que debía servir por el resto de su vida. Lamentablemente, no tenía otra opción. No solo callaba para proteger su anhelo de convertirse en el predilecto del emperador, sino que también lo hacía por temor al sufrimiento.

«Abre los ojos, tienes que enterrar a mamá».

De su muerte, hace 7 semanas, cuando los días de primavera estaban comenzando.


Año 24 del emperador Jungwoo.
5° mes. // Día 11. // Primavera.
Medianoche.


Al despertar, Taehyung se encontró sumergido en una atmósfera inquietante, proveniente de la pequeña bodega que servía de hogar. El recinto que alguna vez le perteneció a su madre era el más alejado de todos, manteniéndose abandonado tras su partida, ya que nadie quería estar cerca del lugar de una bruja. Ni tampoco de su hijo, que seguramente estaría maldito. Por esta razón, Taehyung prefería pasar el tiempo ahí, para evitar las malas miradas y la incomodidad del resto.

La vivienda que alguna vez perteneció a Taeyeon —y que Taehyung se niega a llamar suyo—, tiene por techo un fino tejido de paja y paredes hechas de una mezcla de barro y piedra. Los mismos materiales con los que suelen estar hechas las casas de las castas bajas, con la diferencia de que estas fueron construidas con cimientos más sólidos, una ventaja de dejar sus vida dentro del palacio.

En ¹⁰Gungjung-yeogwan, las casas son de un piso y están constituidas de dos habitaciones y una sala común que normalmente son compartidas entre 4 o 5 mujeres. A Taeyeon, por el acoso que llegó a sufrir por parte de otras criadas, se le modificó una de las bodegas para que pudiera vivir sola. En aquel pequeño espacio, reducido a una sola habitación y que se podía recorrer en menos de 9 pasos, Taehyung nació, se ocultó y fue descubierto hasta que al cumplir los 8 años lo obligaron a mudarse a Nakwon-jeon.

La diferencia entre el recinto de las mujeres y el de los hombres eunuco es que estos últimos poseen un conjunto de 3 edificios en que los eunucos de rango inferior duermen en el mismo espacio, hombro con hombro.

Es curioso como Taehyung regresó a sus viejas mañas de la niñez, al escaparse de Nakwon-jeon para escabullirse en la casa de su madre; con la diferencia de que esta vez Taeyeon no estaba para recibirlo.

Aquellas cuatro paredes en las que se encuentra encerrado transmiten una sensación deprimente y solitaria. Taehyung suprimió su disgusto de estar ahí por la sensación de que debía hacerlo, como si todavía estuviera cuidando de su moribunda madre; aunque, sin sus quejas ni historias disparatadas, ahora es más tranquilo. Lo mejor es que no se tiene que preocupar de que alguien rebuja la comida o esté a punto de cometer una locura.

Con movimientos pausados y serenos, Taehyung se dirigió hacia la única encimera en la habitación; tomó el cepillo de cerdas delgadas y se sentó en un rincón donde guardaba un pequeño espejo. Mientras miraba su reflejo, deslizó el cepillo por su larga y oscura cabellera, entregándose al ritual de prepararse y, como nunca antes, pone esmero en atar su cabello.

Sus movimientos son lentos, sin prisas ni fuerza, pues ya no hay nada de lo que apurarse. Al terminar, regresó a la encimera para mover el mueble y sacar una mullida envoltura de tela. Cargó la envoltura al centro de la habitación y allí la abrió. Una por una fue sacando las prendas que guardaba en la bolsa hasta que todo el traje estuvo extendido sobre el suelo. En ese momento, Taehyung no pudo evitar sentir una mezcla de recelo y gratitud.

El traje, demasiado fino para alguien de su humilde condición, fue un regalo del aprendiz Jung, un noble de riqueza desmedida que no dudó en gastar su fortuna en un insignificante eunuco como él. Aceptar aquel obsequio fue para Taehyung un fuerte golpe a su orgullo; por supuesto, en cuanto fue capaz de pensar en lo que había hecho, ya que recibió el paquete en un momento en que su cabeza apenas procesaba la muerte de su madre.

Se quitó la túnica y sobre el pantalón y camisa de algodón se colocó el traje de luto. El hanbok, aunque hermoso en su diseño, se siente pesado. Cuando finalmente terminó de vestirse, Taehyung se contempló en el pequeño espejo a la orilla del futón. Su reflejo le devolvió la imagen de un alma afligida, un gwishin¹¹ que camina entre la vida y la muerte.

Dejó atrás aquella imagen para tomar rumbo hacia la salida trasera. Un paisaje oscuro y solitario se extendió ante él, solo a la distancia se distingue la luz de un par de faroles, hacia allá se encuentra el camino principal que Taehyung debía evitar si deseaba pasar desapercibido.

Con cautela atravesó la residencia de las mujeres del palacio, manteniéndose cerca de la muralla que delimita el lugar. Rodeó con destreza el edificio principal, evitando ser detectado por los guardias en turno y aprovechó la soledad de la residencia de la familia real para pasar por ahí.

Su delgada y pequeña figura le permitió moverse como una sigilosa criatura, metiéndose en cada trecho que se le pusiera por delante. Su juventud también le otorgaba velocidad y destreza, pero la piel ceñida a sus costillas se volvía dolorosa con cada respiración.

Al llegar a la clínica real, se recostó contra la pared y desesperado por recuperar el aliento. Todavía en mal estado pero incapaz de ser paciente, Taehyung se dió la vuelta para asomarse a través de la ventana. De un momento a otro, ya no hubo más respiración agitada ni hubo respiración de ningún tipo.

El asombro lo paralizó tras distinguir la figura del médico iluminada por la tenue luz de un farol; un instinto primitivo y que otorga mayor sensibilidad a los sentidos. Sus oídos recogieron un leve ronquidos y sus pupilas dilatadas dieron forma a un médico Oh dormido sobre su escritorio, tan calmado y ajeno a su alrededor que fue inevitable no compararlo con aquellos pacientes a los que se les aplica opio con el fin de calmar su sufrimiento. Sin embargo, no percibe aquel característico aroma de la amapola, sino que uno más agrio prevalece en el ambiente.

Taehyung se animó a entrar a la clínica: pasos lentos, temblorosos y una mirada fija hacia el estudio del médico trazaron su rumbo. A medida que se acercaba, una extraña sensación de fascinación lo envolvía, eclipsando su objetivo inicial de buscar el exterior. La curiosidad y el deseo de desentrañar el misterio que rodeaba al médico Sehun lo empujaban hacia adelante, sin detenerse a considerar las posibles consecuencias de ser descubierto en ese lugar.

Con movimientos cautelosos, Taehyung se acercó lentamente al escritorio donde Sehun descansaba: la quietud del médico era tan inquebrantable que, si no fuera por el leve movimiento de su diafragma, creería que estaba muerto. Entonces, Taehyung se preguntó si el agotamiento del trabajo lo habrá "quemado" como suele ocurrir con la servidumbre del palacio.

Puede que sí, puede que no. Los nobles profesionistas solían esforzarse mucho, pero ellos tenían la oportunidad de recurrir a ciertos "escapes" antes de quebrantarse como lo hacían las criadas y los eunucos que eran constantemente restringidos en lo que podía obtener o hacer. Taehyung asomó sobre el cuerpo del médico, distinguiendo una pipa debajo de su mano y los rastros de una planta quemada en el interior del artefacto. Su tacto se acercó hacia la pipa y un escurridizo dedo se adentro en la hornilla, tiñéndose de rojo.

Al seguir revisando la mesa, Taehyung encontró dos envoltorios de flores secas: desenvolvió el primero, encontrando la flor azul que se le cayó esta mañana y en el segundo envoltorio, distinguió entre los caracteres lo que parecía un candelero y una flama. En la etiqueta leyó: "Bulgeun molan", Peonía roja, y supo que la flor de pétalos rojos se hallaba ahí, la misma con la que la enfermedad del emperador era tratada y que lo inducía a un profundo sueño.

Sus ojos pasaron de los pétalos rojos hacia la mancha en su dedo y luego al cuerpo inconsciente del médico Oh. El radiante color rojo se convirtió en una tentación para Taehyung, la aparente relación entre la flor roja y el estado del médico lo hizo cuestionarse ¿qué pasaría si él consumiera un poco? ¿Y si está noche dormía tranquilo en vez de poner su vida en riesgo?

La mente de Taehyung se llenó de preguntas, pero su atención fue repentinamente desviada por un ruido sutil que resonaba en la habitación. Un crujido apenas perceptible, seguido de un suave gemido proveniente del médico dormido. El corazón de Taehyung dio un vuelco en su pecho, el miedo palpable recorriendo cada fibra de su ser. En una decisión rápida, tomó unos cuantos pétalos de peonía y los guardó en el interior de su bolso, asegurando que podrían serle útil. Quizás, cuando deba volver a aplacar aquel impulso que ahora mismo lo empuja a seguir avanzando pese a las advertencias que resuenan en su cabeza.

Siguió su caminó a través de la bodega hacia aquel pequeño pasillo que ocultaba una antigua ruta de escape. Su saber acerca de aquella salida era casi tan antiguo como su estancia en la clínica y había dado con esta gracias a un destello de luz similar al de esta mañana. Al terminar de quitar las tablas que sellaban la puerta, Taehyung se asomó por una pequeña ranura, asegurándose de que el exterior aún estuviera allí, a su alcance. Su corazón golpeaba fuertemente en su pecho. Se sentía incorrecto el experimentar tanta emoción.

Como resulta evidente, esta no es la primera vez que Taehyung escapa de palacio. Luego de descubrir la puerta, en su cabeza se desató una intensa lucha ante la sensatez y el deseo, surgiendo la primera derrota ante la tentación de salir del palacio.

—Será la última vez —se dijo a sí mismo, hincándose frente a la puerta. Sin embargo, había pronunciado las mismas palabras hace un par de meses atrás, cuando su madre seguía viva. Si Taeyeon se hubiera enterado de que su hijo salió del palacio sin autorización, seguramente habría terminado de enloquecer antes de tiempo. Pero ahora estaba muerta, así que ¿qué más da?

A la servidumbre del palacio no se le prohíbe salir, pero para hacerlo tiene que obtener un permiso del capataz Seojoon. Los motivos por lo que se puede entregar un permiso son atender asuntos laborales o para pasar sus días libres. Por el momento, sus actividades al lado del príncipe heredero no han requerido que salga del palacio, ya que Jungkook suele pasear bajo la apariencia de un ciudadano para proteger su identidad como heredero de la corona y, por lo tanto, precede de un séquito.

Por otro lado, conseguir un permiso para salir en uno de sus días libres sería un chiste. El capataz Seojoon lo considera indigno de un agravio de esa índole debido a los constantes dolores de cabeza que le provoca. Taehyung corría un gran riesgo al salir del palacio sin autorización, de descubrirlo podrían acusarlo de traición y el jurado no se arriesgaría a dejarlo impune debido a su cercanía con la familia real.

Si quería salir del palacio solo tenía que esperar un poco más: cuando se convirtiera en el predilecto del emperador podría acompañar al soberano en sus recorridos por la ciudad e incluso viajar a otros distritos. Taehyung sabía que debía tener más control sobre sus deseos y esperar; sin embargo, ya estaba harto de hacerlo; en estos momentos es como un jarrón lleno de agua, necesita liberarse un poco si no quiere desbordarse.

Se aseguró de que ningún guardia estuviera cerca y después de comprobar que sus alrededores permanecían solitarios, se lanzó hacia la intemperie. Corrió tan rápido como pudo, olvidando la necesidad de ser sigiloso y dejando a un lado el deber de mantener la compostura.

Corrió en busca de algo que pudiera aliviar su miseria, persiguiendo los senderos iluminados por la luna llena hacia un destino desconocido. A pesar de que el entorno no era muy diferente de los amplios campos de entrenamiento dentro del palacio, su cuerpo reaccionó de una manera que nunca antes había experimentado: una sensación de amplitud se desplegaba ante él, junto con la posibilidad de elegir a dónde dirigirse.

Su primera opción consideraba la plaza principal como el cumplimiento de aquellos deseos que tantas veces mantuvo oculto: ¿cuántas veces no quiso formar parte del alboroto del mercado? En la amplia explanada la gente se reunía para comprar, intercambiar y vender productos. Las voces y las risas resonaban desde el interior del palacio que la mayoría del tiempo era un lugar recatado y ordenado. Al contrario de la plaza principal, que en ocasiones se convertía en el escenario de coloridos y brillantes festivales, así como de ejecuciones públicas que manchan de rojo el suelo.

Pero sin ser hora del mercado ni fecha de festivales, la plaza tan solo era un terreno llano y solitario. No era lo ideal para su exploración fuera del palacio.

Entonces, Taehyung recordó a los visitantes extranjeros y sus entusiastas halagos hacías Sendanmallo, «el camino de las joyas», la ruta principal que va desde la entrada de la ciudad a las puertas del palacio real. Únicamente desde las alturas de los balcones, Taehyung fue capaz de admirar la singularida de este camino, pavimentado con piedras de ónice blanco y negro, dispuestas en un patrón zigzag que pretenciosamente simbolizaba la dualidad de la vida y la muerte.

Mas, si «el camino de las joyas» recibe aquel nombre era porque las casas de los nobles de mayor abolengo se alineaban en perfecta armonía en cada orilla del rumbo. Sin despreciar la arquitectura de brillantes tejas de colores y de muros de piedra tallados con intrincados detalles, lo que se llevaba la mayoría de los halagos de los nobles visitantes era la imagen correcta y adecuada de la familia propietaria: un jefe de familia solemne y autoritario, junto a una mujer de divina apariencia y elegante expresión, acompañados de su descendencia: honorables a su apellido y dedicados a su formación como buenos ciudadanos. Los gobernadores extranjeros, sobre todo los oriundos de la dinastía Ming, elogiaban al emperador Jungwoo por promover la filosofía del confucianismo entre sus súbditos.

Observar ese camino durante el día prometía una experiencia impresionante, un reflejo de los doscientos años de paz que la familia Jeon ha aportado durante su reinado. Pero de noche, la opulencia se ocultaba entre las sombras y Sendanmallo no era más que un camino común y corriente.

En cambio la imagen del bosque seguía siendo tentadora incluso bajo el manto de la noche. Pronto, los caminos erosionados se convirtieron en senderos cubiertos de hierba; Taehyung se había adentrado en el bosque que rodeaba la ciudad.

Su aliento cálido chocaba con el aire frío, formando una nube de vapor que escapaba de sus labios: blanco vapor que desea fundirse con las nubes, pero que desaparece antes de alcanzar el cielo. Finalmente, Taehyung se detuvo cuando sintió que sus pulmones estaban a punto de colapsar.

Fue demasiado lejos, la luz de la luna apenas lograba filtrarse entre las ramas de los árboles, creando un entorno tan bello como temeroso. Taehyung estaba fascinado, pero también lo embargaba una sensación de temor.

Empezó a dar vueltas alrededor, cada crujido de las hojas bajo sus pies resonaba en el silencio de la noche, provocando que su corazón latiera con fuerza. Se detuvo un instante, aferrándose al traje de luto para conservar el calor.

En aquel momento de pausa, un atisbo de sensatez lo invadió: ¿Qué estaba haciendo allí, alejándose de su deber y adentrándose en lo desconocido? ¿Acaso estaba arriesgando su posición y su vida por un breve instante de libertad?

La incertidumbre lo asaltaba, como sombras acechantes que se agitaban en su mente. Taehyung se quedó allí, indeciso, sintiendo cómo la dualidad de sus emociones luchaba en su interior. Por un lado, anhelaba explorar más, descubrir qué secretos ocultaba aquel lugar y dejarse llevar por la emoción de lo desconocido. Pero por otro, la responsabilidad y el temor a las consecuencias lo frenaban en seco, recordándole que la naturaleza era un territorio prohibido para alguien como él.

Al final, dejó escapar un suspiro de resignación y dio media vuelta: había sido suficiente por hoy y por siempre.

Pero entonces, los sonidos se intensificaron y tras su espalda oyó a un animal correr sobre las hojas secas. Un hecho fuera de lo común, ya que los animales no suelen acercarse a las fronteras de la ciudad, a menos de que estén fuera de sí debido al hambre o la rabia.

Con las manos temblorosas, Taehyung sacó un cerillo del interior de su bolso. Levantó una piedra y frotó la pólvora sobre esta para conseguir una chispa. En el momento en que la llama cobró vida, un terrible grito hizo sacudir su alrededor, dejándolo petrificado por el miedo.

Taehyung giró la cabeza lentamente, buscando la fuente del ruido. Detrás de unos arbustos pudo percibir un movimiento y un agudo lloriqueo que lo hizo suponer que se trataba de un animal malherido.

El cerillo cayó sobre la hierba y por un breve instante iluminó el entorno con un resplandor azul antes de extinguirse por completo. En seguida, un sombra pasó velozmente frente a él, llevando su atención devuelta a los lloriqueos del animal.

Tomó aquello como una señal, aunque no sabía muy bien qué significaba en ese momento, y sin pensarlo dos veces, se precipitó a ayudar al animal. Al asomarse sobre los arbustos descubrió lo inigualable: un majestuoso zorro de abundante y brillante pelaje rojo, casi tan grande como el torso de un hombre adulto.

El zorro yacía sin fuerza sobre el suelo, con una de sus patas traseras apresada entre los dientes de acero de una trampa de cacería, que lo hacía perder sangre de forma lenta y tortuosa.

Manteniendo la distancia, Taehyung se arrodilló frente al zorro para revisar la trampa sin encontrar la manera de forzarla. Parecía que aquél animal estaba condenado a pasar una noche de agonía hasta que el dueño de la trampa apareciera por la mañana.

Pero entonces, su sufrimiento apenas llegaría a la peor parte.Taehyung conocía bien las crueldades de los cazadores y su gusto por torturar a sus presas, ya sea amputando sus extremidades, rompiendo sus cuellos o exhibiendo sus cuerpos moribundos como si fueran un espectáculo. Una criatura tan magnífica como aquel zorro no merecía ser humillada de esa manera.

Su cálido corazón fue quién dictó sus siguientes acciones. Al juntar sus palmas y cerrar los ojos, extendió una oración por el alma en pena. Su voz profunda y susurrante logró cautivar a la criatura que lo oía, observándolo con destellos de admiración.

Al terminar sus plegarias, Taehyung abrió los ojos y buscó el cuchillo que ocultaba en su Jeogori de algodón. Envolvió sus dedos alrededor de la empuñadura de cuero y alzó en alto la hoja de acero. La luz de la luna se reflejaba en el filo, brillando con una solemnidad sombría. El zorro parecía estar esperando por él, como si supiera que Taehyung estaba allí para otorgarle una muerte digna y liberarlo de su sufrimiento.

Pero de manera inesperada, los ojos del zorro pasaron de un brillante color ámbar a un profundo marrón. Los recuerdos de su madre, con su semblante de aceptación y paz en su lecho de muerte, se entrelazaron con la imagen del zorro frente a él, y Taehyung sintió escalofrío bajar por su espina dorsal.

El cuchillo resbaló de su mano y cayó al suelo con un sonido tintineante. El zorro se alborotó e intentó escapar desesperadamente, tirando de su pata y provocando que la piel se desgarre y el hueso crujiera.

Taehyung podía sentir en su propia piel el dolor del animal y su corazón se rompía ante su agonía: no podía permitir que el zorro siguiera sufriendo. Dejando de lado el cuchillo, se quitó el sombrero y rápidamente lo rasgó en varias tiras de tela.

Mientras tanto, el zorro se había quedado exhausto tras sus intentos fallidos de escapar. Taehyung aprovechó su cansancio para acercarse y atar el hocico del zorro, asegurando que no pudiera morder o lastimar a nadie en su lucha por liberarse. Luego, procedió a hacer un torniquete sobre la pata que estaba atrapada.

Desesperado por encontrar otro fósforo, Taehyung vació su bolso sobre el suelo. Sus manos temblaban de manera terrible, apenas capaces de sostener las delgadas varillas de madera; rompió dos fósforos antes de finalmente lograr encender el tercero.

Después recogió el cuchillo y lo acercó a la llama, calentando el metal hasta que una fina capa de hollín se depositó sobre este; en seguida limpió el polvo negro con la tela de su bolso, a la vez que tomando una profunda respiración, preparándose para lo que estaba a punto de hacer.

De un momento a otro, Taehyung se abalanzó sobre la pata del zorro. Tanteó la extremidad en búsqueda de la articulación y colocó la hoja del cuchillo sobre ese punto. Dio ligeros toques con el filo del cuchillo hasta encontrar el ángulo preciso. Y entonces, empujó el acero contra la extremidad del animal.

El zorro aulló y se estremeció ante el dolor. Sin inmutarse ante la sangre que salpicaba su rostro, Taehyung mantuvo su mano firme mientras serruchaba cada una de las fibras que mantenía al animal unida a la trapa.

Un largo crujido fue la señal de que la extremidad se había desprendido. Taehyung se apresuró a cubrir el muñón con los retazos de tela que tenía a su alcance.

No fue suficiente, el zorro estaba perdiendo mucha sangre.

«Lo he arruinado» pensó Taehyung, siendo testigo del infernal dolor por el que estaba atravesado el zorro. Si tan solo tuviera algo con lo que pudiera aplacar su angustia.

En ese momento recordó los pétalos de peonía roja que llevaba consigo y el aparente estado de calma en que había sumido al médico y que disminuye el sufrimiento del médico. No sabía si sería suficiente, pero tenía que intentarlo. Rápidamente se quitó la parte superior del traje de luto para envolver al zorro con este y cargó al animal entre sus brazos, dispuesto a llevarlo conseguir al palacio y brindarle una cura a su mal.

Tras una difícil carrera, Taehyung logró llegar al palacio, entrando por el mismo pasadizo por el que había escapado. Primero se asomó al interior de la clínica para asegurarse de que el médico no estuviera merodeando cercas. Al notar que Sehun no estaba en su estudio, asumió que había bajado a su dormitorio. Rezó para que así fuera y prosiguió en su misión.

Atravesó la clínica, no sin antes tomar un filtro del estudio del médico para preparar la infusión. Salió intacto y siguió el mismo recorrido de regreso hacia la casa de su madre, teniendo la fortuna de no ser descubierto pese de los quejidos del zorro y sus propios lamentos.

Al entrar en la habitación, colocó al zorro en el suelo, cerca del futón. Se quitó el bolso y sacó los pétalos de la peonía roja para dejarlos en un recipiente. Salió rápidamente a tomar agua de un pozo detrás de la casa y regresó sin demora.

El último fósforo que le quedaba sirvió para encender la lámpara con la que calentaria el agua. Mientras tanto, Taehyung molió la peonía roja con dos piedras que, al no ser totalmente lisas, retenían una considerable parte del producto, por lo que tuvo que utilizar todo el suministro que trajo para tener lo necesario.

La espera se hizo eterna hasta que la primera burbuja apareció en el agua. Raspó las piedras para que la mayor cantidad de mezcla cayera sobre el cuenco y dejó que se calentará por más tiempo.

Soltó un grave suspiro. Su cuerpo se hizo hacía atrás, recargando su espalda sobre la pared. Taehyung miró el cúmulo de tela a su lado, desde su posición alcanzaba a ver las orejas puntiagudas del zorro. ¿Qué había hecho?

Incapaz de permanecer sereno, se abalanzó hacia enfrente. El cuerpo del animal se extendía como una masa inerte, su respiración era ruidosa y superficial. Taehyung sintió su corazón encogerse en su pecho y su respiración se cortó. Su alma se llenó de amargura al pensar que había traído más sufrimiento al zorro del que pudo padecer si lo dejaba en la trampa.

Sus ojos se humedecen y pesadas lágrimas por sus mejillas. ¿Acaso era peor que un cazador?

No, él jamás quiso aprisionarlo ni poseerlo. En todo momento mostró cuidado hacia el zorro y estaba dispuesto a darle digna sepultura en el caso de que pereciera. Él no era un cazador, ambicioso y despreciable, que se creía capaz de pisotear a otros por su estatus.

Limpió las lágrimas que corrían por sus mejillas; su pena no era por lo que hizo mal, sino por el zorro y su sufrimiento. Una criatura tan magnífica no merecía un trato tan injusto. Sus ojos se endurecieron y su determinación se intensificó. Estaba dispuesto a luchar hasta el último instante: la salvación debía ofrecerse para cualquier criatura.

El burbujeo del agua llamó su atención. Se acercó al cuenco deprisa y lo quitó del fuego. Fue por su bolso para sacar lo último que trajo de la clínica, estiró el filtro y lo puso encima de un segundo cuenco, amarrándolo con un pedazo de cuerda.

Prosiguió vertiendo la infusión sobre la tela de poco a poco, poniendo resistencia ante el temblor de sus manos. El líquido tenía un fuerte color rojo; se había pasado de la dosis, pero eso significaba que el zorro iba a sentir menos dolor, ¿no? Taehyung actuaba con una fé ciega. Todo lo que no conocía, lo dejaba a merced de alguna fuerza que fuera mayor que él.

Taehyung abrió el hocico del animal sin temor de sus afilados dientes y vertió la infusión directo en su garganta. El zorro tosió y empezó a tallar su rostro con las patas delanteras, antes de que su cabeza volvería a caer sobre el suelo.

Entre parpadeos, Taehyung observó cómo el zorro se relajaba hasta quedarse dormido. En ese momento, el agotamiento se apoderó de su ser, como si todo el dolor y el cansancio que había experimentado a lo largo del día se hubiera manifestado de repente. Su respiración se volvió pesada y sus párpados adquirieron un peso insostenible.

En un instante, las manos de Taehyung cayeron a los costados de su cuerpo, como si hubieran perdido toda su fuerza. Poco a poco fue perdiendo el contacto con el presente hasta caer en un profundo sueño.

Aunque Taehyung estaba lleno de buenas intenciones y determinación, eso no era suficiente. Su labor deteniendo el sangrado fue deficiente y la infusión que preparó tenía poco efecto contra un dolor de aquella magnitud. El zorro tenía poca esperanza de vida desde que pisó la trampa, la muerte temprana era el final en cada una de las alternativas que se le presentarán. El zorro debía morir.

Y lo hizo, por un instante su respiración se detuvo, no hubo movimiento en la habitación más allá de la flama de la lámpara que permanecía encendida.

Un momento de duda.
Una mirada.
Una sensación que remonta al pasado.

Esta historia pudo haber terminado aquí.
Sin embargo, el corazón del zorro volvió a latir.

"Valía la pena seguir observando",
fueron tus palabras.
"Una verdadera exquisitez",
¿qué escondes tras de ellas?

¿Aburrimiento? ¿Intriga?
Dile cómo quieras.

Te preguntas qué pasará después.
Yo lo sé.

Cometiste un error.
Debiste haberlo presentido.

Una noche más.
El marginado sigue vivo,
duerme pacíficamente.
Sus extremidades están libres,
pero toda su vida ha vivido como un preso.

🌙;

¡El zorro ha aparecido! El icono que representa esta historia (🦊). Adoro a este animal, se me hace tan bello en apariencia y simbolismo. Le agarre un gran cariño desde que leí El principito; y sí, soy parte del cliché de quien empezó a interesarle la literatura porque le encargaron un ensayo de esta obra.

También se mencionó a Hoseok, el noble Jung y, como quedó retratado, él y Taehyung ya se conocen y tienen su propia dinámica, pero no se preocupe, sus orígenes serán contados en algunos apartados (ojo a las fechas).

Por cierto, y acerca de las fechas, pido una disculpa por los cambios que haga. Me gustaría decir que todo está calculado, pero no es así: hay detalles que voy modificando a medida que va avanzado la historia.

Fue una actualización corta (en comparación de las que vienen). Espero que les haya gustado, me gustaría saber qué opinan. Nos leemos en la siguiente actualización. 🥰

Referencia del traje de luto.

Referencia de la vestimenta de los eunucos.

(Izq. Eunuco. Der. Príncipe heredero).

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